Creatividad e "inmoralidad" van de la mano: las personas creativas tienden a actuar deshonestamente, según estudio

21/01/2014 - 12:30 am
A veces pareciera que el artista tiene licencia para  llevar una vida que otros no dudarán en calificar de indecente. Foto: Culturamas
A veces pareciera que el artista tiene licencia para llevar una vida que otros no dudarán en calificar de indecente. Foto: Culturamas

Ciudad de México, 21 de enero (SinEmbargo/Culturamas).– Estudio psicológico investiga la relación entre creatividad e inmoralidad, sugiriendo que las personas creativas justifican con mayor facilidad actos francamente deshonestos, un fenómeno que al parecer poco tiene que ver con la inteligencia.

A veces pareciera que la vida licenciosa es parte consustancial de la vida artística, que un pintor, un poeta, un músico, no lo son del todo si no se emborracha, si no fornica hasta el hartazgo, si no incurre en todos los excesos posibles de la carne y la percepción. A veces pareciera que el artista, por su amplia compresión de la naturaleza humana, de los mecanismos de la sociedad, del relativismo de una verdad o una costumbre, tiene licencia para estar por encima de todo ello y llevar una vida que muchos otros no dudarán en calificar de indecente.

Esta idea, que podría parecer uno de los muchos clichés creados en torno a la figura del artista, podría encontrar cierta confirmación en un estudio reciente que relaciona creatividad con inmoralidad, asegurando que mientras más creativa sea una persona, también tiende a ser más inmoral.

Psicólogos de las universidades de Harvard y Duke realizaron cinco estudios en los que encontraron que las personas creativas son más propensas a actuar deshonestamente, lo cual se cumple también para personas inducidas a pensar creativamente. Sin embargo, los investigadores dejan claro que este no es, en lo absoluto, un asunto de inteligencia, sino que al parecer la creatividad lleva a las personas a justificar con mayor empeño acciones francamente libertinas.

Un jugador lanza los dados en una mesa de póker. Reta al casino. Foto: Shutterstock
Un jugador lanza los dados en una mesa de póker. Reta al casino. Foto: Shutterstock

En uno de los experimentos más interesantes, los investigadores pidieron a los participantes que formularan una oración a partir de un grupo de palabras dado, primero la serie “cielo, es, por qué, azul” y después con otro tipo un poco más elaborado que incluía palabras como “novela, original, invención” y otras, las cuales se ha probado antes que inducen en la persona un impulso especial de creatividad.

Ya puestos en este estado, cada voluntario debía tirar un dado con la consigna de que por cada punto que este marcara recibirían un dólar. Lo curioso es que el participante lanzaba el dado fuera de la vista del responsable del experimento, dejando totalmente abierta la posibilidad de la trampa alentada por la promesa de un pago mayor. Por último se proveyó a algunas personas de “justificaciones” que les permitieran tirar el dado más de una vez, aunque diciéndoles que solo contaría la primera de estas.

Así, aquellos participantes que se encontraban en el “estado de creatividad” reportaron puntajes mucho más altos al promedio en sus tiradas de dados, pero curiosamente este efecto desapareció cuando algunos tuvieron el permiso de lanzar el juguete más de una vez. Según los investigadores, esto último demuestra que la creatividad alimenta por sí misma la generación personal de excusas para justificar un comportamiento deshonesto. Asimismo, con esta prueba parece que la inteligencia queda fuera de la ecuación que relaciona creatividad con inmoralidad

Y si bien, al final, los resultados pueden ser cuestionados —preferentemente en el mismo ámbito controlado de investigación científica en que se concluyeron estos— al menos la historia ofrece varios ejemplos en los que la creatividad de una persona —artistas, empresarios, inventores, etc.— guarda una relación estrecha con ciertos comportamientos que se permite a sí mismo aun a sabiendas de que está haciendo mal.

Con información de Scientific American

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