Jairzinho, vieja gloria brasileña nacida en México 70, dedica sus días a entrenar niños pobres en Brasil

26/12/2013 - 12:30 am
Foto: fifa.com
Jairzhinho, entrenador de niños pobresFoto: fifa.com

Ciudad de México, 26 de diciembre (SinEmbargo).– Con la estómago prominente primera repercusión del futbolista retirado, dirige a decenas de niños pobres brasileños que se acercan para escucharlo y patear junto con él. Su historia representa un éxito monumental para el futbol brasileño. Durante el verano de 1970, Guadalajara se entregó a un equipo brasileño con un Pelé consagrado. El primer mundial mexicano se consagraría como el mejor jugado hasta el momento, con la consagración de una leyenda que se despedía luego de una carrera cautivante. Al lado de la estela de Edson Arantes do Nascimento, un futbolista con el 7 en la espalda, lograría una marca que perdura hasta nuestros días.

Jairzinho jugaba junto al Rey en la parte ofensiva. Oportuno y veloz, supo pasar a la historia en base a su talento. Mientras un cuadro para el recuerdo avanzaba en el torneo, el delantero se hacía presente en el marcador. Ningún otro jugador en la historia ha marcado en cada uno de los partidos hasta la final del campeonato. Su actuación le dio la entrada al viejo continente, más precisamente al futbol francés donde sólo duró un año. Su visión estaba puesta en el suelo que lo vio nacer, donde hizo carrera con una breve experiencia en Bolivia. Después de la justa mexicana, todo estaba dicho. Su legado se había establecido para la posteridad.

En la actualidad, prefiere la austeridad del amateurismo comparada con toda la burbuja elitista que hoy en día tiene el ser profesional. Pasa sus días en campos de tierra con infantes ávidos de buenas historias mientras forman parte de las clínicas de aprendizaje. Su nombre representa felicidad para todas las generaciones que vivieron o escucharon acerca de su proeza. A sus 69 años, entiende que ha dejado de ser un mortal para formar parte del simbolismo deportivo que solo toca a unos cuantos.

Jair Ventura Filho ya no regatea como en aquellas tardes mexicanas. Encumbrado en Jalisco, sede del equipo brasileño, llegó al Estadio Azteca para vencer a una Italia inoperante ante la estela del uno de los mejores cuadros que se ha visto en una cancha profesional. La pelota se jugaba más por placer, sin todo ese marketing alrededor que hoy en día acapara las atenciones masivas de la afición, más allá de los goles cautivadores que pudieses haber. El ariete hizo disfrutar a un público que 16 años después se entregaría a las formas de Maradona.

Mientras el mundo se pelea por saber quién es el mejor de la historia, México se convirtió en un suelo privilegiado que pudo ver a los dos más grandes. Pelé cautivó primero formando parte de un grupo arrasador. Ayudándolo estaba “El Huracán”, Jairzinho que corría más que nadie y con el arco impregnado en su mente. Sus 7 anotaciones, repartidas en el mismo número de actuaciones, son una marca a la que ningún jugador de élite se ha podido acercar. Jugaría tres Copas del Mundo coronándose en 1970.

Lejos de aquellos recuerdos, hoy baja dos veces por semana al barrio que lo vio nacer para impartir clínicas gratuitas a los niños que ya lo esperan. Sonríe como siempre, ya sin esa vertiginosa velocidad que conoció el mundo. Impregnado de gloria deportiva, termina el entrenamiento y camina hasta el bar cercano a la cancha. Después de sentarse saluda al encargado quien le entrega una cerveza, entonces el lugar se llena para verlo, para recordar porque Brasil es Pentacampeón del mundo.

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