Por Por Jorge Tirzo
Ciudad de México, 24 de diciembre (SinEmbargo (Radio Nederland).– Aunque el caso Snowden puso el tema bajo los focos, la realidad es que llevamos mucho tiempo siendo vigilados. No sólo por la NSA de Estados Unidos. También nos vigilan las empresas, nuestros gobiernos e incluso otros ciudadanos. No es correcto, pero pasa. No debiera pasar, pero lo más probable es que siga ocurriendo. Mejor tomar precauciones, exigir nuestros derechos y seguir adelante.
UNA NUEVA FORMA DE ESPIAR
En su libro Cryptoperiodismo, Nelson Fernández y Pablo Mancini explican el modus operandi del espionaje del siglo XXI. No se realiza al estilo “James Bond” con unos agentes siguiendo al sujeto del que se quiere extraer información.
En vez de eso, ahora las agencias de inteligencia (y las empresas) espían cotidianamente a millones de usuarios a la vez para grabar en sus servidores una infinidad de datos. Cuando necesitan información sobre alguien en especial simplemente lo buscan en sus archivos. No se espía sobre pedido como antes, sino que se espía a todo el mundo y ya después se eligen los datos de quien se quiere vigilar con detenimiento.
Entender este nuevo espionaje es vital para saber a lo que nos enfrentamos. Antes, los sujetos más vulnerables de ser espiados eran quienes tenían notoriedad pública: artistas, escritores, políticos, deportistas. Ahora, el grueso de los sujetos espiados somos los ciudadanos. Por supuesto que los famosos siguen siendo vulnerables, pero ya no son los únicos.
TODOS NOS ESTÁN ESPIANDO
Fernández y Mancini lo explican de la siguiente manera: “Existen máquinas subacuáticas para espiar las comunicaciones digitales de poblaciones enteras. Empresas que fabrican y venden robots que se sumergen para interceptar los cables de fibra óptica y los repetidores tendidos en el fondo del océano que propulsan la mayor parte de las comunicaciones digitales por todo el mundo. Empresas venden ese servicio y otras empresas y gobiernos de todo el mundo los compran. Incluso países con muy pocos recursos, algunos muy pobres, invierten parte de su presupuesto en estas tecnologías”.
Es decir que todos espían a todos. Los gobiernos recopilan datos de sus ciudadanos para luego buscar delincuentes y sospechosos, pero también para ubicar críticos o desarticular movimientos sociales.
Las empresas recopilan datos de sus clientes para mejorar sus productos y servicios, pero también para conocer -quizás demasiado bien- sus preferencias, así como sus datos de contacto para llenarlos de spam.
Los ciudadanos acceden a grandes bases de datos (eso es Facebook a final de cuentas) para entablar contacto, socializar y divertirse; pero también para “stalkear” o hacer “cyberbullying”.
No es nada nuevo. Llevamos décadas funcionando (o malfuncionando) así. Vale la pena preguntarse si el espionaje aumentó con la proliferación de Internet o si fue la red la que creció a la par del espionaje. En cualquier caso, no debería ser pretexto para dejar a un lado todas las ventajas que nos trae la red; pero tampoco debemos descuidarnos.
¿QUÉ PODEMOS HACER?
El ya mencionado libro Cryptoperiodismo es un buen punto de partida para quienes se preocupan por la privacidad de sus comunicaciones digitales. Aunque está pensado para periodistas, la verdad es una guía para usar internet de una forma más segura. A continuación algunas de las estrategias que pueden ayudarnos:
1. Generar contraseñas seguras: Si uno quiere tener una casa segura, hay que empezar por ponerle una buena cerradura. Lo mismo pasa con nuestras cuentas de correo o redes sociales.
Si usamos “12345678” o “Qwerty” como contraseña, prácticamente le estamos entregando las llaves a quien quiera meterse.
Aunque parezca increíble, esas son dos de las contraseñas más usuales y obviamente muy fáciles de adivinar. Se recomienda usar combinaciones de letras y números, no usar una palabra que se encuentre en el diccionario; usar otros caracteres y no repetir la misma contraseña en dos sitios.
2. Usar una conexión segura: Muchos servicios, como Gmail o Facebook, ofrecen sistemas que cifran la comunicación entre el usuario y el servidor. Es decir, no permiten que haya “pájaros en el alambre”. Darse cuenta si se están usando es muy fácil.
En la barra de navegación debe aparecer al inicio de la URL las letras “https”. Si no aparece la última “s”, quiere decir que la conexión no es segura, por lo que alguien podría espiar tu conexión fácilmente. Revisa las opciones de configuración para activar esta protección. Hay algunos plugins para Chrome y Firefox como “Https everywhere” que pueden ayudarte, pues activan la conexión segura en todos los sitios que la tengan disponible.
3. Anonimizarse al usar Internet: Cada vez que uno visita una página web, deja una “huella digital”. Borrarlas es casi imposible, por lo que es más efectivo nunca dejarlas. Para ello es posible usar navegadores como Tor que dificultan saber quién y dónde se está conectando un usuario a la red.
Extensiones como “DoNotTrack” son una ayuda complementaria, pues le impiden a los servicios web saber quién se está conectando. Además, el uso de un proxy también funciona, pues es un sistema que oculta la verdadera IP del usuario.
Usando estas estrategias (y todas las demás que sean posibles), uno dificulta la labor de los espías digitales. Por supuesto que ser inmune totalmente es imposible, pero algo es mejor que nada.
En palabras de María Elena Meneses, catedrática del Tecnológico de Monterrey y presidenta de la AMIC: "El espionaje erosiona el contrato social alrededor de la red, que prevalece gracias a valores como la libertad y la confianza que han hecho del entorno virtual un bien común digital”.