Por Lucía Márquez
Muchos niños de la calle en México DF se evaden de su miseria cotidiana inhalando tolueno, un derivado del petróleo muy barato que elimina el hambre y el frío y destruye el sistema nervioso.
Ciudad de México, 2 de noviembre (SinEmbargo/RadioNederland).– Una familia, un futuro, un hogar, una cobija con la que resguardarse del frío… Los niños de la calle en Ciudad de México no pueden comprar nada de esto por tres pesos, pero sí pueden alcanzar la falsa sensación de tenerlo, aunque sea por unas horas. Basta con impregnar un paño con algo de tolueno, un disolvente derivado del petróleo que se vende de forma legal, y acercárselo a la nariz.
Esta “mona”, así llaman al trapo mojado de inhalante, hace desaparecer la sensación de hambre y frío, adormece la conciencia y lleva a “un estado de introspección” en el que las miserias de la vida cotidiana simplemente desaparecen. Así lo explica el investigador Arturo Ortiz, del Instituto Nacional de Psiquiatría Ramón de la Fuente Muñiz que trabaja para sacar a estos muchachos del infierno de las calles y facilitarles un porvenir.
Algunos nunca despiertan del sueño del tolueno, pues, al perder la sensibilidad ante el frío, quedan dormidos en la calle y aparecen muertos por hipotermia al amanecer. Otros, enferman de pulmonía por haber soportado las bajas temperaturas nocturnas y, al no recibir ningún tipo de asistencia médica, acaban
DEL PARAÍSO AL INFIERNO
Para quienes sobreviven a ese estado de letargo, la pesadilla sólo acaba de comenzar. La calma proporcionada por el inhalante es una ilusión y al desaparecer sus efectos inmediatos, en alrededor de una media hora, los pequeños se ven sumidos de nuevo en la violencia y el abandono.
Por ello, como señala Ortiz, la dependencia física de esta droga es menor que la de la heroína, pero la dependencia emocional es altísima, “porque no tienen más satisfacciones y más motivación en su vida cotidiana”.
Para ellos el tolueno es parte de su forma de vida: piden dinero, limpian parabrisas e inhalan, en un monstruoso ciclo sin fin. De esta manera, la mayoría se convierten en consumidores habituales.
Esclavos del inhalante, su cuerpo queda atrapado en los devastadores efectos que el tolueno produce a medio y largo plazo. Y es que, esta droga destroza el organismo de forma silenciosa y cruel.
Según el Doctor Jorge Villatoro, además de vértigos y nauseas, un consumo prolongado provoca la pérdida de las funciones cognitivas, de la memoria y de la coordinación al hablar y al moverse. En definitiva, dinamita el sistema nervioso y convierte a sus víctimas en zombies ansiosos por inhalar una nueva dosis.
LA DROGA DE QUIENES "NO EXISTEN"
A menudo se ha considerado el tolueno como una “droga de la pobreza”, debido a su altísima prevalencia entre la población marginal y excluida. De hecho, en algunas zonas de México DF, los muchachos están obligados a comprarla y consumirla, ya que si dejan de hacerlo, empiezan a ser agredidos por los vendedores. Según explica Ortiz, en los últimos 4 meses han matado a 6 chicos de la calle que estaban escapando del infierno del tolueno.
Sin embargo, Villatoro matiza que en la última década también es habitual el consumo entre estudiantes de escuela privadas, con mayor poder adquisitivo, que se inician en los alrededores de los centros educativos. En este sentido, la investigadora Silvia Cruz, precisa: “el alcohol y el crack también han sido consideradas como ‘drogas de pobres’ en otros momentos. Esas denominaciones no son útiles porque favorecen el distanciamiento del problema por parte de los grupos de población que no se identifican con ellas”.
Lo que sí parece claro es que es una droga que se empieza a consumir siendo muy joven. Según afirma Cruz, la edad de inicio de consumo de productos con tolueno es “de las más bajas en comparación con otra drogas y está entre los 12 y los 14 años en promedio”.
De hecho, como indica Ortiz, algunos comienzan a consumirlo “desde que se encuentran en el vientre materno”, pues muchas chicas siguen inhalándolo durante el embarazo. Además, en ocasiones, cuando los bebés lloran, las propias madres les hacen inhalar para que callen y se queden adormilados.
"FIELES" AL TOLUENO
Otra característica que explica el poder del tolueno para doblegar la existencia de sus consumidores, es el hecho de que se trate de una “droga social”. Los muchachos a menudo se reúnen para inhalar, “consumen en grupo porque necesitan el calor, la compañía y la cobija de los demás, muchos se duermen abrazados, amontonados como si fueran perritos en bolita. Esto les da no sólo calor físico, sino también emocional, la confianza de sentir que cuentan con alguien, porque si hay un ataque de otra pandilla o viene la policía van a cuidarse entre ellos”, explica Ortiz.
También existen casos más estrambóticos, como el de grupo de “fieles” de la iglesia de San Hipólito en México DF, que, como explica Villatoro, se reúnen en ese templo para inhalar “con la excusa de adorar al santo” y disfrazan la drogadicción de “rito religioso”.
TAN BARATO COMO DESTRUCTIVO
De los distintos inhalantes del mercado, el tolueno es el más consumido. Las razones de su “éxito” son múltiples. Para empezar, es una de las drogas más baratas que existen (una mona cuesta entre 3 y 10 pesos). También influye la alta disponibilidad en Ciudad de México, pues en las zonas deprimidas de la urbe es muy fácil conseguirlo.
Además, su olor es muy agradable y como los efectos inmediatos se pasan rápido, los muchachos creen que no les hará daño. Otro aspecto que explica la popularidad del tolueno es la facilidad de uso. Y el hecho de que apacigüe la sensación de hambre o frío seduce a unos niños que a menudo sufren desnutrición.
Actualmente, el tolueno es la segunda droga más consumida de México, por detrás de la marihuana. Sin embargo, a diferencia de otras drogas más conocidas, como la heroína y el crack, este inhalante no despierta alarma social. Sus consumidores son tan invisibles para la sociedad, están tan olvidados que, ¿quién va a preocuparse de que unos niños de la calle inhalen su propia muerte en cualquier esquina anónima de una ciudad? Muchos de ellos no saben leer, ni escribir y no están registrados, es decir, legalmente no existen, por lo que las instituciones de salud y justicia no les atienden.
UN INFIERNO LEGAL
Además de la falta de interés social e institucional por acabar con esta lacra, otro de los grandes problemas para perseguir el consumo de tolueno es el hecho de que se comercialice de forma legal.
Según indica Silvia Cruz, ese material es utilizado en la industria y en artículos de uso común como pinturas, pegamentos, desengrasantes o limpiadores. De los comercios y las fábricas pasa al mercado negro donde se vende sin ningún tipo de control y llega finalmente a los menores. Este tipo de droga no depende de los grandes grupos del crimen organizado, pero, como explica Cruz, sí existe una red de distribución clandestina con estrategias agresivas de mercado que asegura su efectiva comercialización al margen de la ley.
Por ello, para frenar el consumo del tolueno es necesaria una labor a dos niveles. Por una parte, Cruz aboga por mejorar “implantar medidas de regulación” que supongan un mayor control en el almacenamiento de estos productos, para evitar que acabe en malas manos.
También propone cambios directos en la misma producción del tolueno como “cambiar algunas formulaciones para sustituir los compuestos más psicoactivos por otros con menos efectos”. “Ha habido iniciativas exitosas en varios países para añadir sustancias de olores desagradables a productos comerciales y desmotivar su uso”, comenta.
Pero además, es necesario trabajar de cerca con los menores que buscan en el tolueno las respuestas a tantos dolorosos interrogantes diarios. Arturo Ortiz es tajante: “La droga va a seguir, estamos investigando los efectos en el organismo y a nivel psicológico, pero también hay que crear nuevos métodos de intervención, porque estos muchachos no van a ir jamás a un hospital”. En este escenario entran las terapias ocupacionales, como los talleres de baile.
“Muchos no pueden bailar- pues han perdido la coordinación a causa de la droga- pero les gusta la música y al moverse se despiertan sensaciones que tienen ocultas o reprimidas”, confiesa Ortiz. Este proceso les ayuda a ganar confianza en sí mismos, a vivir más en paz, y hace que la angustia por consumir disminuya y puedan comenzar a pensar en un futuro mejor. Sólo cuando la vida diaria no se parece tanto al infierno, estos muchachos consiguen la fuerza necesaria para dejar de buscar el paraíso en un trapo impregnado de tolueno.