Los Ángeles, 27 de octubre (SinEmbargo/HuffingtonPost).– Son prestigiosos y poderosos. Bajo su mando férreo hay miles de jóvenes, hombres y mujeres. En teoría, son dueños de vidas y muertes de sus huestes. Afuera de la institución, los admiran. Si además se ve bien, hablan bien, tienen los contactos correctos y suficiente ambición, hasta pueden postularse a presidente de Estados Unidos.
Son los generales y almirantes en las Fuerzas Armadas de Estados Unidos. Casi mil, una cantidad enorme que señala el gigantesco tamaño del Ejército, la Armada, la Fuerza Aérea, los Marines, las fuerzas especiales... y que constituyen el principal inciso en el presupuesto nacional.
El código legal militar, en su inciso 256, limita la cantidad de generales del Ejército a 231, la Armada a 162, la Fuerza Aérea a 198 y los Infantes de Marina a 61 generales.
En muchos sentidos, representan al país y sus instituciones.
Eso puede explicar la preocupación que según David Cloud, en su análisis para Los Angeles Times del 23 de octubre, prevalece en los altos mandos.
Se trata de una ola de informes sobre mala conducta, problemas legales, incidentes de corrupción que implican a un general tras otro. Sabiendo que los verdaderos números pueden ser mucho mayores de lo que se llega a saber –por la cultura de secreto existente en las armas y precisamente, por el poder absoluto casi que tienen los comandantes– el mando mayor está tomando medidas extremas y casi sin precedentes.
No es algo extraño a otros países. Especialmente, en aquellos que son o que fueron en el pasado gobernados por juntas militares, y en donde la plana mayor se enriquece y comparte los beneficios del poder con la clase política.
Pero en Estados Unidos parece ser diferente, por lo que "una inundación de casos de mala conducta... creó una profunda preocupación... y llevó a nuevas medidas para endurecer las normas, incrementar las inspecciones y sacar de raíz a los ofensores, dicen oficiales", escribió Cloud. Después de todo, estas revelaciones pueden dañar una imagen de pureza cuidadosamente cultivada por muchos años.
Los nuevos casos son los de un almirante de la Marina bajo investigación por el uso de fichas de juego falsificadas en un casino; un general de la Fuerza Aérea, comandante de una unidad de misiles con ojivas nucleares que fue alejado de su cargo por embriaguez estando fuera de servicio. Otros casos incluyen desde problemas de ética profesional a violación sexual.
Según un recuento anual de investigaciones hechas por el Inspector General del Pentágono , única fuente de recopilación de estos casos, hubo en el año fiscal 2013 que terminó en septiembre, 250 denuncias de mala conducta por parte de altos oficiales. De ellas, 95 fueron justificadas. Los números para 2012 son similares, pero en 2011 hubo solo 125 denuncias y solo 18 de ellas fueron justificadas.
En noviembre, el general William Ward - un general de cuatro estrellas, la máxima graduación en tiempos de paz - comandante de las fuerzas armadas en Africa, fue depuesto de su cargo y obligado a jubilarse por haber mantenido un nivel de vida ostentoso, usando fondos gubernamentales para viajes privados, vacacionando en hoteles de lujo, y aceptando regalos de un contratista.
"Comandantes de alto rango", dice Cloud, "han disfrutado de beneficios, incluidos casas bonitas y oficinas con numeroso personal. En la última década, los beneficios crecieron: aviones a disposición de los generales, grupos que los acompañan a todas partes y trato como si fuesen jefes de estado cuando viajan al exterior".
El jefe del Estado Mayor Conjunto - máximo comandante de las Fuerzas Armadas - general Martin Dempsey, condujo una investigación que reveló problemas de disciplina y percepción.
El mayor general de la Fuerza Aérea Michael Carey, a cuyo cargo había 450 misiles intercontinentales, fue despedido por problemas con alcohol.
El vicealmirante Tim Giardina, segundo a cargo de las fuerzas nucleares en el Comando Estratégico de Estados Unidos, fue suspendido y su rango bajado de cuatro a dos estrellas por una investigación criminal según la cual transfirió o vendió fichas falsas de juego usados en un casino en Iowa.
El general de brigada del ejército Jeffrey Sinclair será sometido a juicio marcial en enero, acusado de conducta sexual ilegal con un subordinado. Se declaró inocente.
Se agrega a ello el más conocido caso del general David Petraeus, quien fue comandante supremo en Irak y Afganistán durante las guerras, y que pasó de las Fuerzas Armadas a ser el director general de la CIA, cuando se reveló que había mantenido una relación romántica con su biógrafa.
En noviembre de 2012, el general de Marines John R. Allen, quien reemplazó a Petraeus y había sido nombrado comandante de NATO, debió dimitir por alegatos de una "comunicación inapropiada" con Jill Kelley, una mujer de sociedad de origen libanés. En su lugar fue nombrado el general Joseph Dunford. Pero en enero de 2013, Allen fue declarado completamente inocente después de una investigación.
"Como consecuencia del estudio realizado por el personal del Estado Mayor, el general Dempsey ordenó que equipos de inspección visiten las comandancias durante el año para tratar de encontrar si los generales malversan fondos, aceptan regalos inapropiados o violan de alguna otra manera el código y los estándares militares", escribe Cloud.
El autor termina mencionando el caso del mayor general Joseph Fil, el próximo Inspector General del Ejército, quien debió jubilarse y rechazar el codiciado puesto de vigilia moral por haber recibido "una pluma Mont Blanc y una cartera de cuero de un ciudadado coreano durante su servicio en ese país".