Ciudad de México, 24 de octubre (SinEmbargo).- Para enfrentar el escándalo sobre las prácticas de espionaje de las agencias de inteligencia de Estados Unidos a varias áreas de México, el Presidente Enrique Peña Nieto ha elegido la coraza del silencio.
Pero ello, más que protección, le restará en el campo de la legitimidad ante sus gobernados, dada la compleja relación bilateral y toda vez que otros jefes de Estado asumieron el problema como la ventana propicia para enviar mensajes de fortaleza en sus propios países, opinan expertas en las relaciones bilaterales México-Estados Unidos.
El domingo, el semanario alemán Der Spiegel publicó que la agencia estadounidense había vigilado las comunicaciones privadas del ex Presidente Felipe Calderón, aunque desde el 9 de julio el diario brasileño O Globo ya había dado a conocer que el mismo Peña Nieto fue espiado durante la campaña. México es uno entre una veintena de países que pudieron estar bajo las tácticas de espionaje de EU, de acuerdo con las revelaciones del ex contratista de la Agencia de Seguridad Nacional (NSA, por sus siglas en inglés), Edward Snowden.
Ayer, el primer mandatario mexicano cumplió cuatro días sin decir nada sobre el desaguisado que a otros de sus homólogos del mundo los ha indignado tanto al grado del reclamo diplomático. Asistió a conmemorar 70 años de la política de Salud de México al edificio de esa Secretaría. Al llegar, permitió ser fotografiado mientras caminaba en los jardines de la dependencia, pero ni en ese momento, ni durante su discurso, emitió palabra alguna sobre cuál es su postura como jefe de Estado.
¿POR QUÉ SON NECESARIAS SUS PALABRAS?
30 millones de mexicanos en Estados Unidos, leyes migratorias que penden de los ánimos senatoriales y un denso Tratado de Libre Comercio son los ingredientes de una de las relaciones bilaterales más complejas del orden internacional, la de México y Estados Unidos. A cargo de una investigación sobre el espionaje del país del norte en México durante el siglo XIX, para la Universidad Iberoamericana (UIA), Pía Taracena, estima que Peña Nieto, como Presidente, debió emitir una postura de inmediato para brindar términos de certeza a los mexicanos en la relación bilateral. Y añade que a tantos días, ya es “demasiado tarde”.
Con ello coincide Raquel Saed, experta también en esa relación, de la misma casa de estudios. “El Presidente debió levantar la voz de manera enérgica y masiva, por el bien de los mexicanos. Aquí, hay una conciencia colectiva, una sensación, de sometimiento. Se teme con frecuencia que el vecino viole la soberanía nacional. De modo que el silencio del Presidente no coincide con estos conceptos tan arraigados en la sociedad mexicana”.
La reacción de mutismo del Presidente Peña es lejana a la de Dilma Roussef, su homóloga en Brasil, la otra nación latinoamericana afectada por los brazos de la NSA. Después de una enérgica nota diplomática, la mandataria ordenó una investigación exhaustiva de funcionarios locales y citó al embajador de Estados Unidos en su país para que aclararan por qué incurrieron en espionaje. El 17 de septiembre, el Presidente Barack Obama le concedió una conversación telefónica que se prolongó 20 minutos. Pero las explicaciones no conformaron a Roussef y por ello, el 25 de septiembre, emitió una de las condena más enérgicas de las que se tienen memoria en el seno de la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) contra Estados Unidos y ante la presencia del mandatario estadounidense.
De la indignación del espionaje de la NSA, en la Unión Europea se encuentran dos ejemplos. Francois Hollande, Presidente de Francia, fue llamado por Barack Obama para apaciguar el profundo malestar que los actos de las agencias de inteligencia provocaron en la sociedad francesa. A la canciller alemana, Ángela Merkel, le bastó conocer indicios de que su celular habría sido intervenido por los servicios secretos de Estados Unidos para levantar el teléfono y exigirle a Obama una explicación. La posición de Merkel fue dada a conocer de inmediato por el portavoz del gobierno alemán, Steffen Seibert, de modo que en pocas horas, la posición de la mandataria fue conocida en todo el mundo.
Para Saed, la reacción de estos jefes de Estado “es un mensaje dirigido, a final de cuentas, para ellos mismos. Para sus propios países. Con eso, ganan y dan un mensaje de fortaleza. A Peña Nieto, una declaración ante Estados Unidos le ayudaría a legitimarse porque la mayoría que lo llevó al poder es relativa. No tiene a la mayoría de la población con él”.
¿QUÉ BUSCABAN?
Fue el Secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, quien informó en conferencia de prensa que se había iniciado una investigación para determinar si existen evidencias o no de tal espionaje, una vez conocida la intromisión en el gobierno de Felipe Calderón.
También historiadora, Pía Taracena, expresa que si bien ya no es oportuna ninguna declaración del Presidente Peña Nieto, la pregunta conveniente es: “¿Para qué espió Estados Unidos a México?”
“La información de inteligencia que se deriva del espionaje debe tener una intención, un objetivo y un usuario. De modo que sería interesante conocer qué es lo que estaban buscando”, dice.
Más allá de las intenciones, a la también académica del Departamento de Estudios Internacionales de la UIA, el espionaje practicado por el país del norte muestra que hay desconfianza en los gobernantes mexicanos. “Hubo elementos en la historia de la relación bilateral, pero el ejemplo más reciente es Rápido y Furioso. Por un lado, se había establecido la Iniciativa Mérida en términos de intercambio de información y luego, se emprendieron acciones secretas con esa operación. Los aparatos de inteligencia de Estados Unidos, acaso no el Presidente, aunque es el jefe de todos ellos, demostraron desde entonces, desconfianza dada la simbiosis de la política y el crimen organizado”.