Ciudad de México, 4 de septiembre (SinEmbargo).– Si se revisan los expedientes abiertos por el Ejército Mexicano contra sus efectivos levados por el narcotráfico se crea la idea de que los cárteles desarrollaron la habilidad de infiltrarse hasta uno de los órganos más sensibles del Estado, en el centro neurológico de la institución de las armas, su sistema de inteligencia.
Si se observan los documentos iniciados por el sistema de justicia civil contra los agentes policiacos se piensa que los narcotraficantes invadieron áreas tan delicadas como la Dirección Federal de Seguridad, el servicio secreto mexicano durante los años de la Guerra Fría.
Pero si se analizan los expedientes particulares de los hombres que vendieron trozos del Estado y los legajos de quienes los compraron, se concluye que la filtración fue en el sentido contrario: los hombres de las armas infiltraron al narcotráfico no a favor del interés público, sino del suyo propio.
La bola se fue pa’ Juárez
CONSEJO DE GUERRA
Con la cara rígida, perfectamente rasurada, sobre los uniformes tapizados de insignias, los generales reunidos el 10 de julio de 2006 en Consejo de Guerra en El Salto, Jalisco, se preguntaron:
“¿Es el sargento segundo escribiente Marcelino Alejo Arroyo López culpable, perteneciendo a la Oficina de Inteligencia Antinarcóticos de la Secretaría de la Defensa Nacional, de haberse incorporado a la organización criminal Cártel de Juárez, —del cual era el dirigente, cabecilla o jefe narcotraficante Ismael Zambada García, El Mayo Zambada, y otros individuos, intermediarios de Arturo Hernández González El Chaky, quien dirigía una de las células del cártel también denominado La Empresa— con la intención de realizar labores de contrainteligencia?”.
Los militares ya habían hojeado el grueso legajo de la causa penal 2491/2005, el expediente con decenas de declaraciones, partes policiacos de investigación e intervenciones telefónicas. El mismo documento que da santo y seña de cómo el Cártel de Juárez y sus exsocios del Cártel de Sinaloa infiltraron al ejército y del que SinEmbargo posee copia.
Arroyo López habló. Se defendió.
Los generales lo escucharon y luego respondieron su propia pregunta.
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El sargento Arroyo López causó alta el 21de noviembre de 1987 como policía militar.
En enero de 1990 tomó una vacante en la Policía Judicial Militar. Inició como cabo policía militar, siguió como agente con el mismo rango y, poco después, lo ascendieron a sargento segundo escribiente. Estuvo en esa corporación hasta septiembre de 1995.
“No sé si por selección o azar me enviaron junto con otros nueve elementos de la Policía Judicial Militar a causar alta en el Centro de Inteligencia Antinarcóticos (CIAN). Efectivamente he recibido dinero a cambio de información que sustraía de la Oficina de Inteligencia Antinarcóticos donde laboro para hacerla llegar a una organización dedicada a dar seguridad a narcotraficantes”.
Arroyo nunca efectuó curso alguno de inteligencia. Y así quedó directamente subordinado al CIAN, dependiente de la secretaría particular del secretario de la Defensa, entonces Enrique Cervantes Aguirre, designado por el Presiente Ernesto Zedillo.
Marcelino Arroyo coincidió en el CIAN con Pedro Bárcenas, Capitán Perico, de quien se hizo compadre y quien luego desertó para integrarse al Cártel de Juárez. Aunque no se tienen datos detallados de cómo ocurrió, lo cierto es que Arroyo se convirtió en informante del crimen organizado. Y justo por estar en esa oficina fue blanco de los esfuerzos por comprarlo. No fue nada difícil.
Arroyo operó en una rústica estructura de inteligencia en la que los reportes eran entregados por escrito, a manera de informes o, en casos de emergencia, dictados por teléfono a Bárcenas. Éste informaba a Francisco Tornez Castro, El Pancho, quien reportaba a Arturo Hernández González, El Chaky, jefe de sicarios de Amado Carrillo, El Señor de los Cielos.
El sargento segundo escribiente obtenía información cuando los analistas del CIAN le comisionaban recabar datos de domicilios, números telefónicos fijos o celulares o vehículos. Tras clasificarla, la entregaba a su contacto.
¿Qué clase de información entregaba el sargento Arroyo al narcotráfico?
Mes y medio antes de la detención de Arroyo, el cártel se inquietó. Se rumoraba de una oleada de cateos a las casas de El Mayo Zambada en Culiacán, Sinaloa.
–¿Sabes si hay personal trabajando en Sinaloa? –preguntó Perico a Arroyo.
–Sí. Hay una base de trabajo de aquí, de la oficina [del Distrito Federal], en Sinaloa. Va un capitán al mando –respondió el militar activo.
–¿Cómo se llama?
–Es un capitán segundo de zapadores.
–¿Es el que lleva el asunto del Chaky?
–Ese asunto lo lleva el teniente de arma blindada de apellido Ornelas.
–¿Quién está de jefe de cubículo del Cártel de Juárez?
–El capitán Ornelas.
Perico aseguró que buscaría al capitán encargado de la investigación en Sinaloa para sobornarlo. Arroyo no supo más. No debía saber nada más. Era sólo una de varias piezas.
El flujo de datos era permanente. Nombres de adversarios o socios de Juárez eran entregados en condición de incógnita a los militares y volvían al cártel con domicilios, números telefónicos y detalles de las investigaciones en su contra.
Otro ejemplo. A Perico le urgía tener información sobre un capitán aviador diplomado del Estado Mayor infiltrado por el Cártel de Juárez, pero integrado a otra célula. Competencia interna. Arroyo escuchó atentamente en la oficina. Se encontró con el tema y anotó todo en una libretita.
Reportó: “Me dijo que la revisaría con su patrón, pero que lo más interesante para ellos era toda la información relacionada con el Cártel de Juárez y, particularmente, con El Chaky”.
Era una maraña de espías contra espías. En otra ocasión, Arroyo López fue buscado por Perico. Le advirtió sobre un teniente de infantería que anteriormente estuvo en el CIAN. Le describió su auto y domicilio. Se debían cuidar de él: estaba empleado por otro cártel.
Bárcenas también proporcionó dos sobrenombres: El Yeyo y El Chacho, gente de Osiel Cárdenas Guillén, entonces capo del Cártel del Golfo. Había guerra. El tamaulipeco había mandado matar al Chaky. Y esos apodos eran de dos de los sicarios que iban tras la vida del jefe de sicarios de Juárez, cabeza de la red de informantes de Amado.
El sargento Arroyo nunca conoció personalmente al Chaky, sólo las referencias que de él hacían Pancho Tornez y Perico como “el patrón”. Arroyo, en el escalafón más bajo del cártel, cobraba directamente de la mano de Capitán Perico en las estaciones del metro Panteones, Normal o Cuitláhuac.
Él mismo dio los detalles: “En tres años recibí dinero en 25 ocasiones. Las cantidades iban desde 500 a mil dólares”.
Así de barato.
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¿Ante la deslealtad a las armas había lealtad al narcotráfico? En su declaración ante el Ministerio Público Militar, Arroyo López deja claro que tampoco. El sargento también actuaba como correo para la entrega de sobornos a otro militar antinarcóticos, Pedro González Franco, quien causó baja de esa área por reprobar un examen de polígrafo –se entiende que Marcelino sí aprobaba ese filtro de seguridad– y, en vez de despedirlo, se le trasladó a la Zona Militar de Toluca, en el Estado de México.
Pero los sobres a su favor seguían llegando. Pedro Bárcenas, Perico, recomendó a Arroyo quedarse con el dinero. “Me dijo que yo aportaba más datos para la organización y que tenía derecho a cobrarlo”, se justificó el sargento segundo.
Los beneficios que dio Arroyo fueron más allá de la entrega de datos. También participó en el reclutamiento de más informantes. Uno de ellos fue el propio González Franco, a quien se reclutó por tener acceso a información del Cártel de Tijuana.
El CIAN se divide o dividía en módulos de análisis para cada cártel de las drogas.
A González Franco le pidieron antecedentes de Fabián Martínez, El Tiburón, jefe de los Narcojuniors, cuerpo de sicarios y contrabandistas de clase media y alta reclutados por los Arellano Félix durante la década pasada. El Chaky “se lo quería chingar”, aclaró González Franco al ministerio público.
“En otra ocasión que regresé a Tijuana, el sargento Marcelino me dijo que Pedro [Perico] le había comentado que necesitaban información del Metro. Después regresé a mi base en Tijuana y por esas fechas agarraron a Alcides Ramón Magaña, narcotraficante del Cártel de Juárez”.
El Metro, quien a la muerte del Señor de los Cielos se apoderó del control del tráfico en la región sureste del país, fue detenido en 2001.
“[Luego] me dijo Perico que su compadre Pancho, Francisco Tornez, me mandaba dinero. Sacó un periódico que llevaba doblado con 5 mil dólares y que era por el trabajo para que aprehendieran al Metro. Un premio para nosotros, ya que con la captura del Metro se les había quitado un peso de encima”.
La Procuraduría General de la República (PGR) emitió un boletín de prensa cuando, en 2007, el traficante fue condenado en definitiva a 47 años de prisión en 2007:
“Con esta sanción [...] Durante la administración del presidente Felipe Calderón, el gobierno de México refrenda su compromiso de aplicar la ley con todo vigor y energía en contra de cualquier manifestación de la delincuencia organizada”.
EL INGENIERO AGRÓNOMO
El asunto de los espías del cártel de Juárez detonó el 19 de octubre de 2001, cuando una patrulla del ejército circulaba por un camino de terracería en el municipio de Cosalá, Sinaloa.
Los soldados observaron dos camionetas, una Suburban roja y GM negra granito, ambas con vidrios polarizados. Las siguieron y en segundos el seguimiento se hizo persecución. Quienes llevaban las camionetas frenaron en seco, las abandonaron y huyeron a pie.
Los militares revisaron los vehículos y encontraron 60 mil 400 dólares y 34 mil 400 pesos. También un anillo de oro blanco con nueve incrustaciones de piedras preciosas, una pulsera de oro de 14 quilates, dos bolsas con 34 gramos de cocaína y nueve estuches para el polvo o periqueras. Además, tres cuernos de chivo, una pistola Colt con las cachas grabadas con figuras de tiburones y cientos de balas, siete teléfonos celulares y uno satelital. Y, finalmente, documentos a nombre de Jerónimo López Landeros.
La camioneta negra granito, que resultó blindada, era propiedad de Javier Torres Félix. Su esposa se presentó al Ministerio Público para reclamar la devolución del vehículo y aseguró que su marido era agricultor y ganadero.
Torres Félix era un viejo conocido de la policía. En la tierra de El Mayo se le tenía como su lugarteniente y sólo fue asunto de revisar los expedientes.
A finales de mayo de 1997 Torres Félix fue detenido en Cancún, Quintana Roo, con otros tres traficantes y 380 kilos de coca empaquetada en plástico transparente y hule amarillo. Sin embargo, Torres Félix resultó absuelto, salió de prisión al año y reanudó la operación para los Carrillo Fuentes en un momento en que, debe quedar claro, personajes hoy identificados plenamente en el bando de Sinaloa mantenían operación para Juárez.
Esto, antes de dos hechos fundamentales para el presente del narco mexicano: la muerte de Amado Carrillo y la fuga de Joaquín Guzmán Loera, con quien luego se alinearía El Mayo Zambada y Juan José Esparragoza Moreno, El Azul, entre otros.
Como con cualquier trabajo, una de las ventajas de ser un narco viejo es ir y venir por los cárteles con una gruesa agenda de contactos en el bolsillo.
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Vale la pena comentar, al menos de manera resumida, el perfil de Javier Torres Félix, uno de los más reputados sicarios al servicio de los capos de Sinaloa, incluso antes de la existencia del cártel propiamente establecido. Por eso y porque era el hombre sentado a la derecha de El Mayo.
Segundo de cinco hermanos, El JT nació el 19 de octubre de 1960. Abandonó la escuela en el segundo año de primaria y más o menos por ese tiempo comenzó a trabajar en el campo. A los 17 años ya inhalaba de la cocaína que luego vendería por toneladas. Como todos los narcotraficantes sinaloenses de la época se presentaría como agricultor y ganadero.
En 1984, a sus 24 años de edad fue aprehendido en Sinaloa por el rapto de su novia. Meses después quedó en libertad.
Seis años más tarde ya estaba formalmente instalado en el narcotráfico. Según la indagatoria de la Procuraduría General de la República (PGR), en 1990 era el operador de Manuel Salcido, El Cochiloco, colocado en la segunda línea de mando del ya extinguido Cártel de Guadalajara, liderado por Rafael Caro Quintero, Ernesto Fonseca y Miguel Ángel Félix Gallardo.
En junio de 1990 El JT fue detenido por el Ejército en Mazatlán, Sinaloa, en posesión de más de 800 kilos de marihuana y cuatro rifles AK-47, por segunda vez fue encarcelado. Un año después quedó en libertad.
Desde 1992 la DEA lo ubicaba ya como lugarteniente de El Mayo Zambada.
Volvió a prisión en 2005. Fue internado en el Reclusorio Norte, la misma cárcel que años antes albergara a Caro y a Don Neto. Ahí coincidió con José Alberto Márquez Esqueda, El Bat, exjefe de sicarios del Cártel de Tijuana y enemigo suyo a muerte. La cercanía de ambos ocasionaba la inmediata sensación de muerte.
El JT compartió dormitorio con Carlos Ahumada Kurtz, el empresario que destapó los videoescándalos. En una ocasión, durante un carcelazo o depresión relacionada con el encarcelamiento, Ahumada lloraba de manera desconsolada.
–Ya, cabrón, no llores –decía el sicario en cuclillas frente un anafre en el que cocinaba. Visto en esa posición quedaban al descubierto las cicatrices en la coronilla por el implante de cabello que se hizo.
Pero el complotista de Andrés Manuel López Obrador no podía contener el llanto.
–Mira, tranquilo, te hice una quesadilla –extendió El JT la tortilla doblada con queso adentro.
Curioso detalle proveniente de un hombre cuya personalidad le fue advertida a su juez:
“Esquizo-paranoide con características antisociales: sujeto impulsivo con conflictos con la figura de autoridad, suspicaz, manipulador, racionalista y egocéntrico. No aprovecha la experiencia siendo híper vigilante [sic] ante cualquier amenaza percibida manejando ideas megalómanas de logro y realización personal con los que encubre sentimientos de minusvalía”.
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En junio 2001, los agentes de la Federal de Investigación que siguieron el caso y dieron fe de los objetos encontrados en las camionetas de Cosalá reportaron otras cantidades de dinero: 70 mil 400 pesos y 20 mil dólares.
Reiteraron que entre los documentos encontrados había una licencia de conducir a nombre de Jerónimo López Landeros, cuya fotografía era, en realidad, la imagen de El Mayo Zambada.
No fue el único papel con el pseudónimo del Mayo.
Se encontró una tarjeta blanca enmicada impresa con la oración “H. Ayuntamiento del municipio de Durango 1998-2001” y un escudo. Tenía escrito a máquina:
“El portador de la presente, Ing. Agrónomo Jerónimo López L me ha sido recomendado ampliamente, por lo que pido a los elementos de la dirección de Seguridad Pública de Vialidad que, en caso de cualquier incidente en que se vea involucrado, antes de proceder en su contra, se comuniquen con el suscrito”. Lic. Raúl Obregón A. [director general de la Policía Judicial del estado], una firma ilegible, un sello en color azul y en la parte inferior un lema: “Durango, tarea de todos”.
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Otro hallazgo importante fue el de los teléfonos celulares, propiedad de Javier Torres Félix, el segundo de El Mayo Zambada en ese momento.
Uno de los números mantenía comunicación con otro a nombre de Karla María Monge Corral, con domicilio en apartado postal 28, Culiacán, Sinaloa, propiedad del gobierno del estado de Sinaloa.
Desde este teléfono, a su vez, se establecía contacto frecuente con un teléfono fijo registrado a nombre de María Teresa Zambada Niebla, hija de El Mayo, en la colonia Colinas de San Miguel, en Culiacán.
También por las conexiones telefónicas se ubicó otra casa en Las Quintas, misma ciudad, a nombre de Miriam Patricia Zambada Niebla y Mónica del Rosario Zambada Niebla. Los policías vigilaron, preguntaron a los vecinos y pronto apareció el nombre Ismael Zambada Niebla, El Vicentillo.
En esta casa había alrededor de 15 vigilantes y desfile permanente de las Suburban, las Gran Cherokee y las Cheyenne sin placas, nunca detenidas por los retenes semifijos de la Policía Ministerial, la Policía Estatal Preventiva y Policía Intermunicipal.
Todas las residencias quedaron bajo vigilancia. Los agentes anotaron:
“El 3 de junio de 2002 arribó un convoy de las Bases de Operaciones Mixtas Urbanas, así como un vehículo Hummer del ejército mexicano y cuatro patrullas de la Policía Ministerial, Estatal y Preventiva. Del domicilio salió un hombre de 28 años y 1.75 metros. Moreno claro, complexión regular y cabello corto. Platicó con los elementos y luego regresó a la casa. La patrulla se fue”.
También se vigiló al menos una casa a la que vieron llegar, en una Ford Lobo Harley, a Édgar Guzmán López, hijo de El Chapo Guzmán. Se le siguió al Tec de Monterrey, unidad noroeste, en donde estudiaba.
Los mismos teléfonos incautados dejaron bien clara la relación entre El Mayo Zambada y El Chapo Guzmán. Las llamadas de uno de esos aparatos conectaban con Griselda López Pérez, entonces esposa de El Chapo y socia de un restaurante de comida china en la calle Álvaro Obregón del centro de Culiacán.
Los federales siguieron las pistas de los teléfonos. Encontraron uno más en la colonia Las Flores, en Ciudad Lerdo, Durango. Pero esta línea estaba desviada a otra casa en la misma ciudad a donde llegaba un hombre al que todos reverenciaban y llamaban El General.
Otros teléfonos registraban comunicación con varias casas de Culiacán y la empresa Nueva Industria de Ganaderos de Culiacán, con domicilios en Carretera Internacional Norte 1207, Venadillo, Mazatlán, cuya principal accionista es Rosario Niebla Cardoza, exesposa de El Mayo Zambada.
“La señora Ana María Zambada García –hermana de El Mayo– registra comunicación con el número telefónico perteneciente a Karla María Monge y, a su vez, éste con el que está a nombre de José Luis Castro Soto, personas que registra comunicación con el ingeniero Domingo Silva Monter”.
El ingeniero Silva sería pieza clave en la investigación para desarticular a los infiltrados. Silva vendía equipo de comunicación e intercepción de llamadas directamente al cuerpo de seguridad de El Mayo. A la vez tenía relación con la célula de contrainteligencia compuesta por militares y exmilitares subordinados al Chaky.
Tras los seguimientos que se hicieron de los teléfonos de Torres Félix y las casas con que mantenían comunicación, la policía federal dibujó la red completa.
La descripción del hombre de 28 años coincidía con la de El Vicentillo, primogénito de El Mayo, cuya primera esposa e hijas fueron ubicadas perfectamente de manera física en ese momento y luego ubicadas por agencias mexicanas y estadunidenses como principales lavadoras de dinero del capo sinaloense. Estaba dada la posibilidad de capturar a familiares de El Chapo presuntamente participantes de sus actividades ilegales.
EL CAPITÁN PERICO
Si es cierto lo dicho por Iván Castro Sánchez o Pedro Bárcenas –la autoridad civil y militar creyó en su declaración del 13 de octubre de 2002–Comandante Perico, conoció en la neblina de tabaco y sudor del bar Pacífico, en el Distrito Federal, a un hombre que lo llevó ante Francisco Tornez.
Pancho y Perico compartían un par de cosas: ambos habían pertenecido al ejército, los dos se hacían pasar aún por capitanes y los dos tenían modos de vender inteligencia militar al narco.
Perico compraba la información a los militares del CIAN y luego entregaba los datos a Pancho Tornez. Al inicio de la relación recibía 2 mil ó 3 mil pesos; al final, hasta 2 mil dólares por reporte.
Las relaciones descritas por el militar desertor abarcaban generales. Uno de ellos fue Guillermo Álvarez Nahara, exdirector de la policía judicial federal.
“Lo fui a ver en compañía de Venancio Bustos, exmilitar –también con pasado en Inteligencia Antinarcóticos del ejército–, y Carlos Águila, agente federal de investigaciones en activo. Fuimos a ver al general porque existe el rumor que lo iban a nombrar titular de la PFP. Lo visitamos en sus oficinas ubicadas a un lado del Banco del Ejército, pero el general nos dijo que ni siquiera sabía la existencia de ese rumor.
“También recibo llamadas a mi celular de Adrián y El Brandon, quienes trabajaron anteriormente en el Centro de Inteligencia y Seguridad Nacional (CISEN)”.
Otra muestra de que Perico no sólo incorporó militares en activo a las filas de Juárez es Rubén Escalante Camarillo, El Lobo, quien inició carrera en las armas en 1993 asignado como auxiliar de administración en el Campo Militar Uno de la Ciudad de México, donde conoció a Marcelino Arroyo López y a Perico.
En 1996, El Lobo se empleó en una empresa relacionada con recursos humanos que era propiedad de la familia de Miguel de la Madrid como chofer escolta de los hijos del expresiente –uno de ellos, Enrique, fue designado por el Presidente Enrique Peña Nieto como director general del Banco Nacional de Comercio Exterior–. Perdió el trabajo el día en que la familia expresidencial dejó México y se asentó en Europa.
Lobo ingresó al CISEN como agente investigador. Salió en 2000 de manera directa a la Policía Federal Preventiva donde estuvo adscrito como suboficial, hasta su detención, en octubre de 2002, a la Dirección General de Operaciones Especiales.
Desde ahí sirvió al Cártel de Juárez. Formalmente apoyaba el cumplimiento de órdenes de aprehensión del fuero común y del federal. Entre las revelaciones aportadas por El Lobo están los detalles sobre un cateo masivo previsto por la PFP en Culiacán.
Perico fue también quien advirtió de la inminente persecución contra Javier Torres Félix, a quien se le imputó una masacre de 12 personas en Sinaloa.
Las infidencias de los militares no sólo actuaban a favor de la seguridad de los líderes del Cártel de Juárez. Perico declaró que Arturo Hernández González, El Chaky, ofrecía dinero por la muerte de Osiel Cárdenas Guillén, el excapo extraditado del Golfo.
En la libretita con espirales de Perico, los policías encontraron un par de direcciones de Paseos de Churubusco y Polanco, en el Distrito Federal. En ambas se leía un nombre, escrito con su propia mano: Osiel. Los domicilios eran las oficinas de Cárdenas Guillén en la capital. Le fueron proporcionados por Marcelino Arroyo y terminaron en manos de Francisco Tornez.
Otro nombre investigaba Perico en la red de infiltrados. Le fue anotado por Francisco Tornez en un trozo de papel de estraza: “Jerónimo López Landeros Mayo”, uno de los seudónimos con que las agencias estadunidenses identifican al Mayo Zambada.
EL CAPITÁN PANCHO
Francisco Tornez Castro también se llamó Víctor Manuel Llamas Escobar. Pero le gustaba más ser el Capitán Pancho.
Ingresó al ejército mexicano en el complicado 1968, año de la represión en Tlatelolco, y causó baja en 1975 con el grado de sargento primero, cuando se adhirió al grupo ENLACE –así lo identificó en su declaración– como miembro de la Policía Judicial de Guerrero.
En ese grupo, puntualizó, participaban elementos de la PGR, la Policía Judicial Militar, la Policía Estatal de Guerrero y la Dirección Federal de Seguridad. Su función era combatir los restos de la guerrilla de Lucio Cabañas, muerto en 1974.
Pancho entró por recomendación de un general sin mayor trascendencia y recomendado por el entonces teniente coronel Arturo Acosta Chaparro, director de la Policía Judicial y Seguridad Pública en Guerrero durante los años de la Guerra Sucia.
ENLACE, pues, fue una denominación de la Brigada Blanca. A Tornez le tocó seguir al segundo en mando después de Lucio Cabañas. Al año y medio dejó la Brigada Blanca de manera formal y se convirtió en policía judicial de Durango gracias a la recomendación, ésta vez, del propio Acosta Chaparro.
Como judicial de Guerrero conoció a los hermanos Gustavo, Alfredo, Manuel y Otoniel Tarín Chávez, todos de la máxima confianza de Acosta Chaparro. También a Germán Bello Salgado, sargento segundo del ejército quien, al poco tiempo se convirtió en comandante de la Dirección Federal de Seguridad (DFS).
Cuando la DFS desapareció en 1985, tras el asesinato del agente de la DEA Enrique Camarena por órdenes de Ernesto Fonseca –bajo cuyas órdenes inició carrera en el narcotráfico El Mayo Zambada–y Rafael Caro Quintero dadas a agentes de la misma policía política, el comandante Bello se mudó con mismo cargo a la Policía Judicial Federal hasta 1997, cuando fue dado de baja por un delito no especificado en el expediente de la justicia militar.
Ese mismo año era ya “el secretario particular de El Chaky”, según Pancho Tornez quien, para hablar con el jefe de sicarios de El Señor de los Cielos, antes debía hablar con Bello y a éste le reportaba toda la información recolectada por la red de militares, agentes del CISEN, de la Federal Preventiva, de la Fiscalía de Delitos contra la Salud y de las judiciales estatales a los que Juárez tuvo en su nómina entre mediados de los 90y mediados de esta década.
“También conozco a Juan Parra Cortés. Es mi amigo y me presentó a Perico. También fue quien me consiguió la credencial de la Secretaría de la Defensa que me acredita como policía judicial militar. Es amigo del general Acosta Chaparro.
“Y a Jaime Delgado. Es subsecretario de Seguridad Pública en Acapulco, Guerrero, ya que fue chofer de Acosta Chaparro y es a quien llamo para cuestiones de licencias y trámites administrativos”, declaró Tornez ante el ministerio público federal.
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El Capitán Pancho vivía bien, al menos a su entender. Tenía dos mujeres con relaciones fijas lo que, explicó Perico, le impuso la necesidad de tener dos nombres.
Nunca dejó de presentarse como capitán del Ejército, aun cuando ni sus novias lo vieran alguna vez uniformado. Decía estar comisionado en alguna operación que le imponía dejar el uniforme en el clóset. Tenía cuatro casas en Cuernavaca, otra rentada en el DF y un departamento también alquilado en la ciudad de México y, además, cuatro vehículos, incluidos una camioneta 4x4 y un Trans Am.
Empleaba una cocinera de Guerrero y su chofer era un exmilitar dado de baja por violación sexual.
El Capitán Pancho tenía su caballo en el club hípico de Santo Tomás Ajusco, donde también solía montar el director de la Dirección Federal de Seguridad comprado por el narco, José Antonio Zorrilla Pérez, y era propietario de un rancho de borregos.
Pero Pancho era sobre todas las cosas un hombre de relaciones. Entre sus amigos estaba Julián Marín Ávila, jefe de la policía motorizada de Seguridad Pública de Chilpancingo, Guerrero.
“Me ayudó a causar alta en esta corporación como oficial comandante, donde recibo un sueldo de 4 mil pesos mensuales sin acudir a trabajar. Mi amigo Julián Marín se encarga de que me pasen lista. Únicamente me presento en las quincenas para cobrar mi sueldo.
Así, utilizaba a la vista una pistola escuadra grande de cargo en su calidad de comandante de la policía de Chilpancingo y se ocultaba una pequeña calibre .25.
“Marín me invitó a financiar la campaña política de su compadre Gonzalo Gallardo como candidato del PRI a la presidencia municipal de Copala, Guerrero. A cambio me daría todas las obras públicas de ese municipio. Aporté 300 mil pesos”, confesó Pancho Tornez 12 de octubre de 2002.
Ante la perspectiva del gran negocio de ser contratista de gobierno, Tornez compró maquinaria para la construcción.
Pero Gonzalo Gallardo perdió en aquel momento. Hoy es el alcalde de Copala.
No hay espía sin libretita. La de Tornez era una agenda dorada con el logotipo de Mexicana de Aviación. Los nombres en el cuadernillo incluían a Agustín Montiel López, exdirector de la Policía Judicial en Morelos, y a Humberto Fernández, custodio de la penitenciaría de Cuernavaca.
Otro apunte decía simplemente “Granados”.
El exmilitar perseguidor de comunistas explicó: “Corresponde al general Luis Enrique Granados Alamillo. Lo conozco porque fue mi comandante en la brigada del ejército en 1970; a la fecha le sigo hablando, porque fue mi padrino de bodas”.
Granados fue cuarto paracaidista en la historia de la aviación mexicana y amigo personal de otro general, Mario Arturo Acosta Chaparro.
***
Los contraespías eran espiados. Entre mediados de septiembre y mediados de octubre de 2002, la Agencia Federal de Investigación interceptó cientos de llamadas entre Perico y Pancho Tornez, entre éste y Germán Bello, así como de personajes secundarios.
Una de las intervenciones registró el diálogo entre Capitán Perico y Capitán Pancho, Francisco Tornez, sobre dos colombianos de quienes habían hablado en conversaciones anteriores.
Perico: Son dos hermanos. Te voy a platicar de dónde procede este pedo. ¿Te acuerdas que hace como mes y medio, o dos meses, agarraron a dos viejas en un avión con 2 millones de dólares?
Pancho: Ajá.
Perico: Al parecer una era vieja de este cabrón. Y estos güeyes están relacionados con una organización que está trabajando en Hermosillo, Sonora. ¿Te acuerdas que me habías dicho que había unos güeyes muy bravos, que estaban ahí?
Pancho: Ándale, sí.
Perico: Estos güeyes son, pero resulta que de este lado todo el pedo lo hizo la AFI. Pero ahorita están relacionando a estos dos cabrones con El Minino –como en clave se referían a El Azul; en otras ocasiones, en referencia a la misma persona, la transcripción consigna el apodo Mi Niño–.
Pancho: Sí.
Perico: Entonces están movilizando gente porque son más de 200 casas de estos güeyes.
Pancho: ¡Hijo de la chingada! ¿Tanto?
Perico: Doscientas veintitantas, ¿eh? No están encausadas todas, porque, pues, tú sabes, el pinche MP no autoriza o el juez no autoriza los cateos ni nada.
Pancho: ¡Ajá!
Perico: Entonces mira: el nombre es Juan Diego Espinoza Ramírez y su hermano Mauricio con los mismos apellidos – repite para que Tornez tome nota.
Pancho: Ajá.
Perico: Bueno, la esposa de Juan Diego se llama…
Pancho: Sí…
Perico: Sandra…
Pancho: Sí…
Perico: Ávila.
Pancho: Sí…
Perico: Beltrán –pronunció el exmilitar el nombre de la Reina del Pacífico.
Pancho: Sí…
Perico: Esta pinche vieja está atorada. Se sabe que todas las casas son de ella. Están a su nombre y tiene varios nombres. Pero yo los sacaría ya. Estos cabrones estaban trabajando sin pedo alguno y andaban muy recio…
Pancho: Muy recio.
Perico: Al primer güey, a Juan Diego, le dicen El Tigre.
Pancho: ¿Entonces cuando empiezan?
Perico: Los asuntos ya empezaron, pero hay muchos pendientes que tiene que avalar el juez. No es tan fácil, pero están esperando.
Pancho: Bueno.
Perico: A todos los relacionan con El Mayo Zambada.
Pancho: ¡Hummmmu! Te encargo mucho. Estate al pendiente, estate al pendiente de los otros asuntos.
Perico: Sí. Y lo que sigue es Guadalajara.
Sandra Ávila Beltrán, sobrina del viejo capo Miguel Ángel Félix Gallardo, y su novio El Tigre –a quien conoció por medio de Ignacio Coronel, el único capo de Sinaloa muerto durante los últimos tres sexenios– serían capturados hasta finales de septiembre de 2007 en el centro comercial de San Jerónimo, en la Ciudad de México.
***
La Agencia Federal de Investigación grabó una llamada entre Francisco Tornez, Capitán Pancho, y el Comandante Bello.
Pancho: ¿Dónde anda ese hombre? –preguntó por el Chaky.
Bello: No está ‘orita.
Pancho: Mire, pa’ que tome nota, a ver si estos muchachos son de la empresa.
Bello: Permítame…
Pancho: Juan Diego Espinoza Ramírez, El Tigre, y su esposa Sandra Ávila Beltrán. Al parecer a ella ya le hicieron su fiesta. Y el hermano de Juan Diego es Mauricio.
Bello: ¿Cuándo le hicieron la fiesta?
Pancho: No se sabe, pero a estos dos se la van a hacer mañana o pasado en Hermosillo y de ahí se vienen a Jalisco. Ya están los muchachos allá para llevar a cabo la pachanga. Entonces los muchachos quieren saber si son gente de allá, de la misma empresa de nosotros o no, para que dejen trabajar a estos muchachos.
Bello: ¿Entonces van a hacer la fiesta en Hermosillo y Guadalajara?
Pancho: Entonces, pero los están relacionando con gente dl Minino. Al parecer sí, pero ellos quieren saber porque quieren meter trabajo ellos. Ya están allá y van con gente de la AFI.
Bello: ¿Ah, sí?
Pancho: Y quieren saber si son gente de la familia, si es la empresa, pues, ¡para que les avisen ustedes que les van a hacer su fiesta! Y si no son, pues, callados van a trabajar.
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Pancho: Aquí los muchachos se van hoy y mañana, se van muchos guachos. Puros de inteligencia… militar. Yo ahorita acabo de hablar con el capitán que va al mando.
Bello: ¿De hoy y mañana sale gente o llega gente?
Pancho: ¡Llega genta allá ya pa’ reventar! Hoy y mañana porque el lunes van a reventar. Una de las casas que van a reventar… está la señora del Mayo. ¡Sáquenla!
Bello: ¿Entonces es el domicilio de la señora?
Pancho: Sí, uno de los domicilios, ¿se acuerda de los tres domicilios que le mandé?
Bello: Mmmjm. Pero no dicen qué domicilio es…
Pancho: ¡No! ¡No! ¡No dicen!
Bello: Permítame tantito, que estoy cuadrando aquí bien.
Pancho: ¡Sí, sí! Y van a reventar el lunes. ¡El lunes!
Bello: ¡El lunes!
Bello: ¿La esposa del Nino [sic], verdad?
Pancho: ¡Sí! Bueno, yo acabo de hablar con el capitán. Ahí le va el nombre del capitán que va al mando. Va el capitán Ornelas. Yo ya hablé con él y me dijo que nos dan chance de abandonarlo todo. Pero va reforzado por el general brigadier, anótelo ahí, director de la Policía Judicial Federal Militar [se omite nombre]. Este general llegó la semana pasada de un curso en Colombia.
Bello: ¡Uhmmmm!
Pancho: Entonces al tiro porque vienen bien reforzados. Van perros, ¡no hay tregua aquí! ¿Eh? Ahorita con el único que pude hablar fue con el capitán. Me mandó a llamar tempranito.
Bello: ¡Uhmmmm!
Pancho: Me dijo: “Mira, quiero que lo hagan hoy mismo, que abandonen todo porque no sea que el pinche general se vaya a calentar y quiera empezar a catear desde el domingo, desde mañana”.
Bello: ¡Hey!
Pancho: Pero él mismo va a trazar la gente para que no se cateé mañana, [que] se cateé hasta el lunes, pero dijo que no quiere que corramos riesgos. ¡Trata de hacerlo hoy mismo, cabrón!
***
Marcelino Arroyo fue quien informó que su oficina había colocado vigilancia al capitán Salvador Ortega Barrera, piloto de la Fuerza Aérea adscrito a la Dirección de Erradicación de la PGR.
Salvador también colaboraba, aunque en otra nómina, para el mismo Cártel. Ortega Bernal, según el conjunto de declaraciones, proporcionó la primera alerta a Javier Torres Félix, lugarteniente de El Mayo Zambada, de que sus casas en Culiacán serían cateadas y seguramente confiscadas por la policía.
El asunto trascendió y fue motivo de otra conversación entre Pancho y Bello.
Pancho: Ustedes deben tener un amigo, gente del Mininio.
Bello: ¡Sí!
Pancho: Un capitán piloto aviador de la Fuerza Aérea…
Bello: ¡Ajá!
Pancho: Salvador Ortega Bernal. Le doy todos los datos. A este capitán le agarraron la llamada dando información a la gente de allá. ¡Cuidado! Ya le pusieron cola y se lo van a chupar.
Pero quienes tardaron años en ser “chupados” fueron los hijos de El Chapo y de El Mayo, cuya red de lavado de dinero, encabezada por sus hijas es vigente hasta hoy, según la DEA.
EL INGENIERO
Domingo Silva Montaner, ingeniero de profesión, dedicó toda su vida al espionaje. Primero lo hizo para la Dirección Federal de Seguridad (DFS), la policía política que desapareció cientos de disidentes y guerrilleros durante los 70, y luego para el Cártel de Juárez.
Uno de los teléfonos encontrados en las camionetas de Cosalá mantenía comunicación con otro celular de la zona metropolitana de la Ciudad de México a nombre suyo con domicilio en la colonia Portales del DF, que coincidía con la dirección de la empresa Enlaces de Comunicaciones.
Los agentes federales de investigación también probaron su relación directa con la empresa Comunicaciones Culiacán. Y, para entonces, ya estaba relacionado mediante intercepciones telefónicas con Germán Bello, secretario particular del Chaky y Pancho Tornez.
“Por medio de las investigaciones realizadas se sabe que el Ing. Domingo Silva es quien proporciona asistencia técnica y el equipo de comunicaciones a Ismael Zambada por medio de sus empresas”, reportaron los policías.
Domingo Silva era una parte fundamental en la organización de inteligencia del cártel, tanto que los infiltrados recibieron la consigna de ubicar su expediente en la PGR y desaparecerlo.
Según Francisco Tornez, la averiguación previa estuvo disponible gracias a una agente del ministerio público federal de nombre Leticia Gutiérrez, quien solicitó 30 mil pesos por entregar el documento.
“Le llamé al Chaky para comentarle de esta situación. Me contestó el comandante Germán Bello y me dijo que los mandara a la chingada, porque ellos tienen gente más cercana que podía conseguir el expediente”, declaró Tornez.
EL DISCÍPULO DEL DIABLO
El Chaky se deslumbró con el poder de las insignias: barras y estrellas de cinco picos en las sobre hombreras, aunque las veía generalmente bordadas en negro porque eran vestidas con el uniforme de campaña. Y la campaña era la persecución de los guerrilleros dispersos en la montaña de Guerrero.
Arturo Hernández González, un muchachito acapulqueño medio desharrapado de 10 ó 12 años, no podía más que maravillarse por esos años, la primera mitad de la década de los 70, ante el paso desafiante de los jefes militares.
Uno de ellos, al que lavaba el auto en la comandancia de la Policía Judicial de Guerrero, lo adoptó. En ese tiempo, el militar llevaba dos estrellas doradas. Era teniente coronel. El tiempo le traería la estrella plateada y solitaria sobre el escudo nacional, seña distintiva de un general brigadier: Mario Arturo Acosta Chaparro.
En esos años, el jovencito también conoció a unos hermanos que serían definitivos en su vida de apellidos Tarín Chávez.
Uno de ellos, Manuel, trabajó en 1972 como ayudante de la Policía Judicial de Chihuahua. Tres años después, entre 1975 y 1981, causó alta en la Policía Judicial de Guerrero como jefe de grupo bajo las órdenes de Acosta Chaparro, padrino de su hermano Ezequiel. Otros dos hermanos suyos, Otoniel y Gustavo, estuvieron en la misma corporación con igual asignación, pero comisionados por la Policía Judicial Militar.
“Estuve asignado a un grupo que combatía las células guerrilleras directamente con el general Acosta Chaparro, a quien frecuento todas las veces que vengo a la Ciudad de México”, declaró Manuel Tarín en abril de 1989.
Pocos años después, su hermano Gustavo se convertiría en testigo protegido y uno de los principales acusadores de los generales Acosta Chaparro y Francisco Quirós Hermosillo en los procesos que se le siguieron por la matanza de disidentes políticos y por narcotráfico.
Manuel Tarín y Arturo González se odiaban como sólo pueden quienes bien se conocen. En 1975, el lavacoches se convirtió en chofer de la familia del primero, hasta que Arturo y una hermana de los Tarín Chávez se enamoraron. La muchacha resultó embarazada.
Manuel relató el momento:
“Mis hermanos Gustavo y Otoniel lo golpearon. Lo amarraron y lo colgaron en los separos de la Policía Judicial de Acapulco. Abogó por él su madre, que en realidad era su hermana mayor. También Acosta Chaparro, que en ese tiempo ya era mayor”.
El honor se resarció en el altar. Pero sólo el de la familia. Según Manuel Tarín, desde el día de la boda entre su hermana y el sicario, éste la golpeó hasta el momento de su separación.
De aquellos años y de su inclusión al mundo compartido entre narcotraficantes, policías y anticomunistas Arturo González, El Chaky, recordaría una estampa:
“Conocí a Juan José Esparragoza Moreno, El Azul, cuando trabajé en la Dirección Federal de Seguridad. Estaba en Tuxtepec, Oaxaca. Ahí se sembraba marihuana. El Azul llegaba con mucha gente en camionetas y él también sembraba. El comandante de la Federal de Seguridad, que entonces era Tomás Morlet, les daba chance para la siembra”.
En 1985, el comandante de la región norte de la agencia de la Dirección Federal de Seguridad y narcotraficante confeso, Rafael Chao López, señaló a su compañero Tomás Morlet como uno de los comandantes que con regularidad entregaban dinero del narcotráfico al director de la agencia mexicana de espionaje en ese momento, José Antonio Zorrilla Pérez, encarcelado por el asesinato del periodista Manuel Buendía y vendedor de protección a Rafael Caro Quintero.
Tomás Morlet fue uno de los hombres que abrieron la conexión entre la DFS y el futuro Cártel de Juárez, en primera instancia. Se asoció con Rafael Aguilar Guajardo, excomandante de la corporación de inteligencia y cofundador del Cártel de Juárez desde donde operó un equipo de contrainteligencia implantado en el CISEN. Tomás murió como uno de los jefes de sicarios del Cártel del Golfo.
***
En la siguiente viñeta de la vida de El Chaky lo coloca, a principios de los 90, como integrante del Grupo Palma de la Policía Judicial Federal, creado por la PGR en 1987, y junto a Guillermo González Calderoni, quien luego vendería protección al Cártel del Golfo.
El quinteto de Los Tigres del Norte incluyó en recopilación de sus 20 Corridos Prohibidos las canciones Pacas de a Kilo, Jefe de Jefes, Gabino Barreday El Discípulo del Diablo, dedicada a Guillermo González Calderoni.
“En 1994 conocí a Amado y Vicente Carrillo Fuentes en una carrera de caballos en la ciudad de Chihuahua”, declararía el propio Chaky.
Sin embargo, Pancho Tornez describió al Chaky tiempo antes, en 1991: vivía volcado en la riqueza, olvidado el aspecto costeño, vestido como vaquero del norte. Un servidor de Juárez.
Admitió que recibía tráileres cargados de cocaína o marihuana en Durango para escoltarlos con dos o tres vehículos de la caseta de Cuencamé, Durango, a los límites de este estado con Chihuahua.
El propio Arturo explicaría su apodo:
“Tengo como apodo El Muñeco, aunque alguien después de una fiesta me dijo que me parecía al Chucky –palabra transformada en Chaky por la repetición– y así se me quedó de apodo. Soy adicto desde hace muchos años a la cocaína”.
***
El Señor de los Cielos murió y se convirtió para siempre en leyenda de la mafia. Falleció en la mesa del quirófano, en 1997, cuando cuatro cirujanos plásticos se afanaban en transformar todos sus rasgos. El Chaky, presumió a la PGR, que asesinó a los médicos, segmentó los cuerpos, los sumergió en un tambo de cemento y dejó los cadáveres en la Autopista del Sol.
También se le atribuye el asesinato de 10 pistoleros rivales en Ciudad Juárez a quienes habría enterrado en el Rancho La Campana.
Se le acusó del asesinato de Carlos Ventura Moussong, hombre de confianza de la DEA, aprehensor de Ernesto Fonseca, Caro Quintero, El Azul Esparragoza y el exgobernador de Quintana Roo Mario Villanueva. El agente del MP le preguntó sobre el asunto.
“Con el comandante Ventura Moussong tuve gran amistad”. Tanta que, según él, le avisó cuando un amigo lo quiso delatar en la PGR. Traicionado, El Chaky ordenó la muerte del soplón.
“Se anda diciendo que yo lo mandé a matar. Esto es falso y explico por qué: cuando detuvieron a mi sobrino, me dijeron que lo había detenido Ventura Moussong. Y sí dije: lo voy a matar. Pero Ventura me mandó a decir que él no había sido, que conocía a Jorge desde pequeño y que él no me haría algo así. Y ahí quedó todo”.
El Chaky dio detalles de su personalísima nómina. La que le mantenía a salvo en Gómez Palacio los años que ahí vivió. Había un policía municipal que lo alertaba de la presencia de policías extraños a cambio de 4 mil ó 5 mil pesos.
Habló de Víctor Blancas, comandante de la Policía Judicial Federal en la misma ciudad, encargado de avisar cuando la policía no comprada se le acercaba demasiado. “A este sujeto yo mismo le daba cada vez 5 mil dólares”.
Cuando la Policía Judicial Federal se convirtió en la Agencia Federal de Investigación reclutó al agente federal de investigación Néstor Tobías de la Cruz, a quien se retribuía con 3 mil ó 4 mil dólares cuando avisaba de operativos.
En la oficina de Gómez Palacio tenía un hombre, sólo identificado como Amado, a quien daba 8 mil ó 10 mil pesos por cada línea segura que desviaba: se contrataban líneas telefónicas a registrarse en un domicilio, pero se desviaban a otro para que no fueran ubicables.
Y habló de sus cuñados, los Tarín Chávez. Los que lo colgaron con el cuerpo hinchado de tanta tunda en los separos de Acapulco. Apuntó especialmente a Gustavo, convertido en testigo protegido y principal acusador de Acosta Chaparro.
“Efectivamente conoció a Amado y a su hermano Vicente, con quienes trabajó. Pero no le tienen confianza porque asesinó a su hermano”. (El fratricidio entre los Tarín fue el mismo argumento invocado por Acosta Chaparro para denostar las palabras de Gustavo cuando le tocó turno de ir al banquillo).
Lo detuvieron con su sombrero y sus botas. Traía documentación de su deportación de Estados Unidos por estar en ese país sin papeles. Se sentía mal por su hipertensión y el dolor que le recordaba una vieja lesión en la pierna izquierda. Al final de su declaración, El Chaky buscó la influencia de su pasado.
“Mi conducta puede ser avalada por los generales Mario Arturo Acosta Chaparro y Francisco Quiroz Hermosillo”.
EL GENERAL
Quién era Mario Arturo Acosta Chaparro Escapite en Guerrero, en los mismos años en que los narcotraficantes relacionados con él iniciaron su desarrollo empresarial hasta ser hoy los capos, los fundadores de la República de las Drogas? ¿Qué cimientos hubo para que ese estado sea zona de guerra de los cárteles modernos?
El espionaje de Estado es un sistema que por naturaleza se espía a sí mismo. Acosta Chaparro fue seguido con atención por la Federal de Seguridad y se escribieron decenas de reportes sobre sus actividades policíacas en Guerrero, en esos años gobernado por la familia Figueroa. Uno de ellos, Rubén, candidato en 1974 a la gubernatura del estado, fue secuestrado por la gente de Lucio Cabañas.
Luis Echeverría, identificado como colaborador directo de la CIA, pero también amigo cercano de Rubén Figueroa, enfureció y lanzó a “los tigres” en su contra. El maestro guerrerense se convirtió en una de las prioridades de Acosta Chaparro, en ese momento con grado de teniente coronel del Ejército, y ese mismo año, en diciembre, fue cazado y su cadáver fotografiado con sus captores alrededor a manera de muestra del trofeo conseguido.
Acosta se convirtió en una especie de policía plenipotenciario. En algún momento de 1976 ya era director de la Policía y Tránsito de Acapulco y fue nombrado, a la vez, jefe de grupo de la Policía Judicial del estado en este puerto. En la época, el cultivo de marihuana y amapola a gran escala era extendida por los narcos sinaloenses hacia el Pacífico Sur.
Respecto al nombramiento, el órgano de vigilancia de la Secretaría de Gobernación anotó:
“Se ha rumorado insistentemente que esta actitud del gobernador del estado Rubén Figueroa Figueroa se debe a que uno de sus hijos fue secuestrado, indicando que con esta acción el mencionado mayor se encargará de las investigaciones al respecto”.
Con frecuencia, Acosta enfrentó acusaciones por las desapariciones ocurridas en Guerrero. En noviembre de 1976, el militar retuvo a ocho policías de Acapulco. La detención fue pública y las familias de los uniformados reclamaron la entrega de los detenidos, quienes permanecieron en calidad de desaparecidos durante un mes. La presión creció y el responsable de la Brigada Blanca en el sitio los debió presentar:
“Estaban sujetos a investigación por delitos cometidos contra la sociedad”, Acosta juzgó en el momento. A continuación lo designaron jefe de la Policía Judicial de Guerrero, encargo que incluía mandato sobre todas las demás policías, es decir, también la de Tránsito y Seguridad Pública.
Acosta Chaparro pertenecía, al mismo tiempo, a la DFS. Su desempeño le llevaría a llevar el cargo de Jefe del Departamento de Asuntos Exteriores de la Dirección Federal de Seguridad. En otras palabras: discutía y acordaba con funcionarios de otros países asuntos relacionados con la contención “del terrorismo”, término ya utilizado desde entonces.
Llama la atención un diagnóstico político de Guerrero realizado por la Dirección Federal de Seguridad, en que consignan las otras actividades de Acosta Chaparro, además de integrante de la Brigada Blanca o Especial. Tiene fecha de 14 de mayo de 1976:
“El mayor Arturo Acosta Chaparro es atacado por sus manejos turbios que le reditúan fuertes sumas de dinero al mes, comentándose que tiene protección incondicional del Lic. Rubén Figueroa Alcocer, hijo del gobernador del estado [y futuro mandatario del mismo, responsable político de la matanza de Aguas Blancas]”.
***
¿Cómo operaba Acosta la contrainsurgencia? De acuerdo a los documentos recabados de los archivos de la DFS, el militar también desarrollaba tareas de propaganda.
En 1977, las organizaciones sociales de Guerrero acusaban la desaparición de 150 personas a causa de su posición política. A principios de marzo convocaron a una concentración en el puerto de Acapulco para el día cuatro de ese mes y reclamar la presentación de sus compañeros y el freno a la persecución.
En la víspera de la manifestación, la patrulla 105 de Policía y Tránsito de Acapulco, a cargo de Acosta, repartió un volante que, en síntesis, decía:
“¡La hora de iniciar la guerrilla urbana en Guerrero ha llegado!
“Brutalmente soberbio ha regresado el burgués José López Portillo [Presidente de México] después de su entrevista con [Jimmy] Carter [Presidente de Estados Unidos] que sostuviera en los Estados Unidos y aquí en Guerrero han radicalizado sus procedimientos los defensores del sistema capitalista encabezados por el oligarca monopolista y explotador Rubén Figueroa.
“¡Te invitamos al mitin más violento que se haya realizado en Acapulco! ¡Debemos desenmascarar a todos los peleles del régimen!
“El 4 de marzo es el día fijado para iniciar la guerrilla urbana en el puerto. Estamos estrechamente unidos con nuestros heroicos compañeros de la Liga Comunista 23 de Septiembre [...] Estamos dispuestos a que renazca la acción armada que dejaron trunca nuestro héroes Genaro Vázquez Rojas y Lucio Cabañas Barrientos.
“¡Los comunistas te convocamos a la revolución armada! ¡Con el fusil en la mano salvarás a tus hermanos!”.
***
El 14 de marzo de 1972 fue secuestrado Cuauhtémoc García Terán, hijo del caficultor Carmelo García Paniagua, por la Brigada Campesina de Ajusticiamiento del Partido de los Pobres que comanda Lucio Cabañas.
Los guerrilleros solicitaron 3 millones de pesos de rescate, no dar aviso a las autoridades y publicar el ideario de la agrupación. El 8 de junio de ese mismo año García Terán recuperó su libertad una vez que su familia pagó 500 mil pesos en efectivo y 800 mil pesos en documentos.
El siguiente reporte de la Dirección Federal de Seguridad da cuenta de cómo se operó el rescate. Es, también, un indicio del supuesto manual de operaciones para la captura de los comunistas. Un exagente del servicio secreto mexicano explicó que las técnicas del secuestro en México derivaron de las tácticas empleadas por la Dirección Federal de Seguridad.
El informe, fechado en Acapulco el 15 de abril de 1972, está firmado por el capitán Luis de la Barreda Moreno, director de la DFS y hombre de toda la confianza de Fernando Gutiérrez Barrios. De la Barreda fue un hombre a quien el primer –o penúltimo– gobierno panista intentó llevar a prisión por la desaparición del activista Jesús Piedra.
El texto se transcribe a continuación.
Con motivo de que los secuestradores de Cuauhtémoc García Terán dirigieron a la familia de éste el cuarto comunicado, la Comandancia de la 27 Zona Militar elaboró la siguiente directiva:
Misión
Efectuar operaciones a partir de las siete horas del 15 de abril de 1972 sobre el camino de Atoyac de Álvarez-El Paraíso con el fin de localizar a los secuestradores y proceder a su captura o exterminio y rescatar al joven.
Concepto de la operación.
a) La efectuará el personal del 50 Batallón de Infantería, reforzado con personal de los 27 y 48 Batallones de Infantería, ayudados por el personal de la Dirección Federal de Seguridad y de la Policía Judicial del Puerto de Acapulco.
b) A partir de las 7 de la mañana del 15 de abril se despacharán diez patrullas motorizadas en el tramo comprendido entre San Andrés de la Cruz-El Paraíso, con cinco patrullas en cada uno de los sentidos de dicho camino con el fin de hacer presión sobre los elementos maleantes obligándolos a colocar señalas o actuar en el tramo comprendido entre Atoyac de Álvarez-San Andrés de la Cruz.
c) Las patrullas se moverán en cada sentido con un intervalo de tres kilómetros entre cada patrulla, a partir de las siete de la mañana del 15 de abril de 1972 hasta las tres de la tarde del 17 de abril de 1972.
d) El tramo entre Atoyac de Álvarez-San Andrés de la Cruz deberá quedar totalmente despejado de toda vigilancia ya sea por parte de las tropas como de otras fuerzas de seguridad.
e) Una vez que salga de Atoyac el coche VW color amarillo, el cual irá equipado con una estación de radio PRC77, le precederá a una distancia de un kilómetro un vehículo civil con un pelotón de fusileros vestidos de civiles manteniendo una velocidad igual a la que se desplaza el VW.
f) La retaguardia del coche VW a una distancia de un kilómetro se desplazará a otro vehículo civil y con otro pelotón de fusileros en la misma forma que antecede al coche.
g) Cada uno de los vehículos que transporte a los dos pelotones deberá ir equipado con una estación de radio PRC77 manteniendo la comunicación con la estación que se transporte en el coche VW.
h) Una vez que el coche durante su recorrido llegue al lugar en donde se encuentra la señal convenida de inmediato lo reportará el personal que se transporte tanto a su vanguardia como a su retaguardia mediante una señal convenida.
i) Al recibir el personal la señal del coche de inmediato desmontará de su vehículo e iniciará su desplazamiento hacia la dirección en que se encuentre el coche, moviéndose a campo traviesa como eje de la carretera y desplegados.
j) A partir de las 9 horas del 15 de abril se establecerá una vigilancia discreta con personal de la Policía Judicial sobre el domicilio de Carmelo García con la misión de interceptar cualquier otro comunicado que pudieran enviar los secuestradores.
k) El comandante del 50 Batallón de Infantería mantendrá una reserva móvil en condiciones de acudir al punto que se requiera en el menor tiempo posible.
l) Se establecerá en forma escalonada y a una distancia conveniente estaciones de radio fijas para complementar la comunicación entre los elementos participantes.
m) En caso de haber detenciones, los detenidos serán interrogados por los agentes de la Dirección Federal de Seguridad, capitán Acosta Chaparro y agente Bravo, así como por el comandante de la Policía Judicial de Acapulco, Wilfrido Castro y el jefe de grupo Isidoro Galeana Abarca.
El anterior instructivo es firmado por el general de división Joaquín Solano Chagoya.
Ya nada se escribió de la suerte de los guerrilleros secuestradores. La rutina era torturarlos, golpearlos.
Y los hombres de la DFS sabían golpear. Los entrenaba el hombre mejor preparado para esto, quizá el mejor karateca en la historia de México, un médico que se volvería, décadas después, un funcionario crucial en el tema de las drogas.
Quizá el destino de los “subversivos” fue el del avión Aravá, perteneciente a la Defensa Nacional y desde el cual en los 70se lanzaron al mar guerrilleros sin vida. Hablaría de la aeronave el general Francisco Quirós Hermosillo, jefe de la Brigada Especial, dependencia dedicada a trabajos contrainsurgentes, y mancuerna de Acosta en los asuntos de la Guerra Sucia y del narcotráfico también:
“Estaba a disposición de la brigada [Blanca] que comandaba”. La tripulación del Aravá fue detenida en noviembre de 1979 por transportar droga de la base militar de Pie de la Cuesta, Guerrero, a Laredo, Texas.
El primero de diciembre de 1984, la DFS estaba particularmente atenta a los rumores relacionados consigo misma. Se discutía en corredores y se insinuaba en columnas periodísticas la sustitución de su director, José Antonio Zorrilla Pérez, ya sujeto de sospechas por su colaboración con Rafael Caro Quintero y el asesinato del periodista Manuel Buendía.
Los rumores tomaron forma en un memorándum redactado por el agente de la DFS adscrito a Acapulco, Guerrero, quien redactó:
“En el Hotel Las Brisas –cuartel y despacho de uso frecuente de Acosta– de este puerto, el teniente oficinista encargado del departamento de seguridad de dicho hotel manifestó que debían prepararse para trasladarse a la Ciudad de México ya que el coronel paracaidista Mario Arturo Acosta Chaparro será próximamente director Federal de Seguridad [...]”.
***
El Frente Estatal contra la Represión en Guerrero acusó a Acosta Chaparro de ser responsable de dos desapariciones en las que intervino personalmente. El organismo, apoyado por investigadores de la Universidad Autónoma de Guerrero ofreció en julio de 1981 un listado de oficiales y civiles integrantes de la Brigada Blanca responsables de secuestros y detenciones ilegales en ese estado, Oaxaca y Morelos. Fueron mencionados los hermanos Tarín Chávez, Francisco Barquín y el policía estatal Isidro Galeana Abarca al que acusaron del “secuestro de 10 personas”.
Guerrero estaba demasiado harto de Arturo Acosta Chaparro, a quien el cambio de sexenio, a favor de Miguel de la Madrid, no le llevaría hacia arriba en su carrera política. Los propios reportes de la DFS señalaban su enriquecimiento inexplicable, la extorsión como forma habitual de comportamiento de sus policías y los constantes señalamientos de su protección al narcotráfico.
Al siguiente año ya fungía en Veracruz en similares tareas antiguerrilleras.
El mayor Gustavo Tarín Chávez fue nombrado director de la policía de Coatzacoalcos, Veracruz, el 7 de julio de 1982 por órdenes del entonces teniente coronel Mario Arturo Acosta Chaparro.
Tarín, además, fue designado supervisor de todas las policías municipales del sur veracruzano.
Tarín, pues, era un hombre cercano a Acosta, lo suficiente como para decir, 18 años después, que su general era un hombre del Cártel de Juárez.
EL KARATEKA
El 27 de julio de 1977 Manuel Mondragón aparecía en los informes de la Dirección Federal de Seguridad como presidente de la Federación Mexicana de Karate. El médico cardiólogo e internista era seguido desde años atrás por la policía secreta.
En esa fecha, el actual Comisionado Nacional de Seguridad envió una carta a la propia DFS en la que expuso su preocupación por la falta de regularización de algunas escuelas de karate.
Escribió a Fernando García Paniagua, en ese momento director Federal de Seguridad y dueño de otro dato interesante en su biografía: fue hijo del general Marcelino García Barragán, secretario de la Defensa Nacional en medio de la matanza de la Plaza de las Tres Culturas de Tlatelolco.
Mondragón fue al grano en la misiva: “El propósito de esta comunicación es reiterar a la Dirección Federal de Seguridad nuestro vivo deseo de continuar otorgándole la colaboración y asesoría técnica en materia de karate, tae kwon do, kung-fu y artes marciales semejantes y afines y, en consecuencia, recibir el apoyo de ese prestigiado organismo para el mejor cumplimiento de los estatutos, normas y reglamentos de nuestra Federación”.
Dicho de otra manera: el cardiólogo e internista Mondragón y Kalb enseñaba cómo golpear y defenderse a algunos de los agentes responsables de cientos de desapariciones forzadas, ejecuciones extrajudiciales, encarcelamientos por delitos del orden político, secuestros, violaciones y torturas ocurridas durante la Guerra Sucia de los 70.
***
Dos años después, en 1984, Mondragón lucía un nuevo sombrero. El procurador general de la República, Sergio García Ramírez, lo designó coordinador social. Eran años en que la función pública y, en particular, la administración de la justicia, acumulaba un claro rechazo social.
El narcotráfico estaba asentado en Guadalajara y la nómina de agentes de la DFS y de la Policía Judicial Federal pertenecía, en buena medida, a los capos Miguel Ángel Félix Gallardo, Ernesto Fonseca Carrillo y Rafael Caro Quintero. Tanto que ambas corporaciones desaparecieron años después por esta causa. El retrato documental más puntual de la connivencia de autoridades hacia criminales organizados de esos días está plasmada en el libro Desesperados. Los caciques de la droga, los agentes de la ley y la guerra que Estados Unidos no puede ganar, de Elaine Shannon (Lasser Press, 1989).
El médico aseveró el 12 de mayo de 1984:
“El procurador general de la República se ha preocupado por hacer valer la justicia y aplicarla con neutralidad y honor por medio de la consulta popular [...] En México ya se inició la reforma de la justicia y demanda social, pues, se han preocupado las autoridades competentes de quitar los velos de misterio a las policías del Ministerio Público Federal, como son la Policía Judicial Federal y como auxiliares a los policías judiciales de los estados, ya que se ha puesto un hasta aquí a los malos representantes de la ley sea cual fuere su jerarquía. Las puertas de la inconformidad de las injusticias están abiertas para el diálogo y pueden exponerse con libertad los atropellos en la importación de ésta”.
El período que contiene las palabras del funcionario público es considerado, junto con el sexenio de Felipe Calderón, como el de mayor abuso a los derechos humanos cometido por las policías en su persecución, o simulación de ésta, a la delincuencia.
La administración de Enrique Peña Nieto mantiene la misma política de combate al crimen organizado: poca atención al factor social del problema, perseverancia en la prohibición del consumo y construcción de resultados en función de detenciones y abatimientos de capos.
Mondragón, el mismo hombre que enseñó a los viejos perseguidores de comunistas y fundadores del narcotráfico moderno, es uno de los primeros responsables de la política antinarco.
CONSEJO DE GUERRA II
Arroyo López llegó el domingo 13 de octubre de 2002 a la Oficina de Inteligencia Antinarcóticos, en el sexto piso de la Secretaría de la Defensa Nacional. Llevaba una mochila negra con un fólder con pagos y una agenda electrónica Olivetti.
Súbitamente, se encontró rodeado por hombres vestidos como él. Sólo él gesticulaba la sorpresa. En su propio lenguaje, el compartido con militares infiltrados, exmilitares volcados con franqueza al narco y simples narcos se lo estaban “chupando”.
Un coronel le tronó en la cara:
“¡Usted ya chingó a su madre!”.
El sargento segundo escribiente había declarado antes de la instauración del Consejo de Guerra en su contra: “Efectivamente he recibido dinero a cambio de información que sustraía de la Oficina de Inteligencia Antinarcóticos donde laboro para hacerla llegar a una organización dedicada a dar seguridad a narcotraficantes”.
Tras su juicio, el 10 de julio de 2006, se instauró el Consejo de Guerra en su contra.
“¿Es el sargento segundo escribiente Marcelino Alejo Arroyo López culpable, perteneciendo a la Oficina de Inteligencia Antinarcóticos de la SEDENA, de haberse incorporado a la organización criminal Cártel de Juárez [...] con la intención de realizar labores de contrainteligencia [...]?”.
Los militares, al menos un general y ninguno con menor rango de coronel, se respondieron a sí mismos. El rostro perfectamente rasurado. El tono invariablemente marcial. En quince letras resumieron que el narcotráfico había tomado por asalto no a todo al cuerpo del ejército, sino su parte más delicada, su inteligencia:
“Sí, por unanimidad”. *
EPÍLOGO
Arroyo López dijo en su defensa que fue entregado a autoridades civiles de la UEDO, mismas que oficialmente aparecen como responsables de su detención. Aseguró que, bajo la supervisión de un coronel de Artillería de Diplomado de Estado Mayor y un mayor de Zapadores, fue torturado mediante asfixia y amenazas de muerte o daños a su familia durante días en las mismas instalaciones del Ejército.
Pero el sargento segundo escribiente Arroyo López fue condenado por un juez militar a 23 años y 4 meses de prisión el 11 de julio de 2006 por delitos contra la salud en su modalidad de colaboración al fomento y delincuencia organizada. Un juzgado civil lo dejó a salvo de las acusaciones de lavado de dinero.
También se le impuso una multa de 11 mil 922 pesos, se le dio de baja y se le inhabilitó para pertenecer al ejército durante los siguientes diez años. Fue preso en la prisión federal de Almoloya de Juárez, hoy llamada del Altiplano, a donde también llegó El Chaky.
A mayor jerarquía más impunidad, así parece ser la lección del caso de los infiltrados. El Chaky fue absuelto en definitiva por narcotráfico y una acusación por delincuencia organizada. Otra acusación por este último delito continúa en trámite y fue condenado con 10 años de cárcel por lavado de dinero. No hay más en su contra.
En septiembre de 2000, los generales Francisco Quirós Hermosillo y Mario Acosta Chaparro fueron encarcelados en el Campo Militar Número Uno por cargos de narcotráfico, asociación delictuosa, por presuntos vínculos con el Cártel de Juárez.
Atravesaron su consejo de guerra con cinco generales. Se les acusó también del asesinato de un número no determinado de guerrilleros, entre 1975 y 1979. Se presume que pudieron ser alrededor de 143 víctimas. Fueron sentenciados el día de muertos de 2002 a 15 y 16 años de prisión por el delito de narcotráfico. En el deshonor, se les arrancaron las insignias que maravillaran al Chaky.
Quirós Hermosillo murió de cáncer y en el deshonor. Acosta Chaparro fue exonerado de todas las imputaciones en 2007 y quedó en libertad. El 23 de abril de 2008, vivió su ceremonia de retiro. Fue condecorado por 45 años de servicio “con patriotismo, lealtad, abnegación, dedicación y espíritu de servicio a México y sus instituciones”.
Murió hace un par de años de un tiro que le dieron en el abdomen en la colonia Condesa del DF. En el ambiente de los servicios de inteligencia se decía que Acosta Chaparro había vuelto a la operación, ahora en asistencia a un gobierno surgido del PAN.
Y sigue libre El Mayo Zambada, dueño de militares y asesinos. Un capo por cuya entrega el gobierno mexicano ofrece 30 millones de pesos y el estadunidense 5 millones de dólares. Un hombre que infiltró la inteligencia militar, cuyos agentes le dieron la libertad a cambio de mil dólares.*
Fuentes:
*Causa penal 2491/2005 llevada por el Tribunal Superior de Justicia Militar
*Expediente 564/05 abierto por el Juzgado Tercero de Distrito en Materia de Procesos Penales abierto contra Javier Torres Félix
*Causa penal 99/2002-D del Juzgado Tercero de Distrito con Sede en Culiacán, Sinaloa, abierta contra Domingo Silva Monter
*Expediente integrado por la DFS a partir de actividades y análisis de Mario Arturo Acosta Chaparro. Documentos depositados en el AGN y obtenidos mediante la Ley de Transparencia y Acceso a la Información
*Expediente integrado por la DFS a partir de actividades y análisis de Francisco Quiroz Hermosillo. Documentos depositados en el AGN y obtenidos mediante la Ley de Transparencia y Acceso a la Información
*Expediente integrado por la DFS a partir de actividades y análisis de Manuel Mondragón y Kalb. Documentos depositados en el AGN y obtenidos mediante la Ley de Transparencia y Acceso a la Información
Mañana, última parte: Cinco policías que vendieron su alma al diablo