Ciudad de México, 2 agosto (SinEmbargo).- Hoy, el rostro de la actriz Ángela Molina tiene rasgos duros y las arrugas le otorgan un semblante adusto, cierto rictus amargo. Sucede que la artista nacida en Madrid hace 58 años ha decidido vivir su vejez en forma natural y por tanto no se ha sometido a los arbitrios de los poco creativos cirujanos plásticos.
Pero es Ángela, es la Molina, la maravillosa musa de tantos directores y quien, al decir de la Academia de Cine de España, es “un rostro clave e indispensable de la cinematografía española y ha desarrollado una prolongada carrera, aún en activo, tanto en España como en el ámbito internacional”.
De su maravilloso rostro, Luis Buñuel dijo que la hacía parecer como “una virgen pagana”, una cualidad que le permitió protagonizar la clásica Ese oscuro objeto del deseo en 1977.
Precisamente, en 2004, Ángela recibió el Premio Luis Buñuel de parte del 38º Festival de Cine de Huesca, en cuyo marco evocó la personalidad “desbordante y divertida” del director de Los Olvidados y Viridiana, entre otros, de quien esta semana se cumplieron 30 años de su muerte.
“Lo que hizo Buñuel conmigo todavía no lo sé, pero consiguió que guarde un recuerdo muy potente y real de ese rodaje y de su presencia, generosidad, delicadeza y atención", dijo.
"Era muy cercano y divertido pero también muy serio. Me enseñó cosas durante el rodaje que todavía sigo aprendiendo en la vida”, agregó.
En octubre próximo, cuando cumpla 58 años, Ángela Molina recibirá la Medalla de Oro de parte de la Academia de Cine de su país de origen, una noticia que la sorprendió mientras filmaba en Italia.
“Estábamos rodando una escena que me ha hecho pensar en el cine de Manuel Gutiérrez Aragón. Hago de una madre en una aldea de la Italia de los ’50 y me ha recordado a la pureza de los personajes de Manolo. Estaba pensando por un instante en mi tierra, en ustedes y me he asustado cuando he recibido una llamada de Madrid. Cuando aparece el sentimiento verdadero entre las personas, se crea algo que es igual en todas las partes del mundo y para mí eso es el arte”, declaró.
“Cuando era más ignorante yo decía que el cine era yo, pero ahora me doy cuenta que es imposible separarlo de mí misma. Es una manera de vivir y de confiar, de guiarse a uno mismo por el sendero del conocimiento y la curiosidad del otro. Es una felicidad poder sentirte hija de tu trabajo y madre a la vez”, afirmó la actriz que en la pasada edición del Festival Internacional de Cine en Guadalajara recibió un homenaje.
TODA UNA VIDA EN EL CINE
A pesar de formar parte de una familia de artistas, Ángela Molina, una de las figuras más destacadas del cine español, nunca imaginó que se convertiría en actriz.
La hija del actor y cantante Antonio Molina pretendía forjarse una carrera en el ballet clásico, hasta que un día una profesora le dijo que iba a convertirse en “la mejor actriz del mundo”.
Una reunión familiar, en la que recitó unos poemas de Federico García Lorca que provocaron los aplausos de los presentes, fue la señal definitiva.
En 40 años de trayectoria ha participado en casi un centenar de películas y trabajado con algunos de los mejores directores españoles de todos los tiempos, entre ellos Pedro Almodóvar, para el que protagonizó Carne Trémula en 1997.
"Lo que me gustaba era ir a los ensayos de mi padre cuando salía del colegio, escucharlo cantar, muy quietecita, sin tocar nada. Recuerdo que en la sala de ensayo había una lámpara muy grande, y yo la miraba todo el rato; sólo de verla colgando del techo, tan lucida, me parecía estar viajando. Luego, al acabar mi padre sus ensayos, comíamos juntos, me contaba cosas del espectáculo. Mi padre era mi atracción fatal, y yo, la niña de sus ojos", dijo al diario El País.
En 1974, con 19 años, formó parte del elenco de No matarás. Los siguientes años fueron mucho más productivos. En 1976 rodó seis películas dirigidas por directores como Miguel Picazo, Antoni Ribas y Manuel Gutiérrez Aragón, quien la dirigió en las aclamadas Camada negra, El corazón del bosque, Demonios en el jardín y La mitad del cielo.
Durante su larga carrera, que incluye cine, teatro y televisión, Molina ha recibido una gran cantidad de reconocimientos internacionales. Su participación en Camorra, de Lina Wertmüller en 1985, le valió el Gran Premio de Interpretación en el Festival Internacional de Cine de San Sebastián, el Gran Premio de la Crítica Italiana y el Premio David de Donatello.
Su reciente trabajo en la película Blancanieves, de Pablo Berger, donde hace el papel de la abuela Doña Concha, ha merecido excelentes comentarios y el reconocimiento de la crítica.
Es la tercera de ocho hermanos y estudió ballet clásico, danza española y arte dramático en Madrid.
Fue imprescindible en el cine de Jaime Chávarri, con el que trabajó en cinco ocasiones –A un dios desconocido, Bearn o la sala de las muñecas, El río de oro y las dos entregas de Las cosas del querer– y trabajó en La sabina, de José Luis Borau y en Lola, del fallecido Bigas Luna.
Su presencia en el cine en otro idioma también es relevante. Desde Gli occhi, la bocca, de Marco Bellochio; pasando por 1492, la conquista del paraíso, de Ridley Scott, y El viento se llevó lo que, del argentino Alejandro Agresti, hasta El destino de Nunik, dirigida por los hermanos Taviani.