10 de diciembre de 2010. La voz de Alejandro Poiré se engruesa. El vocero del gabinete de Seguridad Nacional (y parte del equipo compacto de Felipe Calderón) da noticias rotundas, importantes: “Diversos elementos de información, obtenidos durante el operativo, coinciden en señalar en que el día de ayer cayó abatido Nazario Moreno González…”
Dos días antes, de Morelia a Tierra Caliente, Michoacán ardía. Como hoy. Las portadas de los diarios mostraban escenas inéditas del país en guerra: cuerpos tirados, autos y camiones en llamas, helicópteros, sangre, pánico. Calderón, y en particular su secretario de Seguridad Pública federal, Genaro García Luna, tenían a la opinión pública en su contra: la guerra, iniciada en diciembre de 2006, había llegado demasiado lejos.
En ese contexto, Poiré dio por hecho que el líder fundador de La Familia Michoacana estaba muerto.
Pero todo indica que “El Más Loco”, “El Chayo” o “El Doctor”, fundador de la Familia Michoacana, está vivo. Que es el líder de Los Caballeros Templarios, que tienen por cabeza visible a Servando Gómez González, “La Tuta”.
Así lo han dicho los mismos Templarios. Así lo han expresado varios informes. Así lo dijo, ayer, José Manuel Mireles Valverde, consejero general del Consejo Ciudadano de Autodefensa del municipio de Tepalcatepec, Michoacán: “Nazario está vivo. Pregúntele al Gobernador de Michoacán, quien estuvo presente en el sepelio de su papá el pasado miércoles…”
PRIMERA DE TRES PARTES
Ciudad de México, 30 de julio (SinEmbargo).– La refriega trajo consigo el silencio salpicado de la voz metalizada a través de la radio. Los narcotraficantes michoacanos escucharon a los combatientes de las fuerzas especiales del Ejército Mexicano y de la Secretaría de Seguridad Pública preguntarse si en el enfrentamiento había muerto El Chayo.
El ataque a Holanda, en el municipio michoacano de Apatzingán, había cesado. El asalto fue diseñado por el gobierno mexicano en conjunto con la DEA, presumiría el jefe de operaciones de entonces de la agencia antidrogas norteamericana, Thomas Harrigan. El funcionario relató ante el Senado de Estados Unidos cómo las detenciones y abatimientos de los capos mexicanos presumidos por la administración de Felipe Calderón como propias eran, en realidad, operaciones aprobadas por Washington.
Y Harrigan aseguró que Nazario Moreno El Chayo estaba muerto.
El día del abatimiento, 8 de diciembre de 2010, y cuando terminó el tableteo de los fusiles, El Chayo pegó la oreja en el aparato de intercepción de comunicaciones. Escuchó a los militares preguntarse si lo habían asesinado y él asintió.
“Yo vi a Nazario”, confirma un investigador que permaneció varias semanas en Tierra Caliente, la Tierra Sagrada de Nazario. “Lo vi en una fiesta en Apatzingán. Nos sentamos en la misma mesa. Me platicó que sus migrañas son por una placa de acero metálica que le pusieron en la cabeza. Yo sabía de esta condición y siempre pensé que había sido un tiro, pero no: la patearon la cabeza en una pelea campal durante un partido de futbol”.
Desde entonces, Nazario Moreno es un hombre que sufre jaquecas como si dentro del cráneo tuviera un tren descarrilando. Quizá desde antes fuera excéntrico, locuaz, arrebatado. Violento. Tal vez desde que se fue de mojado a Estados Unidos y, en el norte de California, pescara una adicción a las metanfetaminas que, en ese tiempo, principios de los noventa, no significaban nada en el mercado de las drogas.
Pero lo harían.
Atrapado en el cristal, Nazario conoció un ministro de culto religioso o, al menos, tuvo contacto con su ministerio religioso. El pastor evangélico John Eldredge sería una de las mayores influencias religiosas del michoacano, quien volvería a México curado de las metanfetaminas y dispuesto a fabricarlas y a fundar un imperio que es, a la vez, la promesa de una tierra sagrada.
***
La Tierra Caliente comprende decenas de municipios de Michoacán, Guerrero y uno del Estado de México, pero, para entender de manera más clara la geografía de esa tierra es mejor decir que Los Caballeros Templarios la han fragmentado en 50 enormes parcelas de marihuana, heroína y metanfetamina.
Existen tres tipos de marihuana: la comercial, la buena y la inservible. En la Tierra Caliente, un kilo de marihuana comercial se paga al productor en 300 pesos. Por la buena, no más de 200 pesos. Cuando escasea, hasta el zacate seco se vende. Hay quien en una situación de desesperación compra la de mala calidad en 150 pesos, pero es perder en Estados Unidos.
En Houston, cada ladrillo verde olivo se vende en 800 dólares por kilo. Cada uno de los jefes de esas 50 subregiones paga 120 pesos a Los Caballeros Templarios, 120 pesos por kilo a la organización, lo que cubre el impuesto cobrado por las policías municipales, estatales, y federales. Burlar el pago del impuesto de exportación es jugar a la ruleta rusa con más de dos balas. Entre Michoacán y Texas la organización coloca checadores. Pregunta quién dio el permiso de salida. Entonces, ahí mismo, habla al teléfono celular del responsable y averigua si el transportista es quien dice ser y si trae lo que dice traer.
Pesa la mercancía. Si es más de lo permitido, el dueño paga el impuesto faltante, los 120 pesos por kilo, y admite, sin más, la incautación de la marihuana o, en su caso, de la goma de amapola. Una falta de ese tipo se permite una sola vez. La segunda es muerte.
Hace más de 10 años, los narcos michoacanos salían por las noches en lancha de Veracruz. Se alejaba más de 100 kilómetros de la playa y seguía las señales de los primeros geoposicionadores disponibles en el mercado. Arribaban cerca de las playas tamaulipecas y seguían por tierra el resto del camino. Ahora confeccionan compartimentos con forros de plomo que ocultan los narcóticos a los rayos X.
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La banda Roja de Josecito Leon canta “Seis gallos calentanos”:
De Altamirano partieron seis gallitos calentanos.
Una troca nuevecita con un clavo bien armado
y muy bien seguros iban, pues todo estaba arreglado.
La mañana que salieron con destino a Houston, Texas,
llevaban un cargamento de cristal, coca y de negra.
Iban muy bien preparados querían llegar a su meta.
En el crucero, los cuervos, un retén los esperaba.
Nada mas dieron la clave y el pase así se los daban.
Siguieron rumbo a Toluca y los seis se carcajeaban.
Raferi, Eloy y Leonardo se miraban preocupados
José, Hoguer y su padre les decían: “huaches, calmados,
que en unos cuantos segundos estamos del otro lado”.
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Los campesinos cuentan con el apoyo de mil 100 pesos por hectárea a través del Promaf, un programa del gobierno federal de apoyo al cultivo de maíz y frijol. Pero eso no sirve de mucho. Ni lo que la bolsa de semilla mejorada cuesta: un bulto de grano Pioner, por ejemplo, de 20 kilos, con alrededor de 60 mil semillas, cuesta mil 200 pesos y sirve para cultivar una hectárea con un producto resistente al calor y la sequía.
El precio de garantía del maíz es de 2 mil 600 pesos y el costo de producción por hectárea de unos 8 mil 200 pesos, considerando sólo insumos, sin incluir el trabajo de los campesinos. La tierra con mediano potencial en la región ofrece hasta seis toneladas por hectárea y la de bajo rendimiento, poco más de la mitad.
Las cuentas salen sólo si se obtienen más de cuatro toneladas, una suerte que sólo marca a una minoría porque grandes porciones del ejido se encuentran en laderas a donde ni la yunta de bueyes puede entrar, así que aún usan la lanza para agujerar la tierra y dejar caer las semillas. Y al menos una parte de la siembra no se vende, sino que se embodega, a veces en trojes redondas de adobe, para el consumo familiar del año.
La mayor parte de los sembradíos en la Tierra Caliente son de temporal, así que se levanta una cosecha al año. Los pocos ejidatarios beneficiarios de un sistema de riego lo pueden hacer hasta dos veces.
Pueden recorrerse las comunidades y ver niños tan desnutridos que tienen los ojos saltones y la panza inflada por las lombrices. Muchas personas beben agua de los arroyos y los servicios médicos, donde existen, son pésimos. Las clínicas de un consultorio carecen de medicamentos y el trabajo social es mínimo. Muchos niños están vacunados sólo por el favor de rancheros que acomodan tres o cuatro en sus cuatrimotos y los bajan a la clínica más cercana. Y la mayoría de los dueños de esos vehículos son, de una u otra forma, parte del negocio de la yerba.
Algunas comunidades se encuentran en tal aislamiento que se requieren cuatro horas para llegar en camioneta cuando el camino no es un río por los temporales. En la época de lluvias, como ésta, el transporte público únicamente aparece por los caseríos retirados una vez a la semana y sólo pasan vehículos de doble tracción.
El cultivo de enervantes se ha convertido en una opción de autoempleo para casi todas las familias campesinas en la región. Esto siempre ha existido, al menos desde que regresaron los primeros braceros de Estados Unidos, y más desde hace 10 años.
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La Virgen de San Lucas es la más socorrida y milagrosa, tanto que vienen del resto de Michoacán, Puebla y Veracruz a venerarla. Los hombres viejos y de mediana edad mantienen en uso el pantalón flojo y la camisa blanca desfajada y desabotonada, con frecuencia hasta el ombligo, y los huaraches de dos correas de cuero. Aún cubren las cabezas con sombreros de paja de ala ancha y la corona encintada de negro, cordel que sirve para afirmar la pieza durante el galope de caballo.
Los jóvenes usan cada vez más pantalones de varias tallas más grandes que la requerida por su cintura, playeras holgadas y gorras de lado. Algunos ya traen tatuado en el cuerpo el paso por una pandilla de Los Ángeles o Chicago.
Por la calle se ve una camioneta “chocolata”, como todavía se llama a los vehículos importados de contrabando de Estados Unidos. Al fondo de la casa se ve un buen estéreo, televisión y niños robustos, ya aceitunados por el sol.
De cada mata, si bien le va a un campesino, obtiene menos de medio kilo. Cada kilo, si se le paga bien, le reporta 300 pesos. Tal vez la ganancias ronden los 100 mil pesos anuales para un hombre por poner en riesgo su vida y libertad y la de su familia. Del maíz, el frijol y el chile comen, pero viven de la marihuana. Sin la yerba, dicen por allá, no habría camioneta destartalada, pero suficiente para ir y venir por los caminos de lodo e iguanas.
O no habría educación más allá de primaria, porque la secundaria queda dos o tres caserías más abajo. O atención médica en la cabecera municipal por el piquete de alacrán.
La pizca de la marihuana, alrededor del mes de septiembre, es parecida a la cosecha del maíz. Toda la familia participa. Los niños, apenas caminan por sí mismos, se internan entre las matas de dos metros y medio de altura. Así lo hicieron sus padres y sus abuelos y hasta el momento en los años cuarenta en que el gobierno de Estados Unidos admitió formalmente que necesitaba trabajadores mexicanos. Y estos, allá, en California, descubrieron el encanto que sus patrones rubios y de ojos azules tenían por la yerba que, sólo fue cosa de intentarlo, crecía como la hierba de baldío en las laderas de sus cerros.
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Existen dos tipos de semilla utilizadas en la Tierra Caliente: la violenta y la huevona. La primera crece más rápido y suele emplearse en tierra de temporal; se cosecha a los tres meses. La segunda es de lento desarrollo, pero de más provecho, y los pocos que tienen manera de regarla, levantan dos cosechas al año.
La marihuana nace en el monte, en tierra de nadie. Se tala la selva baja, se queman tocones y enredaderas y se empareja el terreno. Aquí nadie siembra más de mil matas por bloque de tierra arrebatada al bosque. Cuando un plantío es mayor se corre el riesgo de que sea detectable desde aviones y helicópteros del ejército. Y, entonces, es probable que llegue una partida de soldados con fusiles en el hombro para incendiar el sembradío. Y si eso ocurre, la pérdida, igual que cuando hay mal tiempo o ataca una plaga, es del campesino.
Un solo hombre de esta Tierra Caliente llega a sembrar, en diferentes áreas de la sierra, hasta 5 mil plantas. Ninguno trabaja solo. En la labor participan su mujer y sus hijos, incluidos los niños, tal como él mismo fue enseñado por sus padres.
Con frecuencia, los ejidatarios de la región –son contados los pequeños propietarios– obtienen de Los Caballeros Templarios el préstamo para adquirir los insumos. Es el crédito a la palabra. De mil matas, el sembrador espera obtener entre 300 y 500 kilos, lo que, de acuerdo con la calidad obtenida y al precio negociado con el acaparador, reditúa entre 90 mil y 150 mil pesos por temporada.
Al comienzo del cultivo extensivo de la droga, la siembra se hacía directamente en el suelo. Ya no. Como los niños cuando plantan frijolitos en la escuela, ahora se utilizan vasos de plástico a los que se les recorta el fondo, dejando únicamente una pequeña junta entre la base y el cuerpo. Lo demás se pega con cinta aislante. El vaso se llena con tierra gruesa, rica en hojarasca, y ahí se hunden tres semillitas de color marrón y verde militar, cocos en miniatura.
Cuando la planta alcanza 15 centímetros de alto, se trasplanta a la tierra gruesa del monte talado. Aquí la técnica del vasito da resultado, pues sólo se retira la cinta adhesiva y la base, y las raíces se integran sin ningún daño, lo que favorece el rápido crecimiento de la mata.
El campesino esparce fertilizante alrededor del tallo. Uno de uso común es el sulfato de amonio, aquí llamado “azúcar”, aunque el guano de murciélago resulta mejor, pues, entre otras cosas, colorea de un verde más comercial el producto final.
La marihuana sufre el acoso de un parásito que come la planta desde el centro del tallo; la amarillenta y la mata. Si el parásito –los rancheros lo describen como un gusano microscópico– toma la hierba, ya nada queda por hacer. “Esa peste no se ataca, se previene. Eso nos dice el ingeniero agrónomo”.
Los marihuaneros combaten la plaga con paratión, un químico “extremadamente tóxico” prohibido en México y Estados Unidos por los graves daños que ocasiona a la salud humana y al medio ambiente.
A los 80 centímetros de altura, el trabajador arrima la segunda tierra y nuevamente retira las hierbas de alrededor.
También se busca que no haya lluvia en exceso, pues la abundancia de agua podría malograr la planta u oscurecerla. Y a los estadunidenses no les gusta la yerba prieta.
“A los gringos les gusta la marihuana verde, nomás la verde, no la negra ni la pelirroja, las que aquí, en México, tienen fama de poner más y mejor”, explica Martín con voz baja, atento a que se comprendan sus palabras.
Sigue el deshije. “La mercancía con semillas no debe ser. Si ese enervante contiene mucha semilla o está muy café, ese kilo no vale ni 100 pesos para el productor”, apunta Martín. Algo más: las hembras concentran más alcaloide.
Al momento del corte, luego de cuatro meses sembrados los coquitos, la planta tiene más de dos metros y medio de altura.
Se arranca y se tiende, hacia arriba, de cuerdas colgadas en el mismo bosque. Cuando se seca, se cortan los capullos con tijeras, necesariamente ligeras por la demanda de trabajo en que toda la familia participa. Hay “colas” que alcanzan el largo y grueso del brazo de un hombre adulto, pero la presentación requerida para exportarlas es de tramos de 20 centímetros de largo. La mercancía se entrega al acaparador en costal.
Luego se pesa y se ofrece. Ahora está mal el negocio para el campesino. Hace 10 años el kilo se pagaba en mil 200 pesos. Hoy no dan más de 300. Son pocos quienes no participen de una u otra manera en el cultivo de la marihuana. No existe excepción en el parentesco con alguien ocupado en alguna parte de la cadena productiva.
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Luis González y González, el gran historiador y fundador de El Colegio de Michoacán, describió así a la Tierra Caliente:
“De las épocas que fue lumbre (por el origen volcánico del suelo), todavía retiene la temperatura calurosa. Se le dice Tierra Caliente con sobrados merecimientos, por razones muy justificadas. Según algunos es susceptible de hacer huir a los mismos diablos; según otros, basta con rasguñar un poco el suelo para sacar diablitos de la cola. Unos y otros afirman haber visto difuntos terracalenteños condenados al purgatorio que volvieron por su cobija.
“La Tierra Caliente es un país tropical, en medio de mala reputación, distante de las rutas máximas del tráfico mercantil (...) Por su débil situación respecto a las veredas del hombre, se le estampó el epíteto culto de la Última Tule y el apodo popular de fondillo del mundo”.
La delimitación geográfica de la Tierra Caliente es tan complicada que las mismas autoridades estatales han incluido y excluido de esa región a diferentes municipios durante las últimas tres décadas.
Si se atiende a todos los criterios vigentes, la República Marihuanera está integrada por 24 municipios. De Guerrero se incluye a nueve más y un municipio adicional del Estado de México, con la misma inclinación a la siembra de marihuana que sus vecinos.
La mayoría son lugares generalmente pobres, algunos miserables. En Michoacán 88 por ciento de las viviendas tienen agua entubada. En la Tierra Caliente, este servicio se encuentra disponible para 53.7 por ciento de las viviendas.
Hay quien divide la Tierra Caliente en dos zonas: una, con capital en Apatzingán, y la otra, con Huetamo y Ciudad Altamirano, Guerrero, como polos principales. Los recovecos, los miles de pliegues de la sierra y la inexistencia de caminos formales han favorecido los cultivos ilegales.
Cuando los jefes de aquí hablan sobre las razones por las cuales la gente tiene vocación para cosechar marihuana y amapola siempre aparece la palabra migración. Los jornaleros de la región fueron a Estados Unidos hace más de medio siglo contratados a través del Programa Bracero. Algunos de ellos arribaron a California, al área hoy conocida como Sillicon Valley, uno de los símbolos mundiales del crecimiento a partir del desarrollo tecnológico. Pero aquí, en Michoacán, la necesidad de ir al otro lado no ha cambiado.
Cuando muchos regresaron, contaron del gusto que tenían los gringos de allá por fumar la yerba y supieron luego de la facilidad de sembrarla por acá y empezaron a llevarla directamente ellos. El aumento de la rudeza de las autoridades migratorias en Estados Unidos incidió también en el engrosamiento de las filas de la narcoeconomía de la Tierra Caliente: cada deportado sin trabajo en la región se convierte en campesino, halcón o sicario.
La guerra en Tierra Santa
La cruenta disputa cuyo escenario es la Tierra Caliente descansa sobre una lógica económica poderosa: las enormes riquezas derivadas del control del tráfico de marihuana, amapola y metanfetaminas, producidas localmente, y de la cocaína, contrabandeada por los michoacanos desde Colombia, Venezuela y Centroamérica hacia Estados Unidos.
El origen de todo esto no es muy lejano. Se remonta a comienzos de la década de los ochenta, cuando algunos hombres organizaron la siembra dispersa de marihuana bajo el liderazgo de Carlos Rosales Mendoza, un fumador empedernido con tos permanente. El Tísico, le llamaban.
La ruta hacia Estados Unidos incluía a Tamaulipas, así que eventualmente los michoacanos negociaron con el Cártel del Golfo.
Cuarenta michoacanos exploraron Tamaulipas bajo pago por el respaldo para cruzar hasta la frontera con Texas. Desde ese entonces, durante la década pasada y parte de ésta, Martín negoció directamente en varias ocasiones con Osiel Cárdenas Guillén cuando éste era, además de un narcotraficante en ascenso, un mecánico.
Rosales fue detenido en 2004 y, al poco tiempo, el líder de Los Zetas envió a un tamaulipeco a encargarse de las operaciones en el puerto de Lázaro Cárdenas, vital por su acceso al mar.
Pero los michoacanos no estaban conformes con que unos “extranjeros” dictaran qué se hacía y qué no. Así que cuando Osiel Cárdenas Guillén fue detenido en 2003, decidieron no pagar respeto más que a La Familia, un grupo que pronto tomó el control.
A la cabeza quedó Nazario Moreno González, una figura relevante por su carisma religioso. Tres años más tarde, La Familia proclamó su independencia del Cártel del Golfo y de Los Zetas.
Se levantó en armas. “La Familia no mata por paga, no mata inocentes. Sólo muere quien debe morir. Sépanlo toda la gente, esto es justicia divina”, arengó el grupo en una de sus primeras mantas.
“A Nazario no le gustaba cómo nos trataban a los michoacanos allá. Los cabrones de los tamaulipecos, si los dejas, hasta los zapatos te quitan. De transas les siguen los veracruzanos. Pero fue por eso que hicimos familia y, de dos años para acá, nuevamente hacemos negocio con el Golfo”, recuerda Martín.
Tras la supuesta muerte de Nazario en diciembre de 2010, Jesús El Chango Méndez asumió el liderazgo y La Familia Michoacana se partió en dos grupos que rápidamente hicieron la guerra.
El grupo opositor, liderado por Servando Gómez La Tuta, acusó a El Chango de alta traición por haber negociado presuntamente con Los Zetas.
Jesús Méndez fue capturado el 21 de junio de 2011, lo que permitió a La Tuta y a Enrique Plancarte Solís asumir la dirección y acordar la reunificación de la banda.
En el más reciente reporte del Senado de EU sobre las organizaciones del narco en México, publicado en mayo de 2011, se anota que al igual que Pablo Escobar en Colombia, La Familia reparte dinero a pobres, escuelas y oficiales locales.
Además de Michoacán, se reporta su presencia en Guerrero, Guanajuato, Estado de México, Jalisco, Querétaro, Nuevo León, Aguascalientes, Tamaulipas, Distrito Federal y Colima. La Familia operaba en 77 de las 133 ciudades michoacanas. En Estados Unidos, sostiene la DEA, ha tenido un “significativo crecimiento” en el mercado de las metanfetaminas en Carolina y Carolina del Norte, así como en Houston, Dallas y Atlanta.
En otro documento elaborado por el Congreso de EU, y publicado en enero de 2011, se afirma sobre La Familia: “Es un híbrido de empresa de drogas con creencias cristianas evangélicas, combinando elementos sociales, criminales y religiosos en un movimiento. La Familia Michoacana es conocida por dejar señales sobre cadáveres y describir sus acciones como ‘justicia divina’”.
Los Caballeros Templarios viven una alianza “de conveniencia” –como las agencias estadounidenses y en consecuencias las mexicanas llaman a la serie de pactos que tienen partido al país– con el Cártel de Sinaloa y con el Cártel del Golfo, sus viejos aliados que les han abierto nuevamente las puertas para el paso hacia Texas por Tamaulipas.
Los aliados se enfrentan al eje liderado por Los Zetas y compuesto por la organización de Los Beltrán Leyva, con quienes se enfrentan Los Templarios alrededor de los límites con Guerrero; el Cártel de Juárez, y La Familia Michoacana, a la que casi han empujado fuera de su estado.
Pero el galimatías de las guerras de las drogas no admite reglas tajantes en función de los anteriores acuerdos. Por ejemplo, el llamado Cártel de Jalisco Nueva Generación mantiene nexos con Sinaloa, pero guerra contra los Caballeros, lo que se ha expresado en la sangría de los límites de Michoacán y Jalisco. La explicación es histórica: Nueva Generación se compone de los restos del Cártel del Milenio o de Los Valencia, con quienes se enemistaron en su momento los fundadores de La Familia, de la que descienden Los Templarios.
Pero, ¿qué relación existe entre Los Caballeros Templarios, en su mayoría de Francia, que defendieron Jerusalén decapitando moros hace 900 años y los Caballeros Templarios, en su mayoría de Michoacán, que reclaman el monopolio de la droga?
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Son realmente excepcionales las páginas de su libro, Pensamientos, en que El Más Loco no mencione a Dios. Las referencias al perdón, la humildad, la honestidad y la caballerosidad atascan el centenar de páginas que, para las autoridades federales, representan una suerte de biblia o evangelio del fundador de La Familia Michoacana e inspirador fundamental de Los Caballeros Templarios de Michoacán.
Al mismo tiempo, es casi imposible encontrar ausencia de tortura o mutilaciones en las miles de ejecuciones cometidas por órdenes directas o indirectas de El Más Loco, Nazario Moreno González. Es mucho más frecuente el hallazgo de rótulos dejados al lado de esos cadáveres: “Esto es justicia divina”.
Las contradicciones de los narcotraficantes michoacanos, peculiares por el ejercicio de la brutalidad y su carisma religioso, se explican en la personalidad e influencias literarias de Nazario, un hombre del que bien poco se sabe y por cuyo aparente caos interno La Tierra Caliente michoacana arde.
Durante los últimos cinco años, la policía federal y el ejército han confiscado miles de armas, kilos de marihuana, heroína y de precursores químicos para la producción de metanfetaminas y detenido o abatido a cientos de miembros de la Familia Michoacana o de su escisión, Los Caballeros Templarios.
En el curso de esas operaciones, las agencias mexicanas apoyadas en las estadounidenses, principalmente la DEA, también han asegurado material propagandístico, ideológico y ritual del que podría ser, por sus propósitos sociales y evangélicos, el cártel de las drogas más peculiar en este momento del continente.
Uno de estos materiales fue encontrado en un albergue de recuperación contra las adicciones llamado Gratitud, en febrero de 2007. Es un libro impreso en serie llamado Pensamientos y escrito por el propio Nazario.
No se indica editorial alguna ni taller de producción. El libro tiene 100 páginas numeradas y casi todas están rematadas con la leyenda El Más Loco. Su tipografía es cursiva y las faltas de ortografía y sintaxis son abundantes. Los tiempos verbales sufren súbitos giros y las ausencias de puntuación colocan a El Más Loco dirigiéndose con frecuencia a sí mismo o pontificando en calidad de Dios.
Al final, se indica que ése ejemplar se imprimió como parte de su cuarta edición y del que, entre noviembre de 2006 y septiembre de 2007, se habían impreso 26 mil 500 copias.
Algo más sobre el libro incautado y del que SinEmbargo posee copia: está firmado por el mismo puño de El Más Loco:
“Ni el hierro ni el acero ni siquiera el oro tienen el balor (sic) de un hombre honesto honrado trabajador integro... La mejor erencia (sic) que le puedes dejar a tus hijos amigos y familiares es tu propio ejemplo. Atte. ‘El Más Loco’”.
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El Más Loco se describe en los forros de su libro como un hombre meditabundo y reflexivo en el Cerro del Húngaro, cercano a su pueblo, Apatzingán, corazón de la Tierra Caliente de Michoacán.
La referencia de sí mismo, espiritual y en las alturas, es un lugar común tomado por Nazario de John Eldredge, su principal influencia evangélica y autor estadounidense de Salvaje de Corazón, libro obligatorio para los narcotraficantes iniciados como Caballeros Templarios.
La estructura y tono del libro de Nazario González quedan claros desde el comienzo, con la reproducción de un acróstico:
“Es una verdadera fuente de sabiduría
“La obra que ahora nos presenta el autor
“Motiva, ilustra, enseña y proporciona
“Ánimo y empuje hacia la superación
“Siendo ‘El Más Loco’ un verdadero mentor
“Loco, para nada ciertamente no lo es,
“Objetable en lo absoluto esa denominación.
“Cuerdo, sabio e inteligente, en cambio,
“Opino merece esta obra honorífica mención”.
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¿Existe manera de comprender la idea que Nazario tiene de su propio libro? Sí, si se atiende al texto introductorio, escrito por otra persona que también juega el papel de anónimo; y tomando en cuenta que en el mismo documento se subraya que El Más Loco estuvo al cuidado de toda la edición.
Del prólogo se desprende una comparación entre la Biblia y Pensamientos, referidos estos como continuación de los Testamentos bíblicos hasta convertirse, “en su mayoría”, en producto del pensamiento de Nazario.
“El autor no deja de mostrarse en ningún momento como un alegre usufructuario de la parcela de poder que le correspondía en su condición de anónimo, solamente bajo el seudónimo de El Más Loco y ahí radica buena parte de la fuerza reflexiva que representa en estos pensamientos.
“La estrategia del narrador nos recuerda al de un cuento donde Borges describe acuciosamente la traición de un hombre para luego decirnos que ese hombre es él mismo y no darnos oportunidad a tomar la debida simpatía al que se confiesa. En este caso, la apuesta de El Más Loco es mucho más terrible, porque nos obliga a reflexionar”, se presume.
Se advierte que este es “un libro que ha sido sistemáticamente poco leído”, pues, se previene, es una obra exigente de lectores que imiten al autor al menos en la capacidad de establecer “la distancia que nos permite disfrutar a Quevedo, Maquiavelo o Céline con una actitud algo distinta a aquella con que se evalúa al futuro esposo de nuestra hija.
“En cambio, los lectores posibles no han sabido, por lo general, ver en el libro uno de los Pensamientos más demoledores que hasta ahora se ha escrito contra la apatía, la ignorancia y las miserias del pueblo…”.
¿Quién es El Más Loco?, se pregunta a sí mismo el responsable de la introducción. Y se responde: “Pienso que es un personaje seducido por algo grande, glorioso…
“Resulta curiosa esa búsqueda sobre su persona. El Más Loco, a través de su propio pensamiento, su figura de acero, los reflejos casi metálicos de su mente clara y ardiente, le hacen un auténtico transmisor de su filosofía idealista y esperanzadora”.
***
El Más Loco es un sobrenombre que hace superlativo al personaje e idea del pensador y poeta Gibran Jalil Gibran (Líbano, 1883- Nueva York, 1931) y que nombra uno de sus libros, El Loco.
En 35 capítulos cortos de narraciones, aforismos y apotemas, el pensador ensaya sobre el gozo de la soledad, ironiza respecto a la condición humana y exhibe su burda y cruel ambición. Nazario siguió los pasos de Gibran. Esta es parte del resultado, reproducido textualmente:
“Si algún día sientes ganas, muchas ganas de llorar, háblame, no prometo hacerte reír, pero puedo llorar contigo. Si algún día te sientes triste búscame, no prometo alegrarte el día, más puedo estar contigo. Si algún día quieres contar con alguien, ven corriendo a mí que tal vez yo te pueda escuchar mi amigo”.
“En buena medida es bueno defender la dignidad pero también no pisotear la de los demás, porque a la medida que respetemos a los demás de esa forma nos estaremos respetando a nosotros mismos”.
“Valora todas las cosas pequeñas y un poco más. Lo bello de la vida, porque la vida es gratis, por ejemplo una sonrisa no te cuesta nada y en cambio, cuánto enriquece a quien la recibe”.
“Respeta igual al anciano, al niño, al que menos tiene, igual que al que mucho tiene, dale la misma medida al amor y al cariño y la felicidad vendrá a morar en tu corazón (...)”.
“Es preferible ser dueño de un peso que ser esclavo de dos, es preferible morir peleando de frente que de rodillas y humillado, es preferible ser un perro vivo que un león muerto, es preferible usar la inteligencia que la fuerza, es preferible herir al amigo con la verdad que matarlo con mentiras, es preferible ser un pobre bendecido de Dios y vivir en paz que ser un rico sin vergüenza y sin tranquilidad (...)”.
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¿Y la masacre?
Las palabras escritas por El Más Loco en el Cerro del Húngaro no fueron las únicas publicadas por La Familia Michoacana en 2006.
El 12 de agosto de ese año, en Apatzingán mismo, un grupo de hombres vestidos de negro y encapuchados entraron a casa de los hermanos Colima Hernández. No dudaron. Tras asesinarlos, siguieron la estampida. Dejaron un mensaje escrito: “El tiempo no borra el odio. Para que sepan que todo el que se mete con La Familia con su vida ha de pagar, saludos de don Andrés”. El mensaje hacía referencia a un hombre asesinado 12 años atrás.
Nueve días después, una cabeza humana apareció en un puente del municipio de Tepalcatepec. Había un pliego de papel cascarón. “Asi sucede cuando piensas o imaginas que mis hojos no te pueden mirar y que pronto estaras aquí la familia te saluda… Piensa en mi ‘bay chatos’ (sic)”.