Habla de lo que quiere. Manotea, alza la voz, se sulfura. Evade las preguntas difíciles y se niega a escarbar en el pasado. Fernández Noroña tiene prisa por llegar a alguna parte; él le llama “un cambio”, e insiste: “se va a dar, se va a dar”. Pero en una conversación con el reportero se va descubriendo a sí mismo, hasta mostrar una buena parte de este hombre sin partido, buen tuitero, coco de la derecha panista, del PRI y hasta de los políticos de la izquierda, en donde él se ubica...
Audios íntegros de la entrevista a Fernández Noroña
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Ciudad de México, 3 de julio (SinEmbargo).– A las seis de la tarde de la víspera, Gerardo Fernández Noroña se metió en la cama con una migraña infernal que a menudo suele atosigarlo. Al amanecer del domingo, los primeros halitos de luz inhibían sus deseos de ponerse de pie a la primera de cuentas. “Ándale Gerardo, levántate. Te está esperando el movimiento”, se estimuló a sí mismo esa mañana y como frecuenta hacerlo cuando las jaquecas le pegan durísimo.
Mediante su cuenta de Twitter había convocado a sus seguidores llegar a las once de la mañana frente a la cripta del general Lázaro Cárdenas, quien hace setenta y cinco años le quitó el manejo del petróleo a las transnacionales. Entonces se paró y en la habitación de su apartamento de una vecindad del Centro Histórico buscó los chochos homeopáticos que debía tomar para sobrellevar las punzadas.
Luego se metió al baño y se duchó con agua fría, como lo viene haciendo desde hace un año y medio, para despertar las defensas del organismo y tonificar los músculos del cuerpo. No le hace que traiga unos diez o catorce kilos de sobrepeso. El último cilindro de gas de 20 kilos que compró ocurrió hace más de un año, porque tampoco cocina en casa.
Mientras se viste con un pantalón de algodón azul, una camisa verde con cuadritos blancos y un chamarra azul Polo Club, todavía rememora algunos extractos del libro que acababa de leer, titulado Pemex: Mitos, realidades, testimonios y propuestas, del Ingeniero Químico por la UNAM, José Felipe Ocampo Torrea.
En días pasados, el Presidente Enrique Peña Nieto fue a decirle a los ingleses que en tres meses a más tardar presentará al Congreso una propuesta energética, la cual ya está acordada en el Pacto por México. “Será trascendental, con los cambios constitucionales necesarios para darle certeza a los inversionistas privados", dijo. Eso fue lo que hizo encabronar a Fernández Noroña, a quien el reportero encuentra en el Monumento a la Revolución.
Él sigue empeñado en tejer, muy a su manera, las hebras rotas de un movimiento de izquierda en una urdimbre que despierte conciencia social ante un Partido Revolucionario Institucional (PRI) que cada día encuentra mayor facilidad para acabar de restaurar en Los Pinos el antiguo régimen.
El mensaje presidencial en Londres lo hizo reorientar el rumbo de una lucha que mantiene contra el sistema desde hace más de treinta años. En septiembre pasado terminó una diputación federal y como se quedó sin senaduría, ni tampoco tiene otro cargo, usa las redes sociales para convocar a asambleas urbanas.
***
–¿Dónde está Avelino?, ¿Qué pasó con las sillas? –preguntó a uno de sus voluntarios debajo de la cúpula del Monumento a la Revolución mientras alguien más checaba el sonido: “Probando, probando uno, dos, tres; uno, dos, tres. Allí bueno. Sí, sí”.
–No ha llegado –contestó el joven a la hora en que otro miembro del colectivo se acercaba casi con los pantalones caídos, acarreando sillas plegables que habrían de instalarse para la primera asamblea de repudio a la Reforma Energética.
Esta vez cedería la palabra a una invitada especial: María Fernanda Campa, la primera mujer en México egresada de ingeniería geológica. Recién graduada entró a trabajar a Petróleo Mexicanos (Pemex), pero ahora también busca avivar la llama de la batalla. “Por ahí vuelven las transnacionales zopiloteando lo que creen que es suyo”, alertará Campa.
Esta mañana, en que más de 20 mil capitalinos disfrutan de un paseo en bici o simplemente llevan a cabo caminatas familiares por avenidas circundantes del centro como Reforma, apenas ochenta personas se acercaran a escuchar a la geóloga y sus razones del supuesto intento privatizador de la empresa nacional.
Fernández Noroña y María Fernanda, quien además es hija de Valentín Campa, militante comunista y luchador social, tienen algo que los une fuerte: se fueron indignados del PRD en 2008, después de un pleito encarnizado por la dirigencia nacional del partido entre Alejandro Encinas y Jesús Ortega que duró nueve meses. Nadie hizo nada por retenerlos. La crisis del desmembramiento del partido empeoró con la salida de López Obrador, quien ahora por su propio lado y con ayuda de simpatizantes suyos crea el partido Morena, que competiría electoramente hasta las intermedias del 2015.
Por esas causas raras de la política, sin embargo, el hombre que se baña con agua fría fue legislador por el Partido del Trabajo (PT) sin afiliarse. Ahora que hace política de aquí para allá y sin partido. Lo siguen otros cinco ex diputados, también sacrificados por sus institutos políticos al cerrarles el paso a cualquier candidatura o cargo público.
II
–¿No se siente sólo en esta lucha? –se le pregunta al político sin partido.
Con la punta del dedo índice izquierdo se rasca una roncha enrojecida que trae entre la punta de la barbilla y la comisura del labio y después mirará detrás de unas gafas negras que lo hacen verse más como un motociclista de Harley-Davidson que como singular líder social que lo mismo ha ido a encadenarse a las puertas de Los Pinos que lanzado huevos a la Suprema Corte.
–Para nada. Para nada. Allí, en el Monumento, había un grupo de compañeros muy importantes –contesta, en referencia a los cinco ex diputados castigados: Rigoberto Salgado, Avelino Méndez, Rosendo Marín, Balfred Vargas y José Antonio Rueda, quienes dieron todo, hasta donaron parte de su salario, para mantenerse en la lucha por el proyecto de López Obrador.
El acto frente a la cripta había concluido y como Fernández Noroña no tenía tiempo para quedarse a conversar, hubo que subirse a la camioneta que él manejaría rumbo a Tlaxcala y Puebla: una hermosa Volvo, todavía con ese agradable olor a nuevo. Esa tarde de domingo él tenía tres invitaciones a cierres de campaña con candidatos del PT que aprovecharían su fama de rebelde y, a cambio, él obtendría foros para promulgar la defensa del petróleo.
Iban un poco retrasados. Fernández Noroña no sabía a quién iría a apoyar hasta ese momento. Después sabría que el primer acto era de una ex miss señorita Tlaxcala, candidata a Diputada por el distrito de Huamantla. Estaba programado a las dos y media de la tarde y ya eran cerca de la una, y apenas dejaba atrás Plaza de la República.
–¡Órale, cabrón! –alzó la voz, e hizo ademanes al chofer de un taxi al que nada más se le veía cómo pelaba los ojillos por el retrovisor después de haber frenado intempestivamente a mitad de la avenida para recoger pasaje.
Después guardó la calma, quizá recordando que hace algunos años él salía muy temprano en un vochito que manejaba como taxi en busca de pasaje por las calles de la ciudad de México, hasta que Porfirio Muñoz Ledo, entonces dirigente nacional del PRD, al que por esas fechas le hablaba de usted, se lo llevó de tiempo completo con un salario para que hiciera trabajos de asesoría en el partido.
***
Se le insiste en que si no se siente sólo, bajo el riesgo de que se sobresalte y alce la voz, como ocurrirá con otras preguntas. En primera, porque algunos cuestionamientos no le gustan y suele ser un tipo directo; y la segunda, porque a ningún líder le gusta reconocer que está solo, aunque así se vea, pues mientras soledad significa estar eso: solo, el liderazgo necesita de la compañía de las personas que el líder está liderando.
–No es un problema de soledad, ¿eh? Pues qué chingaos. O sea, hay veces que estás en una condición más difícil, a veces estás en una condición menos difícil, pero siempre es un problema de consecuencia tuya. No puedes justificar tus debilidades ni las debilidades de los demás. Pero además no me siento sólo. Siempre hay gente. Ahí lo vas a ver, llenándote de reconocimiento; siempre la gente se quiere tomar una foto; siempre hay gente que te alienta. Somos millones de gentes en el país que queremos un cambio y se va a dar, se va a dar. Claro que es una condición más difícil, ésta. Pero también muchas veces es falso el acercamiento. Si tú eres Senador… ¡‘uta madre! Si yo fuera Senador –dice mientras ve hacía el horizonte– ahorita, aparentemente, no estaría tan sólo. O quizás estaría más sólo, cabrón.
Se expresa con tal fluidez que da la impresión de que estuviera hablando consigo mismo, como quien lo ha llegado a hacer frente a un espejo. Agrega:
–Porque dentro del Senado prácticamente no hay voces, prácticamente no hay quién esté peleando. Entonces, todo es relativo en esta vida. ¡Claro!, si fuera Senador por lo menos tendría resuelto lo económico, ¿verdad? Pero estaría en la deuda por otras cosas y desesperado, muy irritado, de ver cómo medio mundo se está doblando frente a todas las presiones.
III
Antes de empezar el viaje, que siguió por avenida Zaragoza para tomar la autopista de Puebla –y en el que ganas no faltaron de abortar la misión periodística por la velocidad con que conducía Fernández Noroña–, cuando el ex Diputado federal se alejaba de la cripta del general Cárdenas, un hombre alto, delgado y de barba de candado se acercó a él con un libro bajo el brazo. Era el de Ocho mil kilómetros en campaña, de Álvaro Obregón, editado por el Fondo de Cultura Económica. Algo le dijo cerquita del oído y el hombre que estaba en pie de lucha reaccionó, yendo a sacar otro de la bolsa que colgaba del hombro de su novia Emma, quien se había parado de puntitas para despedirlo con un beso en la boca.
Era una reliquia del escritor francés Rumain Rolland, de quien los críticos de la literatura han dicho que su vida estuvo marcada por la pasión por la música y el heroísmo, y durante toda su existencia buscó medios de comunión entre los hombres. Incluso, su imperiosa necesidad de justicia le llevó a buscar la paz más allá de la contienda durante y después de la Primera Guerra Mundial.
–Podemos reeditarlos en 37 pesos –le dice el tipo de la barba.
–Uta, sí. Son libros que no vas a conseguir en ningún lado –contesta él, emocionado.
–El problema es que, en el de Álvaro Obregón, los derechos los tiene el Fondo de Cultura.
–Yo me aviento la bronca.
Ya en el trayecto, se le pregunta si está pensando en hacer una editorial o algo parecido, y a secas contesta que sí.
–¿Editorial Fernández Noroña?
–Ándale. Ándale.
–Si el costo es de 37 pesos por unidad ¿En cuánto los vendería?
–En 70 o 100 pesos. Se trata de que uno también coma de eso. Pero estás entrando en un terreno en el que no pensaba entrar. Pero ya lo escuchaste. La gente no lee porque los libros son muy pinches caros y también pienso que las editoriales son muy pinches voraces con los autores. Nadie las controla. Es una decisión mía de resolver ingresos que no tengo.
–¿De qué vive, entonces? –se le pregunta. La camioneta en la que viaja tiene apenas doce mil kilómetros.
–De mis ahorros. A partir del 1 de septiembre, en que dejé la diputación, que me permitió comprar esta camioneta en la que vamos. Pero ya se me está acabando la lana. Ahorita a donde vamos, los compañeros me pagan las casetas y la gasolina.
La partida a final de la Legislatura suele ser jugosa para sus integrantes. Está el caso del Diputado del PAN Gerardo Priego Tapia: devolvió indignado más de un millón de pesos a la tesorería de la Cámara que le aparecieron en su cuenta por el concepto de “ahorros” de vuelos por los tres años de la LX Legislatura. Pero a la bolsa de los legisladores se suman sus ahorros de caja en la que la Cámara les pone un peso más por cada peso que invierten durante tres años, parte proporcional del aguinaldo, bonos de productividad, vales de despensa; eso sin contar, de ser el caso, con alguna parte proporcional que su líder parlamentario decida depositar en su cuenta por concepto de subvenciones, esa manera eufemística con que se refieren a la caja chica de San Lázaro.
Un Diputado de la Legislatura a la que perteneció Fernández Noroña contó que, al final, se llevó cerca de cinco millones de pesos.
Pero el dinero se le acabo, asegura Fernández Noroña. Ha tenido que vender parte de su biblioteca, los libros que ha comprado en México y por los países a los que ha viajado. Desde hace un par de meses empezó una subasta quincenal por las redes sociales y los interesados van por ellos a la vecindad donde él vive. No le gusta dar números. No quiere decir cuántos tiene. “Tampoco sé cuántos he leído”, dice como anticipándose a la pregunta. Apenas el viernes pasado hizo la más reciente. “Ha sido la peor de todas”.
–¿Cuántos vendió?
–Poquitos, hombre –contesta con cierto fastidio.
IV
La rebeldía en la sangre ya la traía desde la adolescencia. Ni su padre ni su abuelo estudiaron en la universidad. Fue el primero de tres generaciones en ir a la prepa y acabó una licenciatura en la Universidad Autónoma de Xochimilco. En ambos niveles fue líder estudiantil. Poco antes de que hablara los temas de la izquierda, las traiciones y resquebrajamientos en el PRD, así como de López Obrador, contó que se crió con su abuela y vivió de los cinco a los 29 años en una unidad para asegurados del Seguro Social en Tlalnepantla, Estado de México.
Todo marchaba sin sobresaltos. Él empezaba a trabajar como analista en la Secretaría de Gobernación cuando por un decreto oficial se pusieron en venta las unidades. Fue el primer movimiento en el que participó. Destacó como principal líder de las siete unidades que se unieron. “No podemos permitir que estos canallas quieran vendernos las unidades en las que vivimos, compañeros. Nos harán daño. Es una paradoja. Viviendo en renta tenemos mucho más que comprando la casa. Ahora pagamos una renta simbólica pero cuando seamos dueños de la casa, toda la responsabilidad caerá sobre nosotros: predial, agua, servicio, además del pago de la casa misma. No permitamos estos atropellos a los logros de la clase trabajadora”, era el discurso con el que agitaba a los vecinos.
En el momento en que hace ese relato por enésima ocasión, recibe una llamada telefónica. Maneja. Vuelve a ser un tal Silvano, líder del PT en Tlaxcala.
–Silvano, ahí vamos, cabrón, hechos la madre. Me dijiste que a las dos y media, ¿no? Llego porque llego, güey. Ajá. Si no, entretienes a la gente un poquito. Ya falta menos. Lo que pasa es que salimos tarde. El evento se retrasó. Yo manejo rápido y le estoy pisando más. Bueno, allí te vemos – dice, y suelta el iPhone que trae.
Sólo puede usar las redes sociales cuando está en un sitio con conexión gratuita, intercambiar comentarios con sus 150 mil seguidores y escribir ocurrencias como: “adobabes, el agua está heladísima”, “ayooooos ya me voy a dormir” o “la gente piensa que los que más se le ve es la ropa. El auto, la casa. Naa, lo que más se le ve es lo que lee”.
Antes del 88, partidos de izquierda lo invitaron a afiliarse pero rechazó la oferta. Hasta que hubo una fisura en el PRI con la salida del ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas y Porfirio Muñoz Ledo, vio que se abría una posibilidad para lograr un cambio en el país. Se sumó al movimiento y acabó registrándose en el PRD.
V
No es un secreto que Andrés Manuel marcó distancia de Fernández Noroña aunque él haya sido uno de los más empecinados defensores del proyecto de López Obrador. Para dignificarlo junto con Mario Di Constanzo y Jaime Cárdenas, se rompió la cara más de tres años –así lo cuenta– en el Congreso. Al grado tal que hasta sus compañeros del PT decían a sus espaldas que estaba chiflado.
–La izquierda se dividió después de 2006 –se le dice. Toma con prudencia el comentario.
–No. Eso no es cierto, no.
–¿Y “Los Chuchos” [la corriente que encabezan Jesús Zambrano y Jesús Ortega]?
–Eso es otra cosa.
–Yo vi a Jesús Ortega encabezando la Bolsa Mexicana de Valores…
–Que no se pusieran de acuerdo, o tenían discusiones, sí. ¿Veías a “Los Chuchos” con Calderón?
–Recuerdo a Ruth Zavaleta reuniéndose con el finado Juan Camilo Mouriño y después a López Obrador, gritando que ella se había dejado agarrar la pierna. ¿Y ahora dónde está Ruth? En el partido del Niño Verde –se le recuerda.
–Pues sí. Yo era vocero del PRD y le caían madrazos porque estaba rompiendo un acuerdo unánime del Congreso Nacional del PRD, que nunca se modificó.
–…Entonces siendo Zavaleta una fuerte aliada de “Los Chuchos”, y presidenta de la Cámara de Diputados, y Juan Camilo el número dos de la Presidencia. ¿Qué otra foto quería? Y eso fue lo que supimos en público.
–Enséñame una foto de Ruth Zavaleta con Calderón –responde.
Fernández Noroña no acepta que el desmembramiento de la izquierda empezó justo después de las elecciones de 2006.
Pero poco a poco se fueron yendo como Ruth Zavaleta, René Arce o Víctor Hugo Círigo, líderes de peso en el DF. Tampoco acepta que esos pleitos de cantina en el PRD pesaron en el ánimo del electorado, según algunas encuestas de opinión pública, para los procesos siguientes. Eso se notó en el proceso electoral intermedio de 2009, donde el PRD cayó a tercera fuerza en el Congreso y Peña Nieto ya había surgido como un hombre carismático y popular en el PRI.
–Electoralmente, hasta el 2015 iremos divididos. PRD por un lado, Movimiento Ciudadano y PT por otro –dice, ahora alterado.
De las seis horas de conversación, es el momento más crítico. Le fastidian de sobremanera las preguntas.
–Ese discurso de que la izquierda sí divide. ¡Ni madre! Hoy tenemos un proceso muy complicado, pero te lo firmo ahorita: si en 2018 no cambian las cosas, en la izquierda iremos unidos –agrega.
–¿Usted no ve como división la ruptura de López Obrador con “Los Chuchos”, y que eso ha favorecido al PRI? –se le pregunta.
–Te vuelvo a decir: Hablas de [una] división que no había. No la hubo en 2006, no la hubo en 2012, no la hubo. Y es evidente que iremos juntos en el 2018 porque después de la madriza que nos pongan en el 2015, al ir cada quien por un lado, pues seríamos muy tontos si no nos unimos. Y te digo más: si no surge un liderazgo más fuerte que el de Andrés Manuel en estos años, el candidato va a ser Andrés Manuel y no traigo buena relación con él, pero las cosas como son.
Fernández Noroña está realmente sulfurado.
VI
La camioneta cruza la segunda caseta, rumbo a Huamantla.
–Señorita, ¿Dónde hay una gasolinera?– pregunta a la cajera de cuota.
–A dos kilómetros, señor.
Estaciona su camioneta frente a una bomba de gasolina. Mientras le pone freno de mano, una chica de sonrisa angelical y metida en un overol de Pemex le pregunta:
–¿Tanque lleno, señor?
–Hola ¿Cómo está? –contesta.
El político de izquierda contesta que sí, pero que “ahí le encarga” porque ha bebido una botella de agua mineral Perrier y necesita ir al sanitario. En la puerta de entrada del wc de la gasolinera, un hombre moreno de bigote con la actitud de custodio está detrás de una especie de mostrador sobre la que hay un cerro de rollitos de papel higiénico que va enredando entre sus dedos. Un letrero que pende de un muro a sus espaldas dice: “Entrada tres pesos”. Él se da la vuelta, aparentemente a buscar monedas en la bolsa de su pantalón, pero no. Lo que hizo fue maldecir esa política mercantil.
–Estos hijos de la chingada. ¿Qué les pasa? –se regresa al wc y se mete directo–. No te voy a pagar, mano. Estoy cargando gasolina.
–Está bien– dice el dependiente como resignado. Se queda con la mano estirada.
Dos personas que vienen saliendo del mingitorio secándose las manos se alebrestan al reconocer al hombre de la camisa verde con cuadritos blancos que acaba de entrar.
–Tiene razón Fernández Noroña. ¿Nosotros por qué pagamos?
–Por pendejos –responde el otro.
Y se echan a reír.
VII
–¿Por qué no hay buena relación con Andrés Manuel?
–No bueno, eso se lo tienes que preguntar a él. Eso no me lo tienes que preguntar a mí –responde malhumorado otra vez.
Da señales de que la entrevista no le está viniendo del todo bien.
–Acaba de decir que no trae buena relación con él –se le recuerda.
–Eso tienes que preguntárselo a él. Cualquier especulación mía es incorrecta. Ese es un problema de él. A mí me tienes qué preguntar ‘por qué lo vas a seguir apoyando’, ‘por qué sigues en la lucha’. Eso puedo responder –propone.
–En la Cámara usted se la jugaba por él. ¿o no?
– Yo no tengo que responder por actos de otro.
–¿Cuándo fue la última vez que lo vio?
–No, tiene mucho. Casi no platicaba además.
–¿Por qué lo sigue apoyando?
–Por congruencia. No es un tema personal. Si él se equivoca ese es su problema. En este momento no hay un líder más fuerte que él. ¿Hay alguien que pueda ser más fuerte que él? No. En lo que comparto, en lo que no, no. No ando, por ejemplo, llamando a formar Morena. Pero eso no quiere decir que no lo vaya apoyar. Hay que pensar en una transformación verdadera de país, no en el interés personal.
–Los resultados de las encuestas internas del PRD empataron su aceptación con la de Marcelo Ebrard –se le recuerda.
Y vendrá el momento más álgido de la conversación.
–Esas son mamadas. A Andrés Manuel sólo se le puede rebasar por la izquierda, no por el centro ni la derecha –asegura, mientras la velocidad con que maneja alcanza los 200 kilómetros por hora.
Otra vez una llamada interrumpe.
“Es Seferino. ‘Ya estoy cerca. Voy hecho la chingada, cabrón. Aguántame’”, dice.
La hora que marca el reloj son dos con veinte minutos y el mitin está a nada de empezar.
Preguntarle sobre otras deserciones de viejos aliados de López Obrador como la de Mario Di Constanzo, su ex compañero de bancada, le irrita.
“Siempre han existido los traidores, hombre”, dice seco. “También se vienen los del PRI para acá. ¿Y eso qué? ¿Cambia las cosas? A lo mejor pierden una elecciones en un municipio, en un estado, pero en la lucha final hasta acaban haciéndote un bien llevándose a esa gente…”
***
–¿Usted es de los que cree que “Los Chuchos” son traidores?
–División. A “Los Chuchos” los acusan de traición y de haberse vendido. Yo lo matizó: la cúpula del PRD que ya no son solamente “Los Chuchos”: es toda la cúpula; yo no he oído a nadie que diga: ‘A ver eso del Pacto por México no, esta reforma tampoco’. No es traición: es colaboracionismo.
–¿Qué papel juegan en la izquierda “Los Chuchos”?
–Están con el PRI en el Pacto. Están con el PAN enfrentando al PRI en alianza en los estados. No se venden; nomás se rentan. Dan la espalda al pueblo y a las posiciones de la izquierda, eso es real. Y eso, acompañado con la manipulación de los medios, juega una situación muy delicada.
Fernández Noroña contesta mientras toca el claxon, porque la circulación parece ir a vuelta de rueda.
–Hablemos de la corrupción en la izquierda.
–Es incorrecto que se lo apliques a la izquierda. O sea, lo que pasa que es incorrecto que tú se lo apliques a la izquierda, si tú me hablas de que hay corrupción en el país y que el sistema político está corrompido. Me niego a aceptar que la corrupción sólo se miré en la izquierda. ¿O sea que el PRI al ser corrupto es consecuente?
VIII
Mientras llega a Huamantla y busca estacionamiento, es fácil recordar que aquél joven que defendió las unidades de Tlalnepantla es ahora un hombre culto, buen conversador. Pero es un testarudo para sacarle anécdotas.
No se logra fácilmente que dé recuerdos que lo hayan marcado. Cuando se le pregunta, por ejemplo, qué historias tiene de su abuela, sólo se encuentra como respuesta puras generalidades. “Hay muchas”, dice, mientras se rasca la nariz. Se le insiste en que diga una. Y sigue sin decir nada.
“Es como un gran amor que hayas tenido: te acuerdas de todo. Hasta si ves una montaña recuerdas el momento en que viste una con ella por primera vez, y te encantaba”, dice mientras contempla a través del parabrisas hacía el valle de Tlaxcala.
No hay modo de sacar detalles de su vida.
Está contento con las redes sociales, a las que ve como un aliado. “Pero son como unas pinzas: si eres pendejo, las pinzas no saben hacer nada solitas”.
Antes de que se suba al templete se le pregunta si trabajaría con Morena. Mueve los hombros. “Lo pensaría”, dice. “Depende. ¿Cómo y para qué?”. De lo que sí está seguro es de que no ha pensado trabajar en ningún gobierno.
En ese momento llega a recibirlo el famoso Silvano, el que le había estado marque y marque al celular. Es un tipo morenito, bajito de pelos necios, que camina como pato con los pies hacía afuera y tiene cierta tartamudez.
“¡Con ustedes, Gerardo Fernández Noroña!”, dice el maestro de ceremonias en el salón de banquetes El Tejado, donde unas 300 personas ya sólo lo esperaban antes de comer arroz y mixiotes de res.
Su singular recorrido por Tlaxcala y Puebla es otra historia que habría que contar.
Pero allá arriba, desde el templete y junto a la candidata Lupita Lozada, seguirá despotricando contra la reforma petrolera con su folclórico lenguaje y la gente lo recibirá bien.
Ríen por el sentido del humor con que les plantea la tragedia que se vendría en caso de aprobarse la reforma de Peña Nieto.