¿Es conveniente que el problema del Distrito Federal no sea de cárteles sino de pandillas, como ha intentado establecer el Gobierno capitalino tras la desaparición de una docena de personas en un bar, una ejecución afuera de otro y la masacre en un gimnasio? Quizá no. Decididamente no, si se atiende al fenómeno de pandillas en Estados Unidos, país que ha estudiado con amplitud esta forma de organización criminal y en donde han evolucionado hasta convertirse en el principal engranaje de distribución de drogas al menudeo en todas las ciudades. § Existen al respecto varias conclusiones. Una de las principales es que las pandillas mantienen poderosos nexos comerciales con los capos, principalmente mexicanos. Otra es que las gangs han evolucionado y sus actividades no se reducen al asesinato de antagonistas raciales dentro de las prisiones. Hoy, las pandillas tratan mujeres, esclavizan migrantes, extorsionan, secuestran, defraudan a gran escala, lavan dinero…
Ciudad de México, 18 de junio (SinEmbargo).– ¿En qué se parecen la Ciudad de México y Chicago?
En que ambas son las únicas dos ciudades del mundo con presencia de los principales siete cárteles mexicanos.
Un diagnóstico confidencial elaborado en 2010 por el Centro de Inteligencia Nacional contra las Drogas –National Drug Intelligence Center (NDIC)– del que SinEmbargo posee copia evalúa, “con gran confianza”, que las organizaciones mexicanas operan al menos en 1 mil 286 ciudades en las nueve regiones divisorias de EU para efectos de la Fuerza de Tarea y Aplicación Contra las Drogas del Crimen Organizado, otra multiagencia de seguridad de ése país.
El documento muestra mediante cuadros y mapas las zonas de influencia de las principales agrupaciones del crimen organizado en México. Las empresas criminales mexicanas operan, sin excepción, en todos los Estados Unidos. Y permite concluir, en comparación con otro informe, este elaborado por el Servicio de Investigación del Congreso estadounidense, que sólo en Chicago y la región centro de México, incluida la gran Ciudad de México –Distrito Federal y zona conurbada del Estado de México–, todos los cárteles, por sí mismos, tienen presencia.
Tras la reciente desaparición de 12 personas de un antro de la Zona Rosa, la ejecución de cuatro hombres en el barrio de Tepito y el asesinato de otro más en otro bar de la Condesa.
En el primer momento de la crisis, la autoridad local calificó los hechos como asuntos “focalizados”, luego admitió la relación entre los tres hechos que, nuevamente, los presenta como hechos aislados.
Es “un brote de violencia de algunas pandillas”, resolvió Mancera en entrevista con Carlos Loret de Mola en Televisa el pasado 7 de junio ante la insistencia de algunos medios de comunicación, analistas y oposición política insisten en que los eventos muestran un reacomodo o la simple evidencia de la operación de los grandes grupos del crimen organizado en la capital. Mancera insiste en que no, que el Distrito Federal no trabaja uno sólo de los cárteles.
La aclaración de que los cárteles estén presentes por sí mismos en Chicago es pertinente luego de que el Gobierno del DF redujera la dimensión del problema a la ausencia der cárteles, pero existencia de pandillas, porque tanto en la ciudad de Illinois como en la capital mexicana existen tanto las grandes organizaciones como las más engrasadas maquinarias de contrabando de drogas y armas: las pandillas.
¿Es necesariamente una buena noticia que la ciudad tenga un problema de pandillas y no de cárteles? En la admisión de que unas y otros guardan relación a través de la venta minorista de drogas se puede remitir al fenómeno de esa misma conexión entre las grandes organizaciones y las bandas locales en Estados Unidos.
El tema es parte de la agenda dominante del gobierno de ese país, el de "las amenazas a la seguridad nacional".
El ejército de reserva en las pandillas de Estados Unidos es un bien inagotable para las mafias mexicanas, pero también, aunque sea en menor medida, para las enraizadas en Asia, Europa del Este y África, algunas de este último continente con abiertas simpatías a movimientos musulmanes considerados como terroristas.
El número parece erróneo, pero no lo es: alrededor de 33 mil pandillas nacionales y locales integran 1.4 millones de miembros. ¿Son muchos en el contexto poblacional estadounidense? Sólo 39 de las 366 zonas metropolitanas enlistadas por la autoridad demográfica tienen mayor población total. Por ejemplo, Buffalo, Honolulu o Nueva Orleans tienen menos habitantes que milicianos las clicas.
El Centro Nacional de Inteligencia sobre las Pandillas (NGIC, por sus siglas en inglés) fusiona información de varias agencias locales, estatales y federales estadounidenses y de otros países, incluidos México y Canadá. Participan en dotación de datos su análisis y uso de los mismos el Departamento de Defensa; la DEA; el FBI; el Buró de Alcohol, Tabaco y Armas, y el Servicio de Inmigración y Control de Aduanas, entre varias otras. El enfoque considera, principalmente, aspectos de crecimiento, migración y actividad criminal de las bandas.
Cada año, el Centro actualiza y presenta el informe Diagnóstico de la Amenaza Nacional de las Pandillas. Una versión se difunde públicamente y otra más completa o “sensible” queda reservada para instancias de justicia. SinEmbargo posee el informe confidencial elaborado en 2011.
El estudio sobre el lazo entre cárteles y clicas muestra la consolidación de las bandas de origen latino –peno no sólo estas, las somalíes y chinas también repuntan– y cómo los cárteles mexicanos avanzan a la conquista delictiva de Estados Unidos a través suyo. Y cómo las agrupaciones existentes hoy están a años luz del modelo popularizado –y luego imitado en México– por la película Guerreros (1979, Walter Hill). Los jóvenes cavernícolas tatuados y dedicados a golpearse con brutalidad, pero sorprendidos cuando alguien dispara un arma de fuego son ahora hombres de negocios tatuados participan en delitos de cuello blanco desde su diseño, trafican lanza cohetes entre fronteras, utilizan tecnología de punta y son propietarias de la mayor parte del negocio de las drogas a granel en el país más adicto del mundo, el suyo, del que han salido con sus identidades de barrio y crimen hasta Australia.
Cuando el Jefe de Gobierno y el Procurador del DF refieren la existencia de “pandillas”, ¿lo hace de acuerdo a la idea de bandas armadas con cadenas y picahielos que sostenían peleas multitudinarias en las barrancas de la delegación Álvaro Obregón y en Ciudad Neza? ¿Habla de Los Panchitos y de los Sex Greñas?
La Comisión de Derechos Humanos del DF ha pedido a las autoridades locales la aclaración de la referencia. La posición es que la simple etiqueta impone un estigma. Los funcionarios de la administración de Mancera han referido la existencia de un conflicto entre “Los Tepis” y “La Unión” para explicar el levantón de 12 personas en un bar que funcionaba fuera de horario de la Zona Rosa.
Pero nadie aclara qué elementos de identidad poseen, desde cuándo existen, cuántos miembros las componen. En la Ciudad de México no existe un estudio detallado, extenso ni actualizado sobre las pandillas.
¿Puede considerar el GDF que este fenómeno en la capital mexicana puede tender hacia las formas en que el hecho social existe en Estados Unidos?
Quizá un hecho dé la respuesta. El pasado lunes, el Secretario de Seguridad Pública del DF, Jesús Rodríguez Almeida, solicitó al embajador de Estados Unidos en México, Earl Anthony Wayne, ayuda para la creación de un grupo para la atención de pandillas.
Según el NDIC, en algunas regiones de Estados Unidos, la relación de crímenes y violencia y las pandillas supera el 48 por ciento. En algunos estados este lazo representa al menos el 90 por ciento de la actividad ilícita. Es el caso de porciones en Arizona, California, Colorado, Massachusetts, Oklahoma y Texas.
Y también Illinois, cuya capital, Chicago, es, como el DF, tierra de todos los cárteles y de varias pandillas.
Las bandas callejeras, según el mismo reporte, están involucradas en asaltos, extorsión, homicidio, tiroteos, robo a casa habitación, trata con fines sexuales, tráfico humano, secuestro y, por supuesto, tráfico de armas y drogas. Pero también realizan actividades que no dependen de la capacidad de desplegar violencia. Las pandillas también realizan complejos fraudes fiscales a través de la red o lavan dinero.
¿Tiene similitud la lista con todos los ilícitos que se les atribuyen a los miembros de medio y bajo nivel de los cárteles en los estados del norte mexicano?
Al menos el 36 por ciento de las corporaciones policíacas estadounidenses consideran que las bandas en sus jurisdicciones guardan relación con alguno de los siete cárteles que tienen clasificados como “organizaciones mexicanas del tráfico de drogas”.
¿Cómo va la liga entre organizaciones criminales trasnacionales y pandillas estadounidenses?
Algo más: en Estados Unidos, según la oficina creada específicamente para dar seguimiento a las agrupaciones, se tiene una certeza: las bandas mantienen autonomía, pero condiciones relaciones comerciales con los cárteles, no sólo los mexicanos.
En 2010, miembros de la Aryan Brotherhood –AB, supremacistas blancos– y la Mexican Mafia o Eme –nacionalistas chicanos– firmaron un armisticio ante los enviados de Joaquín El Chapo Guzmán Loera. Los blancos con sus suásticas y los cafés con sus manos negras esqueléticas tatuadas convinieron, por vez primera, contrabandear juntos y en calma drogas al interior de las cárceles de California, pasar armas hacia el sur, robar autos en las calles e intimidar rivales de los gánsteres mexicanos.
Acérrimos rivales dentro de las prisiones, donde nacieron unos y otros, caucásicos protestantes y latinos católicos –en este submundo la religión también justifica el odio– mostraban que lo primero es el dinero.
Y los cárteles mexicanos lo tienen a raudales.
Las asociaciones más consistentes entre las grandes organizaciones del crimen organizado y bandas menos estructuradas están detectadas en California y Texas. Pero no sólo existen ahí. Los nexos son evidentes en los 50 estados de la Unión Americana –incluidos Alaska y Hawaii–, el Distrito de Columbia y Puerto Rico. La industria conjunta trasciende el continente, en especial donde EU posee bases militares.
Si los cárteles mexicanos son el corazón que bombea las drogas a todo Estados Unidos, las pandillas son las arterias por las que circulan cocaína, heroína, marihuana y metanfetaminas, las principales sustancias de adicción de ese organismo. Las gangs no sólo son el mejor aparato de distribución mano en mano de las sustancias, sino también facilitan su almacenaje, prestan servicios de seguridad y almacenaje y participan cada vez más en tareas de transporte.
Los convenios son más difusos allá que aquí. Las lealtades funcionan de otra manera a uno y otro lado de la frontera, quizá por la imposibilidad de ajustar cuentas en Estados Unidos como se ajustan en México.
De esta manera, cuando la DEA conoció la existencia de un negocio de cocaína y armas entre Los Zetas, el grupo del narco más sangriento de México, y la Aryan Brotherhood en Texas –sin menoscabo de sus negocios con Sinaloa– sólo confirmó la inexorable expansión y ocupación de las empresas criminales mexicanas hacia el territorio estadounidense apoyadas por sus propios ciudadanos.
“Las pandillas basadas en Estados Unidos han establecido fuertes relaciones de trabajo con organizaciones de las drogas mexicanas (…) están organizando grupos criminales en algunas regiones y estableciendo redes de tráfico de drogas”.
En su distribución geográfica, las clicas se esparcen sobre suburbios y pueblos de granjeros para acrecentar los mercados de la droga, establecer alianzas y alistar nuevos adeptos. Esto ha funcionado y los 1.4 millones de integrantes estimados oficialmente en 2011 representan cerca del doble de los calculados apenas cinco años atrás. Y, para la NGIC, el crecimiento está relacionado directamente con la posibilidad de hacer negocios con las grandes organizaciones de enervantes.
Las pandillas que habían iniciado acuerdos en Centro América y México ahora amplían su fuerza en Estados Unidos. Los Sureños –banda que desde las penitenciarías controla y se nutre de la Mara Salvatrucha (MS-13), 18th Street y Florencia 13, entre otras– vive una expansión más veloz que otras organizaciones similares desde hace tres años en California, Nevada y Oregon, entre varios otros. En el contexto estadounidense y según el documento, los Sureños rinden tributo a La Mexican Mafia o Eme, una pandilla de prisión que mantiene un sólido acuerdo con el Cártel de Sinaloa. Así que el principal beneficiario de la propagación sureña es Joaquín El Chapo Guzmán. Pero no el único. Algunos Sureños trabajan en alianza con Los Zetas, por citar dos casos, en el condado de Santa Clara, California, y Greenwood, Carolina del Sur.
Los mismo pasa con los Norteños, también originarios de los reclusorios y rivales mortales de los Sureños. La frontera entre una y otra identidad está en Delano, California. Con menor fortuna que sus enemigos, los Norteños también arrendan sus capacidades a los mayoristas mexicanos.
“El control de las bandas de la venta de drogas al detalle representa una seria amenaza a la seguridad pública y a la estabilidad de la mayoría de las ciudades grandes y muchas medianas, porque la distribución está rutinariamente relacionada con violencia letal”, se lee en el diagnóstico.
Las pandillas estadounidenses pueden ser mínimas y contar un par de docenas de miembros que merodean por un solo condado. Y las hay de 20 mil integrantes, como los Bloods, una agrupación afroamericana con penetración en decenas de ciudades y también intermediaria de los cárteles mexicanos.
Aquí vale la pena apuntar algo: las lealtades están basadas en el negocio y no en alguna jefatura política. Una misma clica, como la Aryan Brotherhood, según las incautaciones hechas de cocaína, compra tanto al Cártel de Sinaloa como al de Los Zetas, lo que se supondría inconcebible sin una oleada de decapitaciones en la Comarca Lagunera, por ejemplo.
En Tepito, como publicó ayer SinEmbargo, las “tienditas” se abastecen de drogas ilícitas, particularmente cocaína y cocaína, de grandes agrupaciones, pero sin que estas decidan el funcionamiento del narcomenudeo en el Barrio Bravo.
Al igual que los cárteles, las pandillas –se entendería que también en el DF si es cierta la versión sobre lo ocurrido en After Heaven– han logrado expandir sus actividades en más de un país.
Gentes de Barrio Azteca, la MS-13 y otros Sureños han emprendido viajes desde California, Colorado, Georgia y Texas hacia México con autos cargados de dinero y armas. La constancia de esto es la detención de varios embarques con dirección al sur.
Grupos callejeros y carcelarios a lo largo de la frontera suroeste han asistido a las empresas mexicanas de las drogas en levantones perpetrados en Estados Unidos. Las personas plagiadas han sido entregadas a escuadrones de los cárteles en México. No son pocas las bandas que participan en estas cacerías humanas. El reporte señala a Calle Treinta, de San Diego; Mexican Mafia de Arizona; Barrio Azteca, Texas Syndicate, Tri-City Bombers y Tango Blast de Texas.
Las pandillas también mueven dinero. En Denver, los Untouchables convinieron el traslado de medio millón de dólares hacia Juárez.
Hacen compra-venta de protección. La Border Brothers, al servicio de distintos cárteles, proveyó de fuertes cantidades de drogas a varias clicas hispanas en California y Nevada a cambio de no interferir en las operaciones de sus clientes.
El FBI descubrió un acercamiento entre la Mexican Mafia y Los Zetas en que estos pidieron refuerzo contra el Cártel del Golfo. Algo más querían los ex militares: armas ligeras, granadas y lanza cohetes. Por separado, Tango Blast –texana de origen hispano– traficó rifles de asalto AK-47 de Houston a Laredo para intercambiarlos por marihuana y cocaína con Los Zetas. Este tipo de acuerdos son verdaderamente frecuentes. Las drogas son tan accesibles para los mexicanos como las armas para los estadounidenses.
La misma Eme tiene algunos de sus miembros operando en San Diego para el Cártel de Tijuana –cuya existencia no es puesta por el gobierno estadounidense como sí lo es por el mexicano– para la compra de grandes cantidades de cocaína y marihuana y su distribución en todo el sur de California.
Los convenios han cobrado vidas de funcionarios estadounidenses. En julio de 2010, miembros de Barrio Azteca asesinaron un empleado del Consulado de Estados Unidos en Juárez y a su esposa. Dispararon contratados por el cártel gobernante de esa ciudad hoy en manos de Vicente Carrillo Fuentes.
La colaboración entre bandas y cárteles mexicanos ha alterado la dinámica del mercado de las drogas. Las pandillas norteamericanas, que tradicionalmente fungían como el último escalafón en la cadena de distribución de narcóticos, negocian ahora directamente con las grandes organizaciones eliminando intermediarios. Es, para unos y otros, una empresa más eficiente y lucrativa: 1.4 millones de dealers y compradores de armas activos o potenciales. *