LOS HALCONES: HÉROES QUE VENCEN EL FUEGO

06/05/2013 - 12:00 am

Como gnomos en el bosque, los integrantes del Grupo Halcón, sin apoyos oficiales ni equipo de seguridad, se juegan la vida apagando incendios. Su tarea es respetada por todos, aunque las autoridades se cuelguen sus medallas.

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Tepoztlán, 6 de mayo (SinEmbargo).– A Fermín Villamil Romero lo interrumpe un ruido sórdido, muy fuerte, de una explosión proveniente de la parte norte de donde se realiza la entrevista. Fue un eco, aclara después, porque en realidad la piedra que tronó al calentarse estaba al lado opuesto, en el sur. Luego se escucha una pequeña avalancha de arena y piedras que caen de la parte alta. Fermín, de 45 años, mira hacia arriba con cierto dejo de espanto y precaución. Todos quedan en silencio por varios segundos, mirándose, descifrando desde el oído la complejidad de la naturaleza del fuego. Podría ocurrir un desprendimiento de tierra, otra explosión, la caída de un árbol, una lluvia incandescente.

Silencio, pide, mientras se lleva el índice a la boca para callar a todos. Y con esa seña todo el ambiente de cigarras, pájaros y crujidos dejan de emitir ruidos. Quienes permanecen allí están conectados en la misma frecuencia de alerta. Todo se contiene en un largo silencio de dos, tres, cuatro, cinco segundos. “No es nada”, dice aliviado con una prolongada exhalación el jefe del histórico Grupo Halcón, dedicados a combatir incendios forestales desde hace casi 30 años, sin apoyo oficial y sin equipo de seguridad adecuado. Han luchado contra un enorme incendio en el Cerro del Hombre, a un costado del emblemático Tepozteco, en Morelos, por tres días y tres noches, sin descanso y con apenas algunas horas para dormir.

POR AMOR A LA NATURALEZA

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Fermín Villamil Robero, líder del grupo Halcón. Foto: Édgar Félix

Las llamas no esperan, marchan avivadas al ritmo del viento: consumen todo a su paso y convierten a las piedras en bombas de tiempo. En explosivos muy peligrosos. Como pisar una mina. Pero El Tepozteco estuvo a tres machetazos de quemarse, de no ser por estos héroes del fuego que pelearon en la línea roja, en la zona de combate. Salvaron la honra de las “zonas protegidas” de las que tanto alardean las instituciones federales, como la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat) y los gobiernos estatales, y lo hicieron sin un peso, sin un centavo, proveniente del erario, sólo “por amor a la naturaleza”.

La orografía de los cerros El Hombre y El Tepozteco es vertical. Árboles, arbustos y piedras penden como adornos de la caras frontales que conforman el imponente cerro Del Hombre. De aquí, Fermín Villamil dirigió desde su radio de comunicación a decenas de personas. Ordenó donde tendrían que descargarse los golpes antillamas de mil 200 litros de agua aventados desde el helicóptero de la Semarnat, y junto con sus hijas Claudia y Clara, coordinaron a varios grupos de soldados del Ejécito mexicano para abrir zanjas y callejones, mediante técnicas de contrafuego, para evitar la propagación del incendio.

Fueron más de 60 horas de lucha intensa, a fuerza de palazos, corretizas entre llamas, quemadas de píes, de rendirse por segundos ante la falta de oxígeno y caer al suelo para inhalar una bocanada de aire caliente para salvar la vida, de soportar un calor delirante, insoportable, que al final redituó en una batalla ganada al peor incendio forestal que recuerden y del que se colgaron laureles el secretario de Medio Ambiente y Recursos Naturales, Juan José Guerra Abud, y el Gobernador del estado de Morelos, Graco Ramírez Garrido Abreu, durante una gira que realizaron a la zona “del desastre” en abril pasado, quienes en una conferencia de prensa anunciaron que “se sancionará a quienes prendan fuego a los bosques; todo el peso de la ley para ellos”.

Cuatro días antes de la conferencia del Secretario y el Gobernador, vecinos del cerro Del Hombre habían aprehendido a tres jóvenes por ser presuntamente responsables del incendio, pero las gestiones del síndico Porfirio Luna Cedillo, permitieron que los acusados fueran puestos en libertad algunas horas después porque “no hubo pruebas”, a pesar de que los captores estuvieron a punto de lincharlos porque habían visto cómo prendieron fuego a la pradera. “¡Son chingaderas!”, truena el joven Carlos Martínez Juárez, del Grupo Juvenil en Defensa de Tezpotlán, cuando se enteró de la liberación. Este grupo, lleva también varios días combatiendo distintos incendios en la región, sin apoyo oficial. Tal vez no tan articulados y con la experiencia del Grupo Halcón, pero sí organizando colectas de equipo, medicamentos, alimentos, herramientas, etcétera, que luego entregan a las cuadrillas.

FALTA DE APOYO DE LAS AUTORIDADES

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Desde Tepoztlán, Morelos, se observa un helicóptero arrojando agua en el incendio del cerro Del Hombre. Foto: Édgar Félix.

Hasta un pelotón de 12 soldados llevaron en sus vehículos particulares a las zonas del desastre ambiental, luego de que a los militares les negaron el traslado en la Presidencia Municipal de Tepoztlán. Son como aguerridas hormigas que hacen girar el engranaje. Nadie los coordina, pero saben qué hacer, qué llevar, donde faltan refuerzos. Una especie de instinto de protección. Se mantienen informados en esta época de estiaje vía Facebook y Twitter. Sus mejores aliados.

En el campo deportivo, donde el helicóptero irrumpe cada 15 ó 20 minutos para abastecer la bolsa de agua que luego arrojará, metido desde hace horas en una fresca habitación, que se encuentra en segundo piso frente a la cancha de futbol, el Alcalde Francisco Navarrete asegura que han apoyado al Grupo Halcón con equipo, agua, comida y pilas, así como a varios grupos civiles con 5 mil pesos por mes. Son 12, cuenta, seis de protección ambiental y seis grupos civiles.

¿Usted está en contacto directo con el grupo Halcón, quienes están al frente de la batalla en el terreno del incendio?–, le preguntamos al presidente Navarrete.

“Sí, claro”, contesta sin dejar de ver a los ojos.

Pero a Fermín Villamil le cambia el rostro de tranquilidad a un entrecejo de enojo cuando se entera de lo que dice el animado Alcalde Navarrete:

frase01okAdemás, el titular de la Semarnat presumió que se “están bajando” más recursos para apoyar a los grupos civiles de ayuda. Igualmente el Gobernador Graco Ramírez dijo a este diario digital que llevan más de 2 millones de pesos ejercidos en el combate de estos incendios. Ni el Grupo Halcón ni otros grupos civiles que combatieron los incendios saben algo de estos apoyos, de comida, de las aportaciones. Nada.

SABER DÓNDE ATACAR

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Esta temporada de incendios forestales ha sido de las más intensas. Foto: Édgar Félix.

Entre el cerro Del hombre y la cordillera de El Tezpoteco hay una enorme cantidad de “caminos reales”. Rutas que trazaron, desde la época prehispánica, los habitantes aborígenes de esta región y que conocen a la perfección los del grupo Halcón y algunos del Grupo Juvenil en Defensa de Tepoztlán.

Saben que por estas veredas pueden hacer, caminando, dos horas al Distrito Federal, o en rutas que normalmente llevan más de una hora, llegar en menos de 15 minutos. Son rutas directas que utilizaban los pueblos antiguos y que ahora aprovechan estos grupos para combatir incendios. ¿Quién no ha durado más de dos horas en subir a El Tepozteco? Ellos no. Entran por rutas que, además de fáciles, son muy rápidas. Esto, de saber por dónde entrar, y la estrategia de saber por dónde atacar, significan la diferencia entre ganar o perder la batalla de un incendio devastador como el que comenzó el viernes 12 de abril y que se propagó rápidamente hacia otros lugares.

En un incendio forestal hay tres cosas que temen los del Grupo Halcón: la primera y la más grave, es el cambio de dirección del viento. “Hace un mes –24 de febrero– uno de nuestros compañeros quedó atrapado por el fuego; afortunadamente salvó su vida porque supimos actuar rápido, pero está muy grave, con quemaduras en todo el cuerpo”.

La otra, son las pequeñas espinas de la zarzamora y una yerba llamada uña de gato que aniquilan, prácticamente, a sus víctimas por el intenso dolor que provocan. Y, por supuesto, el estallido de piedras, la caída de éstas o los derrumbes. “Imagínese, y muchos de nosotros ni a casco llegamos”, dice Juan Miguel Ortiz Rivera, mientras muestra su machete y se acomoda un frágil tapabocas que sólo le sirve de consuelo en un incendio. Además, de las constantes intoxicaciones por humo, debido a la falta de mascarilla, lo más común son las quemaduras en los pies con material incandescente pues carecen de calzado apropiado para ello.

De enero a la fecha el Grupo Halcón lleva poco más de 30 incendios sofocados. Han terminado con el ocurrido en el cerro Del Hombre y ya se trasladan hacia Tlalnepantla, Estado de México, donde les han avisado, personas de las comunidades, que las llamas se han vuelto incontrolables. El titular de la Semarnat anunció aquél día, también, que estarán con todo el presupuesto combatiendo el fuego que amenaza con brincar al Distrito Federal.

APAGAR FUEGO HASTA CON LAS UÑAS

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Estos días han amanecido con una espesa bruma y un olor intenso de madera quemada que se impregna en la ropa, estés donde estés. El Grupo Halcón y el grupo de jóvenes no han dormido, prácticamente, durante tres días. Se han quedado donde “los agarra la noche”. En sus mochilas traen lo necesario para subsistir en esas difíciles situaciones: algunas tortas de frijoles y huevo que son su alimento diario, agua, lámpara, un machete que cuelgan en la espalda, palas y rastrillos en cada mano. Las carencias son extremas como la actividad que realizan.

frase02En el trayecto para encontrarlos se encuentran decenas de piedras incandescentes fragmentadas, enormes pedazos de raíz y cortezas de árboles, llanos arrasados por la ceniza. “Hace dos días aquí era una zona de guerra”, dice Martin Díaz Mora, “decenas de animales como ardillas, conejos, víboras, cruzaban hacia zona segura, pero una mayoría fueron alcanzados por el fuego”.

En esta cañada estuvo “a tres machetazos de pasar el fuego a El Tepozteco”. Pende un árbol que fue cortado de alguna de sus ramas y una extensa vereda que contuvo las llamas feroces que evitaron pasara hacia la reserva ecológica de El Tepozteco. “Imagínese, hubiera sido una desgracia ver ese cerro sagrado consumido por el fuego; aunque seguro hubiera salido toda la gente y hasta con las uñas lo apagamos”.

No hay mucha diferencia entre lo que dice Martin Díaz, de apagar “con las uñas” y la forma en que labora ahora. Lo hacen de manera muy precaria. En un incendio cuenta la experiencia, el saber que en poco tiempo, si observamos bien, podría haber cambios de dirección del viento. De conocer qué tan rápido arden las hojas, los árboles, por sus características; de tener el golpe preciso, en el momento indicado y la herramienta para evitar desgracias mayores.

Esa es la fortaleza de este grupo de héroes del fuego. Nadie los llama, están ahí. Aparecen, sin capa, para luego coordinar soldados, voluntarios, instituciones. Menos presupuesto. De este ni saben ni quieren enterarse.

–¿Por qué lo hacen?

Se miran. Sonríen. Fermín Villamil tiene la respuesta de todos. Asienten con la cabeza mientras Fermín explica: “Por amor a la naturaleza. Mi padre me enseñó a apagar fuegos en los bosques y no paro apenas veo el humo a lo lejos”.

Estos hombres y mujeres están hechos de lo que hacen a los héroes. Quienes los conocen los ven con admiración y los escuchan con atención. Han pasado varios voluntarios durante la entrevista y Fermín les dice qué rutas deben revisar o qué hacer: “Vete para San Juan y me avisas”; “en la cañada despeja todo el pasto seco”; “en el paso del viento hay que limpiar”, y así son las órdenes. Por algunos momentos se siente una época de otros tiempos, en otro mundo en el que hay solidaridad y sinergia. El pero no existe ni los imposibles. Así lo hacen saber.

De regreso, después de bajar por más de una hora de ese mundo donde los encontré como gnomos entre el bosque, abordamos el taxi que nos lleva a la central camionera de regreso. A lo lejos se divisa otras fumarolas en cerros contrarios de la zona en que están ahora los Halcones. Sin más, el taxista dice, mientras mira el incendio: “Lo bueno es que ya deben andar los halcones por ahí”. Es como si Superman apareciera para salvar este mundo.

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