Ciudad de México, 13 de marzo (SinEmbargo).- «Mami lo van a matar», dijo un sobrino de Andrés Escobar de 9 años cuando vio a su tío meter un autogol el 22 de Junio de 1994. Era la Copa del Mundo destinada por varios expertos a quedar en manos de Colombia, pero el gol en propia puerta terminaría definiendo su eliminación, así como la vida del defensa 10 días después.
De no ser por aquel error del destino al centro ejecutado por John Harks en el partido ante Estados Unidos (o por alguna anormal razón), hoy cumpliría 46 años el llamado «Caballero de las Canchas», defensa central colombiano que por su intención de dar la cara ante aquella derrota recibió 6 tiros que le arrebataron la vida a los 27 años.
«Hay que ser gallardos en la victoria, pero mucho más en la derrota», consideró el capitán de la apabullante Colombia de Faustino Asprilla, Carlos «Pibe» Valderrama, René Higuita, Freddy Rincón, Leonel Álvarez, y muchos más dirigidos por Pacho Maturana, integrantes de la escuadra que antes del partido clave ante Estados Unidos veían un letrero donde se indicaba que morirían todos los futbolistas si jugaba el volante Barrabás Gómez.
Colombia venía de perder (3-1) ante Rumania, y con el empate o triunfo ante el local hubiera seguido con vida. Su desvío resultó en el primer gol de los estadounidenses, que ampliaron la ventaja al 52 con tanto de Earnie Stewart, haciendo inútil el descuento sudamericano al 90 vía el Adolfo «tren» Valencia. El gran «caballo negro» del certamen caía y dejaba en shock a un pueblo esperanzado.
«Pero por favor, que el respeto se mantenga… Un abrazo fuerte para todos y para decirles que fue una oportunidad y una experiencia fenomenal, rara, que jamás había sentido en mi vida. Hasta pronto porque la vida no termina aquí», escribió el 29 de junio de 1994 en El Tiempo, 3 días antes de que los hechos contradijeran sus palabras.
Todo apuntó a que el fallecimiento del central se debió a una venganza deportiva, pues cárteles colombianos que habían apostado millonarias cantidades culparon al central por sus pérdidas económicas, ese mismo defensa que ahora se necesita ver en video para recordar su seguridad en el manejo del esférico, salida fluida con balón al pie y portador del gafete de capitán tanto en la selección como en su club, Atlético Nacional.
La muerte de Escobar cimbró Colombia. A su funeral acudieron cerca de 120 mil personas; Carlos Valderrama dejó un tiempo el futbol, Faustino Asprilla y «Chonto» Herrera no quisieron más ser convocados a defender la casaca amarilla, y Barrabás Gómez no volvió a pisar una cancha de futbol profesional.
«Era más que un excelente jugador, era la personificación de la cultura, de la rectitud. Estaba ahí en el momento justo a la hora justa», fue la descripción de Maturana sobre el defensa Escobar Saldarriaga, cuya carrera futbolística estaba por detonar tras su próxima estampa en un contrato ofrecido por el AC Milán (desechando una propuesta del futbol mexicano).
El talento de Escobar fue probado desde juvenil cuando fue campeón nacional en 1985 y con la selección Sub-23 en 1987, pero continuó con la primera Copa Libertadores (1989) para un equipo colombiano, y de paso se adjudicó la Copa Interamericana de 1990.
Enfundado en la camiseta de la selección nacional de Colombia jugó en las Copas América de 1987, 1989 y 1993, así como en las eliminatorias para Italia 1990 y Estados Unidos 1994, portando la casaca cafetalera en 49 ocasiones.
Una de las más especiales para él fue el 24 de mayo de 1988, cuando doblegó al portero inglés Peter Shilton en la «catedral» de Wembley. Uno de los inmuebles con más historia del balompié mundial vio como Escobar anotaba su primer gol como profesional, que de paso le dio un empate memorable para el futbol colombiano.