1.
En el Tratado de hechicerías y sortilegios (1553) su autor, fray Andrés de Olmos señalaba que las mujeres eran instrumento del Diablo “porque quieren saber con gran prisa las cosas que suceden en secreto, porque la vida de las mujeres no es de aprender en los libros... por ello quieren aprender al lado del Diablo. Las mujeres se dejan dominar por la ira y el enojo, fácilmente se encolerizan, son celosas, envidiosas; hacen sufrir, imponiendo tormentos a otros quieren aplacar su corazón y anhelan con facilidad que les pase a las gentes cosas tristes y penosas”.
2.
La Santa Hermandad era un cuerpo de seguridad que, durante la época virreinal perseguía salteadores de caminos, asesinos y violadores. Una vez capturados, los delincuentes no tenían derecho a defensa alguna y recibían su castigo in situ. En el caso de violación, “siempre y cuando no fueran mujeres públicas o rameras”, los criminales eran ejecutados con siete saetas.
3.
Durante la guerra de independencia, las mujeres de la vida galante, tuvieron una participación activa a favor de la causa insurgente. Su momento más notable fue durante el sitio de Cuautla (1812). Por las noches, cuando los combates habían amainado, las prostitutas, llamadas “barraganas”, se presentaban en el campo de las fuerzas realistas y utilizando las armas de la seducción obtenían información militar que al otro día hacían llegar a los insurgentes sitiados en el pueblo. Su invaluable trabajo de espionaje fue reconocido por la historia y desde la década de 1820 una de las calles de Cuautla lleva el nombre de “Intrépida barragana”.
4.
A mediados del siglo XIX, un hombre que ofendiera la reputación de una mujer persiguiéndola por la calle, enviándole joyas o besándola públicamente contra su voluntad, podía ser obligado a darle protección financiera. Las penas para la seducción eran también muy severas.
5.
En diciembre de 1900, un articulista de La voz de Nuevo León se refirió a las mujeres con pretensiones profesionales y deportivas como marimachas y principales enemigas de su propio género. “El marimachismo es la última carcajada de Mefistófeles de este fin de siglo contra la pobre Margarita de estos últimos tiempos. Se ha planteado a gran escala en el traje, en el sport, en el arte, en todo. Con qué gesto tan despreciativo miran a las que todavía se visten de mujer”.
6.
Gran furor causaba entre los periodistas de finales del siglo XIX, la intención de la mujer por aspirar a los mismos derechos que los hombres. En El Imparcial de diciembre de 1899 apareció publicado un artículo que señalaba: “Si la mujer fin de siglo reclamara para sí más protección, más consideración, más educación intelectual y moral haría muy bien, pero el caso es que reclama su completa igualdad con el hombre y su absoluta emancipación, y eso ya es otro cantar”.
7.
La invención más aberrante a la que podía tomarle gusto una mujer del porfiriato era la bicicleta. Así lo señalaba, un artículo de El Imparcial de febrero de 1900: “No se trata ya del teje y maneje de menudos pies sobre el piano, sino sobre los pedales de la maquinaria más antiartística y antiestética, del instrumento más indecente del mundo. Y una de las pruebas de que el marimachismo se impone y de que la moral se va por la borda es que hay moralistas que hayan muy natural ese ejercicio equívoco sobre esas arañas más o menos sancudas. Y entre las prácticas de piedad del devoto sexo femenino está la de poner culto y adoración a la diosa bicicleta”.
8.
En 1915, la “progresista” Convención Revolucionaria estableció que cada vez había menos plazas en el gobierno debido a la presencia de las mujeres. “Otra de las causas es la preponderancia feminista, en un gobierno que debiera ser varonil, supuesto que es revolucionario. Todos los ministerios, todas las oficinas, todos los centros de actividad del gobierno, están llenos de señoritas y señoras que quitan el trabajo al hombre, y que, estudiado el caso, se deduciría que no pueden trabajar como él. Exclúyase a la mujer de la administración pública, o restrínjase el empleo de ella para aquellos empleos donde sea absolutamente necesaria”.
9.
En 1932, un viejo revolucionario de nombre Rubén Campos, le escribió al presidente Abelardo L. Rodríguez señalando cuáles eran los cuatro inconvenientes del trabajo femenino en la administración pública. “Deficiencia de labores: la mujer mexicana carece en su mayoría, de la preparación, competencia y criterio bastante para desarrollar una labor eficiente. Indisciplina: su psicología y temperamento no brindan cualidades de seriedad en el trabajo; por la situación privilegiada de que disfruta con el arma de su sexo, dado el temperamento morboso del hombre, viene el relajamiento de la disciplina. Inmoralidad: para sostener su empleo no requiere precisamente condiciones de capacidad y competencia, sino otras que no son compatibles con una forma honesta de vivir. Prostitución. Iniciada la empleada en ese ambiente y estimulada con el ejemplo de la mayoría de sus compañeras, con la convicción además de que para ascender y gozar de consideraciones, necesita ser accesible con sus jefes inmediatos, se crea en ella el hábito de conceder sus favores con espontaneidad, convirtiéndose en el transcurso del tiempo en cortesana”.
10.
La llamada Rotonda de las Personas Ilustres –antes llamada de los Hombres Ilustres-, que se ubica en el Panteón de Dolores en avenida Constituyentes, fue creada en 1876. En ella prevalece la injusticia histórica pues en sus sepulcros sólo descansan 3 mujeres. Tuvieron que transcurrir 61 años antes de que una mujer ocupara un lugar junto a los “grandes hombres” de la Patria. El 22 de abril de 1937 los restos de Ángela Peralta, el ruiseñor mexicano, fueron trasladados a la Rotonda. En 1950 Virginia Fábregas siguió el mismo derrotero y al cumplirse casi un siglo de existencia del célebre panteón, fue sepultada la notable escritora y diplomática Rosario Castellanos. Ni una mujer más.
Publicado en WikiMéxico / Especial para SinEmbargo