Ciudad de México, 27 de feb (SinEmbargo).- Mitchell Marcus es el ayudante del entrenador de baloncesto de su preparatoria. Tiene la edad para ser jugador, pero también una discapacidad mental que hasta el 19 de febrero le había impedido disputar un minuto de la actividad que más le quita el sueño.
Los triunfos, empates y derrotas para equipos deportivos son parte del modus vivendi de un atleta, quien debe aprender a lidiar con cualquier tipo de resultado, aunque en su intención por evitar la derrota muchos prefieren lograrlo a cualquier fin, y de paso olvidando que la práctica del mismo busca unir.
Marcus es el protagonista de uno de esos videos que circula por internet, de los que se convierten en pólvora detonante de las fibras sensibles que en ocasiones parecen desaparecer.
Desde que ingresó a la preparatoria de Coronado Thunderbirds en El Paso (Estados Unidos), buscó su lugar en el equipo de baloncesto. Su fanatismo por el deporte ráfaga data desde chico: "él lo único que quería era pelotas de baloncesto en sus cumpleaños", comentó su madre en entrevista a CBS.
Sus compañeros de equipo también se han percatado de esto, y por ende se deleitan con su presencia en cada juego, aunque sea como asistente del entrenador Peter Morales.
Morales estaba preparado inclusive para perder el partido, con tal de otorgarle la oportunidad de que Mitchell se pusiera el uniforme y jugara, aunque el destino le tenía una mejor oferta que nunca previó.
"Es una persona maravillosa que nuestro equipo de baloncesto le encanta tener alrededor. Esperaba que él estuviera feliz con el hecho de haber sido puesto en el partido. Pero no podría imaginar lo que pasó después", dijo Morales.
Coronado ganaba por 10 puntos el partido, y cuando quedaba 1:30 por jugar en el último cuarto, Morales llamó al No. 24 para que hiciera su debut como jugador de baloncesto de preparatoria.
Fue a partir de ahí que la pizarra se tornó invisible para los asistentes al partido, así como de los integrantes del mismo. El gimnasio empezó a corear "Mitchell, Mitchell", y sus compañeros de equipo se dedicaron a pasarle el balón para que lograra la canasta.
El basquetbolista lo intentó una vez y su disparo tocó el aro y se salió. La segunda ocasión denotó sus ganas de lograr la canasta, pues puso de más ganas en su tiro por lo que la bola rebasó el aro, aunque el destino le tendría una tercera oportunidad, que no pudo ser la vencida porque perdió el esférico en su intento por atrapar el último pase de su compañero.
Como fue en los segundos finales del partido, la alegría de haber tenido minutos en la duela iba a ser el detalle de la noche, hasta que apareció Jonathan Montañez. "Fui criado para tratar a los demás como me gustaría que me trataran a mi, y pensé que Mitchell merecía su oportunidad, una nueva oportunidad", dijo el basquetbolista del equipo oponente, que en el saque llamó a Mitchell hasta que éste volteó, y le pasó el esférico.
El jugador con discapacidad mental hizo lo que le había faltado para coronar su noche. Recibió el esférico, se dio la vuelta, botó la pelota, tiró a la canasta y desató la algarabía del gimnasio con su enceste, que tras escuchar el silbatazo final vio como los asistentes colmaron la duela para levantar en hombros a quien había logrado la última canasta, esa que en el marcador dio 2 puntos más a la ventaja final de 15, pero que en la vida del basquetbolista y su familia será inolvidable. "Creo que lloraré por esto el resto de mi vida", dijo la mamá de Mitchell.