Por Daniel García Marco
Miami, 26 feb (dpa) - Ni Ang Lee, ni Quentin Tarantino, ni Ben Affleck ni Daniel Day-Lewis. La figura más reivindicada por los Oscar fue la del rockero estadounidense de origen mexicano Sixto Rodríguez, un desconocido en su país que ignoraba que era una estrella en la Sudáfrica de los años '70.
Rodríguez es el eje de "Searching for Sugar Man", que el domingo ganó el Oscar al mejor documental, un premio no sólo para sus creadores, sino para su protagonista, descubierto ahora a los 70 años para el gran público.
Rodríguez publicó en 1970 y 1972 sendos discos que apenas se vendieron en Estados Unidos. Como no se podía ganar la vida con la guitarra lo hizo como obrero de la construcción en Detroit.
"Dejé de perseguir el sueño y abandoné la música", afirmó el rockero de las gafas de sol y el sombrero sin lamentar lo que pudo ser y no fue.
Desconocía que en la otra parte del mundo, en Sudáfrica, su música no sólo era un éxito que dio beneficios otros, sino que se convirtió en inspiración para el movimiento contra el Apartheid.
Fiel a su historia, Rodríguez permanece como una figura oscura y en tercer plano en el documental. Tampoco acudió a la tan musical gala de los Oscar el domingo en Los Angeles.
"No quiere atribuirse ningún mérito y eso dice todo de él y de una historia que todos deberían conocer", dijo con el Oscar en la mano el productor de documental Simon Chinn, que descubrió junto al director Malik Bendjelloul una típica historia de Cenicienta, un poeta y músico que a miles de kilómetros de distancia inspiró a un país.
"No era consciente de que en la otra parte del mundo era más famoso que Elvis Presley. Fue la historia más bonita que escuché en mi vida", dijo Bendjelloul a la cadena CNN.
Rodríguez no sabía que era una estrella, una suerte de Bob Dylan en Sudáfrica, ni le importaba. Como tampoco que ahora tenga el reconocimiento que nunca buscó, que acapare la atención de los medios y que aparezca en el show nocturno de David Letterman.
En Sudáfrica decidieron buscar a "Sugar Man", verlo en carne y hueso, descubrir quién estaba detrás de esas canciones comprometidas que hablaban de drogas, sexo y de la hipocresía del poder y que fueron abrazadas por un país en ebullición. Lo encontraron. En 1998 dio allí su primer concierto. Del anonimato de Detroit a tocar ante 50.000 personas.
"Gracias por mantenerme vivo", gritó ante sus fans, muchos de ellos blancos, según muestra el documental.
Nada cambió en su vida. Sigue en la misma casa de siempre, pero ahora da conciertos en todo el mundo y llena salas. Según el documental, gana un dinero que nunca imaginó ni deseó y que reparte a familiares y amigos.
"Soy un hombre afortunado", afirmó sin reclamar ni un dólar por los derechos de las ventas de sus discos que otros se embolsaron durante años.
"Canto sobre temas sociales, no canciones de chico-chica", dijo Rodríguez, que mantiene vivo el espíritu de Woodstock, aunque ahora es más pesimista: "Ya no habrá revolución, el sistema colapsará bajo el peso de su propia avaricia, corrupción e intolerancia".
Lo que cantaba en los años '70 sigue teniendo vigencia en 2013. Sus discos se han reeditado. Ahora lo escucha más gente. Y no sólo en Sudáfrica.