En una de las colonias populares de la Ciudad de México, ahí en esas calles donde “asaltan”, una compañía teatral levanta, con sus propias manos, un centro cultural que rompe paradigmas y acerca el arte a los que menos tienen.
Si uno sale de la estación del Metro San Antonio Abad, del lado en que Calzada de Tlalpan corre desde el Centro Histórico hacia el sur de la Ciudad de México, lo primero que verá es una enorme construcción de ladrillo rojo, con ventanas cubiertas de herrería color verde botella, que parece abandonada desde hace mucho tiempo. Pero una mirada más atenta permite descubrir que el enorme búnker no está abandonado ni mucho menos; de una puerta lateral salen trailers blancos cargados quién sabe de qué.
Aquí, así, comienza la colonia Obrera. Comienza, porque del otro lado de la Calzada de Tlalpan se llama Tránsito, y ahí predominan las tiendas de mayoreo de ropa interior, con sus promesas de lograr un cuerpo capaz de seducir a cualquiera, y los talleres de confección de ropa al mayoreo.
Pero estamos en este lado de Tlalpan, en la Obrera, en la que en casi cada esquina hay un hotel y por lo tanto un sexoservidor o una sexoservidora, casi a cualquier hora del día, casi todos los días de la semana.
Apenas media cuadra después de la construcción de ladrillo, que ahora sospechamos es una fábrica, hay una calle que a primera vista se parece a cualquier otra: Juan Lucas Lassaga. Pero como en esta colonia nada es lo que parece, hay que irse con cuidado: “¿Juan Lucas Lassaga?”, pregunta asombrado un taxista. “Tenga cuidado porque ahí asaltan”.
UN TEATRO CONSTRUIDO CON SUS PROPIAS MANOS
Nada es lo que parece aquí en la Obrera. Por eso, cuando un caminante distraído encuentra, a media calle de Juan Lucas Lassaga, una casa de dos pisos que tiene en la fachada un letrero en el que se lee: Centro Cultural Carretera 45 Teatro, AC, la sorpresa es mayúscula. Y si ese caminante se atreve a cruzar el umbral, se encontrará que el espacio es mucho más grande de lo que se ve desde afuera: a la derecha hay una pequeña cafetería, con barra, mesas y sillas, así como fotos de diversas puestas en escena adornando la pared. Y un poco más al fondo, un pequeño foro, completamente en forma, con gradas, telón, luces y todo.
Una vez más, aquí nada es lo que parece.
“El teatro está construido con todo lo reciclado de nuestras obras”, dice, con un orgullo que no puede disimular, Antonio Zuñíga, director fundador de la Compañía Carretera 45 Teatro. “La pared que ves aquí es la pared (ahí mismo está la foto) de Pancho Villa y los niños de la bola. Las tarimas donde se sienta la gente son otra escenografía y las paredes del teatro están forradas con las paredes que utilizábamos en Mara o de la noche sin sueño, que es una obra que habla sobre la mara salvatrucha”.
Con singular entusiasmo, este actor y dramaturgo nacido en Parral, Chihuahua, que un día quemó las naves y dejó su tierra para seguir a Luis de Tavira por Michoacán, Veracruz y, finalmente la Ciudad de México, continúa hablando de este proyecto, que es su vida entera:
“Todos hacemos de todo; o sea, lo que ves allá fue construido por los actores, con las manos de los actores. Gilberto Barraza es el que lo diseñó y es el que lo construyó junto con los demás, con sus propias manos. Y él es actor de la compañía. Y participamos todos pintando, y ahora ya en el arranque Margarita Lozano, que es actriz, hace todo lo ejecutivo, lo secretarial, está en la cafetería y actúa; Abraham hace la difusión, también es técnico y actúa y dirige; Gilberto es el jefe técnico; Yolanda Abbud está en la taquilla, es poeta y actúa; Rodolfo dirige y coordina todo lo artístico junto conmigo; Sandra Rosales dirige y hace todo lo relativo a la Tesorería, todo lo administrativo, porque es la más cuidadosa de ‘los dineros’, y también actúa. Y los muchachos, los jóvenes, tres o cuatro, todos son técnicos y también actúan”.
El hecho de que este centro cultural esté en plena colonia Obrera no es casualidad. No se debe a que la renta, aquí, pudiera ser más barata. Tiene que ver con la concepción que sobre el arte teatral tiene esta compañía.
Abraham Jurado, actor y director nacido en Uruapan, Michoacán, egresado de la licenciatura en actuación de Casa del Teatro, y que se unió a la compañía en 2008, describe de este modo las razones por las cuales decidieron montar un centro cultural en esta colonia:
“Se trataba de meternos en la colonia Obrera para tener contacto con gente que normalmente no va al Centro Cultural Helénico o al Centro Cultural del Bosque, que está alejado de esos círculos”.
Pero Antonio Zúñiga lo explica un poco más a fondo:
“Nosotros siempre hemos hecho un teatro que habla sobre los temas que nos conciernen a la sociedad mexicana, que nos conciernen como personas involucradas en este momento, en este espacio político, social, en el que vivimos en México. Y entonces, ese teatro es en muchos sentidos rijoso, un tanto golpeador, busca una especie de impacto social frente a la idea, muy tradicional de Aristóteles, de crear una catarsis con el espectador. No hay vuelta de hoja, no somos innovadores en ese sentido, pero somos persistentes. Y entonces, trabajando sobre esto, no nos correspondía irnos a Polanco, ni a Santa Fe, ni a Coyoacán. Nos correspondía venirnos a la colonia Obrera, donde nuestro teatro encontrara un espectador referencial idóneo. Aquí en Tlalpan están las sexoservidoras y los sexoservidores, y la gente tiene la idea de que es difícil vivir aquí en la Obrera, o que por lo menos es una colonia conflictiva”.
La colonia y sus habitantes los han recibido bien, coinciden Zúñiga y Jurado. Al principio con un poco de sorpresa, por supuesto, pero hoy en día, incluso, asisten a sus funciones, en donde les hacen 50% de descuento con la credencial de elector que pruebe que son vecinos de este barrio.
“A nosotros no nos ha pasado nada”, continúa Antonio Zúñiga, “estamos muy contentos, hemos entablado una relación muy libre y muy precisa con los vecinos, muy amistosa; ellos nos cuidan, los cuidamos, hay muchos niños”.
El hecho de encontrar niños en el barrio también influyó para que lo eligieran, dice Zúñiga: “Nosotros venimos de hacer obras para niños y obras para adultos, alternativamente, y las dos eran propuestas de orden social. En el teatro para niños también buscábamos incidir en el pensar social de los niños. Y por eso montamos una obra como Pancho Villa y los niños de la bola, Una luna de pinole, y Mamá corazón de acero, que es una reflexión sobre la guerra, la adaptación de Madre coraje de Bertolt Brecht”.
El actor y dramaturgo insiste en que este es el lugar idóneo para llevar a cabo los proyectos teatrales de la compañía, y a pesar de que pagan 16 mil pesos mensuales de renta, que por ahora se cubren con la beca que él recibe por ser parte del Sistema Nacional de Creadores, ha funcionado muy bien:
"El lugar se ha prestado, se ha identificado en sí mismo, ya está adquiriendo su propio perfil. Nos está diciendo qué es lo que tenemos que hacer. Nos está diciendo que tenemos que dar talleres para niños de la colonia, que tenemos que dar talleres para adolescentes de la colonia, que tenemos que dar talleres que involucren el sentir y la historia de la colonia. Y por eso vamos a tener un taller que me atrae mucho, en donde se indagará y se trabajará con los objetos con los que las putas trabajan: sus lipsticks, sus collares, sus zapatos, los accesorios que se ponen para verse mejor, cómo se disfrazan los sexoservidores, y etcétera, y eso a mí me entusiasma mucho: qué realidad, qué ficciones, qué ideas, qué imaginaciones tienen nuestros compañeros que viven aquí y que son nuestros vecinos”.
Los talleres aún no comienzan, pero como el fin de semana ya hay funciones, este martes caluroso de febrero la mayoría de los actores de la compañía se encuentra en el foro arreglando focos, pelando cables, pintando.
La mayoría también ha dejado sus lugares de origen para venir a vivir a la Ciudad de México y ser fieles a un sueño y a un proyecto de vida: hacer teatro con Carretera 45.
ABANDONAR EL HOGAR Y CORRER TRAS EL SUEÑO
Yolanda Abbud es de las fundadoras de la compañía. Se integró desde que era el grupo de teatro de la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez, siguió cuando cambió de nombre para adoptar el de Al borde teatro, y por supuesto que continúa ahora que se llama Carretera 45 Teatro. Lleva 22 años trabajando con Antonio Zúñiga, y calcula que cerca de 30 de hacer teatro.
Para perseguir su pasión, aquello por lo que vale la pena vivir, Yolanda ha pasado por dos migraciones: originaria de Chihuahua, Chihuahua, primero se fue a Ciudad Juárez a integrarse a la compañía de la Universidad. Y varios años después también siguió los pasos de sus compañeros hasta la Ciudad de México, con este proyecto que lleva el nombre de la carretera que une Ciudad Juárez con la capital del país, los orígenes con el destino del grupo.
Yolanda reconoce que este andar, dejando tantas cosas atrás, no ha sido fácil:
“Yo dejé a mi hija menor muy chiquita, que ella ya era actriz desde chiquita”. Ahora su hija vive en Querétaro, y es una actriz hecha y derecha, dice con orgullo.
“Y mi otra hija está en Texas, en Austin, Texas, y la veo una vez al año, y es muy triste”. Si en este momento se le nublan los ojos, Yolanda respira hondo para alejar a los fantasmas, y continúa: “Y a mi familia también la veo una vez al año, a mi mamá; mi papá se me murió cuando yo estaba ya acá. Y muchas cosas así, pero para orgullo de muchos representamos ese arrastrar la tormenta, y aquí estamos”.
Gustavo Linares, actor originario de Ciudad Juárez, coincide en que no fue fácil tomar la decisión de cambiar su lugar de residencia para seguir trabajando con sus compañeros en otro lugar:
“Al principio yo me negaba a venir para acá porque fuimos invitados para la Compañía Nacional de Teatro, y era la primera vez que un grupo de Ciudad Juárez venía para acá a representar nacionalmente a la compañía. Nos dirigió Luis de Tavira y entonces desde ahí, con la obra de Felipe Ángeles, nos envolvió en su mística de cómo hacer teatro”.
Si bien la compañía Al borde teatro ya existía en Ciudad Juárez, algunos de sus miembros se conocieron en los diplomados que Casa del Teatro impartió en varios lugares del país. Esto ocurrió, por ejemplo, con Abraham Jurado:
“En 2003 llegó el Centro Dramático de Michoacán, de Luis de Tavira, a Pátzcuaro. Entonces yo decidí iniciar mi formación artística ahí en Pátzcuaro con el maestro Luis, y dentro de la compañía del CEDRAM venía parte de Al borde teatro: Antonio Zúñiga, Rodolfo Guerrero, Yolanda Abbud, Gilberto Barraza y Sandra Rosales. Ahí los conocí, fueron mis maestros dentro de esta formación ya a nivel de licenciatura que pertenece a Casa del Teatro”.
Christian Cortés, el más joven de Carretera 45, recuerda también este encuentro con Luis de Tavira y el resto de Al borde teatro en su ciudad natal:
“Soy de Uruapan, Michoacán, tengo 23 años. Cuando estaba en la prepa, pertenecí al grupo de teatro de ahí. Alguna vez, por cuestiones afortunadas de la vida, los conocí por una obra que llevaron ellos, los de la compañía, con Tavira, precisamente a una muestra estatal de Teatro en Michoacán, y hubo una extensión a Uruapan. Llevaron La honesta persona de Sechuan y yo fui de 17 años a ver la obra. Fue la primera vez que yo vi teatro profesional y quedé impactado. Y al poco tiempo tuve la fortuna de conocer a Toño (Zúñiga), y después a Rodolfo, que nos empezaron a formar allá en Michoacán. Empezaron a darnos clases, se hizo todo un grupo, un diplomado, y un par de montajes. Después vino Mara o de una noche sin sueño, y a esa obra me invitaron a trabajar como actor, ya acá en el DF. Yo justamente en ese tiempo terminé la prepa, así que agarré mi maleta y me vine a trabajar en Mara en el 2008. Y dejé a mi madre, a mis hermanas, todo”.
TRABAJAR MUCHO Y GANAR POCO
“Hasta ahorita siempre hemos trabajado ganando poco. Es la realidad del teatro mexicano, pero hemos solventado con mis ahorros esta construcción”, dice Antonio Zúñiga, y luego se apresura a agregar que no lo menciona como una especie de hazaña, sino simplemente porque así se dieron las cosas.
Yolanda coincide en que todo, las mudanzas, el abandono de la familia, el vivir apenas con lo justo, ha valido la pena:
“Sí, porque es tu proyecto de vida, es la pasión que alberga tu corazón y no puedes traicionar esas ilusiones y esos ideales, porque al final puedes decir ‘me convertí en doctora, hice esto y lo otro, y tengo mucho dinero", y qué, y lo otro, ¿dónde está?’”.
Sin embargo, parece que los problemas económicos de este grupo de amantes del teatro están por pasar a un segundo plano; Antonio comenta con emoción que acaban de ganar un apoyo del programa México en escena por un millón 200 mil pesos, que alcanzarán para pagar la renta del teatro y la nómina completa durante un año.
Mientras tanto, como dice Yolanda, seguirán trabajando duro, porque como buenos norteños que son, “no se pueden rajar”.
Y muy pronto, quizá, los taxistas digan: “¿Juan Lucas Lassaga?... En esa calle hay un teatro”.