El sistema económico neoliberal ha propiciado condiciones de pobreza, injusticia, desempleo. A esto se suma el hecho que no existan trabajos dignos, y que una familia no pueda alcanzar una mejor calidad de vida, explica el investigador irlandés en sociología del trabajo y docente de la Universidad Autónoma Metropolitana-Xochimilco, Patrick Gun Cuninghame.
De acuerdo con la organización Anti Slavery, la esclavitud moderna tiene características que la distinguen de otras violaciones de los derechos humanos. A un esclavo moderno se le obliga a trabajar mediante amenazas psicológicas o físicas; se le convierte en propiedad de un empleador, generalmente mediante maltrato físico o mental; se le deshumaniza y se le trata como a una mercancía, o se le compra y vende como a una pertenencia; se le limita físicamente o se le impone restricciones a su libertad de movimiento.
“Carlos Marx habló del ‘esclavismo asalariado’ en el siglo XIX. Dijo que los trabajadores de Inglaterra, y otros países laboraban en condiciones peores que los esclavos de las plantaciones caribeñas de Estados Unidos”, detalla Cuninghame.
Ante este panorama, compilamos siete formas de exclavitud que presentamos a continuación:
“Me levantaron (…), El Negro me obligó. Si no trabajaba me iba a matar”, esas fueron algunas de las palabras que dijo Edgar Jiménez Lugo, alias El Pochis, luego de su captura, la noche del 3 de diciembre de 2010. Fue detenido por miembros de las fuerzas armadas con base en Morelos mientras intentaba abordar un avión con destino a San Diego, EU. Según datos de la Procuraduría General de la República, el menor era el principal responsable de la muerte de cuatro personas que habían sido degolladas.
El caso de El Pochis alertó a las autoridades, era el primer niño que había sido reclutado y entrenado por miembros del crimen organizado para ejecutar. Datos oficiales de la PGR indican que durante el gobierno de Felipe Calderón Hinojosa se detuvieron a 212 “niños sicarios”.
El reclutamiento obligado (por parte del Ejército, güerillas u organizaciones criminales) es una de las formas de esclavitud moderna más comunes en los países en guerra. En el caso de México, la pelea entre los cárteles del narcotráfico y el enfrentamiento con fuerzas federales, ha propiciado que menores de edad sean obligados a realizar acciones de vigilancia, venta de drogas, traslado de dinero, tortura y asesinato.
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En las fincas hay gente de las comunidades indígenas mexicanas, de Guatemala, El Salvador, Honduras, Nicaragua y de otros países centroamericanos. En el caso de los migrantes, llegaron a México porque quieren pasar “al otro lado”, pero al llegar a Chiapas hubo gente que les habló de un trabajo, de comida, agua y una cama para descansar para luego continuar su camino.
En las fincas hay niños pero no hay escuelas; los menores también cortan o pizcan café, plátano o caña. Se trabaja de sol a sol. Abundan las “galleras”, son los dormitorios donde en lugar de camas hay tablas o petates. En los comedores la comida que el patrón ofrece es poca, cualquiera puede pedir más pero eso costará dinero; ahí se paga todo, y todo significa que será descontado del pago a final del mes. Dentro de las fincas también existen bodegas donde, al puro estilo de las tiendas de raya, los trabajadores pueden comprar el equipo de seguridad que su jefe no les brinda, En esos pequeños poblados no hay clínicas, ni hospitales.
Diversas fuentes de la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) indican que los pagos van de 50 a 100 pesos por jornada. Pero nadie lo sabe a ciencia cierta, pocas son las autoridades que han llegado hasta estos lugares.
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La Cuenca de Sabinas en Coahuila es la más importante del país, aportando más de 90% de la producción nacional de carbón, indica el INEGI. Prodemi (Promotora para el Desarrollo Minero de Coahuila) es la empresa del estado que tiene contratos millonarios con empresas locales; sin embargo muchas de esas mineras obtienen el carbón por medio de pocitos ilegales.
La mayoría de las minas en esa entidad no cumplen con las normas; los pozos no cuentan con salida de emergencia; no se han constituido comisiones de seguridad e higiene como marca la ley, los trabajadores no tienen capacitación para el trabajo ni equipo de seguridad mínimo; el excavado de los pozos y de muchas minas se hace restringiendo los materiales para su construcción y forzándolos al máximo, mientras que el empleo que genera los “pocitos” es inseguro, sub-registrado y altamente peligroso, según un informe de la Organización Familia Pasta de Conchos (OFPC).
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Por medio de anuncios en los periódicos, Águila 12 –así se identificó el entrevistado- llegó a la compañía en la que antes trabajó y en la que labora actualmente como guardia de seguridad intramuros. En los anuncios había ofertas de trabajo que prometían mucho dinero, sin señalar el cobro de impuestos y otros gastos.
En diciembre el joven de 26 años renunció a Securitas, ahora labora en otro lugar y tiene jornadas de 24x24, pero no cuenta con un día oficial para descansar, tampoco cuenta con prima dominical, su salario mensual es de apenas 5,000 pesos. Además, el entrevistado argumenta que a veces tiene que hacer “dobletes”, lo que significa trabajar jornadas de 48 o 72 horas.
Si decidiera renunciar a este nuevo trabajo tendría que pagar 4,000 pesos, así lo indica el contrato que firmó antes de entrar, esta suma es para pagar su uniforme, los exámenes médicos y el regreso de su cartilla y acta de nacimiento.
El trabajo bajo servidumbre, es considerado como una forma de esclavitud moderna, ocurre cuando personas se ven obligadas a pagar con trabajo como resultado de un engaño.
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La Merced es una colonia del Distrito Federal donde la vida de barrio bulle a cada paso. A todo este mundo lo acompañan escenas de marginación, pobreza, delincuencia, drogadicción, prostitución y demás problemas que llevan ahí –pareciera– casi desde siempre.
Muchas mujeres que ofrecen servicios sexuales llegaron a esa zona víctimas del secuestro y la extorsión; otras, frente a un panorama de desempleo están ahí por voluntad propia o necesidad; algunas más, fueron engañadas. En cualquier situación la explotación sexual es el elemento común que persiste.
Aquiles Colimoro, coordinador jurídico de la organización Casa de las Mercedes indica que en algunos casos, como cuando es por voluntad, la prostitución no se puede entender como un trabajo, sino como un medio de subsistencia.
Hay mujeres que llegan a las calles de la Merced víctimas de la trata de personas. Fueron capturadas, privadas de su libertad y no huyen porque son amenazadas con asesinar a sus hermanos, padres o hijos.
Adriana Zárate Sánchez, Maestra en Estudios de la Mujer por la Universidad Autónoma Metropolitana unidad Xochimilco (UAM-X) detalla que cualquier persona puede ser un explotador, incluyendo a familiares y amigos.
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Algunas trabajadoras domésticas en México se enfrentan a pésimas condiciones de trabajo, discriminación, abuso sexual, maltrato psicológico, físico, encarcelamiento o azotes por acusaciones de robo o adulterio, entre otras cosas.
Las zonas rurales de Oaxaca, Puebla, Chiapas, Hidalgo, Guerrero y el Estado de México, son los principales puntos de origen de las 2 millones de trabajadoras del hogar que se encuentran trabajando en algunas ciudades del país, principalmente en el Distrito Federal.
El Centro de Apoyo y Capacitación para Empleadas del Hogar (CACEH) ha denunciado en algunos informes que: “el trabajo doméstico remunerado es invisible, minimizado y mal regulado; las trabajadoras son mayoritariamente mujeres, y en mucho de los casos niñas que han dejado el estudio para dedicarse al cuidado de otros niños, siguen bajo explotación y mal pagadas, y su situación es vulnerable frente al abuso físico y sexual por parte de los hombres de la casa”.
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Son historias que existen, más cerca de lo que se piensa, incluso se presentan en cualquier clase social; sin embargo, encontrar una fuente viva resulta complicado. Los especialistas indican que el factor de la vergüenza se instala en este tipo de casos, de modo que los testimonios se vuelven humo.
El régimen de usos y costumbres ha permitido que miles de mexicanas sean forzadas a vivir en matrimonio con personas con las cuales no decidieron compartir su vida.
El problema radica en la falta de información en las localidades alejadas. Las mujeres desconocen sus derechos aceptando los usos y costumbres de su comunidad.
Mujeres y niñas que son obligadas a casarse sin su consentimiento, no tienen escapatoria. En muchos casos, se convierten en esclavas de su propio esposo. Algunas veces estos matrimonios son arreglados por los padres que esperan un futuro mejor para sus hijos.