Tomás Calvillo Unna
26/03/2025 - 12:04 am
La dirección perdida de los nombres
Está herida la amistad de la Nación, convocar al abrazo de la compasión y la justicia; devolverle su dignidad a la política, es una tarea inmensa que vale la pena emprenderla de cuerpo y alma. Viéndolo bien, no hay de otra.
I
Cuidar a la mujer
no es asimetría,
es destino;
cuidar al hombre
es su origen.
II
En las primeras horas
la veladora desenreda
el papel de china:
parpadea la flama
y se proyecta
en el muro blanco
de la evocada cueva
del alma.
III
La geometría
al esculpir el espacio
inventa el mundo visible:
los sentidos;
esos incansables traductores
despliegan las alas de nuestra visión;
su coreografía.
Las aves
en su primigenia libertad
capturan
el poder de volar.
IV
El aroma y el tacto
la fina certeza de la noche.
El baile
a orillas del caudal;
la cascada,
los eventos de cada día
máscaras de alegría y dolor;
en la distancia:
fragmentados sueños.
V
En realidad,
ya cruzamos el río
y estamos recordando.
El retorno es de alguna manera
un presente continuo;
la nostalgia
su vestimenta,
entenderlo no es fácil.
El desprendimiento permanente
se nombra: danza de la vida.
La fortaleza cierta
se encuentra en esa enseñanza.
Rendija 1
España no tiene que pedir perdón a México, en todo caso tiene que darle las gracias, agradecerle que, durante los difíciles y trágicos años de su guerra civil, México abrió sus puertas para recibir a cientos de refugiados, familias enteras de los republicanos que habían sido derrotados. Ese gesto de generosidad del Gobierno del Gral. Lázaro Cárdenas no se olvida y abrió los caminos al paso de los años, para la reconciliación de una Nación hermana. Hoy en día, ante los veloces y tempestuosos cambios de la geopolítica mundial, la hermandad entre España y México es un capital humano invaluable que ayuda al balance y equilibrio de las relaciones que nuestro país tiene por su propia condición geográfica e histórica.
La demagogia alimenta lo inmediato y destruye la paciencia de todo camino.
Rendija 2
Estimada Presidenta, tal vez ahora que no tiene enfrente una sombra, comprenda mejor la tragedia de miles de familias de nuestro amado país; ese dolor que se quiso enterrar e ignorar cada amanecer durante años; llegando incluso al insulto y desprecio, para descalificar a quienes han exigido una justicia, sin la cual, el país mismo es un engaño criminal.
Presidenta, la verdad se revela cada amanecer en ese dolor ya indescriptible, que se desborda por doquier. ¿Qué hacer? En la respuesta que elija se encuentra el destino de su Gobierno; el país, nuestro amado México, permanecerá; y esperemos que más temprano que tarde, se reconcilie con su destino, que no puede ser otro que la grandeza de una Patria generosa con sus habitantes; que acalla las consignas y se reconoce en ese nombre propio que nos reúne en ciudadanía.
Está herida la amistad de la Nación, convocar al abrazo de la compasión y la justicia; devolverle su dignidad a la política, es una tarea inmensa que vale la pena emprenderla de cuerpo y alma. Viéndolo bien, no hay de otra.
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