Óscar de la Borbolla
24/03/2025 - 12:03 am
El Oasis de la Insignificancia: Somos un sueño largo
"El mundo que nos rodea es de hecho una imagen que aparece dentro de nosotros, en nuestra conciencia".
Desde que en la adolescencia leí la Tempestad de Shakespeare, se me quedaron grabadas unas líneas: "Formados somos de la misma naturaleza de los sueños y un sueño abarca nuestra triste vida". Al principio creí entenderlas, pues las palabras con las que la idea se expresa son sencillas y claras: dicen simplemente que somos tan irreales como los sueños. Es una afirmación poética inquietante, pues la gente de la calle y yo, por supuesto, solemos creer que nosotros, a diferencia de los sueños, somos tan reales como todo lo que aparece en la vigilia, pues no es lo mismo el jaguar que viene detrás de mí en la selva que el me persigue en una pesadilla: la dentellada del primero es mortal y la del otro no me hiere.
Dichas líneas de Shakespeare se quedaron rondando en mi cabeza desde entonces, y hoy me pregunto: si solo son una afirmación poética o si, por el contrario, pueden tomarse en sentido literal y hasta verdadero. ¿Somos un sueño? ¿Es un sueño el mundo? Sabemos que los sueños son —para decirlo muy sencillamente— imágenes que nuestro cerebro nos presenta cuando estamos dormidos, que las imágenes oníricas no son causadas por ningún impulso nervioso que nuestros ojos mandan a nuestro cerebro, sino que los sueño son elaborados por nuestro cerebro de forma relativamente autónoma, ya que es cierto que uno puede soñar que camina por un paraje nevado cuando, yaciendo en la cama, siento frío.
El impulso nervioso que he mencionado se refiere a señales eléctricas que viajan por nuestros nervios hasta el cerebro. Y es este el que procesa las señales y las transforma en imágenes. El mundo que nos rodea —decimos "rodea" porque lo creemos externo— es de hecho una imagen que aparece dentro de nosotros, en nuestra conciencia. Y suponemos que la imagen que literalmente nos hacemos del mundo con esas señales eléctricas coincide puntualmente con el mundo real afuera de nosotros. Si en ambos casos, sueño y vigilia, lo que captamos son imágenes que el cerebro fabrica, entonces lo que llamamos real es textualmente "de la misma naturaleza de los sueños"
Al parecer, sí puede considerar literal la idea de Shakespeare; sin embargo ¿qué pasa con la gente de la calle y conmigo también que, en el fondo, me niego a aceptarme como un mero sueño? Comprendo perfectamente que todo cuanto concibo son imágenes o, si se prefiere, que estoy encarado a representaciones que aparecen dentro de mí, en mi conciencia: que son imágenes y no la cosa-misma. ¿Por qué entonces me rehúso a admitirlo?, ¿por qué sabiéndolo tomo tan en serio el mundo? ¿Qué me ata a la certeza de que soy "algo" con mucha, con muchísima más densidad que un sueño, al grado de que enfáticamente afirmo: yo soy real?
La clave está quizás en la continuidad del sueño al que despierto cada mañana. Continuidad que es otorgada por seguir en la misma familia, en el mismo trabajo, "en la misma ciudad —como decía Juan Gabriel— y con la misma gente". Sigo en la misma irrealidad y me acostumbro a ella, ya que me preocupa, le dedico mis mejores esfuerzos, lucho por continuarla y prosperar, y eso me convence de que es real.
Un sueño largo, interrumpido en las noches por sueños incoherentes. Un sueño largo que alcanza el privilegio de que lo considere real, única y exclusivamente por la costumbre de que sigue, más o menos, un mismo relato.
Un sueño largo al que me he acostumbrado y en el que me considero un ser real que existe en un escenario que también es real; pero del que saldré —qué duda cabe— con la muerte, que pondrá en claro que, efectivamente, todo esto no era más que un sueño.
X @oscardelaborbol
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