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Ernesto Hernández Norzagaray

22/03/2025 - 12:01 am

Los jóvenes, los reclutados

Y creo que deberíamos empezar por desandar en esa lucha por ganar la percepción para centrarnos en lo importante que son los jóvenes reclutados como pistoleros del crimen organizado o enterrados en ranchos como el de Teuchitlán. 

Los jóvenes, los reclutados.
Claudia Sheinbaum señala durante la mañanera que se detectó una alta participación de cuentas tipo bot en torno al caso de Teuchitlán. Foto: Gustavo Alberto, Cuartoscuro.

No hay duda, lo demuestran las cifras oficiales, la escalada de violencia criminal ha ido en aumento desde la llamada “guerra contra el narco” hasta la “política de abrazos, no balazos”, como lo demuestran los 80 mil homicidios dolosos del Gobierno de Felipe Calderón y los más de 200 mil durante el de Andrés Manuel López Obrador, incluso, en los seis meses que Claudia Sheinbaum lleva en el cargo de Presidenta con más de seis mil ya superó las cifras del mismo periodo de López Obrador.

Ese, es el punto, que gobiernos vienen y gobiernos se van, y este cáncer hace metástasis, sea a través de ese cuentagotas que todos los días sacude los rincones del territorio nacional y con especial énfasis en Guanajuato, Sinaloa, Baja California, Chiapas, Jalisco, Michoacán, Tamaulipas, Guerrero… 

Y, en singular están los “culiacanazos”, los “San Fernando” o los hallazgos mortuorios rutinarios de las madres buscadoras que en estos días tienen en Teuchitlán el caso más emblemático de lo que es el reclutamiento, entrenamiento y exterminio de miles de jóvenes a los que sus familias no los vuelven a ver cuándo, muchos de ellos, salieron a una “cita de trabajo” donde el contacto estaba en la central de autobuses de Tepatitlán, Jalisco. 

Pero, quién nos puede asegurar que esta práctica de captura no ocurre en la central de autobuses de Culiacán, Tijuana, Acapulco o en las de la mismísima Ciudad de México (cómo olvidar, por ejemplo, aquellas ofertas de trabajo que hace unos años aparecieron cerca de las instalaciones de la zona militar que luego resultaron una chapuza pues sólo buscaba atraer a jóvenes que buscaban un empleo para luego desaparecerlos)

Y esta es, quizá, la “cooptación formal” de elementos que nutren a los grupos criminales, sin embargo, hay algo más torrencial, que son las “levas” que diariamente desaparecen en promedio a 40 jóvenes por las calles y comunidades del país.

Si, como ocurría durante el porfiriato, y como lo narró dramáticamente John Kenneth Turner en su libro México Bárbaro, cuando, se reclutaban igualmente a jóvenes para ser llevados a trabajar a las minas donde según Turner sólo sobrevivían seis meses porque sus pulmones quedaban destruidos.

La historia se repite y si durante la dictadura de Díaz, los jóvenes morían en las minas, después de más de un siglo mueren en enfrentamientos o en esos ranchos aislados. 

Aquella tragedia nacional sucedía en una dictadura y ahora, lamentablemente, en un “Gobierno republicano y progresista”, como gusta autocalificarse el equipo gobernante. 

Y está, como no, la disputa mediática por lo sucedido en Teuchitlán que me recuerda la dificultad para el entendimiento entre los actores sociales y políticos: el “hecho”, es decir, todos al menos intuimos que existen este tipo de rancho por todo el país, pero, importa más, interpretarlo que reconocerlo.

Y, es ahí, donde se tuerce el rabo. 

Los grupos criminales, como múltiples ejércitos, necesitan constantemente de cuadros nuevos para llenar huecos o aumentar su capacidad de combate. 

Y una vez que los tienen con sus mecanismos de reclutamiento los preparan para sus fines sin que a sus operadores les cause un problema moral. 

Pero, resulta, que ese “hecho” a vuelta de unos días ya no importa, lo que importa especialmente a los políticos es ganar la conversación perdiéndose en el laberinto de las interpretaciones y sobre eso, lamentablemente, se discute, por eso siempre terminamos donde mismo en tanto aparece un nuevo “hecho” y repetimos esto, que los especialistas en comunicación política llaman estrategias de “control de daños” entre las que destacan las interpretaciones alternas para quitarle el copete de la tensión.

Y en eso estamos, mientras sectores de las madres buscadoras y la comentocracia no oficialista hablan de centros de exterminio, con toda su parafernalia de hoyos, ropa, zapatos, fotografías y hasta una biblia, que pudiera haber iluminado los días aciagos, o sea todos; el Gobierno de Sheinbaum, a través del Alejandro Gertz Manero, busca desmontar la percepción de que ahí hubo un “centro de exterminio” como los campos de exterminio nazi en Auschwitz o Buchenwald.   

Y se entiende que se moleste el Gobierno por ese calificativo siniestro porque es un estigma para cualquier Gobierno o movimiento político, más cuando se autocalifica como progresista, por eso, el intento de cambiar la conversación y con ello va la Presidenta Sheinbaum, Gertz Manero, la comentocracia obradorista y la imprudencia de Fernández Noroña. 

El problema, es que la percepción ya se creo por algo muy sencillo, las madres buscadoras, esas figuras silenciosas, que alguien las llamó certeramente “héroes nacionales”, probablemente tienen más credibilidad que la misma Presidenta con su “80 por ciento de aprobación” y es que ellas, al declarar desde el dolor y el desamparo, vamos, ser las víctimas, tocan las fibras más sensibles de la sociedad.

Y es que, al final, en esa discusión lo que se busca en el fondo no es esclarecer los sucesos que ocurrieron en Teuchitlán, sino ganar la conversación y en el mediano plazo, como sucedió recientemente en Sinaloa, con el secuestro de Ismael Zambada y, especialmente, con el asesinato de Héctor Melesio Cuén, dar el carpetazo echando la culpa a los Estados Unidos, a un Juez o al Fiscal estatal, y es que el tema de la justicia está sembrado de manipulación y desconfianza.

Hay, quienes ya dicen, que Teuchitlán será el Ayotzinapa del Gobierno de la Presidenta Sheinbaum y comparto en parte esa apreciación, porque el sexenio apenas empieza, y podríamos ver cosas peores derivadas de la complicada relación con los Estados Unidos de Trump que en materia de seguridad seguirá presionando con sus navíos, aviones, radares y obteniendo lo que pide para detener los aranceles.

El problema de este Gobierno “progresista” y su oposición es que le estallan en el rostro los desaparecidos y se desplazan de los “hechos” al terreno de la percepción, es decir, tratando de imponer su imaginario sobre lo público sin centrarse en el “hecho” de fondo.

Y creo, que deberíamos empezar por desandar en esa lucha por ganar la percepción para centrarnos en lo importante que son los jóvenes reclutados como pistoleros del crimen organizado o enterrados en ranchos como el de Teuchitlán. 

Ernesto Hernández Norzagaray
Doctor en Ciencia Política y Sociología por la Universidad Complutense de Madrid. Profesor-Investigador de la Universidad Autónoma de Sinaloa. Miembro del Sistema Nacional de Investigadores, Nivel I. Expresidente del Consejo Directivo de la Sociedad Mexicana de Estudios Electorales A. C., exmiembro del Consejo Directivo de la Asociación Latinoamericana de Ciencia Política. Colaborador de Latinoamérica 21, Más Poder Local, 15Diario de Monterrey, además, de otros medios impresos y digitales. Ha recibido premios de periodismo, y autor de múltiples artículos y varios libros sobre temas político-electorales, históricos y culturales. Su último libro: Narcoterrorismo, populismo y democracia (Eliva).

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