Margarito Martínez era tan querido en el gremio, que muchos creyeron que la noticia era una mala pasada de algún desinformador malicioso. Pero no era así. El asesinato de este fotógrafo, reconocido por su dedicación y sensibilidad al cubrir las entrañas de Tijuana, fue un golpe que aún reverbera entre colegas, amigos y, sobre todo, su familia. La tragedia no sólo evidenció una vez más la vulnerabilidad de quienes ejercen el periodismo en México, sino también el cáncer que carcome las instituciones: la impunidad.

A tres años de su asesinato, las palabras de su familia y la falta de justicia son un recordatorio desgarrador de las amenazas previas que sufrió Margarito. En semanas anteriores a su muerte, había sido señalado públicamente en redes sociales por un personaje que lo ponía en peligro, lo que lo llevó a solicitar protección formal ante el miedo fundado por su seguridad. Sin embargo, la burocracia y la inacción lo dejaron solo frente a un entorno hostil que terminó por consumar lo peor.

La zozobra que vivió la familia Martínez tras su muerte no se critaliza solamente en el duelo por la pérdida de un ser querido. Es una incertidumbre que se alimenta de las dudas, el miedo y la falta de respuestas claras. Las promesas de investigaciones exhaustivas y resultados contundentes son, hasta ahora, ecos vacíos que se pierden en un contexto donde más del 90 por ciento de los crímenes contra periodistas permanecen sin castigo.

Para los sobrevivientes, el vacío que deja la ausencia del ser querido se profundiza con la burocracia mexicana encargada de la protección y de la atención a víctimas. Deben enfrentar los mensajes contradictorios de las autoridades que deben garantizar su seguridad, amagos de retiros de protección, recursos económicos de apoyo que no llegan o que se condicionan en medio de la precariedad material que se vuelve día a día asfixiante. Para la familia de Margarito, como pasa con otros miles de deudos en México, el periplo por la institucionalidad mexicana constituye una agonía, una forma de trato cruel.

El 17 de enero de este año, familiares y colegas conmemoraron tres años del artero asesinato de Margarito mediante una misa y una protesta, exigiendo que los responsables intelectuales de su asesinato enfrenten la justicia. Esta manifestación no es sólo un grito de desesperación, sino un intento por mantener viva su memoria y exigir un cambio en el sistema judicial que, hasta ahora, parece diseñado para el desgaste y el olvido.

El proceso judicial contra los responsables materiales del asesinato avanza lentamente. Aunque se han vinculado a proceso a algunos implicados, las autoridades no han tomado acciones significativas contra el autor intelectual del crimen. Esto perpetúa la percepción de un sistema que castiga sólo a los eslabones más débiles, dejando intactos a quienes operan desde las sombras y consolidando la sensación de impunidad.

Margarito no sólo era un periodista valiente, sino también un ser humano generoso, que compartía su experiencia y ofrecía apoyo a quienes lo rodeaban. Su asesinato no debe reducirse a una cifra más en las estadísticas; es un recordatorio de que el periodismo en México se ejerce entre balas y amenazas, y de que la sociedad entera pierde con cada voz silenciada.

Leopoldo Maldonado

https://www.sinembargo.mx/author/leopoldomaldonado/

Es Director Regional de ARTICLE 19 Oficina para México y Centroamérica. Maestro en Derechos Humanos y abogado por la Universidad Iberoamericana. Es integrante del Comité Consultivo del Repositorio de Documentación sobre Desapariciones en México. Durante 15 años ha trabajado como activista y defensor de derechos humanos defendiendo migrantes, personas indígenas, periodistas y víctimas de violaciones graves a derechos humanos.

Los contenidos, expresiones u opiniones vertidos en este espacio son responsabilidad única de los autores, por lo que SinEmbargo.mx no se hace responsable de los mismos.

#Entrevista ¬ La Ministra Esquivel dice que la Corte desacata orden del TEPJF