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Alejandro Páez Varela

13/01/2025 - 12:08 am

Cien días y varias lecciones

Sin embargo, la lección de los últimos años y en especial de estos primeros cien días de una mujer Presidenta en México es que no se trata de carisma. Krauze mide mal y erra terriblemente. Legitimidad mata carisma, me parece. Trudeau es un neoliberal, un depredador, un misógino y un hipócrita que se hizo pasar por progre buenaondita; sin la legitimidad que da ser coherente y cumplir al ciudadano, se fue hundiendo, hundiendo, hundiendo. Y en esa falta de legitimidad radica el fracaso para ciertos medios, periodistas, intelectuales, académicos y empresarios mexicanos.

https://www.youtube.com/watch?v=WePosjxW_pE

1. La lección de los misóginos

Hay muchas lecciones. Pero la lección más dolorosa –creo– para los opositores de Claudia Sheinbaum, en estos primeros cien días, está en su bochornoso intento por humillarla acusando “su dependencia a López Obrador”.

En Reforma se hace más evidente porque allí (como en Latinus o en Atypical TV) se concentran los más radicales, en sus páginas editoriales y también en su mesa de Redacción. “Honra Sheinbaum legado de AMLO.– Morena”, pone el diario en su portada. En su interpretación, eso está mal y comprueba su tesis de la dependencia al expresidente y por lo tanto es noticia.

“¡Qué barbaridad, Morena se atreve a decir que Sheinbaum honra el legado de AMLO! ¡A la portada!”. Parece que los escucho. Hace décadas que un expresidente no recibía tal distinción y tal agradecimiento, y eso les mueve el piso.

La Presidenta, frente a los señalamientos –muchos de ellos alimentados por la misoginia–, ha caminado en dos vías. Por un lado, no separarse de López Obrador y ahora menos; ni en el discurso ni en el estilo de Gobierno. Entendió rápido que querían aislarla de él para cercarla, separarla de sus bases y devorarla. Y por el otro, la Presidenta pone énfasis a sus diferencias, en sus aportaciones al proyecto común.

¿Y resulta? Pregunto: ¿le resulta a la Presidenta mantenerse cerca de Lopez Obrador mientras marca sus diferencias? Bueno, pensaban que Sheinbaum no podría crecer sobre los niveles de popularidad de por sí altos de AMLO; pensaban que ése era su tope. Pues no. La última encuesta de Enkoll sobre el desempeño de López Obrador le daba a 77 puntos porcentuales de aceptación; la de Claudia por los cien días le da 80 por ciento. La última encuesta de Buendía y Márquez daba 73 por ciento a AMLO; la de los cien días da 77 por ciento a Claudia. La última encuesta de Demotecnia daba 73 por ciento para el expresidente y la de los cien primeros días da 80 por ciento a Claudia.

“No se qué esperaban”, dijo ayer la Presidenta ante el Zócalo lleno. “También hoy les digo a quienes piensan que las mujeres no tenemos iniciativa propia; que por nosotras piensan otros; a quienes afirman que las mujeres no gobernamos porque no tenemos capacidad o inteligencia; a quienes creen que PresidentA se escribe con 'E'; a quienes con cobardía no pueden reconocer que las mujeres somos personas; a esos que aún no han entendido que las mujeres podemos, les decimos: así como llevamos un hogar, así como somos madres y abuelas, también tenemos la fuerza, la entereza, el temple y la capacidad para ser bomberas, ingenieras, astronautas, doctoras y Comandantas Supremas de las Fuerzas Armadas. La discriminación, el machismo, el clasismo y el racismo son vestigios del pasado”.

Pues sí.

Qué fracaso para la mayoría de los medios, periodistas, intelectuales, académicos y empresarios que no pudieron mermarla con el argumento de su “dependencia a López Obrador”. Qué fracaso llamarla “calca”, “copia”, “títere” y al final, no hacerle mella.

Buendía y Márquez da un dato espectacular: 58 por ciento de la oposición aprueba a la Presidenta. ¡58 por ciento!

Ahora se entiende mejor que Héctor Aguilar Camín llamara “fenómeno” a Xóchitl Gálvez; que Enrique Krauze la considerara “parte natural de ese pueblo” y que Guadalupe Loaeza escribiera de ella: “Bendita Xóchitl, apareciste como la Virgen de Guadalupe cuando más te necesitábamos…”.

Perdieron el tacto. Van haciendo el ridículo, de fracaso en fracaso. Y se entiende por qué: nublaron con odio su capacidad de análisis.

Allí está el resultado.

2. La lección desde Culiacán

Hay que repensar Culiacán. Hay que razonar bien las lecciones que deja en materia de seguridad, pero también a las autoridades y a la ciudadanía.

Los líderes criminales son el motor de esa sociedad; son celebrados por jefes de familia, agradecidos por los comerciantes y por las franquicias (de Hummer, de Gucci, de Smith & Wesson, de Sam’s o de Starbucks); los narcos son venerados por autoridades corruptas y aplaudidos por los cantantes de narcocorridos. Los jóvenes se saben todas las canciones de los jefes y las cantan en la larga fiesta culichi con una devoción supina.

Y entre todos cargaron al alacrán. Lo escondieron entre sus ropas, lo arrullaron cuando estaba chiquito y le dieron su biberón con güisqui. Y cuando creció, hacían loas a su aguijón, a las pinzas, a la panza y a la cola de bolitas. Y no es un alacrán; son muchos alacranes. Y ahora están en guerra.

Y ahora los jefes de familia lloran la violencia que mata a sus hijos y que los tiene paralizados; y los comerciantes declaran una crisis nunca antes vista; y las autoridades corruptas piden que los narcos se arreglen (y repartan el beneficio) mientras los cantantes de narcocorridos están en la seca porque qué tal que gane otro y no al que le cantan. Y los jóvenes, pobres jóvenes; ahora defendiendo alacranes con su vida; ahora dando la cabeza por ellos. Pobres, con ídolos de barro.

Y muchos piden que Culiacán “vuelva a ser lo que era”, pero Culiacán no puede volver a ser lo que era, no en un sano juicio. “Que Culiacán ‘vuelva a ser lo que era’”, dicen algunos, porque extrañan a las menores de edad montadas sobre las Hummer con los señores; extrañan el Lamborghini del vecino; extrañan que role la fiesta gratis. Extrañan el mundo de alacranes donde se sienten seguros porque, dicen, ni las arañas se acercan.

Pero después de tanto muerto, la lección es que no se puede simular al infinito. No se puede aparentar que no pasa nada, porque tarde o temprano pasará algo, algo realmente estruendoso. Y esto va para ciudadanos y para autoridades. Siento que el Presidente López Obrador pensó de buena fe que si no los confrontaba, los criminales se replegarían a sus actividades pero no, no lo hicieron. La lección es que no les pueden cantar corridos y esperar que sean Mahatma Gandhi.

No se puede esperar que el alacrán se comporte como escarabajo o como mariposa. Es alacrán y pica. Y porque pica está arriba y arriba no acepta a nadie más que a él.

La simulación sólo posterga el problema. Culiacán debe saberlo. Darle biberón con güisqui al alacrán chiquito no lo vuelve cría de borrego. Es alacrán. Culiacán debería entenderlo. Todos deberíamos entenderlo.

3. Lecciones de Peña y Trudeau

En septiembre de 2016 escribí: “El episodio Donald Trump es tan doloroso, la Presidencia de Enrique Peña Nieto es tan lamentable, nuestra pasividad es tan predecible, nuestra realidad es tan miserable. Enojo, tristeza, enojo, tristeza. Humillación, también. Es como un asalto: impotencia, mucha impotencia y enojo. Humor de tobogán, al fin: todo es de bajada”.

En agosto de ese año, Donald Trump había visitado México. Fue tan humillante. En Twitter dije: “Ya, todos a dormir. Agarren fuerzas. Recuerden la máxima del sexenio: a grandes crisis, mayores pendejadas”.

Luego escribí: “Recordaremos ‘el error de agosto’ por mucho tiempo. ‘El error de agosto’, que tiene nombre y apellido: Luis Videgaray. Ese hombre le ha hecho más daño a México que el propio Peña Nieto –y vaya que eso es decir mucho–: le dirigió su campaña, le construyó las reformas, lo acompañó en el escándalo de corrupción de Grupo Higa (tiene su propia ‘casa Malinalco’), condujo la economía a este atolladero y ahora ridiculizó a México con el episodio Trump y acabó por destruir lo poco que quedaba de dignidad. De él fue la idea de traerlo”.

Trump hizo con Peña lo que después hizo con Justin Trudeau. A los dos los humilló. Trump sabe qué hacer con la gente que se hace chiquita frente a él: la aplasta. Así aplastó al último Presidente priista y así aplastó al Primer Ministro de Canadá.

A Trudeau y a Peña los hermanan muchas cosas. Primero, sus liderazgos sin respaldo popular. Segundo, que son dos tipos guapos que tomaron las riendas cuando eran jovenes. Trudeau se va con un Canadá débil; Peña dejó convaleciente a México.

Los dos debilitaron a sus naciones. Antes que los canadienses, nosotros vimos cómo Trump humillaba al Presidente mexicano. Luego vino la escena de Mar-a-Lago.

¿Y cuáles lecciones dejan estos episodios en torno a Trump? Una es que el próximo Presidente de Estados Unidos ejerce el sadismo y disfruta la humillación de los más débiles que él. No importa que sea un “liberal” como Trudeau o el hijo de una tradición corrupta como Peña. En cambio respeta a los líderes que se ganan a su pueblo, y eso explica que con López Obrador se llevara bien.

No tengo consejos para la Presidenta sobre su trato con Trump. Lo ha hecho bien hasta ahora. Combina un “nos vamos a llevar bien” con el “nunca nos vamos a subordinar”. Es una buena medida. La cuota de sangre en el vecindario ya la pagó Trudeau, como antes la pagó Peña. Aunque el tipo es un misógino, hay razones para creer que también respeta la inteligencia. En una semana llega al poder. Ya veremos lo que venga.

4. Lecciones de humildad

En septiembre de 2023, Krauze escribía: “El carisma ha cambiado de polo. El Presidente López Obrador no podrá usar el suyo porque su nombre no está en la boleta y porque el carisma, por esencia, es intransferible. En ese sentido, sea quien sea la contraparte de Xóchitl Gálvez en la contienda, los términos históricos se han invertido”.

El intelectual mexicano intentaba decir que AMLO se había gastado el carisma en puras burradas y que el poco que le quedaba no podría transferírselo a Claudia.

Pues si no le transfirió algo de carisma, mal para Krauze porque entonces ella construyó el propio, enorme, en tiempo récord. Y si sí le transfirió carisma (capacidad de atraer o fascinar a los demás) (y yo creo que sí lo hizo), mal para Krauze porque demuestra que el carisma es transferible, y que su capacidad de análisis está en el hoyo y cavando.

Sin embargo, la lección de los últimos años y en especial de estos primeros cien días de una mujer Presidenta en México es que no se trata de carisma. Krauze mide mal y erra terriblemente. Legitimidad mata carisma, me parece. Trudeau es un neoliberal, un depredador, un misógino y un hipócrita que se hizo pasar por progre buenaondita; sin la legitimidad que da ser coherente y cumplir al ciudadano, se fue hundiendo, hundiendo, hundiendo. Y en esa falta de legitimidad radica el fracaso de ciertos medios, periodistas, intelectuales, académicos y empresarios mexicanos.

Cien días dan para sentarse a pensar, con honestidad, con humildad, en qué han fallado. Yo creo que a Krauze no le da ya para redimirse (aunque uno nunca sabe), pero a otros en la oposición, sí. Humildad. Sobran prestidigitadores y falta humildad en la oposición. Debe partir de la idea de que no somos nada. Debe reconocer que se ha hecho daño al país, que se le ha mentido, que su análisis ha venido desde la ira y el rencor, y que por eso (revisen números reales) ha fracasado.

Alejandro Páez Varela
Periodista, escritor. Es autor de las novelas Corazón de Kaláshnikov (Alfaguara 2014, Planeta 2008), Música para Perros (Alfaguara 2013), El Reino de las Moscas (Alfaguara 2012) y Oriundo Laredo (Alfaguara 2017). También de los libros de relatos No Incluye Baterías (Cal y Arena 2009) y Paracaídas que no abre (2007). Escribió Presidente en Espera (Planeta 2011) y es coautor de otros libros de periodismo como La Guerra por Juárez (Planeta, 2008), Los Suspirantes 2006 (Planeta 2005) Los Suspirantes 2012 (Planeta 2011), Los Amos de México (2007), Los Intocables (2008) y Los Suspirantes 2018 (Planeta 2017). Fue subdirector editorial de El Universal, subdirector de la revista Día Siete y editor en Reforma y El Economista. Actualmente es director general de SinEmbargo.mx

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