Alejandro De la Garza
11/01/2025 - 12:02 am
El fin de la dominación estadounidense
"El tema más dramático para ilustrar la magnitud de la violencia que el sistema estadounidense inflige a su población, así como la inmoralidad profunda de sus élites, es el comportamiento del sistema de salud, que deliberadamente envenena a millones de ciudadanos con analgésicos altamente adictivos y mortales".
El sino del escorpión escribió aquí hace unas semanas sobre el declive económico, político y social de Occidente y la crisis de la democracia liberal. Ahora, cuando la era Trump reloded parece apuntar hacia la reconstitución del Imperio Estadounidense, el alacrán refuerza su visión a contracorriente al leer el ensayo del historiador francés Emmanuel Todd La derrota de Occidente (Akal, 2024), una reflexión que a partir de la guerra entre Ucrania y Rusia profundiza con lucidez en la revisión de los elementos que han llevado a la derrota de Occidente, entendido como el sistema de dominación estadounidense o el Imperio Americano.
Entrevistado por Rafael Karoubi para el DiarioRed, Todd precisa de inicio que Occidente no es monolítico y aunque se habla de él como uniforme en los marcos religioso y cultural, “no existe una cultura occidental única, sino más bien una diversidad entre los países que asociamos con el mundo occidental”. Para Todd, una de las diversidades de origen de los países de Occidente es la religiosa. El protestantismo y “su ética del trabajo”, impulsora de la modernidad, está en el centro de los países anglosajones, como Estados Unidos y Reino Unido, como de Alemania y los países nórdicos. Esta noción interesa a Todd porque asegura que hemos llegado al grado cero de toda religiosidad e incluso a menos cero, a lo que atribuye parte de la degradación social.
Pero también apunta otros elementos importantes, por ejemplo, un retroceso en la valoración del trabajo manual especializado y la formación de ingenieros. La proporción de estudiantes que eligen carreras de ingeniería es ahora mucho menor que en otras economías occidentales y en los países BRICS. El escorpión apunta aquí al reciente encontronazo entre las bases trumpistas y su líder, pues tanto Trump como su “vicepresidente” Musk urgieron a otorgar visas para profesionistas HB-1, al requerirse ingenieros capacitados para los gigantescos corporativos tecnológicos. Sobra decir que esto quebranta la promesa de campaña de Trump de poner freno a la inmigración.
Por otra parte, el autor detecta una profunda angustia social en Estados Unidos, pero no la observa desde una perspectiva moral, sino desde los datos duros. Para evaluar el estado de anomia de esa sociedad recurre a estadísticas que miden la salud pública, la tasa de suicidios, la mortalidad infantil y el nivel de mortalidad accidental. “Estados Unidos no es la sociedad en pleno dinamismo que oligarquías europeas y sudamericanas suelen colocar en un pedestal”, ataca Todd con dureza, y añade las nociones utilizadas hoy por los intelectuales estadounidenses para referirse a los padecimientos sociales de su país: “enfermedades y muertes por desesperación” (diseases and deaths of despair).
El diagnóstico de Todd es implacable: la tasa de suicidios casi se ha duplicado desde el año 2000 y ahora supera a la de las naciones europeas. El aumento de las muertes accidentales, violentas o por insalubridad, especialmente por envenenamiento o enfermedades crónicas, ha llevado desde 2019 a una vertiginosa caída en la esperanza de vida de los estadounidenses, que ya es inferior a la de los chinos. Y aún más, la mortalidad infantil —el indicador por excelencia de la capacidad de la sociedad para proteger a los más vulnerables— aumenta y supera a la de Rusia, y tal vez pronto a la de China.
Acaso el tema más dramático para ilustrar la magnitud de la violencia que el sistema estadounidense inflige a su población, así como la inmoralidad profunda de sus élites, es el comportamiento del sistema de salud, que deliberadamente envenena a millones de ciudadanos con analgésicos altamente adictivos y mortales y, encima, les cobra fortunas completas por ello. Más grave aún es la incapacidad del Congreso para prohibir estas sustancias al estar dominado por los intereses y lobbies (el dinero) de las farmacéuticas. “No se trata sólo de una ausencia de moralidad: es un nihilismo activo, que conlleva una atracción hacia el vacío y la muerte. Esto se refleja en la política exterior del grupo dirigente, que siempre opta por la guerra o por agravar de los conflictos existentes”.
El historiador francés reitera un argumento para percibir la magnitud del fracaso en el que se hunde ese país: la descalificación de su mano de obra, no hay ingenieros ni trabajadores calificados; en consecuencia, prohibir la inmigración e intensificar medidas proteccionistas puede llevar a un desabasto de consecuencias sociales incalculables en un contexto ya marcado por la degradación social.
El renacimiento industrial anunciado (Make America Grat Again), también resulta una quimera, pues la verdadera riqueza de los Estados Unidos es su PIB, y éste no reside en sus bienes industriales –que exporta en cantidades muy inferiores a sus importaciones– sino en la supremacía del dólar. “Como moneda mundial utilizada en los intercambios internacionales y como moneda de reserva para los ricos del mundo, el dólar confiere a las finanzas estadounidense un poder ilimitado de creación monetaria, pero a la vez infla de manera artificial el PIB del país.
Esto se explica porque, como es sabido, en Estados Unidos una gran parte de la energía y las inversiones de la sociedad se dedican a la obtención de dólares a través del sector financiero. Cuando se tiene dinero será siempre más lucrativo invertirlo en actividades especulativas, de bolsa y financieras improductivas, que en la producción industrial. Mientras el dólar siga siendo la moneda dominante del mundo, Estados Unidos no podrán reindustrializarse, seguirá invirtiendo en el sector financiero, rentista y de intereses para generar dólares, no bienes industriales.
En realidad, Estados Unidos es un imperio que ha tenido demasiado éxito en la historia y en consecuencia ahora se basa en sus rentas. La primera es el dólar, la segunda sus recursos excepcionales en hidrocarburos, y la tercera el uso mundial del inglés, que les permite una fuerte influencia cultural e ideológica. El alacrán observa la influencia de Hollywood y la televisión estadounidense esparcirse irrefrenable por el mundo.
Emmanuel Todd continúa el análisis de otros elementos intrínsecos al fin de la dominación estadounidense, para abreviar, el venenoso sólo añade la predicción de Todd sobre la derrota de la OTAN y Estados Unidos en Ucrania, y, lamentablemente, la prolongación del horror en Gaza al continuar Israel abastecido con armas estadounidenses. Pero no se juzgue rencoroso al historiador francés por sus observaciones apocalípticas sobre Estados Unidos, advierte el escorpión. Como prueba de su ética, Todd concluye: “Me gustaría que el lector entienda que no tengo cuentas pendientes con Estados Unidos. Históricamente, a lo largo de mi vida incluso he sido más bien proamericano y proanglosajón. Siento una deuda hacia ese país, donde mi familia materna judía se refugió para escapar del nazismo. Este análisis severo de los Estados Unidos es para mí un auténtico drama personal”.
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