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Óscar de la Borbolla

13/01/2025 - 12:03 am

Diálogo con los muertos

"El diálogo es entonces la clave que nos hace ser no solamente seres sociales, sino seres históricos, individuos que por el diálogo van cambiando en el tiempo y no como las hormigas o abejas que son ahistóricas, pues aunque sean animales "sociales" todas son iguales".

Tumba de Cortazar
"El diálogo es, por lo tanto, importantísimo y más cuando nos enfrenta con lo verdaderamente otro". Foto: Especial.

Bajo este título podrían esperarse varias cosas: una sesión espiritista donde un médium nos relacionara con un fantasma; una visita al más allá a la manera como Odiseo llega al Hades a buscar a Tiresias; pero también permite asomarnos a una biblioteca y contemplar a varios lectores que están teniendo una conversación con los libros. Esta es la idea que me interesa: entender la biblioteca como un depósito de muertos con los que se puede dialogar.

Nótese que digo biblioteca y no librería, pues en esta última autores muertos y autores vivos nos convocan desde los anaqueles y las mesas de novedades. En una biblioteca generalmente solo hay muertos o, al menos en mi caso, nunca he leído más que muertos en una biblioteca, autores que hace siglos o milenios estuvieron aquí.

Y me interesa también, detenerme en lo que significa "dialogar": ¿qué permite el diálogo?, ¿qué clase de beneficio nos aporta? Uno puede dialogar consigo mismo: esto es pensar, decía Platón que, precisamente, lo definía como "el diálogo del alma consigo misma". Pero normalmente, uno dialoga con los otros, ¿y qué son los otros? Los otros son los distintos de uno. Los otros son en primer lugar quienes no son como yo, no piensan como yo, no creen lo mismo que yo. El diálogo es precisamente la aventura de tropezar con una sorpresa, agradable o desagradable: un diálogo agradable es aquel cuya sorpresa es una confirmación de lo que creo o pienso; es el que termina en comunión. En cambio, los diálogos que contienen sorpresas desagradables son aquellos que se convierten en discusión, que exigen de nosotros defender nuestros puntos de vista, construir argumentos, defendernos, hacer el esfuerzo por comprender al otro, que no es otra cosa que integrarlo en mí. De ahí que el diálogo más fecundo sea el que me enfrenta a lo desagradable, a lo que no es como yo. Este diálogo es el que verdaderamente me enriquece y no solo plácidamente me confirma.

El diálogo es entonces la clave que nos hace ser no solamente seres sociales, sino seres históricos, individuos que por el diálogo van cambiando en el tiempo y no como las hormigas o abejas que son ahistóricas, pues aunque sean animales "sociales" todas son iguales.

El diálogo es, por lo tanto, importantísimo y más cuando nos enfrenta con lo verdaderamente otro, con lo radicalmente distinto de nosotros y, por eso, no hay mejor diálogo que el que puede tenerse en silencio en una biblioteca con los muertos. El diálogo que sostenemos con los vivos en la calle, en un café, por medio de un chat es benéfico pero nuestros interlocutores están vivos, comparten con nosotros la vida, el tiempo, las contradicciones de este tiempo: en el fondo no son tan otros. En el cementerio de una biblioteca, en cambio, la otredad es casi inexpugnable, la más difícil, la más benéfica; aunque, claro, debemos saber dialogar, pues de lo contrario, nada sacamos de nuestro diálogo con los muertos, ellos no se defienden, no se pueden rehusar y de nada sirve que los tergiversemos y se termine oyendo de ellos lo que queremos oír. Resulta peliagudo dialogar con los muertos en una biblioteca; pero quién nos dijo que iba a ser fácil hacer más plena nuestra condición de seres humanos.

Una de las sorpresas más desagradables que he tenido en una biblioteca —incluso aterradora— fue cuando, dialogando con pensadores de hace más de dos milenios o con muertos de la Edad Media, descubrí que lo que entonces pensaba, creía y sentía como lo más propiamente mío había sido lo que creían, sentían y pensaban ellos…

Twitter @oscardelaborbol

Óscar de la Borbolla
Escritor y filósofo, es originario de la Ciudad de México, aunque, como dijo el poeta Fargue: ha soñado tanto, ha soñado tanto que ya no es de aquí. Entre sus libros destacan: Las vocales malditas, Filosofía para inconformes, La libertad de ser distinto, El futuro no será de nadie, La rebeldía de pensar, Instrucciones para destruir la realidad, La vida de un muerto, Asalto al infierno, Nada es para tanto y Todo está permitido. Ha sido profesor de Ontología en la FES Acatlán por décadas y, eventualmente, se le puede ver en programas culturales de televisión en los que arma divertidas polémicas. Su frase emblemática es: "Los locos no somos lo morboso, solo somos lo no ortodoxo... Los locos somos otro cosmos."

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