Susan Crowley
11/01/2025 - 12:03 am
Y el Tren Maya va…
"El Tren Maya es el más ambicioso de todos los proyectos inversión pública de la 4T".
Hubiera es una conjugación frustrante. Se refiere a hechos pasados que o bien no ocurrieron o si ocurrieron no resultaron como se esperaban. Concluir una obra significa por un lado satisfacción y por otro la necesaria reflexión sobre lo que no se hizo, lo no logrado, lo que “hubiera” sido mejor.
Igual que muchos otros mexicanos y mexicanas he creído en los beneficios del gobierno de la 4T. Celebro la transformación de Los Pinos en complejo cultural Chapultepec para todos y la recuperación del lago de Texcoco que es un milagro ambiental.
El Tren Maya es el más ambicioso de todos los proyectos inversión pública de la 4T. Su objetivo fue cambiar por completo el rostro del sureste. Desde su inicio mostró la importancia que para el presidente López Obrador significa esta zona, que había sido olvidada por otros gobiernos y cuya riqueza cultural y turística puede ser uno de los impulsores económicos del país. Su construcción ha generado una derrama económica enorme y durante seis años creó fuentes de trabajo que ayudaron a muchos habitantes a salir de la pobreza. La posibilidad de un circuito que comunique a pueblos aislados y permita a tantas personas viajar para pasear, para trabajar o estudiar vendrá con el tiempo.
Durante la construcción del tren se escuchó cualquier cantidad de críticas. Las más graves son las del impacto ambiental que aún debemos revisar. Sin embargo, el daño a los cenotes y la selva empezaron hace mucho tiempo, cuando se permitió su privatización. El reclamo en contra del tren se reveló muy ponto como un asunto de agenda política. Es una lástima, porque si “hubiéramos” sido más rigurosos con nuestras leyes de protección ambiental, los sitios turísticos estarían en mejores condiciones. Habrá que ver hasta dónde llega el daño anterior y el del tren y qué tan factible será recuperar el equilibrio ecológico de la zona.
A pesar de los altos costos, de las críticas, de los obstáculos, el Tren Maya camina desde hace meses, aunque continúa en proceso de ensayo y error. Después de viajar en él en diciembre, me queda una ambigua sensación. Por un lado, asombro, y por otro, “el hubiera” me desborda.
Entregar la remodelación de las zonas arqueológicas y la construcción de estaciones al ejército aseguraba la rapidez, eficacia y costo. Pero fue un error que ellos diseñaran. La ostentosa y carente de buen gusto manera de construir hace recordar a aquellos megaproyectos de la era soviética. Prima una estética común: la fascinación por explanadas de concreto, cuyo único fin es colocar el asta bandera en su centro. La idea es que los vendedores, hoy ambulantes, se ordenen y sean reacomodados en la explanada. Pero si siempre han invadido y comercian al pie de las pirámides, va a ser una labor totémica sacarlos, aún para la Guardia Nacional.
En medio de la selva de Palenque el despropósito es aún más lamentable. La entrada a la zona es a través de un estacionamiento gigante. Al lado, un hotel que no ha sido terminado; ubicados ambos en los bordes de la zona arqueológica. Exceso de cemento y depredación. El museo arqueológico responde a la misma estética. Aún en obra, en medio del polvo y los trabajadores, se puede visitar y admirar algunas piezas significativas. Trasladarse dentro de la zona es un incordio, camionetas pequeñas que no se dan abasto implican filas interminables o de plano caminar cuarenta minutos para llegar de un punto a otro.
Las estaciones del tren fueron construidas fuera de las ciudades. En estos días se debe tomar un autobús en la central camionera, con lo cual los horarios de salida se vuelven más complicados. Para un viajero habitual que solo va por el día, termina siendo más práctico trasladarse en autobús.
La escala de las estaciones es desproporcionada para dos o tres trenes diarios en promedio. A pesar de ser periodo vacacional, los vagones van a medio llenar. A lo largo de la estación numerosos locales permanecen vacíos. Los únicos en operación son tipo OXXO que rebosan de productos chatarra. ¿Cómo se les dio una concesión sabiendo lo dañinos que son para el consumidor? Y aquí de nuevo “el hubiera” sido genial encontrar productos mexicanos balanceados. La boutique de suvenires del tren maya imita a las de ropa deportiva americana. Camisetas de jugadores de beisbol con el logo Tren Maya que bien pueden haberse producido con materiales sintéticos importados de China. Ni una sola artesanía, ni un solo producto elaborado por nuestros artistas.
El acceso al tren es por decirlo de alguna manera, folclórico. Un funcionario con un micrófono y una bocina gigante tipo Dr. Simi, engola la voz como si de un partido de beisbol se tratara. Llama la atención de cómo abordar y recuerda que no se pueden pasar alimentos ni bebidas. Los minúsculos e improvisados botes de basura rebosan de todo lo que no se puede llevar en el tren. La revisión de equipaje es a criterio de uno u otro elemento de la Guardia Nacional. Unos más rigurosos que otros, alguno prepotente y pues uno se cuadra con todos. Pero curiosamente uno de los guardias ayuda a subir el equipaje, ya sabemos que así es en México. Los asientos son duros y apenas se reclinan. Se afirman que los vagones son franceses, pero evocan más bien, un modelo chino y vibra a pesar de que es nuevo. Unas azafatas de la Guardia Nacional tratan de entender cómo funciona la logística; cuentan y vuelven a contar a los pasajeros. Ofrecen Sabritas y Coca-Colas o agua y café, dependiendo del precio del boleto y el trayecto. Hay chapatas con jamón y sándwiches envueltos en plásticos. La estrella culinaria son los tamales de frijol y de chipilín.
De Palenque a Campeche aparece una mujer con un trapeador cada diez minutos aproximadamente. Limpia los baños afanosa. Pero en otros trayectos la basura permanece y hay que visitar el baño bajo propio riesgo. La temperatura del vagón no está regulada, en plena selva y a pesar de las temperaturas altas de Campeche, en el tren empezamos a tiritar sin respuesta a nuestra queja. Tras descender en la estación, hay que esperar a que el autobús llegue, se llene y parta hacia la ciudad. La suma de hubieras se vuelve más extensa de lo que quisiera.
Sin embargo, como diría el gran Fellini, Y La nave va. Y no solo eso, las personas le dan sentido y conforman el fin último de esta obra. Quienes esperan el tren, familias, parejas, turistas extranjeros, niñas, niños, ancianos, se ven emocionados. Toman fotos, selfis y video. Muchos lo hacen para pasar el día en algún paraje, sobre todo se suben para conocerlo y sentirlo. Conviven y ríen mientras se acomodan en sus asientos y se disponen a vivir la aventura. Comentan emocionados que sin el tren México era otro. Hoy es diferente. Por un momento se olvida el “hubiera”. A pesar del gélido aire acondicionado, el espíritu de cada una de las personas eleva la temperatura del corazón. La ternura de toda esa gente es la gran recompensa. Cada uno se siente dueño de esta obra, la ve como suya, la siente como si su esfuerzo como trabajador, estudiante, ama de casa, turista, el haber creído en un proyecto con todo y sus claroscuros, durante seis años, diera frutos. Parecen decir: por fin veo que piensan en mí y no en retacar sus bolsillos de dinero, corrupción y poder. No importa cuánto haya costado ni si se costeará algún día. El Tren Maya es un símbolo que liga inexorablemente al pueblo con un gobierno en el que cree.
@Suscrowley
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