Que las democracias son vulnerables, es algo más que sabido. Un simple recorrido por las experiencias históricas, desde Grecia hasta nuestros días, lo demuestra con sobrada facilidad. En paralelo, la democracia también ha sido en el discurso político un recurso para retóricas vacías.

Quizás por eso el conservador Winston Churchill, en una de sus memorables frases, afirmó que “la democracia es el peor sistema de gobierno, a excepción de todos los demás que se han inventado”, es decir, que a la democracia no se le cuelguen una serie de virtudes que la aproximen a una perfección que no existe ni existirá.

Una mañana de estas, los mexicanos nos enteramos que la presidenta Sheinbaum declaró que México es la democracia más avanzada del mundo, replicando un informe de la Universidad de Gotemburgo en Suecia, que ubica al país con indicadores hacia la autocracia.

Es una declaración que riñe con la vocación de científica que propalan tanto ella como sus corifeos. Más, si vemos la tendencia que lleva un haz de reformas constitucionales hechas al vapor, que canceló autonomías, refrendó en la CNDH a la oscura Rosario Piedra Ibarra, y va hacia un viraje electoral que pretende regresar al centro del poder los procesos electivos –como en los tiempos del PRI–, y hacia un esquema en que la representación proporcional puede quedar aniquilada.

En esto no hay que perder de vista que más allá de la mayoría que hoy tiene la presidenta para sí y en el Congreso de la Unión, la realidad es que la sociedad mexicana lejos está de caber en un solo partido. MORENA piensa que siempre va a estar ahí, arriba, que el pueblo “bueno” jamás le dará la espalda.

Me sorprende que el discurso de la presidenta denote una ignorancia superlativa sobre el tema democrático, porque es un tema añejo y de alguna manera consolidado en la mejor literatura política del siglo XX y estos primeros años del XXI. Ni parece que pasó por las aulas y los movimientos estudiantiles de la UNAM.

Ya otros analistas han abordado el tema. Aquí sólo intento recuperar un importante precedente que tiene que ver con la construcción del sistema democrático de los tiempos modernos, inaugurado con la democracia constitucional que siguió a la Independencia de las Trece Colonias de Norteamérica, democracia que, con todos sus asegunes, se ha mantenido como la más antigua del planeta y que ha sorteado al menos tres grandes crisis que la han dejado de pie: la Guerra de Secesión, la Gran Depresión económica de 1929, y todo lo concerniente a la guerra y la posguerra de mediados del siglo pasado.

No paso por alto que hoy esa democracia padece la enfermedad del trumpismo. En sus inicios fue objeto de análisis del francés Alexis de Tocqueville, que nos legó su obra clásica, La democracia en América, de 1835, y un conjunto de trabajos para comprender lo que se denomina “viejo régimen”.

En este marco Tocqueville dedicó un capítulo al temor que las naciones democráticas debían tener sobre el despotismo, que puede crecer a un lado y de manera permanente en las democracias, en particular en la de Estados Unidos, que fue su objeto de estudio. En él surge la observación de que entre los norteamericanos constructores de la primera democracia, estaba el riesgo que “ofrecía facilidad singular para el establecimiento del despotismo”. Y de algún modo se sorprendió porque, de manera simultánea en su tiempo, los príncipes europeos habían visualizado este fenómeno para fortificar sus poderes.

La reflexión de Tocqueville es aleccionadora para marcar pautas hacia una comprensión de lo que le pasa al país en estos tiempos, pues lo mismo atisba en la enorme facilidad para que los poderes públicos se concentren en unos cuantos, que se bus    quen tiranos para erigirlos en jefes, pero más que eso, en tutores. En otras palabras, el pueblo es bueno pero con buenos pastores es mejor. Recuérdese que la tonadilla lopezobradoriana era que “amor con amor se paga”, pero se le olvidaba decir que se ande con mucho tiento. Así son los tutores que se extralimitan.

Mucho más se puede decir de la notable y precursora aportación de Tocqueville, que en su tiempo aquilataron los constructores de México. La presidenta Sheinbaum quizás no lo haya leído, cosa que dudo, pero la realidad misma grita no sólo que las democracias son vulnerables sino que con mecanismos democráticos se les ha destruido.

No vale que ponga por ejemplo que va a haber una elección de ministros, magistrados y jueces para adornar nuestra circunstancia, porque justamente eso, y la galopante concentración del poder, habla de que vamos por otro rumbo, y no es precisamente la construcción, y mucho menos consolidación, de un sistema democrático para México, entre otras razonas por la ambigüedad y solapamiento en política exterior de Nicolás Maduro.

Qué lamentable.

Jaime García Chávez

https://www.sinembargo.mx/author/jaime-garcia-chavez/

Político y abogado chihuahuense. Por más de cuarenta años ha dirigido un despacho de abogados que defiende los derechos humanos y laborales. Impulsor del combate a la corrupción política. Fundador y actual presidente de Unión Ciudadana, A.C.

Los contenidos, expresiones u opiniones vertidos en este espacio son responsabilidad única de los autores, por lo que SinEmbargo.mx no se hace responsable de los mismos.

#Análisis ¬ Ernesto Zedillo habla desde la amargura y la vileza