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Alejandro Páez Varela

06/01/2025 - 12:08 am

Las cosas que muchos pensamos

En 2030, cuando Claudia termine su mandato, la izquierda habrá pasado 12 años en el poder federal y 33 años al frente de la capital mexicana, con el intermedio de Miguel Ángel Mancera. Y hay problemas que no son fáciles de resolver porque implican muchas variables, pero hay otros donde no habrá justificación si no hay respuestas.

Me parecía una gran idea. Además, en sus términos, la carta de Andrés Manuel López Obrador era una invitación amorosa a sanar viejas heridas, a robustecer con nobleza una herencia común y a reconocer que hubo brutalidad contra otros que somos nosotros mismos en el pasado.

No era una locura, como el Gobierno español y su rey petulante intentaron sembrar con ayuda de intelectuales mexicanos y españoles, la prensa y sembradores de odio de reconocida reputación. Hay un término en Estados Unidos, el “reconocimiento de tierras”, por el cual se recuerda que ciertos territorios eran de los nativos americanos y estuvieron allí antes que los pueblos de Europa, África y Asia, como explica en un ensayo reciente la profesora Kathleen DuVal. La Comisión de Derechos Humanos de la Ciudad de Nueva York, por ejemplo, “reconoce que la tierra políticamente designada como la ciudad de Nueva York es la patria de los Lenape (Lenapehoking), que fueron desplazados violentamente como resultado del colonialismo europeo a lo largo de 400 años”. Se puede encontrar, así, literal, en su página web.

¿Se imagina qué momento más conmovedor, único en el mundo, habría sido que el tipejo que los españoles llaman “rey” y el Presidente de México se disculparan por la brutalidad, y que reconocieran que la Ciudad de México es la patria de los aztecas, que fueron desplazados violentamente como resultado del colonialismo español a lo largo de 500 años? ¿Se imagina qué tributo más amplio a la razón, al progreso?

Pero algo falló. ¿Fue López Obrador el que erró al comunicar la idea? ¿Qué Pedro Sánchez no era de izquierda o algo así, y un perdón a los pueblos originarios habría sido lógico para él? ¿Qué falló? Visto a la luz de los años, falló lo que siempre falló a los adversarios de López Obrador: el prejuicio. Lo menospreciaban tanto que lo minimizan; pensaban (allí tiene a un Claudio X. González padre) que podrían burlarse de él al infinito. Se equivocaron.

Y bueno, Pedro Sánchez que es quien es: la derecha más hipócrita, la más simuladora. Sánchez escucha a los que son como él: al PRIAN, a Calderón, a los Claudio X. González y a cientos de periodistas aquí y allá que han vendido la idea por décadas de que AMLO era un líder autoritario viejo y estúpido, de mal gusto y perra flaca. Entonces pensaba que podrían humillarlo. Entre él y el rey mediocre de los españoles filtraron pedazos interpretables de la carta. Y los fascistas hicieron su encargo. José María Aznar se sacó un argumento tan pobre que daba pena, pero lo tomaron como la gran ocurrencia, la gran puntada: “¿Y usted cómo se llama? Yo me llamo Andrés Manuel López Obrador. Andrés por parte de los Aztecas. Manuel por parte de los Mayas. López es una mezcla de aztecas y mayas”, se burló. Y por sus prejuicios, se equivocaron.

Y hay alguien, en medio de este episodio, que ve la oportunidad de mentir sobre AMLO y aprovecha. Hay alguien, en el Gobierno de Sánchez o en su Embajada, que selecciona párrafos engañosos de la carta y los filtra a la prensa para engañar a millones con que el Presidente de México era un viejo demodé, insolente, ignorante.

A muchos nos parecía una gran idea. Muchos lo pensamos. Era la oportunidad para un momento fulgurante.

Ganó el menosprecio, el prejuicio, el odio y sobre todo, la mediocridad. Porque se necesitaba ser muy menor para no ver el trasfondo de la propuesta que era, básicamente, hacer Historia.

***

Hay que entender a Carlos Salinas de Gortari; hay que retomarlo, tres décadas después de que lo obligaron a dejar el poder.

Y es difícil enunciarlo sin que alguien diga que me volví chayotero, adorador de satanás, apóstata de mí, traidor y burrito sabanero (ahora que pasó la Navidad), pero hay que entender bien a Salinas porque pocos como él, en la segunda mitad del siglo XX mexicano, lograron vender una mentira tan grande y colocarla en el imaginario de manera tan contundente que algunos creen, más de 30 años después, que es verdad.

La teoría salinista es impecable: diles que crean y si creen, a partir de allí. Es la misma lógica del mercado bursátil: si los convences y creen, invertirán en ti. ¿Es la lógica de las grandes tragedias financieras de los últimos 50 años? Sí, también. ¿Es la misma lógica de crear burbujas que luego revientan y arrastran a millones, sobre todo a los más vulnerables? Sí, por supuesto. ¿Es esta idea brillante de crear imperios de la nada y luego, mientras todo se viene abajo, una élite multiplica su fortuna por mil, por diez mil? Sí, justo eso.

Y es una lógica impecable porque funciona. Hasta que ya no funciona.

El salinismo fue tan poderoso que uno se sorprende a diario por la cantidad de individuos (empresarios, periodistas, políticos) que siguen pensando que fue lo mejor que le pasó al país. Mi generación y las siguientes cinco generaciones seguirán pagando año con año la irresponsabilidad de haber construido un castillo de arena (que luego el imbécil mayor, Ernesto Zedillo, derrumbó en un manotazo) pero hay quien sigue pensando que necesitamos otro Carlos Salinas.

Hay que entender a Carlos Salinas, retomarlo tres décadas después de que le quitaron la silla. Muchas ruedas que giran las echó a andar él. La estructura económica; ese risco de familias multimillonarias y la concentración de la riqueza; el aumento de la deuda y de los políticos vueltos ricos de la noche a la mañana; la pauperización del campo y las ciudades industriales con masas de obreros mal pagados, mal comidos, siempre con sueño: mucho de eso se lo debemos a él.

Lo creo yo, lo creen otros; muchos lo pensamos: si no entendemos bien a este embaucador, si no lo desnudamos y comprendemos el daño que causó a México, pronto vendrán otros a repetir la tragedia.

***

La tragedia. Vean hacia Argentina. Vean a los argentinos, que tienen a Javier Milei como su salvador. La inflación baja; el comercio es Dios y la cancelación del Estado de Bienestar es su profeta; todas las empresas públicas están a la venta, con precios de ganga. Todos los bienes nacionales están a la caza de los especuladores y buitres del mercado. Vean a los argentinos tan contentos: dice Morning Consult que tiene 66 por ciento de aprobación, entre Narendra Modi (76 por ciento) y Claudia Sheinbaum (64 por ciento).

Uno quisiera decirles que esa película ya la vimos y termina mal y al mismo tiempo –las cosas que muchos pensamos– no queremos meternos en eso porque muchos sólo aprenden en carne propia. Uno quisiera advertirles sobre el aumento de la deuda y de políticos vueltos ricos de la noche a la mañana; que se creará un risco de familias multimillonarias y se acelerará la concentración de la riqueza; que viene la pauperización del campo y ciudades industriales con masas de obreros mal pagados, mal comidos, siempre con sueño.

Pero uno qué.

También quisiera mucha honestidad en las filas de la izquierda y que pensaran cómo llegó Argentina a un Milei. Yo sé que Alberto Macri elevó en 108 mil millones de dólares la deuda externa en apenas dos mandatos y que el manejo de esa irresponsabilidad, como nos pasó acá con la guerra de Felipe Calderón, se quedó en manos de los gobiernos que vinieron pero, ¿hicieron, esos gobiernos, lo que debían? ¿Cómo brincó Argentina de manos de izquierdistas o progresistas a la ultraderecha? ¿Cómo? ¿No hay reflexiones? ¿No hay lecciones qué aprender? ¿Qué significó Alberto Fernández para la esperanza de los ciudadanos? ¿En qué falló?

También acá, en México, hay que mantener los centinelas despiertos. La oposición política está demolida, pero la oposición (económica, extranjera, mediática, intelectual, académica) no descansa. Está agazapada esperando su oportunidad. Cuidado.

En 2030, cuando Claudia termine su mandato, la izquierda habrá pasado 12 años en el poder federal y 33 años al frente de la capital mexicana, con el intermedio de Miguel Ángel Mancera. Y hay problemas que no son fáciles de resolver porque implican muchas variables, pero hay otros donde no habrá justificación si no hay respuestas.

La violencia, por ejemplo; Estados Unidos inyecta armas y dinero, y es un mercado generoso para el narco; influyen los intereses regionales, la corrupción, la pobreza, la desigualdad, falta de oportunidades. Es difícil resolver sólo con voluntad.

Pero en la salud es de esos temas donde la voluntad importa, pero también la eficiencia y la honestidad. ¿Qué IMSS tendremos cuando Claudia termine? ¿Qué ISSSTE? ¿Mejorará el sistema de salud? ¿Habrá medicinas suficientes? ¿Podrá un mexicano hacer una cita por Internet, siquiera? ¿Qué herencia dejará la izquierda en eso? Será más de una década de oportunidad para dar una respuesta a la gente esperanzada en cambios de fondo. ¿Habrá respuesta?

Son cosas que muchos pensamos. A veces es difícil expresarlas sin que alguien te llame chayotero o adorador de satanás o apóstata de tí o traidor o burrito sabanero. Pero son cosas que pensamos y que en algún momento salen, y cuando salen es porque ya te colmaron el copete.

Alejandro Páez Varela
Periodista, escritor. Es autor de las novelas Corazón de Kaláshnikov (Alfaguara 2014, Planeta 2008), Música para Perros (Alfaguara 2013), El Reino de las Moscas (Alfaguara 2012) y Oriundo Laredo (Alfaguara 2017). También de los libros de relatos No Incluye Baterías (Cal y Arena 2009) y Paracaídas que no abre (2007). Escribió Presidente en Espera (Planeta 2011) y es coautor de otros libros de periodismo como La Guerra por Juárez (Planeta, 2008), Los Suspirantes 2006 (Planeta 2005) Los Suspirantes 2012 (Planeta 2011), Los Amos de México (2007), Los Intocables (2008) y Los Suspirantes 2018 (Planeta 2017). Fue subdirector editorial de El Universal, subdirector de la revista Día Siete y editor en Reforma y El Economista. Actualmente es director general de SinEmbargo.mx

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