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Alejandro De la Garza

04/01/2025 - 12:02 am

Demandas sociales, acción política y wokismo

"Luego de su combativo origen, el movimiento y el sentido de los woke luce hoy tergiversado, confundido o degradado".

Demandas sociales, acción política y wokismo
"Otro fenómeno criticado del wokismo es la llamada 'cultura de la cancelación'". Foto: Daniel Augusto, Cuartoscuro

El sino del escorpión atestigua las escaramuzas intelectuales que el wokismo ha suscitado en la prensa y en el medio político y cultural mexicano. Columnistas, escritores celebrados, intelectuales y comentócratas de todo signo parecen atribuir el desmoronamiento de los principios liberales y el desgajamiento de la izquierda misma a las prácticas de la cultura woke y, como consecuencia, señalan también a este wokismo como causa del ascenso de las derechas, desde Estados Unidos hasta los países europeos e incluso América Latina, como Argentina. La confusión es tal, observa el alacrán, que en última instancia ya todo es woke y merece ser desacreditado.

El primer uso de la frase “stay woke” (mantente despierto), fue en la canción de 1938 “Scottsboro boys”, del músico negro de blues Lead Belly, la pieza la dedicó a nueve adolescentes negros juzgados y condenados a muerte por unas violaciones que no cometieron. Sus ejecuciones pudieron impedirse luego de tres años de lucha encabezada por al Partido Comunista de Estados Unidos.

De ahí el término “mantenerse despierto” ante la injusticia, el racismo, la discriminación. Su origen de lucha social fue ratificado en 1962, al publicarse un artículo en The New York Times titulado: “If You're Woke You Dig It” que llamaba la atención hacia la lucha de los derechos civiles en esa década en Estados Unidos.

Luego de su combativo origen, el movimiento y el sentido de los woke luce hoy tergiversado, confundido o degradado, pues la derecha, en plena batalla cultural, parece haber conseguido que el término woke se asocie peyorativamente al comportamiento y las políticas de la izquierda global hasta el punto de desdibujar sus límites y volverlos casi sinónimos: woke igual a izquierda.

A tratar de deshacer este entuerto, Susan Neiman, Doctora en Filosofía por la Universidad de Harvard, dedica su libro Izquierda no es woke (Debate, 2024). Un ensayo extenso e ilustrativo de cierta desesperación (¿confusión?) imperante en la cultura estadounidense, tras los tropiezos catastróficos de los liberales y el Partido Demócrata ante el Trumpismo, los conservadores y los grupos radicales de extrema derecha.

“¿Cómo el wokismo, que nació de emociones tradicionalmente de izquierda: la empatía con los marginados, la indignación ante la difícil situación de los oprimidos, la determinación de que los errores históricos deben ser corregidos, se ha transformado en otra cosa?”, pregunta Neiman tras reiterarse una persona de izquierda e incluso “socialista”, aunque siempre hay que tomar con cuidado estas definiciones, siempre muy particulares y restringidas al interior de la cultura política estadounidense.

Se dice, por ejemplo, que los woke apuestan por el tribalismo de las políticas identitarias (resaltar raza, sexo, preferencia sexual, origen social, tribu cultural particular, etcétera, como determinantes o definitorias de la esencia de una persona).

También los caracterizan por cierto rechazo a la herencia de la Ilustración, a la que califican de “eurocentrismo blanco” y juzgan duramente desde una nueva perspectiva histórica que reprueba el colonialismo, el tráfico de esclavos, la extracción de recursos naturales de las colonias, la necesidad de reivindicar la historia de los vencidos y las víctimas). Además se les atribuye el rechazo al “progreso y desarrollo” capitalistas, tras los que sólo ven maniobras del poder para preservarse.

Desde esa perspectiva muy estadounidense, Neiman reclama que lo woke no es de izquierda y llama justamente a denunciar los excesos de ese movimiento y marcar sus diferencias. “No estoy dispuesta a ceder la palabra izquierda, ni a aceptar el planteamiento dicotómico de que quienes no son woke tienen que ser reaccionarios”, señala vehemente.

Se lanza igualmente contra lo que llama el victimismo, pues si “de entrada es señal de progreso moral que las historias de las víctimas ya no se desestimen, como durante tanto tiempo ocurrió, también surge el problema de que este estigma ahora se utilice como una manera de conseguir estatus (...) el sufrimiento no nos hace mejores ni más sabios”, añade.

El escorpión atiende a estas observaciones al interior de la cultura de masas estadounidense, blanca y corporativa, donde hubo protestas ante la versión afroamericana de la cinta “La Sirenita” y muchas otras expresiones que al afro-americanizarse caricaturizan, se asegura, las expresiones culturales.

Otro fenómeno criticado del wokismo es la llamada “cultura de la cancelación”, que busca suprimir declaraciones racistas, sexistas, clasistas, discriminadoras o xenófobas de toda expresión artística y cultural. De igual manera, el debate sobre el lenguaje inclusivo sólo expresa una posición política del que elige usarlo, y esa decisión debe ser respetada tanto como la de aquellos a quienes les parece casi blasfemo utilizarlo, insiste el arácnido.

Más allá de estas expresiones culturales, hay otras de fondo que importa más destacar, por ejemplo, se acusa al wokismo de “justificar” la violencia terrorista de Hamas como una respuesta a la violencia institucional y sistémica que ejerce Israel sobre Gaza; sin embargo, la condena a los actos terroristas de esa organización ha sonado fuerte, lo que sucede es que el mayúsculo escándalo de la catástrofe y la muerte cernida sobre la población palestina es mucho más sonora y se escucha ya en todo el planeta.

En México, recuerda el alacrán, han sido acusados de wokismo los movimientos de denuncia feminista contra el hostigamiento y los abusos del patriarcado en ámbitos universitarios, laborales, profesionales y artísticos. De igual manera, el movimiento Poder Prieto buscó visibilizar las desigualdades raciales en la industria del espectáculo en nuestro país.

Estos movimientos le parecen al venenoso avances democráticos irreversibles que deben ser preservados, junto con las causas permanentes de la izquierda que hoy siguen igualmente vigentes: la defensa del territorio y los recursos naturales de las comunidades, la defensa de condiciones laborales dignas para los trabajadores, la defensa de la educación y la salud públicas y gratuitas a la par de la lucha por la mejoría radical de su calidad, el impulso al cobro de mayores impuestos a quienes más tienen, el perfeccionamiento y ampliación de los programas sociales y la reconstrucción del Estado de bienestar, la lucha contra la corrupción que sigue mermando los recursos de la nación en beneficio de políticos o empresarios, la exigencia de seguridad para los ciudadanos mexicanos en todo el país, y varias otras exigencias.

Primero las demandas políticas y sociales esenciales, y luego, también, todas las demás woke de respeto a la diversidad y a todos nosotros.

Alejandro De la Garza
Alejandro de la Garza. Periodista cultural, crítico literario y escritor. Autor del libro Espejo de agua. Ensayos de literatura mexicana (Cal y Arena, 2011). Desde los años ochenta ha escrito ensayos de crítica literaria y cultural en revistas (La Cultura en México, Nexos, Replicante) y en los suplementos culturales de los principales diarios (La Jornada, El Nacional, El Universal, Milenio, La Razón). En el suplemento El Cultural de La Razón publicó durante seis años la columna semanal de crítica cultural “El sino del escorpión”. A partir de mayo de 2021 esta columna es publicada por Sinembargo.mx

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