Óscar de la Borbolla
06/01/2025 - 12:03 am
Apuntes contra la cultura de la imagen
"Las palabras nunca captan el todo, las imágenes visuales sí, porque son solo esa particular imagen".
A mi Beatriz, porque ama las palabras
Este primer cuarto del siglo XXI se caracteriza, entre otros muchos errores, por haber privilegiado la imagen sobre la palabra. Cualquiera, sin ninguna dificultad, es capaz de sentarse a mirar una serie o una tanda de películas durante 5 horas seguidas o más, y solo muy pocos podrían emplear esas horas leyendo; hemos llegado incluso a un punto en que los instructivos, en vez de ser discursos claros y concisos, se presentan con dibujos, monitos o animaciones: la imagen visual ha ganado frente a la palabra.
¿Qué consecuencias perniciosas tiene este generalizado fenómeno? En apariencia no pasa nada, dirán algunos. La comunicación incluso parece cumplirse de un modo más eficaz y fácil; sin embargo, sí pasa y pasa algo muy grave: gradualmente perdemos nuestra capacidad de abstracción.
La imagen nos entrega una experiencia concreta, nos enfrenta a un objeto particular: el dibujo de esa silla que el dibujante ha hecho; en cambio, la palabra "silla" dentro de un discurso se refiere a todas las sillas: leerla nos obliga a ver no con los ojos de la cara, sino del entendimiento lo que de común tienen todas las sillas.
La imagen nos pone ante lo particular; la palabra, ante lo universal. Y aunque ambos medios son representaciones del objeto, casi podría decirse que la imagen "presenta" el objeto, y la palabra lo re-presenta.
La imagen puede ser un mero croquis esquemático o algo tan cargado de matices como la silla que pinta Van Gogh en la pintura "El dormitorio en Arles". Pero en uno y otro caso se trata de una silla particular: la que aparece en la imagen.
La palabra "silla", en cambio, nos da la idea de lo que todas las sillas tienen en común y por más que en un discurso se intente determinar con otras palabras, por ejemplo: "silla de madera de pino pintada de azul", no termina nunca por ser solo una silla, pues el resto de las palabras que aparecen en el enunciado son también universales: "madera de pino" y "azul".
Con ellas sabemos que no es de caoba y que no es amarilla, pero no de qué pino en concreto ni de qué azul exactamente. Las palabras nunca captan el todo, las imágenes visuales sí, porque son solo esa particular imagen.
Pero no solo perdemos capacidad de abstracción al preferir las imágenes en vez de las palabras, sino que, por definición, con las imágenes no podemos comunicar lo ausente, lo que no está, sino solo lo que está. La imagen por muy elaborada que sea solo plasma lo que plasma, no pude plasmar lo que no plasma y, en cambio, la palabra posee el enorme privilegio de referirse, sin dificultad, a la falta.
¿Cómo volver imagen "mi juventud esta pérdida"? En el dibujo o en la pintura aparecería una persona vieja, pero no la persona joven que ya no soy.
Este privilegio de la palabra nos permite acceder a lo que falta; referirnos a las insuficiencias de este mundo, a lo que podemos aspirar porque no lo tenemos, a lo que hemos perdido e, incluso, a lo que nunca ha habido ni habrá. En contraposición, la imagen solo ofrece lo que particulariza, lo que hay, lo que se presenta en ella; no lo que está ausente.
"Una imagen vale más que mil palabras", dice el eslogan con el que se acredita la cultura visual; habría que averiguar el costo humano del eclipsamiento de las palabras.
@oscardelaborbol
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