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Daniela Barragán

04/01/2025 - 12:04 am

Mira toda esa gente bailando

Esa es la verdadera molestia. No han comprendido que la Ciudad de México no es Polanco, Las Lomas, Santa Fe o la Roma. La Ciudad de México son cientos de colonias populares -y muchas del Estado de México- que han hecho de los sonideros y sus distintos tipos una verdadera tradición y algo disfrutable, que me parece, es lo que más molestia causa.

En Nueva York sí es válido. Quizás sea por las miles de películas que han idealizado el Año Nuevo en esa ciudad, pero ahí es válido y es bonito que se gasten millones de dólares en parafernalia navideña y en artistas locales e internacionales con fines meramente de entretenimiento.

Y la gente gasta miles de dólares para festejar su Año Nuevo ahí, aunque haga el peor frío. Y hay que tomarse la foto con el árbol navideño del Rockefeller Center y la selfie con JLo cantando detrás. Todo es materia jugosa para Instagram y todas las redes sociales en las que uno tenga una cuenta activa.

Es Nueva York y es válido porque al parecer el tipo de personas que presumen ir tienen el nivel o el súper poder para dictar que esa sí es una experiencia aceptable, nice. 

Y regresarán en enero para hablar con sus amigos del fin de año en Nueva York y repetirán las anécdotas cuantas veces sea posible. Por Dios: ¡un Año Nuevo en las calles de Nueva York! Una experiencia única que tiene que ser muy bien explotada.

Y así podrá ser si se pasa el Año Nuevo en Barcelona, París, Londres. Cualquier ciudad considerada todavía por algunos aferrados como “de primer mundo” es digna para presumir que ahí se pasó el Año Nuevo. Se vale contar que bebieron, bailaron, gritaron y festejaron en esas calles. La vida perfecta en los sitios perfectos, aunque omitan contar que regresaron en metro a sus hoteles y que se toparon con 10 ratas (mínimo) en el camino.

Todo eso es válido y es correcto. Y cuidado con que a alguien se le ocurra replicarlo en otro sitio, uno en donde haya puestos ambulantes, y personas morenas y que hablan español. Nos vamos de lo lindo a lo naco, de acuerdo con sus estándares.

Es bonito bailar en París y es naco bailar en Paseo de la Reforma. ¿Por qué? Porque los niveles de amargura y clasismo con el que arrancamos el año están en su máximo. Y para los que dudan, cabe aclarar que sí es clasismo: si viene Interpol o Rosalía es buena noticia, ya que entonces somos una ciudad que es vista por grandes artistas y no importa el gasto o al menos no es el tema central. En cambio, si el espectáculo corre a cargo de un sonidero, la cosa cambia y entonces los asistentes son materia de análisis para los expertos en odio y amargura: son calificados de gente ignorante, culpable de que este país esté en la ruina en materia económica y educativa. Nacos estos que se atreven a festejar un Año Nuevo en las calles de su ciudad en lugar de despertarse temprano y ponerse a trabajar. Nacos estos que se atreven a bailar. Nacos que se atreven a salir y tomar los espacios que son de ellos, y no de las plazas comerciales y los grandes bancos que tienen sus edificios en esa avenida.

Esa es la verdadera molestia. No han comprendido que la Ciudad de México no es Polanco, Las Lomas, Santa Fe o la Roma. La Ciudad de México son cientos de colonias populares -y muchas del Estado de México- que han hecho de los sonideros y sus distintos tipos una verdadera tradición y algo disfrutable, que me parece, es lo que más molestia causa.

Si lo que realmente les preocupa es el dinero gastado en el evento de Año Nuevo, se podría abrir toda una discusión sobre el dinero que cada Alcaldía gasta en fiestas del día de la madre, del niño, del doctor, de la enfermera, del perro o de lo que se les ocurra; hablemos del dinero que gastan en las fiestas del 15 de septiembre; en sus eventos por sus informes de Gobierno. Temas para poner la lupa hay, pero el asunto con Polymarch es que lo consideran demasiado naco para que cueste e incluso para que a alguien le pueda gustar, y por lo tanto es dinero tirado a la basura aunque al espectáculo asistieron 200 mil personas y cientos más sólo en las pruebas de sonido.

Desde ese punto de vista, sería interesante saber qué espectáculo sí es digno de un Año Nuevo en Reforma. En los videos la gente se ve conviviendo y bailando, y no molestan a nadie. Ellos pagan sus impuestos como cualquier otra persona -excepto Salinas Pliego- y son dignos de su ciudad y de sus calles.

Esas personas que se escandalizan por el baile quizás no toman el Metro, pero en la estación San Lázaro o Chabacano es común que bandas de rock amenicen los días pesados. Y para su sorpresa, siempre hay gente bailando. Con la mochila que llevan al trabajo puesta están dando sus mejores pasos. Y bailan entre hombres o se hacen parejas ahí. O no bailan, pero se detienen a escuchar y tararean dos o tres canciones, y a seguirle. No sé desde cuándo ocurre eso ni a quién se le ocurrió, pero se agradece hasta de quienes pasamos sin detenernos.

Les molesta el baile, el ruido y las risas. Les molesta que al siguiente día los asistentes hayan compartido sus anécdotas y sus videos. Desde un banco alto miran hacia abajo y sueltan con lástima “pobre gente, puro pan y circo” aunque ellos, en otras latitudes, disfrutan y presumen exactamente lo mismo que están criticando.

Es más, apuesto a que si Polymarch se presentara en Times Square, más de uno de los que hoy critican a los bailarines de Reforma, estaría ahí y hasta lo presumiría. Pero de nuevo, es Nueva York y allá es válido. Aquí no.

¿Por qué ellos sí son dignos y el resto, que por cierto, es la mayoría, no?

Con todo el temor a sonar a cliché, ante la avalancha de amargura y odio se debe responder con una defensa al derecho a la alegría porque causa escozor. Parece que es el anuncio de lo que será el 2025: muchas risas serán criticadas por la policía de lo nice que disfrazará su clasismo con un velo de supuesta preocupación, ya sea por el presupuesto, las calles, los monumentos, el ruido… lo que sea. Razones siempre sobran para criticar al otro, al extremo de que hoy las redes sociales están inundadas de enojo porque miles de personas cometieron el pecado de festejar la llegada del Año Nuevo.

A pesar de todo, es una maravilla que el 2025 nos recibió bailando en la calle. Ya lo dice una canción de Café Tacuba, “el amor es bailar”, así que ojalá sea buen augurio para los que vemos en la alegría del otro una razón para sonreír. Ahí estará la policía de lo nice juzgando, pero ante la amargura, la carcajada. Que esa sea la consigna este año que inicia.

Daniela Barragán
Es periodista por la UNAM, con especialidad en política por la Carlos Septién. Los últimos años los ha dedicado al periodismo de datos, con énfasis en temas de pobreza, desigualdad, transparencia y género.

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