Alejandro Calvillo
04/01/2025 - 12:01 am
El Juego en contra del juguete
"Ni el juguete es siempre una herramienta para el juego, ni el juego requiere de un juguete. Lo mejor que podemos regalar a los niños es tiempo y espacio".
El juguete no es lo mismo que el juego. Entre gran parte de los mamíferos, especialmente los humanos, el juego es un elemento fundamental del desarrollo y la socialización. De hecho, la ausencia de juego en la infancia es un factor asociado al riesgo de desarrollar diversas enfermedades psicológicas. Uno de los mayores expertos en el estudio del juego en animales y humanos, el Dr. Stuart Brown, ha encontrado que entre los asesinos seriales existe un factor común: la ausencia de juego en la infancia.
La importancia del juego se comprende al entender que los niños y las niñas aprenden a relacionarse con otros a través de esta actividad. Aprenden a socializar, a inventar sus propios juegos, a establecer reglas y a hacerlas respetar, siempre en grupo. De esta manera, experimentan el establecimiento de acuerdos, se comprometen a cumplirlos y acuerdan consecuencias para quienes no los respetan. Todo esto lo realizan jugando y divirtiéndose. Es una experiencia en pequeño de lo que llamamos el “contrato social” sobre el cual se establece una sociedad. Jugando y divirtiéndose, los niños aprenden a vivir en sociedad, a entender el lugar de uno mismo, del otro, del "nosotros" y "ellos". Los juegos que inventan les conducen a disfrutar de aquellos con reglas previamente establecidas, una experiencia básica para la convivencia social.
La diversidad de los juegos en el mundo refleja la diversidad de las culturas. Sin embargo, así como la diversidad culinaria se ha ido perdiendo con la invasión de productos ultraprocesados de unas pocas corporaciones globales, uniformando nuestra dieta y afectando nuestra salud, la diversidad cultural de los juegos también se ha visto amenazada por la invasión de juguetes producidos por estas mismas corporaciones. Esto ha contribuido a la pérdida de tiempo y espacio para el encuentro comunitario, fomentando el individualismo.
El Dr. Stuart Brown señala que el juego es una práctica común entre adultos y niños en las sociedades tradicionales. En la propia Europa, existen registros del juego social en el siglo XV, con la participación de comunidades enteras. Obras de arte muestran a personas de todas las edades jugando en plazas públicas.
Por lo tanto, ni el juguete es siempre una herramienta para el juego, ni el juego requiere de un juguete. Lo mejor que podemos regalar a los niños, y a nosotros mismos, es tiempo y espacio para jugar, pues esto permite el encuentro humano. Hay numerosos testimonios en los que, al preguntar a los menores qué desean más de sus padres, responden: tiempo para jugar con ellos.
Stuart Brown, uno de los más destacados investigadores del papel del juego en el desarrollo individual y la integración social, explica las consecuencias de su ausencia: “Una revisión de los asesinos en serie, o de aquellos con un núcleo psicótico potencial, ha demostrado que, en la mayoría, el juego saludable estuvo seriamente ausente en sus vidas. Esto no minimiza la contribución de otros factores, como el abuso, la humillación o la disponibilidad de armas, en estos crímenes atroces, pero la evidencia revisada demuestra la ausencia de experiencias de juego saludables en los antecedentes de estos trágicos perpetradores”.
Es importante no confundir el juego con el deporte, especialmente con el deporte competitivo y el fanatismo que este genera como espectáculo de masas. El juego es una experiencia personal, íntima y plenamente compartida con otros.
El juego es una actividad esencial para nuestra vida en sociedad. No solo es saludable en la infancia, también lo es en la adultez. En las comunidades tradicionales —aquellas que mantienen su identidad cultural— es común que el juego forme parte de la vida cotidiana, muchas veces en comunión con el canto y el baile. No está separado de estas expresiones, sino que es parte de ellas.
Por ello, las políticas educativas, culturales, de salud y sociales, en general, deben poner en el centro la creación de condiciones para el juego, entendiendo este como una forma de cohesión comunitaria, salud pública e, incluso, como herramienta para combatir la violencia.
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