Author image

Antonio María Calera-Grobet

29/12/2024 - 12:05 am

Tus ojos

"Me dijeron tus ojos eso ya en manera de un mirador-escuela, un seminario en la montaña, y con luces al azar, a veces más rudamente, a veces como abejas parabólicas".

Tus ojos, para ese tiempo, callaban esa boca del infierno al centro de mi cabeza, mis vómitos de ofrendas al dolor.
"Tus ojos, para ese tiempo, callaban esa boca del infierno al centro de mi cabeza, mis vómitos de ofrendas al dolor". Foto: Pixabay

ENSAYO 1. DOCTA IGNORANCIA Y LO QUE DEBERÍA SER

No se supone que sepamos realmente nada en nuestro paso por el mundo. Quizá sólo nos quede el no saber que sabemos algo, ese saber no sabido que al menos nos calme. Y entonces, si de entrada o salida no tendremos ni la menor idea del mundo, como como pacientes nos obligamos a hablar, a jurarnos, entre fantasías y conjeturas infantiles o descalabros descomunales, que nunca nos retiraremos de buscar en nuestra “docta ignorancia”.

Y entonces: epifanía. Por arriba de esta tensión flotante, a veces y a algunos llega el brote de un darse cuenta, de mano las cartas les caen a ciertos para saber que hay niveles, pesos y medidas y no todas las cosas son iguales. Yo fui de esos ungidos. Por tus ojos. Y en la medida en que me fui metiendo a ellos y esto es verdad, supe que podía pensar de nuevo, con claridad. Primero los vi como un petate, un tatami para dejarme descansar, ya luego como un tablero donde aprendí a ver lo propicio de ser interpretado, descubrir aquellos páramos en donde nunca habrá (y más nos valdría no atrevernos a sus aguas), nada que leer.

Eso leí al principio en tus pupilas. Y fue en este punto, de alguna manera metafórica pero inconmensurablemente real, desperté. Me dijeron tus ojos eso ya en manera de un mirador-escuela, un seminario en la montaña, y con luces al azar, a veces más rudamente, a veces como abejas parabólicas. Un domingo por la tarde me dijeron “toro”, la fuerza de la sangre, quién es quién afuera y adentro de mí, hacia dónde trotar, cómo llegaría en mejor estado a mis querencias.

Tus ojos, para ese tiempo, callaban esa boca del infierno al centro de mi cabeza, mis vómitos de ofrendas al dolor, le dieron un hermano llamado Sevilla al otro herido, pan dulce y boliche, una suerte de Jardín de las Delicias y juguetes en disposición, no obstante me seguían viendo roto, me daban canciones y cajas de chocolate. Por eso sigo en tus ojos. Por “axis”, turrón del confía en ti, en mí, en nosotros o los tuyos, con todo y su “dura est lex sed est lex”. Tus ojos como “lo que hacen que”, un manto, campo semántico general, casi lo único que pudiera hacer pasara algo en esta noche. Claro, noche como decir la caída del todo, la muerte absoluta de lo que hemos nombrado y sabíamos era y ya no es. Y debería ser.

ENSAYO 2. OJOS MAPAS Y OJOS ESCRITURA

Esa la enormidad y poderío (habrase visto en esas dos caniquitas de dátil, huevitos metidos en su nido), la casta de tus ojos y su mirada. Porque pueden hacer que lo que exista, exista más, todo lo que vive e torne más robusto, fornido. Por eso los leo y seguiré leyendo como lo que son: abecedarios, glifos, tankas, mandalas, bellos makimonos (qué monos esos ojos binomios conjugados, esos dos trinomios cuadrados perfectos que siguen lanzando sus señales), sus extraños signos casi lingüísticos. Esos tus ojos de apuntes en libretas, ojos mapas en clave morse, señales de humo, lo que venga como nuevo cuneiforme, como mensaje o símbolo de lo que no ha muerto de hambre como el buen cine, la pulcritud de la lealtad en los amigos, las sonrisas de todos los poemas a la mesa en los restaurantes de antes, señores poemas tan orondos, tan limpios, con sus versos tan llenos y deslumbrantes. Eso es lo que dicen y por lo que enloquecen tus ojos porque bajo ningún punto de vista están sometidos a alguna ley que no sea la natural de Dios y la de los hombres que se cuidan, esos ojos que no son reducibles a ningún veredicto y son las reglas del saber el cuerpo en un templo, en un parque de diversiones, en un museo, estar atento, pues, pero luego las del acariciar, hacer té, dormirse y al día siguiente hacerse unos huevos pocheados y acariciar.

Ahí por la mañana, lo hacen por sólo ser, no es que lo hagan conscientes y menos de mala fe, cuando se presentan así, de pronto como una mujer descendiendo la escalera, cuando esos dos puntos hacen las veces de lo que biológicamente son, a las claras, Dios (o si no Dios una seria tentativa de su comprobación), esos yo sólo los he visto, nos han pedido un momento para salir del baño y ahí, digo ahí de mañana, hemos creído nuevamente y más en ellos. Son al despertar desayunos sobre la hierba, orígenes del mundo, y en un tris libertades guiando al pueblo. En esos dos que son uno, he y hemos reflexionado los suyos: pensando en el semen y el huevo de lo que somos, el “machembrado” mítico que nos dio orígenes, lo que hubiéramos querido de nosotros y otros. Por esos ojos, en esa cosa rara de su aquí y ahora, pero mejor allá y enseguida, lo que fue y añoramos y lo que viene de alhajas o majadero de las causas y cosas y consecuencias: lo que está por hacerse.

Ahora bien, de igual manera tus ojos van sobre los “lapsus”, cazan en otros “eso de a decir verdad, pero genera dudas”, y sabemos lo que pasa cuando cabe la duda, cuando juramos decirnos la verdad, toda la verdad y nada más que nos mentimos. De tus ojos me viene a la cabeza andar sobre lo que es pleno o de plano al carajo, lo que es la victoria o nos debería dar vergüenza. Y es que son también recabrones tus ojos. Es cierto que nunca te has puesto ojos para hablar de alguien a sus espaldas, y por eso llevas ojos de ya, ojos de estate en paz, ojos denuncio a aquellos que ni solían y hasta repudiaban, pero ahora hasta les gusta, ojos de nada me pondrá en jaque y ojos te me calmas. Hay tus ojos que cierran y abren cuando quieren, suben y bajan desde su porque sí como cualquier cantidad de ojos, pero hay unos que en verdad has lanzado como molotovs, desenvainado como nada estilizadas guillotinas. Sí que tienes esos ojos cruentos como de cadena, como de vulcanos ojos de te quiero mar. Eso creo también de tus ojos.

Aunque te van mejor, según yo, esos tus ojos de hallazgo, esos ojos mirones con sus estancias y de lupa o brújula de investigadora, esos ojos que se va por todas partes y que acepto no los comprendía al principio, me daban celos esos ojos escurridizos, pero luego me di cuenta de que estudiaban sin poder dejarlo, lo tan aguado o concreto, lo que es fino o chaqueto, con su rigor bien puesto, no desde lo anal analizante sino de manera tan ácida como tierna, que hay en esta sociedad. Llamémosles a esos los ojos “antroposociofilosóficos” para notar y anotar lo que haya que escribir para reír, llorar o denunciar: la agenda del corazón y el ocio, el calendario cívico por patito o patético, prototípico o parasitario. Ojos pues, para no adherirse a los partidos, pero alimentar palomas, atentos, aunque se estén pintando, a los semáforos de cualquiera de los caminos en que deban poner su bala y si hasta así lo deciden, hasta hacerse patos. Ojos de escribir siempre, para verse en el espejo por fuera pero igual por dentro: ponerse guapos para el baile de la vida que no llevarse al vestidor un cáncer.

ENSAYO 3. OJOS COMO TODO

Habiendo visto que el gusto y el reto de tus ojos es que son muchos y en cada uno de sus tipos, mucho de cada ojo, la cosa se pone epistemológica en el universo de quien los atisba. ¿Cómo ver en ellos) ¿Si están dentro de esos ojos bajo tus cejas, ahí bien plantados mas danzantes, por cierto, qué bonitos ojos tienes, son tan hermosos tantos de otros? He visto que los más importantes ojos son los que bajan de esos ojos reales, o bien hablan a través de ellos, esos que bajan por tu columna, pasando por los acordeones de tus pulmones, las marimbas de tus costillas, y se quedan ahí en el ombligo de tu todo que es tu vulva. Tu sexo ve por ti. O tu vez desde tu ser mujer, como quieras. Ojos de mujer entera, mujer que titila siempre su sangre, siempre entera. Porque tus ojos también son la sangre que han cargado. Con eso ves y te dejas ver también. Entonces pasa que tus ojos, todos tus ojos, vienen de tu niñez y de ahí, y aunque ellos puedan ver lo que quieran por eso yo no los veo del todo. Soy un simple humano y no puedo. ¡Alma que diga pueda con ese maizal y su precipicio, entienda bien a bien su lengua, que diga pueda un “waltz” con semejante entidad de poema, que sepa heroica, pero, con todo respeto, no lo creo! ¡Mentira! Como mortal me quedo muchas veces en el dintel de su misterio. En esa antesala de esos ojos tan Madriles y de biche pobre tan rica, decaballoal galope hacia una iglesia incendiada. Ojos que oyen las partituras de cámara y lo que lavan todos los fregaderos. Ojos de Lagunilla, niños en el parque, vamos al parque y hacia la deriva. Ojos no de Códigos Secretos, de Kieślowski el inmortal, ojos de no me digan o díganme de una vez ya valió todo mierda y empecemos a arreglar su desmadre. Ojos que se agigantan o descuelgan, ojos hojas de parra, tierra de azúcar a la vista, vamos por fruta puta madre. Ojos de mírame, míranos, mírame a los ojos, velos míralos sin velos tuyos o míos, y miramos en unos años, ya viejos, en Miramar, míranos en Murano, míranos en la mira, tan hermosos, tan plenos pelícanos en la cima del Gibraltar. Los tuyos eso y más. Ojos cacao, de sesos y lengua, ojos de hades, hadas y “god damned”. Ojos albur, ojos vecindad, ojos del arte que hay en lo bailado y trabajado nadie me lo quita, leamos ahora más de Lacan. Ojos retablo, ojos mi baba, moros en la costa y aguas, armas tomar. Ojos fríjoles, pezones de más arriba, más allá, esos jardines que nunca bifurcan y menos por un par de senderos, salvo que en ello les vaya la vida y ni así se partirán. Ojos rosetones, culmen, patrimonio intelectual de todo el ejercicio físico que ha hecho la humanidad, ojos del “segura no estoy de esto, pero, perdón, antes que nada, dejemos las estupideces o hagámoslas todas por piedad”. Ojos necesito y necesitas una historia, ojos de hacer lo correcto y eso es todo, todo proviene y va de todo eso. Ojos dejémonos de mentir, que los trompos van mejor así a la uña de todos y dejémonos en paz. Y ojos, por supuesto, que se llenan por todo lo alto de lo que cantan o lloran, juegan  o guerrean, se fraguan de Sol y de Luna, de Luz o de Sombra, pero los ojos más de deseo de ser lienzo y cielo que yo haya visto jamás, a decir verdad.

Antonio María Calera-Grobet
(México, 1973). Escritor, editor y promotor cultural. Colaborador de diversos diarios y revistas de circulación nacional. Editor de Mantarraya Ediciones. Autor de Gula. De sesos y Lengua (2011). Propietario de “Hostería La Bota”.

Los contenidos, expresiones u opiniones vertidos en este espacio son responsabilidad única de los autores, por lo que SinEmbargo.mx no se hace responsable de los mismos.

en Sinembargo al Aire

Opinión

Opinión en video