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Sandra Lorenzano

29/12/2024 - 12:02 am

De Santa Claus a Grinch y viceversa

"Cuando nacieron mis hermanos menores, me sumé al festejo vistiéndome de Santa Claus".

Eran las mejores navidades del mundo. Incluso cuando llovía (¿por qué llovía tanto los 24 de diciembre en aquel país de la infancia?) y teníamos que correr a quitar las lucecitas del pino del jardín, seguía siendo una noche maravillosa. Mis padres cocinaban juntos la cena, nosotros envolvíamos los regalos (“detallitos”, hubiéramos dicho en México) para todos los invitados, arreglábamos la casa. Mi abuelo era el encargado de llevar los frutos secos -nada le gustaba más a mamá que las nueces, almendras y avellanas que le llevaba su padre-, mis abuelas el “pan dulce” (panettone) y alguien más las botellas de champaña para el brindis. Éramos felices.

Esa felicidad se la debíamos a mi madre, o quizás debería decir: se la debíamos a la rigidez de mi abuela materna. Mi madre era hija de dos inmigrantes judíos rusos que llegaron a la Argentina a principios del siglo XX. He hablado de ellos en algunos de mis libros (aunque no lo quiera, siempre vuelvo a las historias familiares): Mi abuelo Roberto llegó con trece años, sus hermanos y su violonchelo. Mi abuela Luisa llegó a los nueves meses, una bebé a la que arrullaban en idisch y en ruso. Todos eran librepensadores, de izquierda y ateos, y consideraban que la navidad era una fiesta religiosa con la que no tenían nada que ver. Sobre todo la abuela era implacable en eso. Conclusión: mi madre jamás celebró la navidad siendo niña. Siempre nos contaba que desde su casa escuchaba la música que sonaba en las otras casas, veía los fuegos artificiales, las vidrieras adornadas con imágenes de Papá Noel y ella pensaba: “Cuando sea mayor les haré a mis hijos las mejores navidades”. Y así fue. Incluso en los peores momentos (los duelos, el exilio…) se las arregló para que celebráramos con alegría las fiestas decembrinas. Más allá de las creencias de cada quien, siempre hizo de la navidad una fiesta amorosa.

Cuando nacieron mis hermanos menores, me sumé al festejo vistiéndome de Santa Claus. Con un cojín como panza, una barba de algodón, poca luz y una bolsa de regalos, mi personaje era un éxito. Incluso como mamá repetí varias veces el show para mi hija y sus amigos. El brillo en los ojos de los chicos lo decía todo. Aún teníamos las mejores navidades del mundo.

¿Cuándo me volví Grinch? Me da un poco de pena reconocerlo: fue cuando murió mi madre. Yo era ya casi cincuentona pero, como ustedes seguramente saben, el sentimiento de orfandad no tiene edad. A partir de entonces la tristeza lo ocupaba todo en esas fechas; aun haciendo un esfuerzo siempre me salía una fiesta melancólica.

Han pasado casi veinte años, y aunque por supuesto he tenido en este tiempo lindas navidades acompañada por gente querida, fue recién este diciembre que me dije “Basta de ‘grinchadas’. Tengo muchísimo que agradecer y celebrar”. Y en esa lista el primer lugar lo ocupa la salud de mi padre; estos meses fueron difíciles, pero aquí está: sano, fuerte y con ganas de vivir. Se merece que nos sacudamos la melancolía, ¿verdad? Mi gente más querida tiene salud, amor, proyectos y sueños. ¿Qué más se puede pedir? Este año publiqué un libro, Herida fecunda, y participé en una película bella y esperanzadora, “Sujo” (“a la vejez, viruelas”: debutando como actriz a los 64, ¿quién me lo hubiera dicho?). Muchísimo que agradecerle a la vida. Como Violeta Parra.

Me importan la palabra esperanza, la palabra solidaridad, la palabra gratitud.

Y además hice conciencia de que hace ya muchos años la mamá de la familia soy yo, y quisiera que mi hija dijera alguna vez que también ella ha tenido “las mejores navidades del mundo”.

 

Sandra Lorenzano
Es "argen-mex" por destino y convicción (nació en Buenos Aires, pero vive en México desde 1976). Narradora, poeta y ensayista, sus libros más recientes son "Herida fecunda" (Premio Málaga de Ensayo, 2023), "Abismos, quise decir" (Premio Clemencia Isaura de Poesía, 2023), y la novela "El día que no fue" (Alfaguara). Académica de la UNAM, se desempeña como Directora del Centro de Estudios Mexicanos UNAM-Cuba. Es además, desde 2022, presidenta de la Asamblea Consultiva del Conapred (Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación). sandralorenzano.net

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