Jorge Alberto Gudiño Hernández
22/12/2024 - 12:01 am
Salirse de las listas
Lo primero que me ha llamado la atención en la veintena de listas que he consultado es la enorme cantidad de títulos que me dicen muy poco. Ésta parecería ser una postura un tanto arrogante (lo acepto) en el sentido de que pretendo conocer lo que otros consideran mejor.
He consumido listados sobre los mejores libros por décadas, ya sea por interés profesional, por orientación, guía o simple curiosidad. Los he visto con respeto, indulgencia e interés. Durante algunos años discutí con esas listas que surgen de diferentes intenciones, desde la periodística dura hasta la que busca llenar un espacio sumando recomendaciones.
Desde hace algunos años ya no asisto con entusiasmo a esos encuentros. Sé, como todo el mundo, que estas relaciones de los mejores títulos obedecen a parámetros con los que no solemos coincidir. Hace algunos meses, escribí una serie de columnas relacionadas con la posibilidad de establecer parámetros cuantitativos para establecer la calidad literaria. Una de las conclusiones es que no es posible una objetividad extrema, aunque tampoco se pretende. Entonces, ¿por qué renegar de ciertos listados si éstos surgen de subjetividades diferentes?
Aún no lo tengo del todo claro. Me sumo, mientras tanto, a ese lugar común que implica no siempre saber qué motivaciones mueven a la publicación de tales listas. Incluso las que funcionan de forma más o menos clara, en las que participan decenas o cientos de lectores, evitan sesgos comerciales o cuotas editoriales, me han resultado lejanas. Me explico.
Lo primero que me ha llamado la atención en la veintena de listas que he consultado es la enorme cantidad de títulos que me dicen muy poco. Ésta parecería ser una postura un tanto arrogante (lo acepto) en el sentido de que pretendo conocer lo que otros consideran mejor. Algo hay de razón. Sin embargo, lo cierto es que sigo siendo un lector profesional y que leo varios libros al año. A diferencia de otras ocasiones, ahora me ha dado más trabajo encontrar coincidencias en esas listas. Las razones pueden ser muchas. La más evidente, por ejemplo, es que la industria editorial sigue aumentando el número de títulos que publica cada año. Si ya era imposible darles seguimiento, conforme esa cifra aumenta uno se tiene que resignar a leer apenas un minúsculo porcentaje de lo publicado. La que desbarata la arrogancia, por su parte, es que, en efecto, mis lecturas de este año se alejaron de las lecturas de ciertas mayorías. Y ya.
Aunque en ese “y ya” hay algo que me molesta un poco. No lo es tanto el que yo no haya leído una buena cantidad de los libros enlistados (al contrario, eso me abre puertas, me sugiere lecturas, acumula pilas inestables en el buró). Lo que me genera cierta inquietud es que en ninguna de las listas que he consultado aparezcan los libros que más me gustaron de los que leí este año. Eso significa que los parámetros se han modificado (sin que me avisaran), que me estoy anquilosando (algo siempre posible), que me estoy sofisticando (eso es poco probable), que me estoy convirtiendo en una clase de lector diferente (eso podría ser) o que ya no estoy entendiendo como antes ciertas lecturas (algo que es tan bueno como malo, dependiendo).
No elaboro, pues, nuevas listas porque una sucesión de títulos y autores sirve más para apapachar el ego de algunos o para levantar las ámpulas de otros. Como siempre lo he sostenido: más que una lista, lo relevante es hablar de los libros. Es la mejor forma de recomendarlos.
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