El Jardín de las delicias.

El Jardín de las Delicias: Una Alegoría a la fragmentación entre Naturaleza y Cultura

05/01/2025 - 6:30 am
El Jardín de las delicias.

En este texto de Artes de México se toca la relación entre la naturaleza y el ser humano, las creencias colectivas en torno a la naturaleza, lo que se percibe como un recurso.

Por Orlando Puente Zubiaur

Ciudad de México, 5 de enero (SinEmbargo).- El cambio climático y el impacto ambiental son temas frecuentes en la actualidad, abordados en medios, agendas políticas y estudios científicos. Normalmente, el enfoque recae en evidencias tangibles como la deforestación y la contaminación, así como en soluciones tecnológicas o cambios en hábitos colectivos promovidos por campañas gubernamentales. Sin embargo, los resultados han sido limitados para mitigar el daño ambiental. ¿Estamos enfocándonos correctamente? Tal vez sea necesario examinar las creencias colectivas que han dado forma a nuestra relación con la naturaleza.

En este contexto, me encontré recientemente con un artículo de Johannes Neurath, titulado “La naturaleza como sociedad”, publicado en el tomo 99 de la revista Artes de México: Arte y Cambio Climático. En las primeras líneas, Neurath lanza un cuestionamiento por demás interesante e importante: “¿Se trata de un vínculo entre iguales o creemos en una superioridad que justifica nuestros actos?” Esta interrogante toca un punto neurálgico: nuestros hábitos y conductas no surgen en el vacío, sino que se construyen sobre un entramado de creencias colectivas que justifican, consciente o inconscientemente, nuestra relación con el entorno y la naturaleza.

A diferencia de otras culturas antiguas, la cultura occidental se ha caracterizado, desde sus orígenes en la tradición grecolatina y la teología católica, por concebirse como algo distinto y separado de la naturaleza. Se ha asumido que lo humano no es natural, mientras que la naturaleza se define como todo aquello que no es humano. En la filosofía ambiental, esta perspectiva se conoce como la dicotomía naturaleza-cultura.

El Jardín de las delicias.
El Jardín de las delicias. La creación del mundo, Jheronimus van Aken _El Bosco_, siglo XVI. Tríptico cerrado.

Esta actitud ha llevado a un comportamiento distante hacia la naturaleza, generando que la percibamos como un recurso a gestionar, explotar o, en el mejor de los casos, proteger. Paradójicamente, esta perspectiva posiciona al ser humano como el único ente "no natural". Como resultado, a lo largo de la historia del arte, la naturaleza ha sido vista más como un objeto de admiración y veneración (como una obra divina), y no como el sistema del cual formamos parte de manera intrínseca. Esto dificulta una comprensión de nuestra interdependencia con el entorno.

Un ejemplo claro de esta visión es la obra renacentista “El Jardín de las Delicias” de Hieronymus Bosch, un tríptico compuesto por cuatro escenas: dos laterales, una central y una visible al cerrar los paneles. Cada panel ofrece una narrativa que ilustra el cómo concebían en el siglo XVI la compleja relación entre humanidad y naturaleza.

En el panel izquierdo, El Bosco representa la creación de Adán y Eva en un idílico Jardín del Edén. Este paisaje, en equilibrio entre vegetación, animales y criaturas fantásticas, sugiere pureza y armonía antes del pecado original.

El panel central muestra una escena repleta de figuras humanas, animales y plantas en un ambiente de placer y exceso. La interpretación dominante es que representa a la humanidad entregada a los placeres terrenales, pero destaca cómo los humanos desvirtúan la naturaleza para su satisfacción, reforzando la separación entre lo humano y lo natural.

El Jardín de las Delicias nos invita a reflexionar.
El Jardín de las delicias. La creación del mundo, Jheronimus van Aken _El Bosco_, siglo XVI. Óleo sobre tabla.

En el panel derecho, retrata el castigo eterno por los pecados terrenales. Este paisaje oscuro, lleno de torturas y caos, está desprovisto de vegetación y fauna, como si el abuso humano de la naturaleza llevara inevitablemente a la desolación.

La escena exterior, menos mencionada, representa el tercer día de la creación según el Génesis. Una esfera transparente flota en un fondo oscuro, mostrando un mundo en formación con prístina vegetación. En la esquina superior izquierda, una figura diminuta de Dios aparece como el Creador, con una inscripción que reza: “Ipse dixit et facta sunt” (Él lo dijo, y así fue hecho) refuerza la idea de la naturaleza como obra divina en sus comienzos.

La obra del Bosco ejemplifica bastante bien la dicotomía naturaleza-cultura desde una perspectiva profundamente influida por las creencias occidentales. A través de sus paneles, el Bosco construye una narrativa en la que la naturaleza comienza como un entorno puro y armónico, obra divina de la creación, pero que, al entrar en contacto con la humanidad y sus excesos, se ve desvirtuada y explotada.

El Bosco refleja la concepción occidental de la naturaleza como algo separado de lo humano: un recurso que puede ser admirado, utilizado e incluso destruido, en lugar de un sistema al que pertenecemos intrínsecamente. Es decir, a la humanidad se le castiga porque sus pecados destruyen a la naturaleza; en cambio, si se percibiera a la humanidad como parte de la naturaleza, se entendería que la destrucción de la segunda lleva al colapso de la primera.

Al mismo tiempo, la obra también encarna las tensiones de esta dicotomía: la naturaleza es vista como una creación divina, venerable pero subordinada, mientras que el ser humano, desde su supuesta superioridad, se apropia de ella, olvidando que ambos están ligados por un origen común.

En última instancia, El Jardín de las Delicias nos invita a reflexionar sobre cómo estas creencias occidentales, profundamente arraigadas, han moldeado nuestra percepción, comportamiento y relación con la naturaleza, consolidando una visión que, todavía hoy, perpetúa la crisis ambiental que enfrentamos.

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