En este texto de Artes de México se abunda acerca de la arquitectura islámica y algunas de sus características; El Palacio Azul presenta el contexto y la descripción de un palacio que sólo vive en la imaginación.
Por Alejandra González Guerrero
Ciudad de México, 22 de diciembre (SinEmbargo).- Hay obras de arte que quedan prendadas en nuestra memoria, hay referentes culturales que, aunque parezcan lejanos, forman parte de nuestro acervo. Por otro lado, también tenemos referencias estilísticas inequívocas que permiten identificar y acercarnos a una obra sin tener los detalles específicos: sabemos que arcos apuntados y bóvedas nervadas suelen corresponder al Gótico, que sillares bicolores y capiteles que cuentan historias pueden ser románicos, que fustes salomónicos y abigarramiento se asocian con el Barroco, que mocárabes y mosaicos exteriores azules pertenecen a la arquitectura islámica…
León R. Zahar aprovecha este conocimiento para crear un palacio imaginario y colocarlo en un contexto histórico, temporal y, sobre todo, artístico. En Arquitectura imaginaria. Al-Azrak, El Palacio Azul presenta el contexto y la detallada descripción de un palacio que sólo vive en su imaginación y que comparte con quienes le leemos.
El autor aprovecha este conocimiento popular para presentar un palacio que cumple con algunas características persistentes, además de crear un contexto histórico y artístico. Para los que usa Las mil y una noches como fuente histórica fidedigna que señala el lugar y tiempo donde se sitúa el palacio “Al-Azrak, ubicado en la utópica ciudad califal de Abbasiyah, ‘entre Bagdad y Samarkanda’” y teje la imaginada construcción con la Historia. Una historia tan bien construida que sería muy fácil perderse en el tejido y creerla.
Esta publicación es un pretexto para explorar el devenir del califato abasí, pues hay un recorrido histórico por sus califas y allegados, además para revisar el destino de muchas de las grandes obras artísticas, especialmente las arquitectónicas. El culmen ocurre en la detallada descripción de este imaginario palacio donde el autor aprovecha para explorar las características principales de las construcciones palaciegas de la época e incluso la acompaña de la música que podría escucharse en un espacio así.
Quiero abundar en la arquitectura islámica y algunas de las características que el autor refiere, pues, como el mismo Zahar recuerda, la clasificación “arquitectura islámica” no abarca únicamente mezquitas, sino que aglutina una serie de edificios civiles, religiosos, militares y políticos que se construyeron en un contexto al que solemos referirnos como islámico. La subdivisión temporal y espacial a veces se escapa a las grandes clasificaciones del arte, pues se hilan elementos constantes y características compartidas. Ejemplo de ello son los ya mencionados mocárabes o muqarnas (del árabe مقرنص), que son fractales que parecen derramar desde las cúpulas.
Las muqarnas, a su vez, suelen adornar el iwan (del árabe إيوان y persa ایوان). Otro elemento de la arquitectura islámica que Zahar refiere en la descripción del palacio al-Azrak y que consiste en media cúpula, usualmente apuntada, que adorna la fachada de un edificio y que puede ser el pórtico principal de la portada o ser un elemento repetido como decoración.
Los mosaicos son otra característica reconocida de la arquitectura islámica, aunque —vale la pena aclarar— como elemento exterior que adorna la portada es más común en el mundo del persianato que en el árabe; lo mismo sucede con el iwan. Los mosaicos exteriores se han usado en la región conocida como el Medio Oriente desde la época del esplendor de Mesopotamia, pues sirven como ornato, para contar historias, como protección, además de que ayudan a detener el desgaste de las construcciones por el clima del desierto.
La evolución técnica, estilística y temática de los mosaicos ha sido constante, en Mesopotamia eran ladrillos esmaltados que formaban figuras humanas o animales de gran formato, mientras que en la época abasí ya eran mosaicos formados por pequeñas teselas con motivos naturales o caligrafía. Ya en este formato, vivieron uno de sus grandes momentos en una época posterior al contexto donde León R. Zahar inserta el palacio al-Azrak: la dinastía safaví, especialmente con la construcción de Esfahan bajo el reinado de Shah Abbas.
De las grandes edificaciones en Esfahan, la Mezquita del Shah resulta trascendente al hablar de mosaicos, pues su construcción significó una evolución técnica significativa hasta nuestros días con los mosaicos “siete colores” (haft-rang – هفت رنگ). Esta innovación técnica ayudó a que se invirtiera menos tiempo en su elaboración, ya que la forma tradicional era con teselas cortadas de superficies monocromáticas y unidas a las distintas piezas de distintos tamaños, colores y formas con yeso; la nueva técnica permitía que en la misma tesela se pintaran los distintos colores (hasta siete).
Las constantes en el arte no son tan constantes, evolucionan y se adaptan al contexto, se hacen parte del devenir y cambian. Por ello, un palacio azul que sobrevivió al tiempo, al clima, a las invasiones, a la política, a los conflictos parece tan real. Por momentos, León R. Zahar convence a quien lo lee de que el palacio es real.