Héctor Alejandro Quintanar
06/12/2024 - 12:05 am
Felipe Calderón, un cobarde en España
"El inicio del gobierno ilegítimo de Calderón tuvo una relación muy cordial con ese sector corrupto y oscurantista de España".
Hace unos días, Calderón fue partícipe en Madrid en un foro de ultraderecha de una organización llamada Neos, espacio donde, luego de expeler los prejuicios ultramontanos clásicos de ese espectro ideológico, fue increpado por una mexicana originaria de Ciudad Juárez, quien con mucha valentía y razón le gritó “asesino” y “narcopresidente”.
Vale reflexionar aquí el uso de esa etiqueta, la de “narcopresidente”. Como es sabido, la extrema derecha tiene más presencia en el mundo digital que en el real. Por eso se mueve con soltura en redes como X, donde ni siquiera es necesario dar la cara y menos aún argumentos para ser visible; y por eso ese espectro ideológico es proclive a infestar esa plataforma con bots, ciberporros apócrifos, granjas de cuentas automatizadas y garrapatas virtuales parecidas, con el único fin de contaminar el debate y escupir violencia simbólica. De ahí que, en este año electoral mexicano, fuera una campaña de extrema derecha, encabezada por granjas de bots, la que trató de endilgar la etiqueta de ”narcopresidente” y “narcocandidata” a López Obrador y Claudia Sheinbaum respectivamente, en un ejercicio de propaganda sucia, mentiras cínicas con presumible cargo al erario de estados panistas, como mostraron los análisis de los especialistas digitales Julián Mazoy y Julián Macías.
Por cierto, debe recordarse que el uso de estas cuentas de ciberporros apócrifos utilizados para excretar inmundicia digital, es una práctica añeja del calderonismo y el foxismo que, desde la subsecretaría de Gobernación en 2006 y 2007 -entonces dirigida por Abraham González Uyeda-, emplearon recursos públicos para mandar cadenas masivas de correos electrónicos para acusar de infamias a López Obrador, a su entorno y simpatizantes, con un vocabulario más propio de un neonazi adolescente que de un politicastro en campaña, tal cual lo expuso en su momento el cronista Jaime Avilés.
Pues bien, en estos días ocurrió lo contrario. Una mujer identificable, quien en un ejercicio de honestidad dio la cara, fue por propio pie, sin pagos ilegales de por medio, a exponerle a Calderón, también en su cara, sin esconderse, y arriesgándose a ser replicada por las hordas irracionales y violentas que suelen ser los resabios del calderonismo, que el ex presidente espurio era un asesino y un narco, juicios severos pero que hizo precedidos de cifras oficiales documentadas, datos irrefutables y una experiencia personal dolorosa.
Ahí está la diferencia en el uso de las etiquetas: mientras los ciberporros de la ultraderecha requieren del anonimato y la mentira para acusar de “narcopresidenta” a Claudia Sheinbaum; una mujer requirió de mucho valor y argumentos para ir, dignamente, a espetarle a Calderón en España las estelas de su gobierno destructor en México.
Aquí, vale la pena echar un ojo en retrospectiva para recordar las relaciones de Calderón con un sector específico en España. Cuando fue dirigente nacional del PAN, de 1996 a 1999, se hizo de los servicios del publicista español Toni Solá, vinculado entonces al Partido Popular, heredero del franquismo español. Años después, cuando ya era un anodino y mediocre candidato presidencial del PAN en 2006 cuya campaña falsaria de “las manos limpias” no avanzaba, recibió el apoyo explícito, violatorio del artículo 33 constitucional, de José María Aznar, ex mandatario español también del Partido Popular, quien el 22 de febrero de ese hórrido año llegó a México a pedirle a los votantes que mantuvieran al PAN en el poder y optaran por la estabilidad y no por la aventura demagógica que, según él, representaba López Obrador.
Aznar sabía de aventuras demagógicas, no por estudiarlas sino por ejercerlas, pues tres años antes, fue uno de los pocos presidentes lacayunos del mundo que decidió secundar la carnicería invasora de George W. Bush en Irak en 2003. Cuando Aznar llegó a México a escupir tonterías a favor de Calderón en 2006, no sólo cometió una ilegalidad, sino que aún tenía los belfos chorreantes de sangre de iraquíes inocentes.
Era un momento donde Aznar recientemente había construido la Fundación para el Análisis y los Estudios Sociales, la FAES, un epicentro panfletero de las derechas, destinado, según sus propias palabras, a promover los “valores de Occidente”, que ellos entienden sólo en el libre mercado y el cristianismo. Sin embargo, la función oculta de la FAES era en realidad ponderar la figura debilitada de Aznar al interior del propio Partido Popular, donde otras figuras empezaban a destacar.
La visita de Aznar a México, en febrero de 2006, fue quizá sin proponérselo la instrucción para el PAN para iniciar la campaña más sucia de propaganda ilegal hasta el momento, con las bajezas del “peligro para México” contra su adversario de izquierdas, para con ello enturbiar irremediablemente la campaña, en un hecho que consolidó la crispación social que aún se vive en el país, sin que los ideólogos liberales se hayan dado cuenta nunca, quizá por ser parte de esa crispación, como es el caso de Enrique Krauze, golpeador histriónico disfrazado de historiador que, además de también apoyar la demencia genocida de Bush en 2003, se placeó muy sonriente con el oscuro Aznar cuando éste vino a violar la ley electoral mexicana en 2006.
El inicio del gobierno ilegítimo de Calderón tuvo una relación muy cordial con ese sector corrupto y oscurantista de España. En lo administrativo, su peonaje a Iberdrola incluía la posibilidad de privatizar la industria eléctrica mexicana para favorecer a esa empresa española y dar contratros a la petrolera Repsol en 2008; mientras que el PAN pensó, en 2007, abrir una sede partidista en Madrid, llamada Europan, para gestar mejores vínculos entre el partido franquista español y el blanquiazul, que desde su inicio, como lo hizo explícito uno de sus fundadores, Jesús Guiza, vio en Franco a un modelo, por su, entre comillas, valiente lucha cristiana contra el comunismo expansionista y ateo.
Fue entonces esperable que luego de 2012, tras el fin de su espuriato, Calderón fuera nombrado con cargos honrosos en Iberdrola. Y también fue esperable que desde 2019 y 2020, tras la detención de García Luna y el fracaso de lograr algún fuero mediante la fundación de su partido México Libre, Calderón escapara, como el cobarde que siempre ha sido, a un escondrijo en España, país donde guarda excelentes relaciones ideológicas con el sector más rancio del Partido Popular.
Eso explica su presencia en estos días en el foro de extrema derecha de Neos, que, como era de esperarse, fue una salmodia medieval de consignas antiderechos y anti-minorías. Pero ahí resaltó el discurso de una compañera de batallas de Calderón, la señora Isabel Díaz Ayuso, presidenta de la Comunidad de Madrid, quien, ayuna de ideas pero excesiva en diatribas, acusó que “los gobiernos que odian lo español no reconocen los nexos que unen a América con España” o algo así, y, a continuación, acusó que esos gobiernos odiantes de España acaban siendo “tiranos que dirigen narcoestados”.
A pesar de toda la evidencia a cuestas, es deslumbrante la ignorancia peligrosa de la extrema derecha española. Tal parece que la señora Díaz Ayuso nunca se enteró de que el más reciente narcogobernante documentado en México es Felipe Calderón, cuya plana mayor de presuntos guerreros contra el narco, García Luna, Facundo Rosas, Luis Cárdenas Palomino, Iván Reyes Arzate, hoy se encuentra o presa, o prófuga o confesa por haber convertido al aparato estatal mexicano en plataforma de servicio para un cártel y haber desatado la farsa más sangrienta del Siglo XXI mexicano.
Pero hay que decirlo con todas sus letras. El motor central de la ultraderecha no es sólo la ignorancia, sino el negacionismo en todas su formas, sea mediante salmodias anticientíficas o mediante autoengaños enredados, donde se convencen a sí mismos de que, por ejemplo, López Obrador y Claudia Sheinbaum son narcopresidentes, porque así lo dijeron un montón de cibergarrapatas mercenarias de internet, y Calderón no es ningún narcopresidente, aunque sus manos derechas estén en la cárcel, precisamente por ser narcos.
Hoy podría ser un momento de definición para las derechas y conservadurismos en México, que bien podrían, para empezar a sanearse, exigir un saludable cerco sanitario contra Calderón y sus remanentes, no sólo en el PAN sino en el debate público, ello no por una cuestión estrictamente ideológica sino por pura sobrevivencia estratégica: si el calderonismo está desde 2012 y 2019 en el basurero de la historia, recuperar decencia y un mínimo de democracia pasa por un necesario deslinde de lo que representa un facho acomplejado como Calderón. El PP en España no lo entendió, ¿lo entenderá la derecha mexicana?
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