Alejandro Páez Varela
02/12/2024 - 12:05 am
Hipócrita, hipócritas
"En el marco de la misma cumbre del G20 en Brasil, Trudeau habló con Claudia Sheinbaum sobre China y luego sacó el tema en una conferencia de prensa y luego, de regreso a Canadá, volvió a tocar el tema en conferencia pero no como una preocupación solventada sino como una preocupación vigente. Mañoso. ¿No podía marcarle Trudeau a Sheinbaum antes de que se vieran? Si tuvo una respuesta puntual, ¿por qué la conferencia en Brasil y luego la conferencia en Canadá? ¿Para hacer ver como si no tuvo respuesta de México? Quería agradar a Trump. Quería que Canadá se viera en un mismo bloque con Estados Unidos".
Donald Trump desmiente esa idea extendida de que “sólo se vive una vez”. En realidad vivimos muchas veces y cada mañana nos podemos reinventar. Trump se ha reinventado muchas veces y para su segundo mandato es una versión más poderosa y amenazante de sí mismo. Es el rostro del imperio, sin máscara. No finge, como los Clinton. Es el
colonialismo puro: racista, clasista. Es el “estás conmigo o estás a punto de que te cargue la tiznada”.
Su principal valor es el dinero, como lo fue para cualquier otro Presidente de Estados Unidos y no se anda con la payasada de que quiere “democracia” y “desarrollo”, como Barack Obama, el engaña-bobos que tuvo vínculos con un antidemócrata como Felipe Calderón y hasta le firma libros.
No, no se vive una vez. Todos los días renacemos para empeorar o para mejorar. Y tampoco se muere una vez. Justin Trudeau, por ejemplo, murió hace exactamente cinco años para Donald Trump. No lo perdona. Pasó en uno de los salones del palacio de Buckingham de Londres. Estaban Trudeau, Emmanuel Macron y Boris Johnson. Trudeau se burló de Trump. Quedó grabado. El típico buenaondita que cree que está por encima de los demás porque lo asiste la razón se rió del Presidente de Estados Unidos.
–Hipócrita –dijo Trump apenas se dio cuenta–. Bueno, tiene dos-caras.
“Honestamente –agregó el hombre más poderoso de Occidente–, es un buen tipo, Trudeau. Me parece que es un tipo muy agradable. Pero la verdad es que le reclamé porque no está pagando el 2 por ciento y supongo que no está muy contento”.
Ahora no es un dos por ciento. Ni siquiera un 20 por ciento. Es un 25 por ciento. Y cualquiera de nosotros podría preguntarse por qué Trump nos odia tanto si le ayudamos con los muertos de su guerra contra las drogas; le controlamos caravanas de migrantes; somos la zona-amortiguador de su desastrosa política con América Latina. Cualquiera de nosotros
también podría preguntarse si ese 25 por ciento no tiene otra dedicatoria, es decir: si no era para vengarse del dos-caras-Trudeau. Para bajarle sus humos, para borrarle la sonrisa hipócrita.
Trump reclamaba entonces que Canadá se sienta en los banquetes de la OTAN, la Organización del Tratado Atlántico Norte (como ese día, en Inglaterra), pero es el conchudo que va a todas las fiestas y no paga las cuotas que le corresponden. Y al final, Canadá es como Trudeau: disfruta ser el niño lindo y cool de la cuadra pero cuando los demás no lo ven se
mete a los jardines, orina las flores y arrasa con las plantas.
Trudeau es una polaroid de la sociedad política de Canadá, que apenas le aprieta Trump y es capaz de sacrificar a su propia madre en una pira de leña, si con eso lo calma. Son tan buenos vecinos y buenos hermanos que pidieron de inmediato que la ira de Trump cayera sobre México. Son tan cuidadosos de los derechos humanos que de inmediato sugirieron
ayudarle a Trump con los campos de concentración para los migrantes. Son tan incluyentes que todavía en el siglo XX intentaron reeducar a los niños indígenas y los que murieron en el intento fueron sepultados en los patios de los colegios. Son tan amigables con el planeta, qué lindos, que van por el mundo con las peores prácticas mineras, corrompiendo autoridades y contaminando los campos y el agua de los pueblos, como
pasa en México.
–Hipócrita –dijo Trump. Y no tiene ganas de ocultarlo porque es el rostro del imperio, descarnado. Y no finge porque no se le pega la gana y esmarrullero y prepotente pero al menos no es un “dos-caras”.
Al final, los hipócritas como Trudeau justifican la existencia de los marrulleros como Trump.
***
Justin Trudeau murió para Trump aquél 4 de diciembre de 2019, pero renació el viernes pasado en la noche. También por voluntad de Trump. Le aceptó una cena en su casa de Mar-o-Lago.
La verdad es que Trudeau ha sido bien tratado por Trump. Y para ser como son los políticos canadienses, debería estar muy agradecido con el Presidente electo. ¿Se imaginan si Trump dice: voy a negociar con Canadá sólo hasta que el actual Primer Ministro renuncie? Si apenas les aprieta Trump y son capaces de sacrificar a su propia madre en una pira
de leña, ¿qué harían los políticos canadienses con Trudeau? Lo reciclan: se lo dan de comer a los leones del zoológico de Montreal y con la mierda de eso mismos leones alimentan un generador de energía limpia.
Nadie se equivoque: claro que Trump tiene planes con Trudeau. Le choca su gobierno supuestamente liberal; le choca su hipocresía (la de Canadá y la del Primer Ministro) y su agenda supuestamente “progre”. Y quizás pueda provocar un cambio profundo en esa nación para finales de 2025, cuando tocan elecciones federales.
Trudeau ha dicho que se va a reelegir. En octubre pasado, 24 parlamentarios de su partido le pidieron que renunciara y dijo que no. Pero las encuestas colocan al Partido Conservador, de Pierre Poilievre, con un 42.5 por ciento de la intención de voto y al Partido Liberal de Trudeau con 19 puntos por debajo, es decir, con 23.2 por ciento. Abacus Data dio a conocer en noviembre que solo uno de cada cinco canadienses quiere que Trudeau se presente a la reelección y que dos de cada tres quieren que dimita como Primer Ministro y líder liberal. Y Morning Consult, la encuestadora que da a Claudia Sheinbaum el segundo lugar entre los líderes mundiales (62 por ciento), le otorga al premier canadiense 26 por ciento de aceptación con ¡67 por ciento de rechazo!
Si Trump quiere, Trudeau se va por la puerta trasera, con niveles de aceptación que hasta Gabriel Quadri mejoraría si fuera canadiense (ojalá lo fuera; lo hipócrita ya lo tiene). Es decir: Trudeau será el Xóchitl Gálvez canadiense si se hunde un poco más.
Obvio que Trump está utilizando la debilidad de Trudeau a su favor. El viernes, en Mar-o-Lago, el Primer Ministro llevó al Presidente electo un cartera amplia de negocios y claro, Trump la aprovechó. Y ni siquiera lo regresó con la certeza de que reconsideraría la amenaza de aranceles al 25 por ciento. Hablaron de energía, seguridad, frontera, migrantes,
fentanilo.
Trump quiere todo a cambio de nada. Y, creo yo, quiere presumir que dobló al cara-bonita, al hipócrita que habla mal de la gente y luego hace como que no se dio cuenta. Así le hizo en 2019. Intentó negar lo que estaba en el video. Nadie se lo creyó. Seguramente ni él mismo.
***
Durante el encuentro del G20 en Brasil, Justin Trudeau intentó el juego de las dos caras con la Presidenta de México. Se reunió con ella en privado, allá, para plantearle sus supuestas preocupaciones de que China use México como trampolín para inyectar sus mercaderías a América del Norte y Claudia Sheinbaum le respondió, puntual, con datos que comprueban que Estados Unidos tiene un flujo comercial más intenso con los chinos que los mexicanos.
Pero poco después, en el marco de la misma cumbre, Trudeau sacó el tema en una conferencia de prensa y luego, de regreso a Canadá, volvió a tocar el tema en conferencia pero no como una preocupación solventada sino como una preocupación vigente. Mañoso. Al mismo tiempo, la clase política canadiense estallaba en antimexicanismos.
¿No podía marcarle Trudeau a Sheinbaum antes de que se vieran? Si tuvo una respuesta puntual, ¿por qué la conferencia en Brasil y luego la conferencia en Canadá? ¿Para hacer ver como si no tuvo respuesta de México?
Quería agradar a Trump. Quería que Canadá se viera en un mismo bloque con Estados Unidos; un mismo bloque preocupado por “las decisiones que toma México”, es decir, porque México “dejó entrar a China”. Y al mismo tiempo, quería ser el factor de unidad de la clase política canadiense, que para ese momento ya pedía un acuerdo directo con
Estados Unidos y bajar a los mexicanos del T-MEC.
Hipócrita, hipócritas. Dos-caras.
***
El periodista canadiense Lawrence Martin escribe en un texto de opinión publicado en The Globe and Mail:
“Aunque el Gobierno de Trudeau debería abordar algunas de las quejas de Trump, también se le debe recordar a Trump que necesitará la cooperación de Ottawa para implementar su plan de deportación masiva. Miles de personas buscarán asilo aquí, tal vez decenas de miles. ¿Qué tal si, señor Presidente, cerramos la puerta y los enviamos de regreso?”
Así la desvergüenza y la mezquindad. Para documentar nuestro optimismo, la semana pasada nos reímos en Los Periodistas recordando el capítulo de Los Simpson donde Homero va al espacio, provoca una fuga de hormigas y el periodista Kent Brockman cree que es una invasión extraterrestre.
De inmediato, como Laurence Martin, se hinca a sus pies: “Y yo, por mi parte, doy la bienvenida a nuestros nuevos amos insectos. Me gustaría recordarles que, como personalidad de televisión de confianza, puedo ser útil en reunir a otros para que trabajen en sus cuevas de azúcar subterráneas”.
Richard Huntley, ex czar fronterizo de Canadá, le da una entrevista The National Post. Se publica el domingo con esta cabeza: “‘Dios nos ayude si todo esto empieza a suceder en enero’: se avecina una crisis fronteriza inducida por Trump”.
“Entiendo que Trump ya está hablando de construir, básicamente, campos de concentración y enormes centros de detención”, dice Richard. Agrega: “Y la gente simplemente va a huir. Simplemente va a huir. Miren las películas: ¿adónde van los malos cuando intentan escapar? Vienen a México o Canadá”.
Yo replantearía las preguntas: “Miren la realidad: ¿adónde van los malos cuando traen dinero producto del saqueo de los pueblos? Vienen a México, a explotar el oro y la plata y a corromper gobiernos podridos a cambio de concesiones”.
***
Donald Trump desmiente esa idea extendida de que “sólo se vive una vez”. En realidad vivimos muchas veces y morimos muchas veces, como Trudeau puede testificar.
Canadá ha logrado, con éxito, enmascarar su rostro que es el rostro no de un imperio, que no lo es, sino del imperialismo. Finge, como Trudeau. Pero es el colonialismo puro: racista, clasista. El principal valor para Canadá es el dinero y lo de “democracia” y “desarrollo”, en los hechos, es pura payasada.
Para todo roto estará siempre un descosido: Trudeau es, aunque aparente otra cosa, igual a Donald Trump. Pero es su versión menos exitosa, la más chafa: la versión hipócrita.
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