En 2012 comenzó la inolvidable historia de "los pupas", seis pequeños chivos que, en un acto de valentía, escaparon de un camión que los llevaba hacia un destino marcado por el sufrimiento y la muerte.
Los chivos, primeros habitantes del santuario, eran Malcom, Hellboy, Pablo, Paco, Loko y Emma, seis frágiles y enfermos bebés que, unidos por la necesidad de sobrevivir, nunca se separaron hasta que la muerte fue reclamando a cada uno de ellos. Hoy, 12 años después, sólo queda Emma, la más pequeña y resiliente. Emma llegó al santuario con una pata macheteada e infestada de hongos, y aun así, corrió por las calles de Nuevo León junto a sus hermanos, desafiando la adversidad con un propósito claro: vivir. Desde el primer momento, su fortaleza fue evidente.
Ahora, una década después, Emma sigue en pie. Aunque ya no están sus hermanos para protegerla, ha formado una nueva familia y amistades en el santuario. En sus primeros días sin ellos, se percibía en ella una mezcla de confusión y tristeza, una prueba de que los animales, aunque más conectados al ciclo de la vida que los humanos, también experimentan el duelo.
A lo largo de los años, Emma se había mantenido distante de las personas, a pesar de haber crecido rodeada de humanos, sin embargo, tras la partida de sus hermanos, ha desarrollado un vínculo más cercano conmigo. Es un entendimiento silencioso, un sentimiento compartido que refleja el vacío dejado por la pérdida de nuestros amados chivos.
Cuidar de "los pupas" desde que eran bebés hasta despedirlos uno a uno ha sido una experiencia profundamente conmovedora. Para Gustavo, quien los rescató y se convirtió en una figura paternal para ellos, estos 12 años representan mucho más que un lapso de tiempo: fueron una vida entera dedicada a su cuidado, amor y compañía. Emma sigue desafiando las estadísticas con su fuerza e independencia, recordándonos que cada día con ella es un regalo.
La historia de "los pupas" es un testimonio del coraje, la resiliencia y la capacidad de amar de los animales. Emma, la última sobreviviente, personifica el espíritu indomable de aquellos que luchan por vivir, incluso en las circunstancias más adversas. Su presencia en el santuario no sólo honra la memoria de sus hermanos, sino que también inspira a todos los que la conocemos a valorar la vida en todas sus formas. Emma nos enseña que, aunque el tiempo sea efímero, el amor y los lazos que construimos pueden perdurar para siempre.
