Azcapotzalco, reflejos de la tierra de lujo y descanso que fue durante el Porfiriato

24/11/2024 - 12:00 am

Este artículo fue publicado, originalmente, en la revista 101 titulada Azcapotzalco de la editorial Artes de México, en él se puede leer como Azcapotzalco fue tierra de lujo y descanso durante el Porfiriato.

Por Teresita Quiróz Ávila

Ciudad de México, 24 de noviembre (SinEmbargo).- Durante el Porfiriato se proyectó el crecimiento de la ciudad hacia las regiones periféricas por medio del fraccionamiento de las tierras de las municipalidades. Se trataba de la nueva orientación divisoria de una urbe en proceso de ampliación hacia zonas consideradas todavía agrícolas para volverlas “más productivas”, en un sentido moderno. La idea de vender estos terrenos inició cuando se estableció el tranvía México-Tlalnepantla y varias líneas de ferrocarril que cruzaban por el pueblo de Tacuba y la villa de Azcapotzalco.

Desde finales del siglo XIX, se empezaron a fraccionar grandes ranchos y haciendas para construir zonas “campestres” con quintas de verano, viviendas para sectores “medianamente acomodados” y casas para obreros en estas zonas. Las colonias que se fundaron en el espacio correspondiente a Azcapotzalco fueron Legaria, San Álvaro, El Imparcial, Ángel Zimbrón, Aldana y Popotla. Antes de ser fraccionados, a la familia Casasola le perteneció el rancho de Popotla y a Manuel Manterola, la hacienda de Clavería; Ángel Zimbrón era propietario de un rancho en una franja de Azcapotzalco; y al norteamericano Edward Orrin, dueño del famoso circo-teatro Orrin, le perteneció por un tiempo la hacienda del Rosario. Los propietarios de estos terrenos tenían vínculos con personajes del sistema político y experiencias previas en el desarrollo de fraccionamientos en la Ciudad de México.

El fraccionamiento en torno al cual giró la promoción urbana de Azcapotzalco fue, según un folleto publicitario fechado en 1907, la colonia El Imparcial. Los lineamientos que debían seguirse para construir en la zona eran los siguientes: “La construcción la hace el interesado enteramente a su gusto y sólo tiene por condiciones sujetar el proyecto de fachada a la aprobación de la empresa, con el objeto de que ésta sea del mismo estilo de las que existen actualmente, dejar un jardín al frente de 15 metros y hacer la construcción aislada en medio del lote, condiciones que, lejos de perjudicarle en algo, le favorecen grandemente, porque contribuyen de una manera notable, no sólo a la belleza de la casa, sino muy particularmente a la higiene de ella, porque recibirá el aire y la luz por los cuatro costados”.

Casa en Azcapotzalco. Foto: ProtoplasmaKid / Wikimedia Commons / CC-BY-SA 4.0

En 1904 Rafael Reyes Spíndola, originario de Oaxaca y director de los diarios El Mundo Ilustrado y El Imparcial, fundó esta colonia. El fraccionamiento se conformó a lo largo de la calzada de Azcapotzalco, donde se construyeron casas tipo chalets en las que se empleó el block de cemento armando como una novedad en la construcción. Más tarde, se fundaron las colonias Clavería y Zimbrón, hacia el poniente y oriente del fraccionamiento El Imparcial, respectivamente.

La colonia San Álvaro fue fraccionada en dos etapas, en 1869 y 1895, por José Sánchez Trujillo, en las tablas de labor de San Álvaro, La Laguna, La Carbonera y Cuatro Árboles de la hacienda de Clavería; en este periodo se construyeron en la demarcación casas de campo, viviendas colectivas y departamentos. Este fraccionamiento colinda con la calle principal de la colonia El Imparcial, la Real Avenida; se une a la colonia Popotla; se comunica con el mercado de Tacuba y la calzada de México-Tacuba, y alberga la Escuela de Ciencias Químicas.

Julio Sesto indica en su trabajo El México de Porfirio Díaz, que en 1910 la colonia El Imparcial ocupaba el quinto lugar de los fraccionamientos distinguidos en el Distrito Federal, después de las colonias Juárez, Roma, Condesa de Miravalle y Cuauhtémoc. Esta moderna urbanización campestre refleja el deseo de “orden y progreso” que imperaba en el Porfiriato, que se dejaba ver en la promoción que se hacía de la zona de Azcapotzalco como una de las mejores para vivir, con excelentes condiciones higiénicas de agua y aire dadas por su localización, a diferencia de otras zonas del centro de la ciudad altamente insalubres. La publicidad vendía la imagen del futuro y convertía al paisaje en un anhelo, con arboledas y avenidas pavimentadas con todos los servicios. Azcapotzalco era campirano, urbanizado e higiénico. Los numerosos chalets eran cómodos y daban un toque de elegancia al peso de la avenida principal “y forman actualmente un conjunto encantador y pintoresco”, señalaba García Galán en 1907.

En febrero de 1908, apareció en la revista El mundo ilustrado un artículo publicitario con grabados a color y la foto de una casa que se sorteaba en la colonia El Imparcial, en una rifa organizada por ese mismo diario en la que podían participar sus suscriptores. Como menciona Vicente Martín Hernández, la promoción de la colonia estaba dirigida a las clases medias, que buscaban mejores condiciones de vida de acuerdo con propuestas novedosas: “Las casas en México son, por lo general, cuando no inhabitables, muy caras, hay que dirigirse al campo para proporcionarse habitaciones económicas, cómodas, bien ventiladas y sobre todo independientes. Mientras subsistan las viejas casas de vecindad, fuentes de epidemias, la vida de la clase media está en peligro en las viviendas de un segundo o tercer patio. Los caserones se transforman en fábricas, en almacenes de mercancías, en bodegas; el éxodo se impone de manera apremiante”.

Otro elemento que ayudaba en la promoción de estas nuevas colonias era mencionar el establecimiento de extranjeros –como el señor Phetfer, la familia Alducín y Peccio Florio, entre otros– y de personas con puestos públicos, cuyos nombres aparecen en la lista de propietarios de chalets de la colonia El Imparcial. El anuncio daba cuenta de manera implícita de un momento fértil para la compraventa de prestigio a partir de los ilustres vecinos. Estas propiedades se ofrecían con planes de financiamiento a diez años para que los sectores “medianamente acomodados” pudieran pagar.

El patrimonio de este periodo que aún se conserva nos da cuenta de la bonanza que tuvo Azcapotzalco como tierra de lujo y descanso durante el Porfiriato. Sus calles, sus edificios, sus plazas son un reflejo de lo que alguna vez se soñó como un México moderno.

Concurso de bicicletas en Azcapotzalco, 1897. Foto: Itzel Nieto, Wikimedia Commons, Creative Commons 4.0. El Mundo Ilustrado

Teresa Quiróz Ávila. Profesora investigadora de la UAM Azcapotzalco. Maestra en Historiografía de México y doctorante del posgrado en Diseño. Es autora del libro La Ciudad de México: un guerrero águila. El mapa de Emily Edwards. Recientemente concluyó la investigación La mirada urbana de Mariano Azuela.

Azcapotzalco de la editorial Artes de México se puede adquirir en la tienda en línea de Artes de México o en físico en La Canasta: Córdoba número 69, colonia Roma Norte, Ciudad de México.

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