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Susan Crowley

16/11/2024 - 12:03 am

¡Adiós a Alemania!

"Han pasado 35 años de la caída del muro, solo 35, y ya casi no quedan restos salvo uno que otro donde los turistas corren a tomarse la selfi".

El 09 de noviembre se cumplieron 35 años de la caída del muro de Berlín. Uno de los eventos más traumáticos que sufrió el siglo XX, la construcción de un barrera que culminó la escisión de Alemania como castigo por sus acciones durante el periodo nazi. En poco tiempo el rostro de la historia se oculta ante el olvido y el consumo. Visitar Dresde es una invitación a reflexionar sobre la desmemoria.

A primera vista, desde el río Elba se aprecia su impactante silueta barroca y rococó. La ciudad antigua fue considerada el joyero de Europa y vivió sus mejores días apropiándose de Polonia bajo el reinado de Federico Augusto de Sajonia, un rey poderoso y despilfarrador. Adicto coleccionista, engrandeció su reino, pero terminó derrochando su fortuna hasta quedar en la bancarrota. En el palacio Zwinger se aprecia una vasta colección de objetos: telescopios, relojes, avanzados aparatos de cálculo que nos hablan de la preponderancia del pensamiento científico. En otras salas se exhibe su gusto por el buen vivir con su enorme colección de porcelana china. Conocida como “oro blanco”, fue adoptada por el reino y es ahí donde se crea una de las más importantes fábricas de vajillas del continente, la Meissen.

La Semperoper es una de las más importantes y bellas casas de ópera del mundo. Con su excelente orquesta la Staatskapelle, de casi quinientos años, permite imaginar la cantidad de luminarias que han pasado por ahí para dirigirla. Por solo mencionar a sus grandes directores Carl Maria Von Weber, Richard Wagner, y en la nueva era, Giuseppe Sinopoli, Bernard Haitink o Christian Thielemann. Al contar con recursos y talento de sobra, ofrece los repertorios operísticos más exigentes: Strauss, Wagner, Berg, además de ser un referente de la música sinfónica del clásico hasta el contemporáneo. A pesar de su aire decimonónico en su fisonomía, es un referente mundial por sus propuestas vanguardistas.

La Galería Albertina, guarda verdaderos tesoros de arte alemán. Entre ellos algunas de las principales obras de Caspar David Friedrich: Dos hombres observando la luna, entrañable por su melancólica naturaleza. En contraste la contemporaneidad del artista Gerhard Richter y sus enormes obras con imágenes indefinibles en las que abunda la fuerza del color y la materia. En las salas del museo abundan obras del expresionismo alemán, Georg Gross, Max Beckman. Y una de las obras más dolorosas de la historia, de Otto Dix, el retablo Der Krieg (La Guerra). Icono de la violencia y la devastación que provoca todo conflicto bélico. Escenarios de hoy como Gaza, Ucrania o Líbano tal vez llegarán algún día a ser obras de un museo, nuevos monumentos de la memoria para gusto de turistas de ocasión.

A lo largo de su historia, Dresde sufrió numerosas destrucciones. Su posición estratégica frente a la Europa del este también la hizo vulnerable. Durante la Segunda Guerra Mundial los bombardeos fueron implacables, reduciéndola a polvo y cenizas. La labor de reconstrucción ha sido un verdadero milagro. Sin duda una forma de devolverle a la historia del arte los espacios que la violencia consustancial al ser humano le arrebataron.  25 mil civiles, -según los aliados, 200 mil según las fuentes alemanas -, murieron en los ataques. Cientos de bombardeos durante días, destrucción y matanza que los vencedores justificarían pero que hoy se considera innecesaria y cruel.

Sin embargo, si se duda de la severidad del castigo, se puede visitar, muy cerca, el campo de concentración de Sachsenhausen convertido en un museo del horror nazi para gusto de los curiosos turistas. Ahí fueron confinados y exterminados masivamente opositores políticos, judíos, gitanos, homosexuales durante el régimen de Hitler. Y no solo eso, más tarde, se convirtió en el NKVD, centro de operaciones de la policía secreta de la Alemania soviética, infierno para los prisioneros políticos.

A pesar de cierto maquillaje en su apariencia, Dresde conserva una elegancia que solo el tiempo puede dotar. Las plazas, calles y parques hablan de un criterio de contención, la resistencia a convertirse en víctimas de la inversión extranjera y del comercio global. A pesar de que una periferia de centros comerciales y bloques empresariales amenaza, el centro luce una sobria restauración.

Del otro lado del río se encuentra el Neustat (la ciudad nueva). Es un barrio que recuerda al Berlín de los años noventa, apenas caído el muro, ese que se ha borrado gracias a la voraz inversión, en su mayoría norteamericana. De pronto pareciera que el dinero es capaz de exterminar lo que las guerras y el dominio de una cultura sobre otra no lograron. En contra de la política de demolición y nueva arquitectura de Berlín, Dresde se empeña en conservar algo del pasado.

La era soviética resulta ser una especie de remembranza constante. No es que hayan sido mejores tiempos, pero hoy se añoran delante de un capitalismo que impulsa la riqueza y la desigualdad en una Alemania que se radicaliza a la derecha evadiendo su responsabilidad en la crisis global y migratoria. Los excesos invertidos en renovaciones innecesarias en sus urbes ya son motivo de discusión en el parlamento.

Pero el encanto de la vida cotidiana continúa en Dresde. Los hofe son laberínticos pasadizos dentro de los enormes bloques de edificios que durante la persecución fueron escondites. Ahora lucen intervenidos por jóvenes artistas. Encantadores mercados locales, cafés y boutiques conservan la desenfadada atmósfera soviética. Un gesto de la cultura que rechaza las cadenas comerciales. Con pintas y cubiertas de carteles, las fachadas de los edificios alineados, uno detrás de otro, parecen apenas sostenerse. Capa tras capa, crean un palimpsesto que nos recuerda que somos páginas escritas, instantes que se acumulan y que son nuestra experiencia de vida. Sin ellos ¿qué somos?

Los especuladores inmobiliarios al acecho aburguesan los barrios para encarecerlos y convertirlos en ejemplo de lujosa suntuosidad. Cada vez serán más costosos e inaccesibles para el ciudadano común que terminará yéndose a los cinturones urbanos. Los suburbios son esos sitios en los que se amontonan migrantes, refugiados, vagabundos y pordioseros y ahora la clase media empobrecida. Curiosamente es en esos sitios donde crece la sociedad alternativa que se convierte rápidamente en el verdadero pulso de una ciudad.

La vida de cada uno queda impresa en los sitios que habitamos. Las construcciones, las calles, los objetos se impregnan de nuestras pulsiones y sentimientos; del dolor o las alegrías que sufrimos. Todo queda ahí. La renovación de los espacios borra la experiencia de vida. Eso pasa en las ciudades tan cargadas de historia. Pero aún queda un recurso. Mientras la fisonomía de la Alemania golpeada por su historia se pierde, la buena literatura y el cine se vuelven archivos necesarios para la reconstrucción. Películas como ¡Adiós a Lenin!La vida de los otrosLas alas del deseo de Win Wenders. Novelas como Stasiland, de Anna Funder, Las perfecciones de Vincenzo Latronico, La extraña soy yo de Julia Franck. Incluso más allá de un viaje, nos transportan a vivir una verdadera inmersión en otros tiempos. Los tiempos convulsos de Alemania.

Han pasado 35 años de la caída del muro, solo 35, y ya casi no quedan restos salvo uno que otro donde los turistas corren a tomarse la selfi. Pero el arte es una forma de contención. Crea espacios cargados de imaginación y vitalidad que se apoderan de nosotros vacunándonos en contra de la mediocridad y el placer por lo inmediato, lo desechable y las modas pasajeras. Cada vez será más difícil visitar aquellos espacios del pasado, sus capas de historia y vivencias están condenadas a desaparecer. El arte será el único encargado de reconstruirlos y conservar su pátina sin mentir. Más que nunca lo necesitamos para salvarnos del olvido.

@Suscrowley

Susan Crowley
Nació en México el 5 de marzo de 1965 y estudió Historia del Arte con especialidad en Arte Ruso, Medieval y Contemporáneo. Ha coordinado y curado exposiciones de arte y es investigadora independiente. Ha asesorado y catalogado colecciones privadas de arte contemporáneo y emergente y es conferencista y profesora de grupos privados y universitarios. Ha publicado diversos ensayos y de crítica en diversas publicaciones especializadas. Conductora del programa Gabinete en TV UNAM de 2014 a 2016.

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