Óscar de la Borbolla
04/11/2024 - 12:03 am
El Oasis de la Insignificancia: El problema de la creación
«¿En qué momento se pasa el punto de inflexión y ya estamos de ese lado donde el invento existe, aunque tan solo sea un mero embrión?»
A la escritora Beatriz Escalante
Es difícil situar el momento de la creación, ¿cuándo, en qué instante, aparece el destello de lo nuevo? Entiendo que en este mundo nada ocurre súbitamente, sino que todo discurre en un proceso; pero, ¿en qué momento se pasa el punto de inflexión y ya estamos de ese lado donde el invento existe, aunque tan solo sea un mero embrión? Ese punto es necesario que se dé y se ubica, por fuerza, entre «un ya casi» y «un por fin».
También está el problema de cómo se crea: me pregunto por el estado en el que se encuentra el creador, por aquello que lo dispone a una búsqueda. Pienso que solo se busca lo que se necesita o se desea y, tanto la necesidad como el deseo implican que uno se percate de una falta; pero si lo que falta es lo que no está, ¿cómo notar la falta?
Cuando falta una pieza de un rompecabezas es muy fácil notar en el hueco de la ausencia, lo que falta. Es fácil porque el rompecabezas lo sabemos entero, porque la prefiguración nos lo muestra completo; pero el mundo no es un rompecabezas: al contemplarlo atentamente más bien nos da la impresión de que es un continuo ininterrumpido, un tapiz perfectamente lleno de un lado al otro, sin fisuras, sin nada que le falte: ¿será esto cierto?
¿Será cierto que el mundo está perfectamente lleno o, en otras palabras, que es perfecto sin que le falte nada? Obviamente no. Hacia dónde quiera que dirijamos la vista hay injusticias, hay carencias y, si uno se pone exigente, hasta podría decirse que el espectáculo del mundo es lamentable. Pero ¿cómo es posible este juicio, que implica el hecho de que vemos lo que no está? Platón hablaba del innatismo de las ideas, sostenía que nacíamos ya con la idea de Bien y de Justicia y esta tesis, pese a las implicaciones inadmisibles (inmortalidad del alma, Topos Uranos…), resolvía el problema, pues, según Platón, ya contábamos (como con el ejemplo del rompecabezas) con una prefiguración de la plenitud y eso nos permitía comparar la idea «mundo» con este mundo concreto y, por lo tanto, descubrir instantáneamente las faltas.
Pero, al comparar el mundo que le tocó a Platón con el nuestro son evidentes las diferencias: hay en el nuestro una serie de inventos que Platón jamás imaginó; inventos resultado de la creatividad de los seres humanos, y que de ningún modo podían estar contenidos en el eidos: locomotoras, el Hamlet de Shakespeare, el Quijote de Cervantes, las bombas nucleares, la internet, el telégrafo, las bombillas… ¿la idea platónica de «mundo» contenía todo eso nuevo con lo que hoy está abarrotado nuestro mundo? Es absolutamente absurda esta explicación. Y, por lo tanto, nos quedamos, de nuevo, con la pregunta: ¿cómo es posible que si el mundo no es un rompecabezas que podamos prefigurar seamos capaces de descubrir la falta?
¿Cómo advertir la falta si, precisamente, la falta es lo que falta: lo nuevo? ¿Cómo crear? Conste, no pregunto ¿cómo des-cubrir? Descubrir es desvelar, quitar el velo a lo que está debajo para que se muestre; crear, en cambio, es traer no lo que está cubierto, sino lo que no está, lo que falta, lo que no es todavía para que aparezca, para que exista.
También se ha a querido responder a esta pregunta con la serendipia (en español correcto diríamos chiripada) y, ciertamente, muchos inventos son el resultado de un hallazgo al que no precedía ninguna prefiguración: el primer edulcorante fue fruto de una chiripada; no lo buscaban, alguien se dio cuenta de lo que había aparecido sin que lo buscara, más bien buscaban otra cosa y fue esto lo que apareció. Es también la historia del Viagra y de un sinnúmero de inventos; pero esta explicación no es plausible si pensamos en el invento de los números imaginarios (la famosa raíz de menos 1), o el Moisés de Miguel Ángel o la ocurrencia de Galileo de que todo, sin importar su masa, cae a la misma velocidad en el vacío, ¿cómo se in-venta?, o sea, ¿cómo se hace venir por primara vez lo nuevo? ¿Cómo se crea? ¿Cómo llegó Einstein a la idea de que el espacio se curvaba por la masa?
Las anteriores preguntas me parecen insolubles, ya que tampoco me resulta contundente la idea de que la creación sea el resultado de la combinación. Para explicarme, cambiaré el ejemplo del rompecabezas por el del ajedrez. No niego que, en algún sentido, pueda decirse que hay jugadas nuevas, pues de los millones de millones que son posibles, muchísimas, todavía, nadie las ha realizado; pero para mí la combinación «nueva» más bien es un des-cubrimiento, no un in-vento (un hacer llegar), un crear, en sentido estricto, pues todas las jugadas del ajedrez están ya contenidas en sus reglas. La creación literalmente no la entiendo y, aunque yo mismo he creado (soy escritor) me resulta inexplicable.
@oscardelaborbol
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