Alejandro De la Garza
05/10/2024 - 12:02 am
Los idus sexenales (memorias del subdesarrollo)
"Es bien sabido que en torno a este embate judicial, al que se ha calificado de golpe blando, lawfare e intentona golpista, se mueven variados grupos de elites académicas, intelectuales, de dueños de medios de comunicación, de militantes y facciones de partidos políticos, así como grandes empresarios y poderes económicos que siguen sin aceptar, neciamente, que el país ha cambiado".
El sino del escorpión atestigua el inicio del nuevo sexenio y el recrudecimiento de las luchas políticas desatadas en los últimos 30 años. El principal enfrentamiento ideológico y político hoy se da en la Suprema Corte de Justicia de la Nación, por la oposición de los jueces y ministros a la reforma judicial ya votada y aprobada por el Legislativo en un proceso constitucional inapelable. Es bien sabido que en torno a este embate judicial, al que se ha calificado de golpe blando, lawfare e intentona golpista, se mueven variados grupos de elites académicas, intelectuales, de dueños de medios de comunicación, de militantes y facciones de partidos políticos, así como grandes empresarios y poderes económicos que siguen sin aceptar, neciamente, que el país ha cambiado.
Al escorpión no le quitan el sueño estas “resistencias” al cambio y más bien se prepara otra vez para años de confrontaciones, batallas y desencuentros políticos. Pero el alacrán no se cuece al primer hervor, pues ha atestiguado ya de forma consciente una decena de elecciones y ha votado en nueve de ellas. La primera observada fue la elección de Luis Echeverría en 1970 —cuando aún no podía votar—, el sexenio del “arriba y adelante” que abría la puerta del país a los exiliados de las dictaduras sudamericanas mientras, al interior del territorio nacional, se extendía la guerra sucia y la represión. El mismo sexenio demagógico que culminó con una devaluación y una nueva crisis.
Siguieron las elecciones del 76, primeras presidenciales en las que el alacrán pudo votar, fue funcionario de casilla y presenció la llegada de un paradójico “candidato único”, José López Portillo, aunque el voto del arácnido fue para el candidato testimonial del Partido Comunista, Valentín Campa, el ejemplar líder ferrocarrilero. Fue el sexenio de la Reforma Política, la amnistía, el registro oficial del PCM, así como del reconocimiento en sordina de la existencia de la guerra sucia y los desaparecidos. También el sexenio de la nacionalización de la banca, el saqueo del país y una nueva crisis devaluatoria. Eso quedó de la “administración de la abundancia” petrolera prometida por el Presidente.
En la elección de 1982, que llevaría al poder a Miguel de la Madrid, ya hubo cambios significativos, como la creación de un frente de oposición de izquierda mediante la fusión del Movimiento de Acción y Unidad Socialista, el Partido del Pueblo Mexicano, el Partido Socialista Revolucionario y el Movimiento de Acción Popular (donde el arácnido vivió entrañables momentos); la fusión, decía, de todas estas organizaciones en lo que se llamó el Partido Socialista Unificado de México (PSUM). Para lograr que éste nuevo partido participara en la elección, el PCM cedió su registro electoral y el candidato fue Arnoldo Martínez Verdugo. El venenoso no olvida las pintas, la pega de carteles, las asambleas, el activismo político y vital de aquellos años.
Terminó el sexenio de Miguel de la Madrid también en plena crisis. El terremoto del 85, la incapacidad de respuesta gubernamental y la emergencia de la “sociedad civil” que se organiza —como quería Monsiváis—, distinguen la primera parte del sexenio, luego el incremento de la delincuencias y los secuestros, los fraudes financieros en las casas de bolsa y el “crack”, hasta llegar, finalmente, a las protestas masivas que llevaron al surgimiento de la Corriente Democrática del PRI, y de ahí a la creación del Frente Cardenista, con el hijo del general como candidato a la presidencia. Y, nuevamente, la maniobra defraudadora, el arreglo Prianista, la represión y la ruina, en medio de la cual Carlos Salinas de Gortari prometía el paraíso de la modernidad capitalista. Así le fue y así nos fue. Como corolario se creó el PRD, hoy ya fallecido ¿Pero a quién no engañó Salinas?, le preguntan todavía al escorpión tirios y troyanos.
Siguieron años terribles. El surgimiento de la guerrilla neozapatista, los asesinatos políticos, la venta de la mayor parte de las empresas estatales para enriquecer a funcionarios y empresarios, la elección de un improvisado Ernesto Zedillo, trastabillante, asustado y al que se le cortaba la voz mientras recibía la banda presidencial con cara de ¿y ahora qué hago? Pues culpar a Salinas del error de diciembre, del efecto tequila, la crisis y la devaluación, además de darle un golpe a la Corte para cambiar a todos los ministros y apoyar a los bancos ante el profundo hoyo negro del Fobaproa que seguimos pagando.
Y por si fuera poco, se nos vino encima el absurdo y triste sexenio de Vicente Fox. Una nueva clase política, negociante, empresarial, bisnera, tranza, se apoderaba de los recursos, las instituciones, el Estado y sus empresas. Qué fracaso democrático, mientras los impulsores de la transición seguían echando porras y cobrando salarios estratosféricos en los institutos autónomos, los medios de comunicación, las televisoras. El voto del escorpión, desde luego cardenista, volvió a perder junto con el de millones de ciudadanos.
Las calamidades no terminan nunca dice ¿Nietzsche, Cioran, Zizek, Monsiváis? Aún nos aguardaba la elección de Felipe Calderón. El arácnido evitará a los lectores la pena de puntualizar las calamidades sangrientas y macabras características de esa presidencia. Ahí estás las consecuencias a la vista de todos. ¿Quién puede defender esa deshumanización, tanta muerte? El venenoso prefiere recordar sus días en el plantón de Reforma. Vaya fiesta democrática forjadora del carácter. Y aún faltaba Peña Nieto (Oh, my dog!).
El voto electoral del escorpión, luego de siete intentos fallidos y 42 años (1976-2018), por fin “ganó” ese 2018. Y se desataron las batallas políticas de siempre, sólo que ahora hubo respuesta directa desde ese fenómeno de política comunicacional conocido como “Las Mañaneras”. Y tómala barbón. Cuánta lágrima en la llorería de los intelectuales y académicos y empresarios. Las cosas siguen cambiando. Es llamativa la radical diferencia de visiones en torno a cómo queda el país luego del sexenio de López Obrador, Morena y la cuarta transformación. Por un lado ven dictadura, crisis económica inevitable, devaluaciones que no existen, represión a la libertad de expresión como consigna gritada a los cuatro vientos, endeudamiento, Pemex sin salida, CFE monopólica... en fin, autocracia. Por el otro lado, puros logros, aciertos, salario mínimo en aumento, apoyos sociales invaluables y universales, reconocimiento y respeto para el sector mayoritario de la población, cambio irrefrenable... en fin, democracia popular.
Ahora, en su novena votación en elecciones presidenciales, con la modestia de su papeleta, el escorpión volvió a ganar en este 2024. El venenoso no sabe si llegará a otra votación presidencial: el 2030 suena tan remoto como cualquier futuro. Exiliado en su espartano hábitat a la orilla del mar, sólo escribe, espanta los zancudos y recuerda los idus sexenales y las memorias del subdesarrollo.
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