«No sabemos qué presencia tienen la Mayiza y la Chapiza en cada uno de los estados mexicanos y en los diferentes países, pero lo más probable que el triunfador en esta guerra se quedará con todo o casi todo, a menos que los sobrevivientes quieran formar nuevos y más pequeños grupos, lo cual es una alta probabilidad», escribe el académico Arturo Santamaría Gómez en este ensayo que indaga sobre la violencia que azota a Culiacán.
Mazatlán, Sinaloa, 22 de septiembre (SinEmbargo).– Culiacán, vértice del narcotráfico mundial (por eso la enorme relevancia de este suceso), pronto llegará a dos semanas de padecer enfrentamientos más al estilo de la guerra de guerrillas en su etapa inicial que a una guerra convencional entre las dos principales fracciones del Cártel de Sinaloa.
Una guerra convencional por norma es un enfrentamiento armado entre ejércitos nacionales, dice Wikipedia, pero que no utilizan armas de destrucción masiva, como las nucleares, bombardeos aéreos o lanzamiento de misiles, añadiría yo.
Es obvio que lo que padecemos en Sinaloa actualmente no es un enfrentamiento entre ejércitos nacionales y/o del Estado, pero el uso del concepto en este artículo es para decir que no hay enfrentamientos masivos entre los grupos de sicarios narcos ni tampoco frente el Ejército Mexicano, sino, más bien, ejecuciones y/o tiroteos focalizados entre los dos grupos antagónicos.
Las guerrillas, revolucionarias o no, suelen emprender acciones bélicas con grupos pequeños y dispersos, y tácticas sorpresivas generalmente rápidas para atacar al enemigo. El objetivo, en el caso de las guerrillas revolucionarias, es destruir a largo plazo al ejército del Estado, pero para eso es necesaria una guerra de desgaste, una guerra prolongada y con el apoyo masivo de amplias bases sociales.
El narcotráfico, sobre todo en Colombia, destacadamente en México, y más particularmente en Sinaloa, goza de una amplia base social, de inmensas cantidades de dinero y de cientos, quizá miles, de reclutas con armas de alto poder.
Es por este amplio apoyo popular, el cual se manifiesta de diferentes formas —activa o pasivamente— que las dos fracciones del Cártel de Sinaloa —aunque algunas fuentes hablan que la del Guano se ha aliado a la Mayiza— en estos días se enfrentan en un aparente equilibrio de fuerzas.
Si esto es cierto, no habrá una guerra relámpago sino, muy probablemente una guerra narca de varios meses, en el que el objetivo central es liquidar a la fracción antagónica o, por lo menos, acabar con su principal liderazgo. Esto querría decir que apenas estamos observando el inicio de una guerra narca prolongada.
En los primeros 11 o 12 días de enfrentamientos, con mayor visibilidad en Culiacán, gran parte de la población de la capital se ha recluido en sus casas atemorizada por el miedo a que los tiroteos, bloqueos, robos de carros o ponchallantas los vayan a dañar.
Es natural que así sea, aunque las probabilidades de que les toque un enfrentamiento son reducidas para la mayoría de las personas, ya que la percepción que han producido los primeros enfrentamientos, reproducidos masivamente por los medios convencionales y las redes sociales, es de una atmósfera violenta generalizada.
Este hecho social ya ha generado pérdidas de centenares de millones de pesos en empresas de todo tipo y tamaño en Culiacán y poblaciones cercanas, ausencia en las aulas de miles de estudiantes y la interrupción de todo tipo de actividades sociales, deportivas y culturales.
No podía suceder de otra manera, sin embargo, como lo más probable que esta guerra narca se extienda en territorio y tiempo, la población, para evitar una crisis social y económica mayor, se va a ver obligada a luchar a toda costa por seguir trabajando y estudiando, tal y como lo han hecho otros pueblos en guerras mucho más intensas y destructivas.
El llamado presidencial a que los grupos delictivos piensen en sus familias y en las de otros para que dejen de pelear o el del General Jesús Leana Ojeda para que se pongan de acuerdo y paren la guerra, son llamadas al aire porque todo indica que este choque es a muerte, hasta liquidar al oponente porque lo que está en juego, más allá de la de la deslealtad, traición o venganza, es el destino de un imperio.
En efecto, la fracción que gane se quedará con los gigantescos negocios que tiene el Cártel de Sinaloa en gran parte de México y en 104 países de los cinco continentes.
No sabemos qué presencia tienen la Mayiza y la Chapiza en cada uno de los estados mexicanos y en los diferentes países, pero lo más probable que el triunfador en esta guerra se quedará con todo o casi todo, a menos que los sobrevivientes quieran formar nuevos y más pequeños grupos, lo cual es una alta probabilidad.
Por lo pronto no es aún visible que este choque entre examigos y socios se haya extendido a todo el estado y a otras entidades del país porque parece que la estrategia de ambos es ganar a Culiacán, el corazón territorial de la geografía narca, y ya ganando la plaza mayor y estratégica, será mucho más fácil que otras piezas caigan.
Si esta conjetura es válida entonces la capital del estado seguirá sufriendo por varios meses más. Máxime cuando no hay protestas o movilizaciones masivas contra la guerra ni en Culiacán ni en ninguna otra ciudad del estado, y muchos menos en otros lugares del país. Quizá piensen fuera de Sinaloa que este es un asunto que corresponde exclusivamente a los sinaloenses, lo cual es un grave error, porque el poder del narco sinaloense se extiende a casi todo el territorio nacional, e incluso traspasa fronteras.
Lo menos que desde este artículo puedo decir es que va mi más profunda solidaridad con los habitantes de Culiacán.