Adela Navarro Bello
18/09/2024 - 12:04 am
Una diarquía acecha a México
"Sheinbaum estará atada a concluir con los asuntos de AMLO, en lugar de dedicarse de lleno a los suyos".
Aunque ha sido miel sobre hojuelas, o una transición de terciopelo como algunos seguidores morenistas han tendido a llamarla, la luna de miel entre el presidente Andrés Manuel López Obrador y la presidenta electa Claudia Sheinbaum Pardo está por concluir. El presidente un día dice una cosa y otro cambia de posicionamiento. Lo último que ha declarado es que, a la usanza tradicional mexicana, después del 1 de octubre de 2024, cuando entregue la banda presidencial a la primera mujer en dirigir los destinos del País, se retirará a Palenque, Chiapas.
Enrique Peña Nieto se mudó a España, Felipe Calderón Hinojosa se quedó a la sombra en México, Vicente Fox Quesada se refugió en su rancho en Guanajuato, Ernesto Zedillo Ponce de León se concentró en la academia en los Estados Unidos, Carlos Salinas de Gortari se fue a Irlanda. De manera tradicional el presidente que deja de serlo se repliega, cumple con un voto de silencio por lo menos durante un sexenio, López Obrador ha decidido que el suyo lo llevará a cabo en México, en su rancho.
Sin embargo, a mediados de este 2024, a unos días de haberse celebrado la elección donde resultó de manera contundente triunfadora Sheinbaum Pardo, el tabasqueño próximo al retiro político dijo que solo regresaría a tal ejercicio de poder si “su presidenta” así se lo solicitaba, y enlistó como uno de los motivos para aflorar de nuevo en la escena pública, en el caso de una guerra. Sheinbaum le siguió el juego narrativo y dijo, a pregunta expresa, que sí le había ofrecido una posición para que colaborase con ella: “si se aburre de estar en Palenque ¿le puedo encargar una de las cuencas?”, declaró entre risas haberle espetado al todavía presidente, quien le contestaría, según la misma presidenta electa, también entre risas, “no, no, no, no, eso sí no te lo voy a aceptar”, a lo que ella le espetó, “y si sucede algo terrible, terrible en el país… y yo le dije: la patria es primero, y él me dijo también ‘no, pues sí, la patria es primero”. Con lo que el tema se supone que quedó zanjado, pero evidentemente abierto, pues “la patria es primero”.
En la presente etapa de transición, aun cuando han demostrado una unidad pocas veces vista en una entrega-recepción, sin olvidar que el priísta Peña Nieto fue muy abierto con López Obrador y recorrieron juntos Palacio Nacional, posaron para las fotos e incluso ofrecieron juntos una conferencia de prensa, la morenista sucesora de AMLO ha sido posicionada en un papel de acompañante con voz, pero sin voto; el margen de maniobra aun lo ostenta y muy públicamente, López Obrador, quien no se ha reservado para encargarle, y a la vez hacerla responsable, de la conclusión de muchos de sus inacabados proyectos. La sucesora pues, antes de poner su sello a su administración, deberá concretar la impresión lopezobradorista en los muchos pendientes que deja el saliente. La comprometió en el Zócalo en varias ocasiones con la expresión de, “¿verdad Claudia?”, para que la política y futura titular del Ejecutivo Federal, asintiera comprometiéndose a su vez a terminar con el inacabado plan del presidente.
Por lo menos en el corto plazo, dado que los proyectos de López Obrador llevará su tiempo concretarlos, Sheinbaum estará atada a concluir con los asuntos de AMLO, en lugar de dedicarse de lleno a los suyos. Vaya que la continuidad tomada de manera literal le limitará su accionar, que no ha ni siquiera echado a andar.
De hecho, fue evidente que por lo pronto tiene abrazos del presidente, presencia en sus actos, pero no autoridad, cuando a finales de agosto trascendió, en voz de Ricardo Monreal, el legislador morenista y ex adversario interno de Sheinbaum, que, a solicitud de la presidenta electa, no se discutiría el 1 de septiembre la reforma al Poder Judicial que López Obrador propuso y que arengó para que se aprobara de inmediato. Como es evidente, la intención de Claudia Sheinbaum, de esperar o darle más tiempo a esa reforma para ser votada, no fue siquiera considerada por AMLO.
Antes de la declaración de mesura de Ricardo Monreal, el todavía dirigente de Morena, Mario Delgado, había solicitado a los diputados electos de Morena y aliados, a aprobar a la brevedad la reforma judicial como un “regalo” de jubilación para el presidente López Obrador. En la política del contentillo y el cebollazo, no importaba modificar la división de poder, trastocar la autonomía y lacerar la democracia, sino regalarle a su líder, lo que ansiaba más por capricho que por convicción.
Y al final, el ánimo de Sheinbaum transmitido por Monreal para no apresurar la votación de la reforma judicial, terminó hecho añicos. En bloque, sin reflexiones ni consensos, con la barredora de una mayoría calificada y la compra de corruptos, al 11 de septiembre la reforma ya estaba aprobada en la Cámara de Diputados, en la de Senadores, y en 17 Congresos Estatales.
El presidente ha dado la impresión, convidando a Claudia Sheinbaum a giras, a Palacio Nacional, comprometiéndola en el último informe, y vitoreándola en el grito, de que se trata de una transición de seda, pero también ha sido evidente que por lo menos el de él, no es un poder que se comparta, como ella sí deberá comprometer el suyo, una vez que tome posesión, para cumplir con los compromisos de él, antes de intentar poner un sello personal de la primera mujer presidenta de la República Mexicana.
De continuar en esa dinámica, la diarquía acecha al País. Un ex presidente que, desde territorio mexicano, en Palenque, puede utilizar su movimiento político para seguir ejerciendo cierto poder, de manera simultánea al ejercicio del poder, de la presidenta Claudia Sheinbaum, hoy limitada y acotada, pero a partir del 1 de octubre, la única en portar la banda presidencial. Entonces se verá si lo que viene es un gobierno autónomo, o uno dirigido desde fuera del Palacio Nacional, y peor todavía, con el narco suelto y sin verdaderos contrapesos en México.
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