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Alejandro Páez Varela

17/09/2024 - 12:05 am

Cuatro instantáneas de fin de sexenio

Un expresidente mexicano que condensa la hipocresía; la búsqueda de un voto “santo” para aprobar la Reforma Judicial; el odio convertido en una droga dura como el fentanilo y las fuentes que alimentan ese odio se convierten en un collage de temas; varias pólaroid sobre un fin de sexenio.

1. Un verdadero demócrata

Las élites económicas mexicanas tienen favorito: Ernesto Zedillo. Lo llaman “un verdadero demócrata” y sueñan con los días en los que era Presidente. En el PRI lo amaban porque en 1988 necesitaron un fraude para imponer a Carlos Salinas y en 1994 Zedillo arrolló. Luego lo amaron en el PAN porque permitió el triunfo de Vicente Fox en 2000 y se fue al exilio de oro, a trabajar en los consejos de las empresas que benefició en su mandato, igual que lo haría Felipe Calderón.

El origen de tanto amor por Zedillo no era la democracia. ¿“Un verdadero demócrata”? Sí, cómo no. Lo amaban porque actuó con sadismo contra los movimientos sociales y porque al mismo tiempo le llenó la boca de billetes a los empresarios depredadores. Porque su Presidencia superó los actos de represión de Carlos Salinas al tiempo que fluían miles de millones de dólares de los mexicanos a los banqueros y grandes empresarios, vía Fobaproa. Lo amaban por la masacre de Aguas Blancas, Guerrero, un crimen de Estado ocurrido el 28 de junio de 1995; lo amaron por la matanza de Acteal, Chiapas, donde grupos paramilitares del PRI asesinaron hasta a mujeres embarazadas y a niños de brazos.

¿“Un verdadero demócrata”? Sí, cómo no. Lo amaban porque mientras preparaba el terreno para que el PAN asumiera la Presidencia, 349 militantes perredistas eran asesinados por motivos políticos (fueron 295 con Salinas). Lo amaban porque los soldados torturaron y asesinaron a 11 campesinos pobres en El Charco, Guerrero, en represalia porque miembros del Ejército Revolucionario del Pueblo Insurgente (ERPI) les enseñaban autodefensa. Lo amaban porque Ernesto Zedillo usó a la Policía Federal Preventiva para sacar a palos de la UNAM y luego detener a los estudiantes que se oponían a los aumentos en las cuotas y a la privatización de la educación.

A la derecha mexicana le encanta decir que Andrés Manuel López Obrador es peor que el PRI. Lo repiten Héctor Aguilar Camín, Roger Bartra y algunos odiadores de menor nivel en la academia. Y de alguna manera se entiende que lo digan. Si eras parte de la élite; si eras un empresario importante, un priista destacado, un cacique local, un gestor de apoyos, un abogado traficante de influencias, un militar encumbrado o un intelectual o académico o periodista vendido, claro que el PRI era la panacea y Zedillo, pues sí, “un verdadero demócrata”. Hasta yo lo abrazaría y tendría sueños húmedos con él –como tienen muchos en estos días– si no fuera porque sé quién es.

¿Y quién es, Ernesto Zedillo? Se requiere mucho espacio y mucho tiempo para describir al mejor ejemplo de la hipocresía –y además no soy su biógrafo ni quiero serlo– pero sí, allí está, con eso tienen: Zedillo es, sin más, un moscamuerta. Así se le llamaba antes a los que son como él. Un moscamuerta, es decir, un verdadero hipócrita.

2. El voto santo

La izquierda necesitaba un voto. ¿Hubiera sido menos sucio si viniera de Manlio Fabio Beltrones, Marko Cortés o Alejandro Moreno Cárdenas? ¿Habría sido menos inmoral si se lo piden a Ricardo Anaya, prófugo de la justicia durante seis años? Se necesitaba meter la mano a la alcantarilla y no fue por selección natural que aparecieron los Yunes: ellos levantaron la mano porque hace muchos años que perdieron la decencia y se prestan para el cochinero. Hace años, insisto. El PRIAN lo sabía cuando los postuló o, qué, ¿apoco eran unos santos en 2023 cuando los hicieron candidatos? ¿Se pudrieron al acercarse a la izquierda? Naaa.

Lo anterior nos lleva a un segundo punto: la calidad de oposición en México. Por fortuna ya desapareció esa lacra que se llamaba PRD, pero no nos queda la nada. Queda el PRI, partido podrido del alma; cobija de infinidad de fortunas inmorales y de aspirantes a dictador; escuela de traficantes de poder y origen del “yo merezco todo” que es el fermento de una Nación con élites privilegiadas y prepotentes, y mayorías despojadas y silenciadas a golpes. 

Y nos queda el PAN, que es lo mismo que el PRI, pero más racista y más clasista todavía; más intolerante y con más prisa para el saqueo. El panismo ganó una Presidencia, ¡una! Luego tuvo que cometer el fraude de 2006 y lo que vino fue ese accidente maldito llamado Felipe Calderón, que hizo del odio una estrategia.

Al PAN se le llena la boca diciendo que López Obrador es un autoritario y un dictador; también a las élites económica, intelectual, académica y mediática. Padecen desmemoria selectiva. Ya se les olvidó que dentro del mismo PAN, en los medios, en el Poder Judicial y en la academia contaban los días para que se fuera Felipe Calderón, su Pinochet de 1.60 de estatura. Ya se les olvidó lo que decían en privado de Calderón: de Hitler no lo bajaban. Pero como la hipocresía es lo suyo, no lo decían en voz alta; como la comodidad es lo suyo, nadie se atrevía a decir lo que realmente pensaba de Calderón cuando todavía gobernaba. Ese sí era un dictador: mano dura, autoritario, enfermo de poder, iracundo. Un alcohólico –dicen que lo era o lo es– en estado de jaqueca constante.

Me regreso: la familia Yunes es y era rufianesca, y lo peor que ha hecho no es votar la Reforma Judicial. No exageren. Sobran los expedientes. La izquierda necesitaba ese voto. ¿Debió ir por el voto de alguien más? ¿Quién les gusta? ¿Dónde está ese voto santo que habría hecho santo el votar por una causa que no es la propia?

3. Los zombies del fentanilo

¿Defender al Presidente? Ya no es posible. Los que están con López Obrador soportan lluvias y vendavales. Y los que lo odian, lo odian a muerte. Usemos como ejemplos el sistema de salud y el combate a la corrupción y al crimen organizado. No somos Dinamarca, el licenciado Peña Nieto se pasea como rey por España y el país no se pacificó durante su mandato. Y todo eso lo prometió. Pero tampoco se puede argumentar con los que lo odian porque no les importa lo que haga López Obrador: nunca va a estar satisfechos. No es Dinamarca, no es Peña y no es la pacificación. No buscan una causa. AMLO es la causa. Su sola existencia los irrita.

De hecho, alguno de ellos se anotaría para tomarlo por el cuello y arrancarle las arterias con los dientes y luego verlo desangrase mientras pide ayuda. No exagero. Algunos desmembrarían a López Obrador en vivo, gratis y por televisión abierta, en horario prime time. Sin pago. Sólo porque lo odian.

La izquierda ha soportado la derrota durante décadas; derrota por la mala, pues; provocada a un Estado opresor. A la izquierda se le ha reprimido, desaparecido, asesinado; se le ha corrompido, apresado y hasta le han robado (sobre todo el PRI) las causas. Y ha resistido. En cambio la derecha tiene tal adicción al poder que seis años han sido una eternidad y les ha hecho ver, francamente, ridículos. Vean a Mario di Costanzo, José Antonio Crespo, Enrique Krauze, Héctor Aguilar Camín, Pedro Ferriz de Con. Los imagino en sus oficinas, en restaurantes, en reuniones familiares y en bares como los zombies del fentanilo, balbuceando sus bajezas para luego despertar, soltar alaridos y regresar a su estado de derrumbe permanente; de amargura y frustración. Pinche Peje, dicen; pinche dictador, lo llaman.

Argumente con un zombie: ya para qué.

4. Manantial de odio

El personaje estalla, viendo la cámara de su propio celular. El rostro duro se vuelve más duro conforme argumenta. “Hoy tengo una pregunta seria para todos”, dice. “A esos pendejos aplaudidores de López Obrador que acudieron a despedirlo al Zócalo, quiero que me diga alguien: ¿en qué se han beneficiado, por qué consideran que este señor es el mejor Presidente de México?”.

“Lo pregunto porque he visto videos y videos y videos de gente llorando en el Zócalo, que se ve muy jodida, que se ve muy acarreada, que se ve muy pinche hambreada. No ve que haya mejorado en nada su pinche condición de jodidos. Díganme, pues, entonces en qué mejoró su condición, su pinche circunstancia de muertos de hambre. En qué”, agrega.

Juan Pedro García Martínez está identificado plenamente como operador del PRIAN. Apoyó a Xóchitl Gálvez, apoya a Javier Milei. Presume con orgullo haber participado en las campañas de Arturo Montiel, Enrique Peña Nieto, Eruviel Ávila, Alfredo del Mazo, Francisco Domínguez y Francisco Xavier Berganza. Según lo que él mismo ha transparentado, fungió como cabeza del equipo de precampaña de Enrique Vargas del Villar. PRI o PAN: le da lo mismo porque, seamos ya honestos: con sus distintos matices, pero son exactamente lo mismo.

Pero da lo mismo que se llame Juan o Pedro o lo que sea. Entro a Twitter, busco al azar. No batallo: en segundos me sale un tal Arqimedes (sic) Robles (@ArqRobles4) que dice además en su biografía: “Arquímedes Robles Palacios en Facebook”. Tiene la ortografía de Vicente Fox, pero no importa; a veces logra darse a entender. Es realmente grotesco; odio en su más pura expresión. 

“Quién es ese perro mediocre ????”, dice de una foto del Presidente. Alguien se lamenta de que llegue el 30 de septiembre, cuando López Obrador se va. “Va a morir ese día ? Si ya que llegue”, responde Robles. El usuario Callo dice, con una foto de las multitudes en el Zócalo: “¿Este es el México ‘dividido y polarizado’ del que tanto hablan en Twitter?”. Y el usuario Arqimedes Robles garabatea: “Es el México donde no tiene para hacer nada de cenar donde no tiene otra cosa que hacer es un México de pobreza”. Julia Álvarez Icaza sube una foto de un cartel que alguien hizo a mano: “Tú sí eres padre de la Patria; hasta siempre, viejo, cumpliste”. El odiador escribe al calce: “chúpala mediocre sangr3 sucia4”.

Me llama la atención el término “sangre sucia”. Es una expresión que se usa en los libros y películas de Harry Potter para discriminar a los que, por raza, son supuestamente “impuros”. Busco las fotos de Arquímedes Robles Palacios en Facebook; sólo encuentro la de Twitter y es un mestizo con corbata. No me extrañan su racismo y su clasismo: tuvo una educación deficiente (lo digo por lo que dice y por cómo dice) pero se cree superior. Un purasangre, como los caballos. Me recordó a aquella señora que le grita a López Obrador “indio patas rajadas” en una manifestación de Claudio X. González. Y me recuerda a Enrique Krauze y su “Mesías tropical”.

De hecho, “pinche condición de jodidos”, “chúpala, mediocre sangre sucia”, “indio patas rajadas” y “mesías tropical” son términos que fluyen del mismo manantial de odio. Por eso insisto: los que están con López Obrador soportan lluvias y vendavales. Y los que lo odian, lo odian a muerte. No se puede argumentar con los que lo odian porque no les importa lo que haga López Obrador: nunca va a estar satisfechos. No es Dinamarca, no es Peña y no es la pacificación, no es la Reforma Judicial porque no buscan una causa: AMLO es su causa. Su sola existencia los irrita.

Alejandro Páez Varela
Periodista, escritor. Es autor de las novelas Corazón de Kaláshnikov (Alfaguara 2014, Planeta 2008), Música para Perros (Alfaguara 2013), El Reino de las Moscas (Alfaguara 2012) y Oriundo Laredo (Alfaguara 2017). También de los libros de relatos No Incluye Baterías (Cal y Arena 2009) y Paracaídas que no abre (2007). Escribió Presidente en Espera (Planeta 2011) y es coautor de otros libros de periodismo como La Guerra por Juárez (Planeta, 2008), Los Suspirantes 2006 (Planeta 2005) Los Suspirantes 2012 (Planeta 2011), Los Amos de México (2007), Los Intocables (2008) y Los Suspirantes 2018 (Planeta 2017). Fue subdirector editorial de El Universal, subdirector de la revista Día Siete y editor en Reforma y El Economista. Actualmente es director general de SinEmbargo.mx

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