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Susan Crowley

31/08/2024 - 12:03 am

La Bienal deglute a Occidente

Más allá de las hegemonías, participan los países emergentes y las naciones recién independizadas, que están encontrando en la Bienal el sitio idóneo para expresarse. No se trata de salidas fáciles o retóricas, en sus reflexiones encontraremos propuestas que, sin mayor presupuesto, recurren al talento para exponer.

La documenta 15 del 2022 en Kassel, Alemania, ha sido un referente para el mundo del arte. Por primera vez hizo protagonistas a artistas y colectivos fuera de los primeros circuitos y grandes mercados. Un precedente en la forma de exponer. Con este ejemplo de otredad, más allá de las cuotas y lo políticamente correcto, la Bienal de Arte de Venecia de este año ha dejado de pedir permiso para lanzarse en grande. Convertir en pieza seminal a las periferias y brindarles la hoja en blanco para escribir un nuevo relato.

Un homenaje a quienes lucharon por los derechos y espacios negados, especialmente africanos y caribeños como Frantz Fanon, cuyos escritos se convirtieron en inspiración para la lucha de las colonias; Ngugi wa Thiong´o, escritor keniano que, víctima de los daños por el colonialismo, incluyendo la opresión lingüística, dejó de escribir en inglés y le devolvió el poder a su lengua bantú.  Édoard Glissant, creador del término antillanité, una necesidad de justicia a las colonias de América y Okwui Enwezor curador de la Bienal de Venecia 2015, la primera que volteó la mirada a “los no escuchados” y que en su discurso exigía “aprender a expandir la visión del mundo”. Todos ellos pensadores que hoy acunan a las nuevas generaciones y las impulsan.

Adriano Pedroza ha recibido esa herencia y la ha nutrido de una visión propia. Curador brasileño nacido en 1965, ha surgido del Tercer Mundo. Es el primer curador de la bienal de Venecia latino y abiertamente homosexual. Orgulloso, se autodenomina queer. Extranjero eterno, ha deambulado por muchas periferias y las conoce bien. Director del Museo de Arte de Sao Paolo, ha sido curador de un buen número de exposiciones mundiales, especialmente latinoamericanas, lo que le ha brindado una visión integral y empática hacia los artistas que forman la “historia paralela” del arte, esa que Occidente jamás tomó en cuenta.

Consciente del cambio necesario, para la edición sesenta no dudó en generar un planteamiento a partir de ejes rectores novedosos. El título Foreigners Everywhere, es el enunciado vuelto arte en neones que, en todos los idiomas, hoy se encuentra instalado en muchos sitios del mundo y desde luego en la Bienal. Concepto que ha pedido prestado al colectivo artístico francés Claire Fontaine, hace referencia a la queja que se escucha en Europa en contra de los migrantes. Es un “principio en contra del racismo y la xenofobia”. Pero no se trata tan solo de reclamar, la propuesta de Pedroza se refiere a todo tipo de nomadismos: “a través de países, naciones, territorios y fronteras, que reflejan los peligros y dificultades del lenguaje, la traducción, la nacionalidad, expresando diferencias y disparidades condicionadas por la identidad, la nacionalidad, la raza, el género, la sexualidad, la libertad y la riqueza”, ante el alarmante número de desplazados por la fuerza que llegó a 108.4 millones según el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados.

Dentro de Venecia en el Giardini, en el Arsenal y a lo largo de la ciudad, el arte toma la palabra como si de una tregua se tratara. Es la celebración de los eternos viajeros que jamás se han quedado quietos y que son “extranjeros en todas partes”: los artistas. Una fiesta que de abril a noviembre funciona como paliativo en contra de las pesimistas noticias: el cambio climático, la crisis migratoria, la infodemia, el encumbramiento en el poder de grupos de extrema derecha, la intolerancia y la polarización, la guerra y las condiciones de lesa humanidad que tantos están sufriendo.

Ese es el poder del arte. No ser un simple distractor ni concentrarse en los caprichosos mercados del dinero y la especulación. El artista es un provocador que con su trabajo cava en las distintas profundidades del pensamiento. Atendiendo esto, cada obra elegida tiene una intención, su propia historia como punto de encuentro de ideas y nuevas narrativas.

La “extranjeridad” ha sido integrada por los pabellones nacionales invitados. Cada uno con sus paradigmas, sus conflictos y sus retos, integran una noción distinta de la geografía mundial. Más allá de las hegemonías, participan los países emergentes y las naciones recién independizadas, que están encontrando en la Bienal el sitio idóneo para expresarse. No se trata de salidas fáciles o retóricas, en sus reflexiones encontraremos propuestas que, sin mayor presupuesto, recurren al talento para exponer. Chipre, por ejemplo, invita a penetrar en sistemas de información convertidos en vigías del arte.

Pedroza dividió su propuesta en núcleos. El histórico, con obras de artistas del Modernismo de África, Oriente Medio y Asia, que no habían sido exhibidos, por lo tanto, eran desconocidos y de los que hay mucho que aprender. Una especie de canibalismo, que el crítico y poeta Oswald de Andrade utiliza como metáfora: deglutir a Occidente y que de ello surja algo nuevo; una combinación de arte local, indígena, y a la vez una visión aprendida de Europa.

A lo largo de las salas, las pinturas, los objetos, el arte en papel, los textiles, las artesanías y la tradición de lo hecho a mano abundan. Sin un orden cronológico, se expone obra figurativa y abstracción; una inclusión interesante es la de familias completas de artistas cuya tradición ha contribuido a la permanencia y valoración del quehacer artístico.

El curador brasileño hace notar que, en los retratos, las imágenes incluyen pocos personajes blancos y la abstracción que aquí se expone no pertenece al canon occidental: las líneas, ondulaciones y campos de color son novedosos y por lo tanto son “composiciones impactantes”.

El núcleo contemporáneo es fascinante por decir lo menos. Aquí, la palabra “extranjero” se utiliza como “extraño” y abarca todo ese universo que por siglos ha sido reprimido, descalificado, perseguido y proscrito: “Artista queer que se ha movido dentro de diferentes sexualidades y géneros, outsider, que pulula en los márgenes del arte como lo hace el autodidacta, folk y popular”, con artistas como Aloïse que permaneció toda su vida en un hospital psiquiátrico. También se encuentra un buen número de artistas indígenas tratados como extranjeros en su propia tierra. Un ejemplo es el colectivo, Maataho de Nueva Zelanda, una instalación a gran escala de urdimbre en la primera sala.

De los 331 artistas, los 87 pabellones nacionales y los 30 eventos colaterales, casi ninguno había formado parte de esta bienal. Y ya no se puede hablar de minorías excluidas, irónicamente resultan ser la mayoría delante del angosto y obtuso espectro de las academias occidentales. Sin embargo, no dejará de ser una exposición polémica e incluso denostada por las élites, que se resisten a ser juzgadas por sus acciones deplorables durante siglos de opresión. Pero, no hay remedio, las otras cosmogonías, las que son diversas, ancestrales y novedosas al mismo tiempo, están inoculando al canon occidental. Cada vez será menos extraño conocer un mito, escuchar un relato, o una tonada en alguna lengua desconocida; observar un textil o maravillarse con una pintura vernácula. Ahí está el poder que tal vez nos salve de los horrores cometidos por la “civilización”.

Y salvar al mundo conlleva a una celebración: desde la entrada una pieza gigante elaborada por el movimiento Makhu, de Brasil, parece transformar la vetusta construcción en una jungla caribeña que, por cierto, ha despertado sentimientos encontrados al desmitificar al rígido “cubo blanco” que hizo del arte una filosofía elevada e inaccesible. Pero al ver esta fantástica instalación no queda más que pensar, ¿hace cuánto tiempo que ese canon se agotó?

En este carnaval “extraño” y “extranjero” de Venecia no caben ya las figuras idealizadas ni los conceptos fríos e intelectuales. El arte escucha y atiende la expresión de la injusticia, del dolor, de la prohibición y de la indiferencia de parte de Occidente con todos aquellos que hoy llamamos “otros”. Y, aun así, todos ellos artistas, celebran la vida deglutiendo a Occidente. @Suscrowley

Dejo la liga de la Bienal para que ustedes consulten esta fantástica experiencia artística

https://www.labiennale.org/en/art/2024

Susan Crowley
Nació en México el 5 de marzo de 1965 y estudió Historia del Arte con especialidad en Arte Ruso, Medieval y Contemporáneo. Ha coordinado y curado exposiciones de arte y es investigadora independiente. Ha asesorado y catalogado colecciones privadas de arte contemporáneo y emergente y es conferencista y profesora de grupos privados y universitarios. Ha publicado diversos ensayos y de crítica en diversas publicaciones especializadas. Conductora del programa Gabinete en TV UNAM de 2014 a 2016.

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