Pedro Mellado Rodríguez
23/08/2024 - 12:04 am
Oposición sin pueblo, sin proyecto, sin futuro
La oposición no fue capaz de articular un discurso coherente, de un plan alternativo de Gobierno que resultara atractivo, estimulante y esperanzador para la mayoría de la población. Sólo les impulsó el odio, el clasismo, el desprecio mal disimulado por el pueblo, que finalmente les dio la espalda.
El problema de los partidos políticos de oposición, de las cúpulas empresariales, de la alta jerarquía de la Iglesia Católica y de una minoría que se presume exquisita y se exhibe vulgarmente pretenciosa, que observa con desprecio a la mayoría de la población, a la que discrimina porque la considera ordinaria, corriente, impreparada y fanática, es que no terminan por comprender que en los comicios del pasado domingo 2 de junio del 2024 el pueblo los abandonó porque ya no les cree y mucho menos les tiene confianza.
La mayoría del pueblo simplemente depositó su confianza y su justo afán de reivindicación en una opción política que después de muchas décadas les ha puesto atención a los marginados, a los desvalidos, a los que siempre han sido ninguneados y excluidos de los grandes banquetes en los que sólo gozan los que pertenecen a esa minoría privilegiada que históricamente se ha sentido dueña del país.
Para desencanto y frustración de esa minoría privilegiada, la mayoría del pueblo se expresó en las urnas y apoya la profundización del proyecto de la Cuarta Transformación, que sustenta la idea de que, para bien de todos, primero los pobres y que en los seis próximos años orientará también su atención amorosa y gentil hacia las mujeres más pobres.
Los grupos que tradicionalmente detentaron el poder en el país -tanto el político como el económico- hicieron tan mal sus tareas, al grado que en los pasados comicios la mayoría del pueblo votó para darle a la coalición encabezada por Morena la Mayoría Calificada en la Cámara de Diputados, y por una diferencia muy salvable de dos o tres votos menos, también la Mayoría Calificada en el Senado de la República.
Esta aplastante presencia de la coalición de izquierda en el Congreso de la Unión facilitará la restauración de los valores esenciales de la Constitución Política del 5 de febrero de 1917, que pretendió ser el compendio histórico de las aspiraciones y los sueños legítimos de un pueblo, y que en las cuatro más recientes décadas fue desfigurada y amoldada a los apetitos insanos y los caprichos de una minoría privilegiada que lubricó sus ambiciones en la complicidad legislativa de PAN y PRI, a quienes se sumó en años recientes el PRD.
En el amor no hay nada más terrible que el desengaño y, consecuente con ello, el severo castigo de la más profunda indiferencia y el más hiriente desprecio. Por eso tendrán que pasar muchos años para que la gente vuelva a restaurar algún grado de confianza en instituciones que le fallaron, que abusaron de su buena fe, que lucraron con su esperanza y que defraudaron sus sueños. Frente a la más supina hipocresía de las élites, que transitan desnudas en el teatro del absurdo, el pueblo les observa con desconfianza y en muchos casos, con la desdeñosa burla de quien no volverá a caer en el garlito de aquellos que hicieron del engaño un arte.
Fue muy dura la lección, pero tendrán tiempo suficiente para reflexionar los próximos seis años. Reclaman, la oposición partidista y los poderes fácticos, económicos y religiosos que les apoyan, que Morena y sus aliados no tienen derecho a que el Instituto Nacional Electoral les adjudique los legisladores federales de Representación Proporcional, los controvertidos Plurinominales, que les darán la Mayoría Calificada en la Cámara de Diputados del Congreso de la Unión. Se requieren 334 diputados federales para aprobar reformas constitucionales y la coalición Sigamos Haciendo Historia tendrá más de 360.
Tampoco les agrada la idea de que en el Senado de la República la coalición morenista se quede a dos o tres legisladores de alcanzar la Mayoría Calificada. Se necesitan 86 senadores para aprobar reformas constitucionales y la coalición oficialista alcanzaría 83. Sin embargo, ese es un problema menor, porque en política todo lo que tiene precio es barato y varios senadores que se presumen de oposición sólo están espera de que alguien les llegue al precio y los apapache para cambiar de bandera, de colores y de principios.
Los votos de la gente, expresados en las urnas el pasado 2 de junio, apuntalan la certeza de que en el corto plazo la oposición no tiene futuro electoral promisorio, por muchos millones de dólares que inviertan en ella y en sus guerras sucias los potentados que la apoyan.
La votación para diputados federales de Mayoría Relativa, que respalda a Morena y sus aliados en su dominio del Congreso de la Unión está escriturada con datos demoledores. En los pasados comicios de diputados federales, Morena ganó todos los distritos de Mayoría Relativa en 17 estados del país. En otros ocho estados la coalición PAN-PRI-PRD apenas pudo arrebatarle una victoria de mayoría en cada una de esas entidades federativas. Y de los 32 estados que integran la República sólo en uno la coalición de derecha se llevó todas las diputaciones federales: 3 curules en el estado de Aguascalientes.
Pero no le fue mejor a la oposición en la lucha por el Senado de la República. Un solo dato ilustra su debacle: en 30 de las 32 entidades del país, Morena y sus aliados ganaron las dos senadurías de Mayoría Relativa. Y de los 32 estados de la República, en la contienda presidencial, la candidata de Sigamos Haciendo Historia, Claudia Sheinbaum Pardo, ganó en 31 y únicamente perdió en Aguascalientes.
Frente a estos aplastantes números ¿con que cara la oposición pretende respaldar su reclamo de que Morena y sus aliados estarán sobrerrepresentados en el Congreso de la Unión? A la oposición y a los poderes fácticos que le respaldan les cuesta muchísimo trabajo entender que la mayoría del pueblo ya los abandonó. Y mientras más se tarden en aceptarlo, más prolongado será su sufrimiento, su angustia y su frustración. Y desgraciadamente, también se profundizará su odio clasista.
Frente una coalición oficialista que ofrecía consolidar la segunda etapa de la Cuarta Transformación, privilegiando la atención de los pobres, una vez que Andrés Manuel López Obrador entregue el mando de la República a Claudia Sheinbaum Pardo, la oposición no fue capaz de articular un discurso coherente, de un plan alternativo de gobierno que resultara atractivo, estimulante y esperanzador para la mayoría de la población. Sólo les impulsó el odio, el clasismo, el desprecio mal disimulado por el pueblo, que finalmente les dio la espalda.
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