De animales y ficciones: de la plástica de Toledo a las letras de Borges

25/08/2024 - 12:00 am

Descubrimiento, desfile de novedades, ventana, ejercicio creativo, llamado a la acción: Zoología Fantástica es un libro que inicia la conversación íntima, la aventura, pero también una propuesta para repensar nuestra humanidad entre pelajes, pieles, deformidades y pliegues majestuosos de animales fantásticos.

Por César Cárdenas

Ciudad de México, 25 de agosto (SinEmbargo).- Hace algunos años, recorriendo con asombro las estancias fastuosas de Los Pinos, me vi tentado a enfrentar las texturas rugosas y gruesas de El murciélago, un cuadro que pintó Francisco Toledo en 1993. Lo habían instalado en una espaciosa estancia de la casa Miguel Alemán con motivo de la muestra De lo perdido lo que aparezca: 33 visiones de la pintura en México, en aquel 2019 que conmocionó al país por la pérdida del artista.

Ese murciélago (animal “impuro” de acuerdo al libro Levítico de la Biblia), incrustado con aquellos colores terrosos –tan característicos del defensor de la cultura y el arte mexicanos— regresó a mi mente al pasar las páginas de Zoología Fantástica, un libro maravilloso publicado por Artes de México en su colección Artes de la Mirada. El compendio reúne el trabajo pictórico de Toledo y algunos textos de Jorge Luis Borges: una delicia para la curiosidad, la imaginación e inclusive el coleccionismo.

III: El mono de la tinta, Francisco Toledo, 1983. Tinta y acuarela sobre papel. 24 x 34 cms.

En esta edición lo literario, reunido con la obra pictórica, resultan una mezcla idónea para tener un libro de una calidad tremenda. Ahora bien, antes del inicio formal del viaje, Carlos Monsiváis, en uno de los prólogos, señala que Chas Adams realizó un dibujo satírico que mostraba a un unicornio siendo olvidado por la famosa arca bíblica, evidenciando que las criaturas que veremos a continuación están incluso más allá de la categoría impuesta en el Génesis de animales puros e impuros, porque muchas de ellas fueron recabadas de panteones y mitologías de todo el mundo.
En un preámbulo posterior al del hombre que amaba a los gatos, Borges entiende que esto es un ejercicio de descubrimiento, del niño que, azorado, tanto como yo con el murciélago, intenta conciliar las formas, las descripciones y las imágenes preconcebidas que tienen cabida en su mente sobre lo que observa en esas primeras visitas al zoológico y que tienen una contraparte conformada por los animales de la imaginación, los fantásticos, los que son creados con partes de otros ya “existentes”.

El repaso por la colección se los dejo a ustedes, estimados lectores, porque en cada uno de nosotros reside el ejercicio de regresar a ser niños colmados de asombro. Eso sí: este libro es un ejemplo de cómo aquello que simplemente se nombra, existe: cómo se refuerza cuando tiene una imagen, cuando se materializa en los trazos de Toledo. El libro es un acto amoroso, que rescata la literatura y la plástica como portales y llaves que conducen hacia vidas que nunca terminan; hacia la ficción y la imaginación, capaces de crear diversas líneas de tiempo y espacio a partir de una sola existencia humana.

A través de las pieles de estas “criaturas de todos los días”, se construyen arquetipos de la humanidad que se adornan con el erotismo y la genitalidad animalesca de Toledo. Se trata del despliegue de lo que Borges llama “desatinada variedad” del reino animal. Entonces, viendo los tonos grises, cafés, negros y terracota, me pregunto qué quieren estos seres de nosotros, qué necesitan, qué cosas nos ofrecen; hasta dónde podemos ayudarnos mutuamente, cómo podemos traducir sus discursos de transformación. El trabajo de Toledo no es de acompañamiento ni de ilustración, sino de interiorización de reflexiones, de descripciones gráficas enrarecidas, de rompecabezas que necesitan piezas que solo encontramos en los reinos de criaturas que incluso vieron el inicio del tiempo o que han estado ligadas a la humanidad desde sus comienzos.

IV: La pantera, Francisco Toledo, 1983. Tinta y acuarela sobre papel. 24 x 34 cms.

Sus fauces son particularmente interesantes, porque algunas se alejan del carácter de bestia y se acercan más a las formas de los órganos y terminaciones cuerpo humano, con denticiones y articulaciones que parecieran funcionar como la fase final de un sistema de comunicación verbal; entonces, nosotros, los portadores del raciocinio, quedamos eclipsados, paralizados, frente a siluetas y detalles salvajes de las creaciones de Toledo, fundamentadas en las narraciones de Borges.

Los retazos de seres, las partes que les conforman y su orden, aparecen dispuestos de tal manera que el lector puede comprender que Borges y Toledo son los dioses y actores principales de su propia arca; de la embarcación creada para salvar de las fauces del olvido a los animales rechazados por su aparente fealdad; a los que no caben en las páginas de la biología tradicional porque serían descartados como el delirio de un lunático. Los trabajos de ambos artistas se complementan gracias al vacío de tópicos relacionados con la sexualidad en la prosa de Borges y el aprovechamiento de esas características en la carga de pigmento de las herramientas de Toledo: una mezcla que llega a buen puerto con expertiz, con tranquilidad, inundando los recovecos de la imaginación y la sensibilidad.

La estructura del libro imita la de un aparador: cada que volteamos las páginas, cada ser tiene un pequeño pedazo de información, a la manera de un cuaderno de trabajo. Los lectores pueden, por tanto, seguir la historia como prefieran; al final, se trata de un juego de exploración: uno tan interactivo como los papalotes de protesta que Toledo voló por Juchitán, y que tiene una profundidad social que pesa y repercute en las decisiones de quien observa.

Descubrimiento, desfile de novedades, ventana, ejercicio creativo, llamado a la acción: Zoología Fantástica es un libro que inicia la conversación íntima, la aventura, pero también una propuesta para repensar nuestra humanidad entre pelajes, pieles, deformidades y pliegues majestuosos de animales fantásticos. Al igual que el murciélago de Toledo que descubrí hace un lustro, este libro me reúne con el asombro, el de aquel día y el de mi presente; del mismo modo, me gusta pensar que Toledo y Borges siguen conversando, que se reúnen en su búsqueda por encontrar animales extraordinarios hasta en la sopa, en su voluntad de conocerse un poco mejor a sí mismos.

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